de Espronceda | Ni el tío ni el sobrino | E-Book | sack.de
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E-Book, Spanisch, Band 138, 146 Seiten

Reihe: Teatro

de Espronceda Ni el tío ni el sobrino


1. Auflage 2010
ISBN: 978-84-9897-852-0
Verlag: Linkgua
Format: EPUB
Kopierschutz: Adobe DRM (»Systemvoraussetzungen)

E-Book, Spanisch, Band 138, 146 Seiten

Reihe: Teatro

ISBN: 978-84-9897-852-0
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La comedia Ni el tío ni el sobrino es una obra del escritor español José de Espronceda y fue representada en 1834. Su acercamiento al teatro fue de forma ocasional, en el caso de Ni el tío ni el sobrino fue una comedia redactada junto con Antonio Ros de Olano con tonos moratinianos.

José de Espronceda y Delgado (Almendralejo, Badajoz, 1808-Madrid, 1842). España. Hijo de militar, estudió en el colegio San Mateo de Madrid. Muy joven fundó la sociedad secreta Los numantinos, y por ello fue recluido en el convento de San Francisco de Guadalajara. En 1826 huyó a Lisboa y allí se enamoró de Teresa Mancha, hija de un liberal, a la que siguió a Londres y luego raptó en París, poco después de que ella se casase con un comerciante español. Intervino en la revolución francesa de 1830 y en la expedición fracasada de Joaquín de Pablo contra el régimen absolutista de Fernando VII. De regreso a España (1832) fundó el periódico El Siglo y fue diputado republicano. Durante su destierro conoció a los autores románticos ingleses, franceses y alemanes, en quienes encontró un estilo más cercano a sus ideas.
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Acto II


Escena I


(Una sala de la habitación de Doña Paca.)

Doña Paca, Luisa, Ambrosio

AmbrosioCréalo usted, doña Paca,

quedó el viejo hecho una breva.

Es un monstruo de amor propio;

pues, ¿no se piensa el babieca

que está Luisa que se muere

por sus pedazos?

Luisa No fuera

mal capricho; vaya un necio.

Doña PacaNiña, cállate, no sea

vuelva a saber cómo estoy

y lo que hablamos entienda.

AmbrosioNo hay cuidado; está allá arriba,

reniega que te reniega,

porque ha subido el cochero

a decirle que una yegua

se ha puesto mala y le faltan

dos herraduras, y mientras

tan solo por vanidad

se gasta lindas monedas

en futesas porque hablen

en Madrid de sus riquezas,

ahora que todo el gasto

se reduce a una miseria

riñe a cochero, lacayo,

y a toda la casa entera;

ya hay sermón para tres días;

y hay que armarse de paciencia.

Doña PacaDime, Ambrosio, ¿y qué tal cara

puso al pagar las pulseras?

AmbrosioMala, porque siempre pone

mala cara al dar pesetas,

aunque se obsequie a sí mismo;

mas, cuando al fin las emplea

en dijes para Luisita,

a hablar verdad, se contenta

con sacar un si es no es

ambos labios hacia fuera.

Luisa¿Y piensas que al fin y al cabo

a casarse se resuelva?

AmbrosioNo me atreveré a jurarlo:

puede ser; pero la empresa

no deja de ser difícil

y peliaguda.

Doña Paca Aunque sea

la mitad del dote, Ambrosio,

yo te prometo si llegas

a casarle con Luisita.

LuisaYo te ofrezco mi cadena

de oro con mi sortija

y el aderezo de perlas.

Ambrosio

(Con gravedad.)Alto; bien claro lo veo;

con soborno vil intentan

que por último dé con

toda mi lealtad en tierra.

Eso no, ¡qué se diría!

Doña PacaVaya, Ambrosio, no nos vengas

aquí con cuentos; de antaño

nos conocemos, y cuenta

que aquí lo seguro es

llevar el negocio aprisa,

coger el dote...

Ambrosio Y después

quedarme a tocar tabletas

y Luisita ya casada

y usted reverenda suegra

de mi amo manejándole,

a dime, ¿qué quieres, reina?

y el pobre de Ambrosio mal visto,

y luego puesto a la puerta,

logrando por pago que

más que todos le aborrezca

la misma que protegió.

No, señora, ni por esas;

soy amigo de hacer bien,

conozco bien las flaquezas

de mi amo, he protegido

la trama a viento y marea,

pero o todo se descubre,

o en este momento es fuerza

se me den tales fianzas

que a un judío persuadieran

a hacer un préstamo.

Luisa Ambrosio,

mucho te engañas si piensas

asustarnos, cuida tú

no te quemes con la leña

que intentas arder, que puede,

si me da la ventolera

de presentarme humildita

a don Martín, y a las quejas

que ya sabes tú que tengo

añado con una mueca

y una lagrimita a tiempo

que me voy si no te echa,

porque eres un insolente,

atrevido y mala lengua,

estoy cierta que no duras

en casa más tiempo apenas

que el que tarda en persignarse

un chiquillo de la escuela.

AmbrosioMil gracias por el aviso

vaya, no armemos quimera

todos nos necesitamos

unos a otros.

Doña Paca Y fuera

majadería reñir:

nuestro mutuo bien ordena

que todos nos ayudemos.

AmbrosioComo hijos de Adán y Eva;

pero también es preciso

afianzar mi recompensa,

es preciso...

Doña Paca En cuanto a eso,

Ambrosio, como tú quieras.

AmbrosioYa ve usted, la caridad,

que a fe de Ambrosio es mi regla,

bien ordenada, se dice

que por uno mismo empieza.

Luisa¡Tú eres tan caritativo!

Escena II


Doña Paca, Luisa, Ambrosio, Don Carlos

(A la puerta.)

Don CarlosLos cogí en la ratonera.

(Todos cambian de aspecto y hacen como que no le han visto: Luisa sigue hablando con Ambrosio con tono muy dulce.)

LuisaQue le damos un millón

de gracias por su fineza,

que mi madre está mejor,

que su Luisa no desea

más que verle, que hace un siglo...

Don CarlosSeñoras, ¿ustedes buenas?

Doña Paca¡Ah! Don Carlos.

Luisa ¿Es usted?

(Sigue hablando con Ambrosio en voz baja.)

Doña PacaYo he tenido una jaqueca.

AmbrosioEstá muy bien, señorita,

lo diré sin faltar letra

(Vanse.)

Escena III


Doña Paca, Luisa, Don Carlos

Don CarlosConque, ¿y cómo va de boda,

Mi señora doña Luisa?

¿Don Martín está resuelto?

Doña PacaYo no sé; en cuanto a mi hija,

como aunque es pobre es honrada,

teme que por ahí se diga

se casa por interés.

LuisaNo me casara en mi vida

si fuera así; yo bien amo

a don Martín...

Doña Paca Calla, chica;

ninguna doncella debe

decir que ama; las niñas

no tienen voluntad propia.

Don CarlosDéjela usted; ya Luisita

sabe muy bien lo que dice.

(¡Chispas!, se pierde de vista

la doncella.)

Luisa Usted perdone:

¡merezco que usted me riña!...

No señora, no hablaré.

Hasta que usted lo permita.

(Con dulzura.)¿Lo permite usted, mamá?

Doña PacaEstá bien; habla, hija mía.

Don Carlos¡Qué ternura, qué inocencia!

(Con ironía.)prosiga usted, señorita.

LuisaEs usted burlón, don Carlos,

y no se por qué me mira

usted así.

Doña Paca No hagas caso,

es su genio; no te aflijas

por eso. (Valiente tuno.)

Don CarlosSí, es mi genio. (Vieja indigna.)

Doña PacaDon Carlos es tan chancero...

Don CarlosPero siga usted, Luisita;

no interrumpa usted por mí

lo que iba a decir.

Luisa Decía

lo que tengo que decir,

aunque mamá lo prohíba;

que la gracia y los modales

de don Martín me cautivan,

que lo quiero más que a todo

en el mundo, que me hechiza

su noble comportamiento,

pero que estoy decidida

a ser infeliz, y a nunca

casarme en toda mi vida,

si sé yo que en sus adentros

él acaso se imagina

que sus riquezas tan solo

a unirme con él me incitan;

eso no, porque primero

me haré monja capuchina

que casarme así. ¡Jesús,

qué segura es mi desdicha!

¡Oh! sí, en un claustro, en un claustro

(Muy conmovida.)pasaré toda mi vida.

Doña...



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