De Talavera | Corbacho | E-Book | sack.de
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E-Book, Spanisch, Band 257, 180 Seiten

Reihe: Narrativa

De Talavera Corbacho


1. Auflage 2010
ISBN: 978-84-9953-019-2
Verlag: Linkgua
Format: EPUB
Kopierschutz: Adobe DRM (»Systemvoraussetzungen)

E-Book, Spanisch, Band 257, 180 Seiten

Reihe: Narrativa

ISBN: 978-84-9953-019-2
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Corbacho o Reprobación del amor mundano (1438) se inspira en el Corbaccio de Giovanni Boccaccio. Esta obra, la más conocida del Arcipreste de Talavera, consta de cuatro partes. La primera es un tratado contra la lujuria; la segunda, una sátira contra las mujeres de toda condición; las dos últimas partes analizan las complexiones de los hombres y sus diferentes inclinaciones a amar. De esta obra interesan su estilo vivo, coloquial y popular, caracterizado por la constante bimembración o plurimembración, que pinta una imagen sumamente rica y vigorosa del tema que describe, así como sus notas costumbristas; sin embargo, también se utiliza en la parte doctrinal un lenguaje sumamente ampuloso y latinizado por el hipérbaton, los participios de presente y los cultismos. Asimismo, es frecuente el recurso a la similicadencia y la prosa rimada. Es este modelo de lenguaje a la vez popular e hiperculto el que tuvo presente el también manchego Fernando de Rojas para componer su Celestina.

Alfonso Martínez de Toledo (¿1398-1470?) más conocido como Arcipreste de Talavera, vivió en Aragón y fue racionero de la catedral de Toledo, la ciudad donde nació.
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Capítulo XVIII. Cómo es muy engañoso el amor de la mujer


Los amadores aun por otra manera vencerlos quiero, por cuanto amar y ser amado —que ellos mucho demandan— en la hembra hallar nunca lo podrán; por cuanto nunca fue hombre que excesivamente mujer o amiga amase que la tal mujer bien le quisiese. Regla es particular, donde está mucho secreto a los que lo han probado, pero por no dar avisación a mal obrar, cesa la péndola en este paso; por cuanto experiencia muestra que muchas mujeres no aman a otros más ni tanto como aquellos que las hieren y trabajan. Y demás, la mujer, su propio pensamiento es que amando será rica; que el que la amare le ha de dar sin tener rienda. Y son dos partes de amor: esta que dije la una; la segunda es amor carnal con cumplimiento de voluntad. Y en esta tal manera, la mujer al hombre, ni el hombre a la mujer, no cura de sus dones salvo de su voluntad cumplir. Por ende, verás lindas mujeres con viles, feos y desaventurados hombres, y para poco y pobres envolverse, así cojos como mancos y tuertos y gibados no los olvidan por negros, sucios, cautivos, que en verlos es asco y abominación, y hago punto aquí. Pero ellas en amar hombres de poca manera hácenlo esto por una de dos maneras: una, que frío y amor no guarda donde entra, y son en esto como loba hechos o hechas, así el hombre como la mujer, que con el primero que delante le viene toma amorío y se ajoba. Otra manera es por advininteza2, o tener más manera de hablar, contratar y platicar con ellas: o por vecindad, o porque donde ellas están acostumbran entrar los tales hombres de poco juicio y corta manera —y como son tenidos en poco— no se guardan de ellos los parientes y amigos, que tales mujeres guardan o guardar deben: en la vecindad de ellos caso tal siniestro no presumen, y estos tales hacen muchos daños y mal. Eso mismo hacen los locos fuera de todo sentido, y truhanes fuera del estilo de seso, que de ellos no se guardan. Y de estos muchas veces salen los hijos por iglesias a maitines lanzados. Y hay otras maneras de algunas mujeres a los tales querer, y amar por no ser ejempladas y difamadas; que estos tales, cuando las han, callan como negra en baño, lo uno por amor, lo otro por temor. Por amor, por no perderlas de sí y haberlas cada que quisieren a su voluntad: y de estos no toman ellas nada porque ellos no tienen, antes les dan ellas a ellos, así porque callen como por no perderlos de su mando. La otra razón porque estos tales callan es por temor que han que si tal sus parientes y amigos sintiesen, no les va sino la vida, y por esto callan ellos y aun ellas los aman, como dicho es; lo que no harían otros de estado ni de mayor manera, que tanto se dan por decirlo como por callarlo, antes se van alabando por plazas y por cantones: «Tú hiciste esto, yo hice esto; tú amas tres, yo amo cuatro; tú amas reinas, yo emperadoras; tú doncellas, yo hijasdalgo; tú la hija de Pero, yo la mujer de Rodrigo; tú a María, yo a Leonor; tú vas de noche, y yo de día; tú entras por la puerta, y yo por la ventana; tu alcahueta es fulana, y mi alcahuete Rodrigo; tú entras a las doce, yo a la una; a ti dio tal camisa, a mí dio este jubón; tú dormiste con ella sólo, y yo con ella y otras dos mozas; a ti dio agua rosada, y a mí agua de azahar; la tuya es mucho negra, la mía es muy blanca; la tuya es chiquilla, la mía es de hermoso cuerpo; la tuya no es hermosa, la mía es lozana y linda. Pues, acompáñame a la mía y acompañarte he a la tuya, que para bien amar se requieren dos amigos de compañía: si se ensañare el uno con la otra, que el otro haga la paz, o si se mostrare ser sañudo o sañuda —que son desgaires a las veces de amor— el tercero lo adobe y enmiende». Y con tales decires y difamaciones como estas, y mirándolas sin vergüenza en bodas, en plazas, justas y torneos, toros e iglesias, porque no han temor a sus parientes, amigos ni maridos, y son más denodados a cometer y hacer con ellas actos deshonestos sin miedo de Dios y de la justicia y sin vergüenza del mundo que los otros cuitados. Por esto tal, a las veces, los aborrecen y mal quieren, por galanes que ellos sean, y aman más pájaro en mano que buitre volando, y asno que las lleve que caballo que las derroque. Así que, como de suso dije, el motivo del amor de la mujer es por alcanzar y haber por cuanto naturalmente les proviene; que todas las más de las mujeres son avariciosas, y cuando algo alcanzan son muy tenientes. Son amadoras de temporales riquezas en grado superlativo, y para haber dineros y alcanzarlos, con modos muy exquisitos trabajan sus espíritus y cuerpos; en esto son muy atentas con mucho estudio y solicitud. Y nunca pude yo ver ni hallar mujer que rehusase lo que de grado le fuese dado, aunque con gran instancia no demandase lo que prometido le fuese. Y si no le fuese sabia, fatigada o meticulosa vergüenza, que a las veces, contra voluntad, las constriñen dejar lo que querrían de grado tomar o demandar; empero el corazón no duerme, ni la voluntad no sosiega, aunque la mano forzada reniega. Y si por ventura demanda y lo demandado no le es otorgado y dado, que no se deje de amar luego a quien lo deseado demandó no le diere. Demás, si cuanto tuvieres y toda tu sustancia le dieres, si a menos de tu estado o riqueza te viere venir, o a tal fragilidad o enfermedad continua de tu cuerpo que no seas para retozarla como solías, ¡guay de ti! Sabe que te pondrá luego silencio perpetuo y amenazas de sus parientes, o que no tiene lugar de complacerte como solía, o que se lo han sentido los de casa y le tienen guardas y ya no duerme como solía, sola; ya no te puede hablar a puerta ni ventana, ya no puede salir fuera; ya no hay nada de lo que solía, pues no la retozas ni das como solías. ¡Cuántas malas usan de esta prática sin temor ninguno! Todos los placeres, que haber solías, entredichos te son; pues retinto no corre de dobla o florín, ni bulle cantolín, vía al atahona como ruin al gallarín. Y no pienses que en el mundo hembra tan fiel ni constante hallases, si enamoradiza es, que si otro con dones y mayores joyas que tú viniese, que no te diese cantonada, que tanto es el apetito desordenado en ellas de haber y riquezas querer, que la que mala es toda continencia y castidad romperá por bienes, joyas, arreos y riquezas alcanzar. Y más te digo: que si tienes y con mano abierta a la mala mujer vinieres, muy difícil es que mano vacía tornes, o tu propósito cumplido, o buena esperanza al menos. Pero si a mujer pides valía de un alfiler, contigo es la pesquisa; no le verás la cara buena de diez o veinte días. Y por grande que tú seas, si le vas manos vacías, nunca podrás ganar gracia de lo que demandares; antes, sin toda vergüenza te dirá a voces altas: «Amigo, ¿qué queréis? salid de aquí en buena o mala hora»; y hará que no te conoce ni jamás te haya visto. Y dígote verdad, que por esta mala y desordenada codicia e inmoderada avaricia, las mujeres malas todas son ladronas en poco o en mucho; las manos tienen melosas, que todas cosas se les pegan. Y dígote que los dones, plata o joyas y oro y otras cosas preciosas hacen a la más alta a lo bajo venir, que el dar quiebra las piedras: ¿cómo lo sufrirá, pues, la flaca carne? Por ende, te digo que de mil una hembra hallarás rica, ni serlo podría, tanto es el fuego y ardor de haber y allegar riquezas, honras, estados y pompas; no las hartarían al mundo señorías y mandos: esto es su deseo. Esto por cuanto no hay siervo que si señor fuese, que casi se conociese; ni hay vasallo que, señor tornado, no sea cruel. En esto conocerás tú las personas cuáles de raíz buena o mala vienen, que el que de linaje bueno viene, apenas mostrará sino dónde viene, aunque en algo parezca, todavía retrae dónde viene; pero el vil y de poco estado y linaje, si fortuna le administra bienes, estado, honra y manera, luego se desconoce y retrae dónde viene, aunque mucho se quiera infingir en mostrarse otro que no es, como algunos han acostumbrado de así hacerlo. Pero es verdad que el hijo de la cabra una hora ha de balar, y el asno hijo de asno ha de rebuznar, pues naturalmente le viene. Ejemplo: toma dos hijos, uno de un labrador, otro de un caballero; críense en una montaña so mando y disciplina de un marido y una mujer. Verás cómo el hijo del labrador todavía se agradará de cosas de aldea, como arar, cavar y traer leña con bestias, y el hijo del caballero no se cura salvo de andar corriendo a caballo y traer armas y dar cuchilladas y andar arreado. Esto procura naturaleza. Así lo verás de cada día en los lugares do vivieres: que el bueno y de buena raza todavía retrae do viene, y el desaventurado de vil raza y linaje, por grande que sea y mucho que tenga, nunca retraerá sino a la vileza donde desciende; y aunque se cubra de paño de oro ni se arree como emperador, no le está lo que trae sino como cosa emprestada o como asno en justa o torneo. Por ende, cuando los tales o las tales tienen poderío no usan de él como deben, como dice el ejemplo: «Viose el perro en bragas de cerro, y no conoció a su compañero». Y como sean las mujeres a los varones sujetas, al punto que señoría y mando alcanzan, ¡guay del que es sujeto y han de mandar!, que no han discreción en mandar ni vedar, sino que todo seso posponen y dan lugar a la voluntad que cada hora las hallarás de su mando. Dos cosas son de notar: ni nunca hembra harta de bienes se vio, ni beodo harto de vino, que cuanto más bebe, más ha sed. Por tanto, la mujer que mal usa y mala es, no solamente avariciosa es hallada, mas aún envidiosa, maldiciente, ladrona, golosa, en sus dichos no constante, cuchillo de dos tajos, inobediente, contraria de lo que le mandan y vedan, superbiosa3, vanagloriosa, mentirosa, amadora de vino la que una vez lo gusta, parlera, de secretos descubridera, lujuriosa, raíz de todo mal y a todos males...



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