E-Book, Spanisch, Band 241, 138 Seiten
Reihe: Teatro
De Molina El caballero de gracia
1. Auflage 2010
ISBN: 978-84-9897-048-7
Verlag: Linkgua
Format: EPUB
Kopierschutz: Adobe DRM (»Systemvoraussetzungen)
E-Book, Spanisch, Band 241, 138 Seiten
Reihe: Teatro
ISBN: 978-84-9897-048-7
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Tirso de Molina (Madrid, 1584-Almazán, 1648). España. Su verdadero nombre fue Gabriel Téllez, y nació hacia 1580-84 en Madrid. Su ascendencia no está documentada, y se ha especulado (con poca solidez) sobre la posibilidad de que fuera hijo ilegítimo del duque de Osuna, Pedro Téllez-Girón, uno de los personajes más influyentes en la vida pública del momento. También se cree que sus padres debieron ser sirvientes de los condes de Molina, cuyo apellido adoptaría más tarde Gabriel al ordenarse monje como fray Tirso de Molina. Tras realizar estudios en la Universidad de Alcalá de Henares, donde debió conocer a Lope de Vega, Tirso de Molina ingresó en el convento de la orden de la Merced de Guadalajara, en noviembre de 1600, y tomó los hábitos dos meses y medio después, en el monasterio de San Antolín, en la misma ciudad. En 1606 se ordenó sacerdote en Toledo, donde estudió artes y teología. Desde Toledo haría diversos viajes por la Península (Galicia, Salamanca, Lisboa y otras ciudades), con una estancia de dos años (1614-15) en el monasterio de Estercuel, en Aragón. También estuvo en América, y más concretamente en Santo Domingo, entre 1616 y 1618, experiencia que reflejaría en algunas obras. A su regreso, instalado en Madrid, fueron apareciendo sus comedias profanas, mal recibidas por las autoridades eclesiásticas y políticas, que lo apartaron primero a Sevilla y, años después (1625), a Cuenca. Tirso de Molina, que había empezado a divulgar sus obras de teatro hacia 1605 o antes, hubo de esquivar críticas políticas y religiosas respecto a la ligereza y supuesta inmoralidad de muchas de ellas (sobre todo, las sátiras y las comedias), lo que lo obligó a escribir gran parte de sus textos en el anonimato, cosa que hizo tanto en sus encierros de Sevilla y Cuenca. La reclusión en Cuenca se levantó hacia 1626, pasando después a ostentar diversos cargos eclesiásticos en Trujillo, Madrid, Toledo y Cataluña. Durante la estancia de Tirso en Cataluña, al mismo tiempo que escribía su obra literaria, redactó la crónica de su orden, Historia general de la orden de la Merced. Dicho texto le valió que el papa Urbano VIII le concediera el grado de maestro y cronista general de su orden en 1639, pero nuevos enfrentamientos con miembros mercedarios lo condujeron a un nuevo retiro a Cuenca al año siguiente, de donde sólo saldrá, en 1645, con la encomienda del convento mercedario de Soria, retiro en el que pasará sus últimos años. Tirso de Molina murió en la localidad soriana de Almazán en 1648.
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Jornada segunda
(Salen don Cristóbal de Mora, del hábito de Cristo, el Caballero de Gracia y otros.)
Cristóbal Las cartas que de favor
la princesa ha recibido
del cardenal monseñor;
las ha su alteza leído
con muchas muestras de amor;
y las reliquias que aplica
para el monasterio real
que a las Descalzas fabrica
agradece al cardenal,
y por ellas significa
el favor que desea hacer
a vuesa merced.
Caballero En eso
muestra la princesa ser
hija de quien tuvo en peso
la Iglesia, que iba a caer
por la impiedad luterana
que enfrenó en tiempo sucinto
contra la furia alemana.
CristóbalHeredó de Carlos quinto
la princesa doña Juana
su cristiandad y valor,
y de Felipe segundo,
su hermano y nuestro señor,
el celo con que en el mundo
es de la fe defensor.
Hame mandado su alteza
que por extenso me informe
de su persona y nobleza,
porque con ella conforme
cuerdamente la largueza
con que merced le ha de hacer
mientras en Madrid asista.
CaballeroAunque es arrogancia el ser
de si mismo coronista,
fuerza es el obedecer.
Módena, ciudad ilustre
estimada en Lombardia
por una de las mejores
que honran aquella provincia,
desde inmemorables tiempos
dio solar y casa antigua
al apellido de Gracia,
blasón de nuestra familia.
Cuento noblezas del mundo
por dar a vueseñoría
verdadera relación,
puesto que de más estima
es la virtud que la sangre.
CristóbalUna y otra califican,
y cuando las dos se hermanan
el valor inmortalizan.
CaballeroDiome a Jacobo de Gracia
por padre el cielo y mi dicha,
de aquella ciudad espejo,
y por madre a Margarita,
noble y célebre matrona,
apacible, recogida,
ni en el gobierno severa,
ni en el castigo remisa.
En fin, casi con las partes
que en la mujer fuerte pinta
Salomón en sus Proverbios,
si es de esta hipérbole digna.
Diome también una hermana
a su virtud parecida,
de su valor heredera
y, en fin, de tal madre hija.
Casáronla con Lamberto,
en quien su ascendencia cifra
el valor que dio a su casa
sangre generosa y limpia.
Quisieron hacer lo propio
conmigo, mas no se inclina
mi natural a este estado;
otro más noble me obliga,
y después de mil trabajos
que ocasionaron mis dichas
y ampararon mi inocencia,
el ánimo noble inclina
y piedad de Monseñor
Julio Cataño que iba
a Roma a instancia del Papa,
que en su casa me reciba.
Hízome su secretario,
y al cabo de algunos días
en que mereció alcanzar
un capelo y una mitra,
dio el cargo de mayordomo
de su casa y su familia
a Lamberto, mi cuñado;
pienso que a intercesión mía.
Crecí en crédito y amor,
y al mismo paso la envidia
creció en los interesados;
pero sin ella ¿quién priva?
Verdad es que ocasionó
mi condición enemiga
de callar faltas ajenas,
siendo tan grandes las mías,
su enojo, porque, avisando
al cardenal lo que veía
digno en casa de remedio,
fui causa de algunas riñas.
En fin, por esto o por todo,
con mi cuñado conspiran
mis domésticos contrarios;
mas no me desautorizan
con monseñor, pues, discreto,
testimonios averigua,
que a la verdad hermosean
afeites de la mentira.
Afrentados, pues, de ver
que sus intenciones sirvan
de escala, por donde suba
mi privanza más arriba,
una noche se conciertan
de esconder tras las cortinas
de mi cama una mujer
de las que en Roma hay perdidas.
Hizo esta hazaña el dinero;
meten la engañosa espía,
acuéstome descuidado
y al cardenal luego avisan,
que, incrédulo de tal cosa,
entra en mi aposento, y mira
aquel caballo troyano,
vil preñez de su malicia.
Llueven luego acusaciones
sobre mí, mofas y risas,
el torpe honesto me llaman,
de hipócrita me bautizan;
pero, sin precipitarse
el cardenal, examina
en mi rostro la inocencia,
donde es la vergüenza firma.
Llama a la mujer aparte,
amenázala que diga
la verdad, y sobre el potro
del temor, en fin, publica
los cómplices de mi agravio,
los ardides de la envidia,
la fuerza de la verdad
y el poder de la justicia.
Los demás, avergonzados,
su insulto, mudos, confirman,
que la turbación es juez
que se condena a sí misma.
lndignóse monseñor,
y a que dé cuentas obliga
a Lamberto de su hacienda
y que a los demás despida.
Mas salió de ellas tan mal,
que en solas cuatro partidas
en cuarenta mil ducados
le alcanza y le necesita
a vender toda su hacienda,
y no alcanzando estas ditas,
preso, y tarde arrepentido,
favores vanos mendiga.
Yo, que de aquel testimonio
libré, gracias infinitas
di al cielo, busco terceros
que por mí al cardenal pidan
dé licencia a mi quietud,
en el palacio oprimida,
para que, libre con ella,
seguro de enredos viva.
Tanto pudieron los ruegos,
mis lágrimas y porfía,
que, su voluntad forzando,
me vino a decir un día:
«No quiero, Jacobo, creer
que ingratitud os obliga
a que por vos mi afición
no sea bien correspondida.
Sé vuestro natural quieto,
lo que en palacio peligra
la virtud siendo envidiada,
y aunque por mí conocida
contra todos os defiendo,
soy hombre, y tal vez podrían
verisímiles engaños
acreditar sus mentiras.
Muchos contrarios tenéis,
y para que no os persigan,
es bien que salgáis de Roma.
A la Infanta de Castilla,
princesa de Portugal,
el cardenal mi tío envía
para el monasterio ilustre
y el hospital que edifica
en Madrid, entre otras cosas,
una caja de reliquias,
que son, de su devoción,
las prendas de más estima.
Partid con este presente,
veréis la mejor provincia
de Europa, donde la Iglesia
da a la fe segura silla;
donde las ciencias florecen,
donde la nobleza habita,
donde el valor tiene escuela
y donde el mundo se cifra.
Si os queréis quedar en ella
—que a todos su corte hechiza—
llevando en vuestro favor
cartas de mi tío y mías,
su alteza os hará merced,
y si en su reino os prohija,
yo os impetraré del Papa
alguna prebenda rica.»
Vi el cielo abierto con esto,
dile las gracias debidas;
deseaba ver a España,
dispuse, en fin, mi partida.
Llegué a esta corte famosa,
di las cartas y reliquias
a la señora princesa,
recibiólas de...