E-Book, Spanisch, 416 Seiten
Reihe: ESPECIALES
Davis Autobiografía
1. Auflage 2018
ISBN: 978-84-946737-1-9
Verlag: Capitán Swing Libros
Format: EPUB
Kopierschutz: 6 - ePub Watermark
Angela Davis
E-Book, Spanisch, 416 Seiten
Reihe: ESPECIALES
ISBN: 978-84-946737-1-9
Verlag: Capitán Swing Libros
Format: EPUB
Kopierschutz: 6 - ePub Watermark
Angela Davis. Birmingham (EE.UU.), 1944 Activista por los derechos civiles, miembro del Partido de las Panteras Negras (Black Panther Party) y profesora del departamento de Historia de la Conciencia en la Universidad de California, Angela Davis llegó a ser incluida en la lista de los más buscados del FBI en los años sesenta, por orden de J. Edgar Hoover. Tras múltiples enfrentamientos con la justicia por su activismo revolucionario, fue condenada a pena de muerte en 1972, acusada de asesinato y secuestro. La sentencia fue retirada un año después debido a la intensa movilización internacional, que llevó a Angela a convertirse en uno de los símbolos de la lucha por los derechos civiles de los hombres y las mujeres de color. A lo largo de su vida, Angela se dio cuenta de que la igualdad entre blancos y negros solo podría hacerse realidad cuando también existiese paridad de derechos entre hombres y mujeres, y se convirtió también en una figura destacada del movimiento feminista. En 2006 fue galardonada con el Premio Thomas Merton, en reconocimiento a su lucha por la justicia, y en 2014 recibió el título de doctora honoris causa de la Universidad de Nanterre, Francia.
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Prólogo
A unos pocos metros
de Angela Davis
Arnaldo Otegi
Angela lagunari
Pocas semanas antes de que yo recuperase la libertad, tras seis años y medio de cautiverio por intentar traer un escenario de paz y democracia a mi país, Angela Davis estuvo en Euskal Herria. Venía a pedir mi libertad y la del resto de presos políticos vascos, dentro de la campaña internacional que ella misma había suscrito en favor de esa causa. En su gira llegó hasta las puertas de la cárcel de Logroño, donde yo estaba preso. Quería entrar y hablar conmigo. No se lo permitieron.
Con la frialdad habitual de la que hace gala la burocracia penitenciaria, mi petición de autorización para la visita de Davis fue despachada con el laconismo tradicional del «no procede». No es que aquella resolución me generara sorpresa alguna, pero no dejaba de resultarme ciertamente paradójico que un simple funcionario de Instituciones Penitenciarias negara la posibilidad de aquella visita como un mero trámite, vetando a alguien que es un icono de dignidad y coherencia para millones de personas en el mundo. Sin duda, aquella resolución no hacia sino engrandecer aún más la figura de Angela Davis, una institución, mientras empequeñecía más si cabe la de esa otra Institución —esta en el peor sentido de la palabra—, que siempre trata de evitar visitas incomodas que podrían denunciar de muros para afuera todo lo que ocurre de muros para adentro.
Al entrar los periódicos en la cárcel vi su foto en la portada, delante de los muros de la prisión, imponente, desafiante y a su vez serena. Nos separaban apenas unos metros y una serie de muros infranqueables. Nos unía una lucha común. Espero poder agradecerle en persona aquel gesto, lleno de significado político para mí, para los míos y las mías. Para los presos y las presas, para los vascos y las vascas.
Así que hoy, tomando su testigo, quiero que este prólogo sirva también como altavoz para reclamar la libertad de Abdullah Ocalan, Marwan Bargouti, Ahmed Sadat, Óscar López Rivera, Mummia Abu Jamal, Leonard Peltier o la de de los miles de presos y presas vascas, kurdas, palestinas o saharauis, entre otras. Sin lugar a dudas, su libertad exige el compromiso internacional no solo de relevantes personalidades del ámbito político, sino del conjunto de hombres y mujeres progresistas del mundo.
Cárcel
Después de recuperar mi libertad he visto la charla que dentro de la mencionada gira dio en el Guggenheim de Bilbao. Me han impresionado la profundidad de sus palabras y sus pensamientos, la contundencia de sus convicciones. Me gustó particularmente que ella, todo un icono de la lucha por la igualdad, no se quedase en mi caso, el más conocido y reconocido de entre los presos y presas vascas, y defendiese con igual vehemencia la necesaria liberación de mis compañeros y compañeras.
Atendí con interés su defensa de la abolición del sistema carcelario, su denuncia de este perverso modelo de control social y castigo político que condena doblemente a las mujeres y a los sectores más desfavorecidos de la sociedad, mientras deja impune los delitos y las faltas de los privilegiados. Angela Davis está comprometida con un futuro en el que las cárceles no tengan cabida. Un futuro en el que las dinámicas educativas sean la alternativa a las dinámicas punitivas. Es una propuesta ciertamente radical. Es una propuesta discutible, se podrá estar a favor o en contra, se podrán discutir las condiciones sociales que permitirían consolidar esta perspectiva, pero de lo que no cabe duda es de que esta es una propuesta que descansa sobre la base de un profundo sentimiento de humanidad y una fe inquebrantable en el género humano y su carácter bondadoso. En el rechazo al Leviatán.
En este sentido, como ex-preso, no puedo dejar de subrayar la labor que Davis hace actualmente por la abolición de las cárceles. Especialmente en Estados Unidos, un país con una tasa insufrible de personas encarceladas y donde la clase, la raza y el género siguen condicionando hasta límites inaceptables para cualquier demócrata la opción de tener un juicio justo. Desde mi experiencia personal, no puedo descartar que existan personas que han nacido para ser policías o carceleros, si bien es cierto que hasta donde yo he visto la mayoría de ellos han sido empujados a esa innoble función por las mismas condiciones sociales y políticas que influyen al que termina preso, solo que tomadas por el otro costado del poder. Sin embargo, tras catorce años entre rejas en tres periodos distintos de mi vida, puedo confirmar que nadie ha nacido para ser preso. Muchas personas están sentenciadas desde la cuna, pero no han nacido con esa naturaleza. Son las condiciones, sean por razones políticas o sociales, las que les empujan a ello, y son esas condiciones las que los revolucionarios debemos aspirar a cambiar para que nadie tenga que padecer este castigo inhumano y cruel. Las excepciones no deberían servir como justificación para sostener un sistema injusto al que hay que buscar alternativas para lograr una sociedad más justa y decente. Hay que odiar mucho a alguien para desearle la cárcel, y mi paso por prisión me ha ayudado a entender que ese rencor, ese ánimo de venganza no es revolucionario y no es útil para nuestra lucha. La nuestra es una lucha por la libertad y, por lo tanto, contra la cárcel.
Revolución
Me he sentido muy identificado con la reivindicación que hace Davis de la revolución, también con su relato sobre la transformación personal que ha vivido a lo largo de su vida militante. He leído con gran interés el modo en el que manejó el hecho de haberse convertido en símbolo de algo que trascendía a su voluntad, una categoría de icono que ella no había buscado, que ella había rechazado y que hoy por hoy asume con realismo, humildad y el siempre necesario humor.
Yo también reivindico la memoria histórica de nuestras luchas, el recuerdo crítico de nuestras victorias y derrotas, sin que eso suponga instalarse en la nostalgia de tiempos pasados. Yo también defiendo la necesidad de descansar un momento para volver a levantarse y proseguir con la lucha. Porque esta es una lucha muy larga, que contempla toda nuestra vida, la de quienes nos dejaron este legado y la de las generaciones venideras. Igual que Davis, veo con esperanza e interés ese relevo generacional en este camino hacia la libertad. Igual que ella, valoro lo logrado y continúo con mi lucha por todo lo pendiente.
En este camino, que es a la vez individual y colectivo, resultan de gran ayuda libros como esta autobiografía, donde se cuenta la vida de una revolucionaria que estableció con gran brillantez y contundencia, como nadie antes había logrado, la estrecha pero a menudo invisible relación entre género, raza y clase social. Un libro en el que descubrimos a una mujer admirable, una luchadora infatigable, una pensadora brillante y una vida intensa e interesante. El libro no es actual, pero tiene plena vigencia.
Comunismo
La manera en la que Davis descubre el marxismo y el comunismo, por ejemplo, refleja otra versión del modo en el que mi generación accedió a aquellas ideas y movimientos, cada uno con su vivencia personal y en contextos históricos radicalmente distintos. Nosotros en la lucha contra la dictadura de Franco, ella en el imperialismo racista estadounidense de la mano del Partido Comunista y los Panteras Negras. Ese descubrimiento es algo que nos ha hecho mejores personas y mejores militantes.
Angela se sigue considerando militante comunista, habiendo sido varias veces candidata en nombre del PC de Estados Unidos en el pasado, y sigue haciendo gala de la necesidad de construir una alternativa radical al capitalismo. El socialismo, nos dice, «debe permitirnos pensar y crear nuevas versiones de la democracia». Es en ese ideal democrático donde nos encontramos una vez más con ese humanismo comunista del que hace gala Davis en toda su trayectoria militante. Porque como dijera Pepe Mujica, «los seres humanos venimos al mundo a ser felices», y es en esa construcción de la felicidad humana donde los revolucionarios asignamos al Estado la obligación de garantizar que todas las necesidades básicas de los seres humanos estén cubiertas: desde la sanidad a la educación, desde un salario digno a un ecosistema habitable y sostenible. Ser hoy socialista, o comunista, significa, como bien apunta Davis, buscar alternativas y nuevas versiones para la democracia. Significa construir repúblicas dignas para nuestros pueblos, y hacerlo de abajo arriba, contando siempre con la gente y construyéndolas con la gente. Buscar nuevas versiones de la democracia significa apostar por una democracia en la que la gente decide, en la que la gente cuenta, en la que la gente es el centro de la actividad económica, política y cultural.
Black Power
Desde la distancia, con una visión empática y solidaria, resulta especialmente interesante la manera en la que Davis engarza el pensamiento marxista y la política radical dentro de la comunidad negra. Ella forma parte de esa profunda tradición de conciencia y activismo negro que el profesor Cornell West, al que también agradezco profundamente haber apoyado mi liberación, denomina el «fuego profético negro» junto a Frederick Douglass, W. E. B. Du Bois, Luther King, Ella Baker o Malcolm X. Una tradición profética que marca su centro en la conciencia del ser colectivo, el servicio a la comunidad, el empoderamiento del oprimido y la resistencia al individualismo y a la obsesión por el dinero y el consumo. Porque, como señala Cornell West, «la integridad no puede reducirse a la codicia, la decencia no puede ser reducida a...




