E-Book, Spanisch, Band 246, 80 Seiten
Reihe: Historia-Viajes
De Miranda Viaje de La Habana a New Jersey
1. Auflage 2010
ISBN: 978-84-9897-087-6
Verlag: Linkgua
Format: EPUB
Kopierschutz: Adobe DRM (»Systemvoraussetzungen)
E-Book, Spanisch, Band 246, 80 Seiten
Reihe: Historia-Viajes
ISBN: 978-84-9897-087-6
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Francisco de Miranda (Caracas, 1750-España, 1816). Venezuela. Hijo de Sebastián de Miranda, comerciante canario, y Francisca Antonia Rodríguez, caraqueña. Nació el 28 de marzo de 1750. Estuvo involucrado en la Revolución Francesa, la Independencia de los Estados Unidos, y de Hispanoamérica. Estudió en la Universidad de Caracas y fue uno de los hombres más cultos de su época. Tenía conocimientos de matemáticas y geografía y dominó el francés, el inglés, el latín y el griego. En 1781 combatió junto a tropas españolas, a favor de las fuerzas independentistas, en Pensacola (colonia inglesa en la Florida). Poco después se fue al Reino Unido en busca de apoyo en su pretensión de independizar Hispanoamérica. También con ese propósito fue, en plena Revolución Francesa (1792), a París. En Londres vivió con su ama de llaves, la inglesa Sarah Andrews, con quien tuvo dos hijos. En 1805 viajó a Nueva York y en 1806 marchó en una expedición revolucionaria a Haití. Y más tarde se dirigió al puerto de Ocumare, en Venezuela, donde fue derrotado por los españoles. Miranda fue arrestado el 31 de julio de 1812 por un grupo de civiles y militares, entre ellos Simón Bolívar. En 1813 fue conducido a España, a la cárcel del arsenal de La Carraca (Andalucía). Allí murió el 14 de julio de 1816.
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La Mar. Charlestown. Carolina del Sur, julio a octubre 1783
El 29 a las seis de la mañana nos hicimos otra vez a la vela y con viento fresco del norte bajamos el río en cosa de dos horas: a las ocho salimos a la mar y dejando el río Santee sobre la derecha a distancia de seis millas más abajo en prolongación de la costa, montamos Cape Roman y sobre la misma costa pasamos las pequeñas Islas Bull, Capers, Davis, Long y Sullivans; a las cuatro de la tarde recalamos sobre el fuerte Moultry, situado sobre la punta del sur de la última de estas islas a la entrada de la bahía de Charlestown: el fuerte Johnston, que está en la parte opuesta sobre la punta del norte de la isla James y forma el canal de la entrada nos llamó con una bandera: enviamos por descontado el bote y después de haberse informado el comandante de donde veníamos y cobrar un peso fuerte, procedimos atravesando esta hermosa bahía y a las cinco de la tarde nos amarramos en uno de los Wharfs de la ciudad en medio de crecido número de embarcaciones mercantes que entran y salen constantemente en este puerto. Inmediatamente saltamos en tierra y, sin que nadie nos dijese una palabra, ni guarda o ministro alguno de rentas (porque no hay canalla de esta especie) intentase examinar nuestros equipajes ni cosa alguna, cada uno procedió a buscar alojamiento. Yo encontré por fortuna al desembarcarme a mister Bourdeaux comerciante de esta ciudad, que conocí en Newberne y fue tan atento que inmediatamente me acompañó a buscar buena posada: por su recomendación tomé alojamiento en la de miss M. Stone en Trad Street número 13. Pagando poco más de un peso diario por comida y alojamiento; hasta el 23 de agosto que para mejorar de cuartos, en la expectativa de conseguir el logro de una lisonjera empresa amorosa, pasé a Kink Street número 80. Miss Melar, ocupando el alojamiento que dejaban el coronel de artillería Carington y el mayor Eduard.
Al día siguiente estuve a visitar a Thomas Bee Esqr para quien traje una carta de recomendación de mister Seagrove en La Habana; me recibió con suma política y atención y me acompañó a visitar igualmente a su excelencia el Sr gobernador actual Benjamin Guerard Esqr a quien entregué también carta de Introducción del general Cagigal; y en su consecuencia me ha colmado de honras y agasajos durante todo el tiempo de mi residencia en esta capital.
Estando justamente en estos asuntos y recibiendo varias personas de carácter que vinieron a visitarme al siguiente día por la mañana, ve aquí que llega el famoso abogado, consejero y mayor Eduard Rutledge Esqr, armado de espada en tono militar y llamándome a parte, me entrega bajo un preludio político y estudiado una carta sellada de parte de William Brailsford, —abrila inmediatamente y hallé en ella un completo desafío, concebido, sin embargo, en términos bastante ambiguos, nombrando por segundo y ajustador de los preliminares al citado mister Rutledge— estas circunstancias me obligaron a abrir conversación y tratar el asunto con dicho emisario; cuyas consecuencias fueron pedirme este permiso para hablar en el intermedio a mister Brailsford, que sin duda procedía equivocado en el particular: no tuve embarazo en concedérsele con el bien entendido de que supiese mister Brald antes que nunca le faltaría por mi parte (en caso de no estar satisfecho) cualesquiera otra satisfacción que un Caballero debiese dar a otro en casos semejantes de aquí provino que cuando aguardaba a mi adversario ostentoso y con las armas en la mano para recibir la satisfacción que indicaba por su carta; me avisa por la tarde por mister Rutledge en recado por escrito, de que había procedido equivocado y quedaría enteramente satisfecho, si por una carta mía le aseguraba, que su carácter no desmerecía en mi concepto; pero como el fundamento de su carta a mí era falso y, ambiguo el contenido yo le remití copia de las conversaciones y recados que el mismo Rutledge puso por escrito deseando que esto pudiese aquietar su desazón efectivamente parece surtió efecto, pues nunca después volvió a repetir instancia; antes bien al siguiente día comimos juntos en casa de mister Bee y saludándome amistosamente, me ofreció la mano con muestras y expresiones de amistad... y así concluyó este grande aparato caballeresco, dándome a conocer su autor en lo sucesivo que no falta gran porción de quijotismo a su carácter.
Los principales sujetos del país y oficiales del ejército del sur (a quienes fui introducido por el gobernador en un gran convite que me dio cuatro días después de mi arribo) que a la sazón se hallaban aquí estuvieron a visitarme y les debo suma distinción y agasajo. Trasladaré aquí algunos de sus nombres para grata memoria y reconocimiento. General Green —general, Moultry— Thos Bee —Intend. Hutson— mister chef Justice Burck —coronel Washington— coronel Lewis Moris —coronel Walton White— doctor Turembul —mister Penman— coronel Pinckney —major Butles— mister Medliton —major Pearce— coronel Eustace —Rd. mister Purcel— doctor Ramsay —ex gobernador Mathews— colector general Hall —mister Jones— Judge Heward —doctor De la Howe— doctor Flag —mister Colleton— mister Moris marcht —mister Banks id.— monsieur La Canterie —mister Bethwne mart— mister Ewen id —tresurr Black— mister Campbel marct —mister Smith— mister Marshal —mt Atorney general Moultry.
Los naturales habitantes del país son ricos por lo general y aman el campo y la vida rural, de que resulta tener muy buenas habitaciones de campaña: la caza, la danza y fumar tabaco en pipa son sus diversiones favoritas —la sociedad no está muy animada en la ciudad, sin embargo de que no faltan sujetos de instrucción y noticias— la juventud en general es vana, e ignorante: las mujeres más agradables (aunque algo hurañas (sic) al principio del trato) y visten con sumo gusto; excepto el peinado que se le forman ellas mismas con bastante negligencia —el número de este cejo es crecidísimo respecto del de hombres; no falta quien haga el cómputo de cinco a uno; y la causa que dan es el crecido número de Torris que los Wigs han muerto en la pasada guerra y el de éstos que los Torris y británicos han destruido igualmente—. En el distrito 96 solamente (y esto lo sé por buena autoridad) se cuentan 1.200 viudas... ¡quien quiera escoger mujer desde luego puede venir a este país de abundancia! Las damas principales que tuve el honor de tratar más en el tiempo de mi residencia aquí fueron miss Eliot —miss Pinckney— miss Purcel, miss Moultry, miss Turembul, miss Bee (llamada por antonomasia Queen Bee), miss Ward, miss Colleton (canta muy bonitamente en el gusto inglés), miss Sawyer (agradable coqueta), miss du Bose (remarcable por su bella y majestuosa personal), miss Jones, miss Hall, miss Townsend (mi g. a) miss P. Turembul; miss Mareshal y miss Glower (las dos hermosuras en boga); miss Bay, miss Mareshal, the miss Tibault, miss Eliot, miss ButIer, miss P. Smith, miss Ramssay, miss Magot (una de las tres famosas viajeras que sin compañía de hombre alguno anduvieron la Francia, Italia, &c...), miss Feneque, miss, Mathews, miss White, miss Haleston.
La ciudad es bastante extensa y contiene muy buenas casas de ladrillo y madera, cuyo número se calcula 1.500, bien que una gran parte está arruinada por un fuego que aconteció hace tres o cuatro años; entre los edificios quemados se ve la casa de asamblea que en sus ruinas manifiesta haber sido uno de los más capaces y mejores: es increíble el número de ocasiones que la historia nos informa haber padecido desastres esta ciudad por tan voraz elemento. Su situación es agradable y muy ventajosa para el comercio, justamente en el paraje que confluyen los ríos Ashley y Cooper espaciosos y navegables, las brisas del mar le refrescan y hacen su morada menos insoportable en el verano, cuyo calor y multitud diabólica de mosquitos excede toda ponderación. Los edificios más remarcables son la casa de asamblea, la nueva y vieja iglesia y el Exchange, su arquitectura simple y pasablemente bien entendida: el Steeple de la nueva iglesia, es bastante elevado y se descubre a considerable distancia, no solamente del mar afuera, sino en el país interior, pues el terreno por todas las circunferencias es sumamente bajo y llano las calles son rectas y espaciosas con pavimentos de ladrillo por ambos lados para la comodidad de los que transitan a pie: las más conspicuas entre ellas son Meeting Street, Broad Street y Chorche Street. En el medio y centro de la segunda a la inmediación de la casa de asamblea está la estatua de Pitt, situada sobre un pedestal de mármol con rejas de hierro alrededor: la ejecución es de mediano merito, su tamaño del natural y el costume romano (extraña idea), está en actitud de perorar, la mano derecha apoyada sobre un libro en que se lee Stamp Act y de aquí se infiere que este fue el motivo de la erección de dicho monumento, en honor de este grande hombre; le falta actualmente parte del brazo derecho que una bala de cañón le quitó durante el último sitio en que la plaza fue tomada por los británicos. No hay teatro, ni espectáculo alguno; el único paraje donde las mujeres se ven en número general es la iglesia, en los días domingos y de aquí resulta que el número de la congregación es siempre por lo general crecido y muy lucido —el interior de las iglesias es sencillo y muy aseado lo cual contribuye a hacer el paraje más agradable y da lucimiento al concurso— las horas del servicio por la mañana son las diez y media y por la tarde las cuatro; a cuya hora tampoco falta concurrencia pues como el objeto de la juventud no solamente es el celo de religión y que ni hay paseos ni parajes públicos de concurrencia, la iglesia lo suple todo —una prueba de ello es...




