E-Book, Spanisch, Band 278, 254 Seiten
Reihe: Historia
de Nogales Méndez El saqueo de Nicaragua
1. Auflage 2019
ISBN: 978-84-9007-505-0
Verlag: Linkgua
Format: EPUB
Kopierschutz: 6 - ePub Watermark
E-Book, Spanisch, Band 278, 254 Seiten
Reihe: Historia
ISBN: 978-84-9007-505-0
Verlag: Linkgua
Format: EPUB
Kopierschutz: 6 - ePub Watermark
Rafael de Nogales Méndez
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Capítulo I
Dignos caballeros en solemne cónclave no hace mucho concedieron el Premio Nobel de la Paz al ex secretario de Estado americano, señor Frank B. Kellogg. El secretario lo aceptó, en medio de aplausos encendidos de lágrimas tanto de la prensa como del público de toda Europa y los Estados Unidos. ¡Cuán fina, emocionante y plausible parecía esta ceremonia!
Me pregunto si los caballeros que estaban otorgando el premio habían dirigido antes sus miradas hacia el Sur y el Oeste. Me pregunto si lo hacían a sabiendas de lo que estaba ocurriendo en Nicaragua, mientras enaltecían al secretario Kellogg. Me pregunto si los entusiastas de ojos humedecidos, que aplaudieron frenéticos el honor conferido al secretario de Estado americano, conocían lo que estaba sucediendo no lejos al Sur de la frontera meridional de los Estados Unidos. Me temo que no. Si lo hubieran sabido, quizás hubieran meditado un minuto. Porque la rapiña aniquilaba a Nicaragua. Una guerra sangrienta estaba allí desencadenándose. Reinaba en Nicaragua la opresión. El privilegio estaba sofocando los derechos humanos de aquel país.
Mientras el secretario Kellogg recibía, aparentemente humilde, el más alto premio por la paz, secretamente estaba impulsando la guerra. Sus marines, sus ametralladoras, destructores y cañoneras estaban protegiendo al Trust Bananero americano y otros intereses creados en la tierra extranjera de Nicaragua. Y los acorazados de míster Kellogg, los diplomáticos de revólver al cinto y blindados en hierro, estaban asegurando una elección justa para un puñado de traidores sicofantes nicaragüenses que, una vez subidos al poder, hubieran seguido a ciegas la voluntad de Wall Street y del Departamento de Estado en Washington.
Pero basta por ahora de Kellogg. Personalmente aparenta un caballero otoñal, amable, gentil, honorable. La única consideración que puede hacerse es su modo de practicar la diplomacia del dólar no solo en Nicaragua sino en todo el litoral del Caribe y en las Antillas. Un hecho brutal, injusto, mafioso y al margen de la ley de las naciones. Estoy seguro que de haberlo sabido habría sido para él doloroso, pero sus asesores se lo ocultaron. Sin duda le dijeron que estaban trabajando para los mejores fines. La civilización, según la entiende el político norteamericano corriente, es ser bien servido aun a costa de los hechos desagradables que por entonces acontecían en aquel pequeño y rebelde país del Sur. Y la prosperidad, la famosa prosperidad infinita de Coolidge que todos conocen, también sería servida. Tal vez no se le expuso suficientemente al secretario Kellogg que esa maravillosa prosperidad estaría centralizada en Wall Street y no propiamente en Nicaragua. Sin discusiones, no lo hizo con mala intención. Si Kellogg actuó como agente de la diplomacia del dólar, con todo lo que esto significa, solo fue porque formaba parte del sistema.
Ahora, míster Coolidge y su prosperidad, el señor secretario Kellogg y su Premio de la Paz son cosas olvidadas. Hablemos mejor de míster Hoover y su catástrofe. Míster Hoover dio el pasado invierno una desconcertante alerta a los intereses de los Estados Unidos en Nicaragua. Manifestó que dichos intereses no podían contar más con la protección de los marines. Debían correr el albur en un país extranjero. Hay todavía indicios de que Hoover quería ir más lejos. Pudo comprobar por sí mismo que las Islas Vírgenes están convertidas en un Asilo de Mendigos, a causa de la diplomacia de los Estados Unidos. Observó personalmente la pobreza abyecta y desesperada en que se ha hundido el floreciente Puerto Rico por la diplomacia de los Estados Unidos. Ha visto por doquiera sus desatinos en las repúblicas centroamericanas, rumorándose que se proyecta una mejor cooperación financiera con esos países.
Todo esto es muy halagador. Pero el optimista míster Hoover no debe ser demasiado crédulo. Hay otro factor que no debe ignorar, que le puede echar abajo sus malas intenciones. Ese factor es el viejo sistema incrustado, vetusto, antiguo, cruel, despiadado, ciego, brutal, insolente, ilegal factor de la diplomacia del dólar que, después de esclavizar financieramente a Europa, trata ahora de sojuzgar a la América Latina.
Wall Street puede dejar a míster Hoover caminar tranquilamente por un rato. Y luego, mediante una violenta vuelta de dogal, atarlo de nuevo firmemente a la antigua máquina. Este es el peligro de míster Hoover. Puede que él lo ignore. Pero Nicaragua y los demás países del Sur de la frontera lo conocen por vieja y amarga experiencia y están tomando medidas para protegerse.
Todo el mundo sabe que si no fuera por el increíble egoísmo de la diplomacia del dólar, Rusia no sería la amenaza que es hoy para los sistemas democráticos de la civilización occidental. El Asia que despierta no hubiera iniciado su gran marcha hacia el dominio industrial, basado en la mano de obra barata —un salto que puede superar hoy tanto Europa como los Estados Unidos— de no haber sido por la maldita diplomacia del dólar.
¿Cuáles son pues los medios por los cuales Nicaragua y sus infelices hermanas repúblicas de Centroamérica esperan conjurar sus crisis? Son medios de antiimperialismo de la riqueza norteña. Están dirigiendo sus miradas hacia la Rusia Soviética y el Asia que despierta, que podrían devorarlas, pero que eventualmente las liberarían de los zarpazos de la diplomacia del dólar. La hegemonía comercial de los Estados Unidos en la región del Caribe quizás todavía pueda ser eliminada, porque América Latina prefiere la cooperación contra esta tiranía, sin consideraciones de orígenes raciales ni credos religiosos.
¿Qué significa esta tiranía y por qué se la detesta?
La diplomacia del dólar, con implacabilidad increíble, ha hundido a México, a Nicaragua, en realidad a toda América Central y las Antillas mayores —Cuba, Santo Domingo, Haití, Puerto Rico— en un estado de miseria y desesperación que clama al cielo. En Puerto Rico, la mayoría de su población, en un tiempo próspera, literalmente muere de hambre, mientras el Trust Americano del Azúcar, que ha obtenido más del 65 % de las tierras más ricas de la isla, paga a sus accionistas dividendos anuales de proporciones envidiables. Prácticamente lo mismo ocurre en Cuba, Santo Domingo y Haití. México se ha convertido en un esqueleto financiero picoteado por Wall Street. De Guatemala al Sur, hasta Panamá, la diplomacia del dólar trabaja a sobretiempo para chupar la sangre vital de esas desdichadas repúblicas.
Confío en que, después de leer la edición británica de El saqueo de Nicaragua, algunos de los austeros caballeros que coronaron al benignamente seráfico míster Kellogg, con la guirnalda que simboliza paz, comprendan que su visión no alcanzó la ruina de Nicaragua. Estoy seguro de que la próxima concesión de esa ambicionada y costosa corona será otorgada en aras del amor fraternal entre las naciones y pueblos de este mundo perverso, en algún lugar más allá del eco de fuego de las ametralladoras en Matagalpa, Jinotega y Ocotal.
Estas palabras e ideas no son meros impulsos de violencia. La aparición de la edición norteamericana de El saqueo de Nicaragua lo demostró. Prácticamente todos los diarios serios de los Estados Unidos le dieron la bienvenida como una valiosa contribución a la historia mundial contemporánea. Desgloso al azar unos cuantos párrafos de varios comentarios sobre El saqueo de Nicaragua, según aparecieron en la prensa americana, para respaldar mi declaración:
The New York Times: Dos puntos de vista en contraste sobre nuestra política nicaragüense.
Política americana en Nicaragua, por Henry L. Stimson.
El saqueo de Nicaragua, por Rafael de Nogales.
El propósito principal del libro del señor Stimson es naturalmente justificar ante el público americano el acuerdo que Stimson, como Comisionado Especial del presidente Coolidge, logró alcanzar en Nicaragua la primavera pasada. Stimson reconoce francamente que «hasta donde la ignorancia pudiera librarlo de prejuicios o compromisos», su mente era un «pizarrón en blanco» cuando aceptó su nombramiento. Insiste en que el Departamento de Estado no solo no le impuso ninguna restricción en cuanto a comentarios o críticas, sino que por el contrario lo invitó a hacerlas. Las únicas instrucciones del presidente, aparte de las de investigar e informar, fueron las de que «si hallaba una oportunidad de arreglar el problema, le agradecería que tratara de hacerlo». Con este bagaje de mentalidad abierta y mano libre, hay que lamentar mucho que el señor Stimson, cuya acogida en Nicaragua parece haber sido razonablemente amistosa, no profundizará más en las causas de las complicaciones políticas y personales que se le envió a investigar. Por supuesto, no tuvo la oportunidad de leer el libro del general de Nogales. El general de Nogales nos recuerda que, entre 1909 y 1912, «los Estados Unidos tuvieron participación activa en el derrocamiento de cuatro presidentes de Nicaragua, antes de lograr encontrar uno que llenara sus requisitos», recayendo finalmente su selección en el mismo Adolfo Díaz cuyo gobierno mantiene ahora a los marines. Afirma que uno de los principales motivos de oposición contra Zelaya fue su tentativa de cancelar la concesión a una compañía minera en la cual Philander Knox, anteriormente secretario de Estado americano, era el accionista principal. El general de Nogales, quien resume la biografía de Moncada, demuestra que este Jefe liberal fue un periodista y funcionario conservador hasta 1920, actuando parte del tiempo como...