Cornille / Montaldi / Pilario | Iglesia y teología de frontera | E-Book | sack.de
E-Book

E-Book, Spanisch, 160 Seiten

Reihe: Concilium

Cornille / Montaldi / Pilario Iglesia y teología de frontera

Concilium 389
1. Auflage 2021
ISBN: 978-84-9073-680-7
Verlag: Editorial Verbo Divino
Format: EPUB
Kopierschutz: Adobe DRM (»Systemvoraussetzungen)

Concilium 389

E-Book, Spanisch, 160 Seiten

Reihe: Concilium

ISBN: 978-84-9073-680-7
Verlag: Editorial Verbo Divino
Format: EPUB
Kopierschutz: Adobe DRM (»Systemvoraussetzungen)



Ya sea implícita o explícitamente, las fronteras siempre han albergado un profundo significado teológico. La frontera es, por un lado, un instrumento para establecer una identidad, al desmarcarse uno mismo de los demás, pero, por otro lado, también puede experimentarse como una posibilidad de intercambio. En nuestra época, observamos un profundo cambio en la experiencia existencial de la frontera. Las razones son muchas: los problemas relacionados con el cambio climático, el acceso a agua y aire limpios, las diferencias de desarrollo y de recursos económicos y financieros, la inestabilidad política y la violencia están empujando a cada vez más personas de todo el mundo a cruzar fronteras. La teología está profundamente involucrada en esta reflexión, pero debe entablar un diálogo con otras disciplinas.

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Sharon A. Bong *
ENCONTRAR A LOS FORASTEROS/EXTRAÑOS EN LA VERJA
Hacia una teología feminista-poscolonial de la hospitalidad
Este artículo pregunta: ¿Quién es el forastero/extraño? ¿Quién lo define y para quién? ¿Cómo lo encontramos? Comienzo estudiando el modo en el que se trata a los refugiados en Malasia, como paradigma de los marginados, en el tiempo del coronavirus cuando el gobierno, impuso un cierre parcial desde marzo hasta septiembre de 2020. Un rápido vistazo a los titulares de este período no solo responde a esas preguntas, sino que también revela los cambios en la mentalidad y el tratamiento de los refugiados en Malasia, desde el civismo a la hostilidad. Contrasto esto con mi encuentro personal con mujeres que son líderes de los refugiados. Y ofrezco una teología de la hospitalidad desde una lente feminista-poscolonial nacida de este encuentro de diferencia, mutualidad y reciprocidad. Quién es el forastero/extraño? ¿Quién lo define y para quién? ¿Cómo lo encontramos? Comienzo con el tratamiento de los refugiados en tiempos de coronavirus en Malasia y lo contrasto con mi encuentro personal con refugiadas líderes. Ofrezco una teología de la hospitalidad desde una perspectiva feminista-poscolonial surgida de este encuentro de diferencia, mutualidad y reciprocidad. Un rápido vistazo a las noticias sobre el tratamiento que da Malasia a los refugiados en este tiempo de pandemia, como paradigma de marginación, revela los cambios de mentalidad y tratamiento al respecto. El Gobierno de Malasia fue el primero en recibir elogios de la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) en Malasia, ya que aseguró a los refugiados que se presentaron a las pruebas que no serían arrestados o deportados (hay aproximadamente 180 000 refugiados registrados en ACNUR-Malasia)1. Pero, con el pretexto de controlar el aumento de las infecciones durante la primera fase del MCO (Movement Control Order), la Policía hizo una redada en las viviendas principalmente inhóspitas de los trabajadores migrantes, muchos de los cuales están indocumentados, y los detuvo. Con el aumento de las infecciones en los centros de detención de inmigrantes, muchos malayos, asustados por los informes diarios de las cifras en ascenso y sus grupos, dirigieron sus ansiedades contra los «extranjeros (pobres)» como vectores de la enfermedad de un virus que amenaza la vida y fueron chivos expiatorios de los discursos de odio a través de las plataformas de los medios sociales con los ciudadanos divididos sobre su percepción y el tratamiento de los no ciudadanos2. En la gestión de la pandemia, las fronteras nacionales se vigilaron más estrictamente y el Gobierno de Malasia mantuvo su postura, a pesar de las críticas de los defensores de los derechos humanos locales y mundiales, de hacer retroceder a los solicitantes de asilo rohingya que llegaban en barcos huyendo de la persecución religiosa. Aproximadamente 101 000 refugiados rohingya han encontrado refugio en Malasia. Como malaya, me entristece a veces la virulencia dirigida contra los marginados, que se ven triplemente apesadumbrados por carecer de país, por la pobreza y por la vulnerabilidad a múltiples formas de violencia por parte de ciudadanos que son en su mayoría más privilegiados, pese a que se vean afectados también por la pandemia. Los refugiados que esperan, en la verja figurada o literalmente en las aguas, a ser acogidos son un emblema de los «extranjeros» en cuanto que encarnan la precariedad de quienes viven en las fronteras regidas por los binomios dentro/fuera, ciudadano/no ciudadano, y puro/contaminado. Los refugiados como el huésped no deseado también están a merced de anfitriones inhospitalarios; son un pueblo marginado por algunos que los menosprecian —junto con los trabajadores migrantes que se encargan de los «tres trabajos D» («dirty, demanding and dangerous», sucio, exigente y peligroso) que los malayos no aceptarán— con los «tres estigmas D» («disease, depravity and drugs», enfermedad, depravación y drogas)3. Otros, concienciados con la justicia social, iniciaron movimientos hashtag como el #migrantsarehuman y el #nohumanisillegal. Los forasteros no son los únicos que se encuentran en la frontera, como ponen en evidencia las realidades vividas por los supervivientes de la violencia sexual y de género (VSG) experimentada en casa entre miembros de la familia, y la población LGBT malaya considerada de segunda categoría en su propio país4. El «hogar», así desromantizado como lugar de refugio para todos en todo momento, se convierte en metáfora de diferenciación, delimitación y denuncia por su sexismo, heterosexismo, homofobia, transfobia, racismo y xenofobia. Esta no es nuestra nueva normalidad (creada por la COVID), sino, más bien, la antigua normalidad. Pero hay otras formas de encontrar al forastero, sobre todo para que ellos se encuentren entre sí. Y tuve el privilegio de haber tenido esta experiencia cuando accedí a impartir una serie de cursos de capacitación en materia de género y desarrollo para las partes interesadas, entre las que se encontraban mujeres líderes refugiadas, hombres líderes refugiados y personal de ACNUR y de sus asociados, de octubre a noviembre de 2018, un tiempo antes del coronavirus. La capacitación tenía por objeto permitir la incorporación de la perspectiva de género en todas las operaciones y programas de ACNUR, como un enfoque coordinado y multisectorial previsto en la Política sobre edad, género y diversidad de ACNUR 2018 sobre la institucionalización del respeto a la diversidad y la inclusión5. Los líderes femeninos y masculinos refugiados con los que me encontré llevan la tarjeta de la ONU (que identifica su condición de refugiados) y muchos esperan ser reubicados en terceros países (cuando se les pregunta, estos varían desde Australia hasta el Reino Unido, incluso Suiza). Recuerdo haber comentado como chiste que nadie quería vivir en Malasia; se aprecia principalmente como país de acogida más que como país de destino o tercer país. ¡Y qué pobre anfitrión resultó ser en la época del coronavirus! Como el Gobierno de Malasia no es signatario de la Convención sobre los Refugiados de 1951 y su Protocolo de 1967, no existen mecanismos formales —legislativos o administrativos— para ofrecer una protección adecuada a los solicitantes de asilo y los refugiados en Malasia. La oficina de ACNUR en Malasia, que se apoya literalmente sobre bases precarias ya que no está registrada oficialmente, desempeña este papel integral, aunque intermediario, de supervisar la recepción, registro, documentación y determinación de la condición de refugiado de los solicitantes de asilo y refugiados. Este refugio, en forma de ACNUR, tiene dos verjas: una para los solicitantes de asilo y refugiados, y otra para los demás (p. ej., personal y visitantes). Situado cerca de un cuartel del ejército, esperé sola en la caseta de seguridad para que verificaran mi identidad, y miré a la cola de los solicitantes de asilo y refugiados que esperaban también la verificación de su identidad. Fui calurosamente recibida por uno de los miembros del personal, una antigua alumna cuya pasión por los estudios de género es igual a la mía. Aunque la representación de las Naciones Unidas en Malasia comenzó en 1975 (cuando terminó la guerra de Vietnam de dos décadas entre Vietnam del Norte y del Sur), con los refugiados vietnamitas que llegaron en barco6, es la primera vez, más de cuatro décadas después, que pongo un pie en la sede de ACNUR. Yo era la extraña. Cuando me llevaron a la sala de reuniones donde las líderes refugiadas ya estaban reunidas y esperando (algunas habían viajado durante horas a este lugar en Kuala Lumpur), mi sensación de extrañeza como forastera aumentó, dado que ACNUR es un espacio conocido y, en cierta medida, familiar para todos los demás reunidos. Con al menos quince pares de ojos mirándome, sin duda valorando mis credenciales como «la experta» ante ellas, respiré profundamente y... las invité a adivinar mi edad (¡una preocupación para la mayoría de las mujeres!). La tensión se alivió inmediatamente cuando las sonrisas y las risas estallaron y una mujer, una refugiada somalí, adivinó correctamente mi edad. Había un total de 15 líderes femeninas refugiadas con edades comprendidas entre los veinte y los cincuenta años y procedían de países de origen como Myanmar, en el Sudeste asiático, Sri Lanka y Pakistán, en el sur de Asia, Afganistán, Irán y Somalia. Entre las participantes también se encontraban tres intérpretes muy entusiastas para las cuales la puesta en práctica de una perspectiva de género en sus operaciones cotidianas en ACNUR seguía siendo una novedad. Comencé el taller de dos días con «Nuestras historias», destinado a explorar nuestras experiencias diversas y comunes. Esta actividad implicaba que una mujer se pusiera de pie y dijera una categoría a la que pertenecía y que otras personas de la misma categoría eligieran ponerse de pie con ella (o no). Algunas de las categorías mencionadas por las líderes femeninas refugiadas, en el orden de más a menos comúnmente compartidas, incluyen: «mujer», «que vive en Malasia», «refugiada» (mi antigua alumna y yo éramos la minoría en esta categoría), «me he enfrentado a muchos peligros difíciles en mi vida», «soy una chica y quiero a mis hermanos», «feminista» y «mujer que aleja a las personas para disfrutar de mi propio espacio» (categorías con las que se identificó el 50 %), «madre», «no apoyo...



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