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E-Book, Spanisch, 186 Seiten
Reihe: Gran Angular
Chimal / Monsreal / Nervo La tienda de los sueños
1. Auflage 2016
ISBN: 978-607-24-1809-7
Verlag: Ediciones SM
Format: EPUB
Kopierschutz: Adobe DRM (»Systemvoraussetzungen)
Un siglo de cuento fantástico mexicano
E-Book, Spanisch, 186 Seiten
Reihe: Gran Angular
ISBN: 978-607-24-1809-7
Verlag: Ediciones SM
Format: EPUB
Kopierschutz: Adobe DRM (»Systemvoraussetzungen)
La literatura vuelve realidad todo. Y así lo ha demostrado una innumerable cantidad de autores desde hace cientos de años. Aquí no encontrarás elfos, dragones ni niños magos con lentes y varitas, sino que te enfrentarás a encuentros con el Diablo, desapariciones inexplicables, personas duplicadas, saltos en el tiempo, criaturas informes que van a estrujarte el cerebro en tu intento por comprenderlas... ¿Qué es lo fantástico? Aquello inexplicable, la presencia de lo raro, eso que o logramos entender... lo imposible que se hace posible gracias a la literatura.
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Presentación
ANTES que nada debo dar un aviso: la narrativa fantástica es mucho más abundante y más diversa de lo que se suele creer, y una prueba está en la narrativa fantástica de México: en el conjunto de las historias que emplean la imaginación fantástica y están escritas por autores mexicanos. De hecho es un conjunto enorme. Este libro es una muestra: abarca poco más de cien años —110, en realidad, entre la fecha de nacimiento del primer autor incluido y la del último— y va desde finales del siglo XIX hasta la actualidad: las primeras décadas del siglo XXI. En tiempos recientes, el adjetivo fantástico se ha utilizado para etiquetar poco más que una o dos variedades de narraciones: aquellas en que aparecen dragones, guerreros con espadas y elfos de arco y flecha embarcados en peligrosas misiones, a imitación de El Señor de los Anillos, de J. R. R. Tolkien, o bien las que tienen niños magos, provistos de poderes que deben aprender a utilizar, siguiendo la tendencia que marcaron las novelas de J. K. Rowling sobre Harry Potter. No hay nada de malo en estos argumentos, que se han utilizado en grandes libros, queridos por millones de lectores. Pero la imaginación fantástica es mucho más que eso. Así que si alguien llega aquí buscando más de lo mismo —más de esas pocas historias, que a estas alturas tienen incontables imitadores y se han reproducido durante décadas—, lamento decirle que no va a encontrar unicornios, anillos encantados o ancianos de túnica y gorro puntiagudo en los cuentos que vienen a continuación. Para el caso, tampoco va a encontrar vampiros que brillan en la mañana ni rebeliones contra un gobierno totalitario del futuro encabezadas por una chica guapa. Eso sí, va a encontrar muchas otras cosas: muchas historias muy diferentes. Y tal vez alguna pueda darle la sorpresa de resultar asombrosa, fascinante, memorable. La narrativa fantástica no es un pasillo de supermercado, llena de productos más o menos iguales en cajas más o menos semejantes; al contrario, es la tienda de Mefisto: una cámara de maravillas donde nunca se sabe qué va a salirnos al paso, ni cómo va a llamar nuestra atención, ni cuánto afectará nuestras vidas. * Hay incontables clasificaciones que intentan explicar qué es lo fantástico, qué no lo es y dónde está la diferencia. Para evitar confusiones y disputas inútiles, aquí me referiré solamente al concepto que ya mencioné de la imaginación fantástica: la operación de la mente por la que nos figuramos aquello que no existe y no podría existir en el mundo. Escribir de lo que se considera imposible, a sabiendas de que es imposible, puede servir a muchos fines. Se suele mencionar el distraernos de la realidad que nos circunda: proponernos visiones falsas pero inofensivas de otros lugares y otras vidas. Sin embargo, la imaginación fantástica puede tener otros propósitos, y entre ellos uno muy importante: al escribir y leer sobre lo imposible se pone a prueba lo que creemos real. La imaginación fantástica nos sirve también para entender los límites de nuestra visión del mundo, simplemente porque nos hace preguntarnos si podemos creer o no en lo que estamos leyendo. Siempre ha habido historias de sucesos, personajes, lugares que no caben en el mundo como lo entendemos, pero el interés de escribir de la forma que he descrito proviene de fines del siglo XVIII. En Europa, en aquel tiempo, artistas y pensadores de varios países crearon una serie de movimientos y propuestas creativas que hoy conocemos con el nombre de Romanticismo, y que buscaban ser el contrapeso del pensamiento racional que dominaba aquella época (y la nuestra). Sin negar que había grandes porciones de la existencia que podían ser comprendidas mediante la razón, los autores románticos buscaban aquellas experiencias que todavía no eran comprendidas ni reglamentadas. Y encontraron un campo fértil, sobre todo, en las experiencias interiores de los seres humanos, que no se pueden ver ni pesar ni medir: la imaginación fantástica expresa, también, nuestras aspiraciones, nuestros sueños y pesadillas, volviéndolos imágenes visibles. A partir de sus obras —hay entre ellas grandes precursores, desde La novia de Corinto, de Johann Wolfgang von Goethe, hasta Frankenstein, de Mary Shelley—, sus propuestas se propagan por el resto del mundo y llegan hasta nosotros. Aquí es necesario hacer una aclaración. La imaginación fantástica no exige, como se piensa a veces, el uso de ciertas tramas, de tales o cuales tipos de personaje... Es tan solo un recurso, como muchos otros al alcance de los narradores de todas las épocas, y puede usarse en muchos tipos de narraciones. A veces, este recurso se destaca por encima de todos los demás y está presente desde el principio hasta el final de la obra, y entonces se puede hablar de una obra de imaginación fantástica, que se apoya en ella todo el tiempo. Pero también hay obras en las que el recurso se emplea solo en algunos momentos: obras, digamos, con imaginación fantástica. Un ejemplo clásico de estas últimas es Hamlet, de William Shakespeare, en la que la intriga política y los conflictos de los personajes son causados por la aparición de un fantasma, que denuncia su propio asesinato y exige justicia. El fantasma apenas vuelve a aparecer y la obra prosigue, en general, sin que su presencia haga ninguna falta: ya cumplió su cometido de echar a andar la acción hacia su fin trágico. De manera semejante, Pedro Páramo, de Juan Rulfo, una de las novelas mexicanas más importantes del siglo XX, tiene como elemento crucial —aunque no sea el centro de su trama— las conversaciones de los muertos en el pueblo de Comala. A pesar de que los personajes están enterrados siguen hablando entre ellos, desde la muerte, lo cual no ocurre, por supuesto, en nuestro mundo real. Tanto Rulfo como Shakespeare —y muchos otros que escriben tramas semejantes— crean historias en las que podemos reconocer y distinguir las porciones que se parecen a los sucesos de nuestro propio mundo y las que no, y nadie las pondría lado a lado con las novelas de elfos y magos. El terreno de la imaginación fantástica es siempre más amplio de lo que parece. (Y aún falta contar cómo la imaginación romántica se ramifica y fragmenta en gran cantidad de formas que a veces se consideran totalmente lejanas, desde el horror sobrenatural hasta la ciencia ficción... pero hay que pasar ahora a otro asunto más cercano.) * ¿Qué sucede con la imaginación fantástica en México? Muchas personas sostienen que la narrativa mexicana rechaza la imaginación “por naturaleza” y tiene como impulso esencial describir el mundo tal cual es. Esto no es cierto. Desde que el territorio que hoy se llama México ha sido entendido como una nación, numerosos autores han escrito sobre lo imposible, lo que está más allá de la experiencia que llamamos real. Por ejemplo, una de las grandes obras de nuestra tradición literaria, el Sueño (o Primero sueño), de Sor Juana Inés de la Cruz —aparecido en 1692—, es un poema narrativo, muy intrincado, en el que una conciencia se escapa del mundo hacia una especie de “plano superior” en busca de la divinidad. Existen investigaciones y antologías que muestran que en el siglo XIX, considerado totalmente desprovisto de obras con imaginación fantástica, hubo gran cantidad de historias breves —escritas por algunos de los autores más importantes de su tiempo—, en las que se imaginaba el mundo del futuro, se replicaban y rehacían leyendas populares, etcétera. También se argumenta que los textos que emplean la imaginación fantástica son meras anomalías: caprichos ocasionales que se permiten autores interesados en algún otro tema. Esto tampoco es verdad. En efecto hay quienes solo hacen incursiones en la imaginación fantástica, como Octavio Paz en Arenas movedizas (1951), su única colección de cuentos. Pero hay escritores que han dedicado su carrera completa a ella, como Emiliano González —firme defensor de los poderes de la fantasía—, y hay quienes tienen una gran cantidad de textos en los que aparece la imaginación fantástica. El mejor ejemplo de esto último es Carlos Fuentes, que debutó con un libro de cuentos fantásticos, Los días enmascarados (1955), y tiene entre sus mejores obras una novela corta, Aura (1962), en la que el presente y el pasado se entrecruzan y transforman a los personajes de maneras asombrosas, y que escribió al menos otra media docena de narraciones fantásticas de larga extensión. De ellas se puede mencionar Terra nostra (1975), una de las novelas más ambiciosas que se hayan intentado jamás en nuestro idioma y una fantasmagoría que convierte la historia de Hispanoamérica en un relato mítico que llega hasta el fin mismo del mundo. Otros autores comúnmente considerados parte del “canon” de la literatura mexicana —como Pablo Soler Frost, Carmen Boullosa o Mauricio Molina— han hecho como Fuentes y han recurrido a la imaginación fantástica en más de una ocasión. Esta presencia de la imaginación se negaba de plano en otras épocas, y aun ahora no se reconoce en muchas ocasiones: todavía se dice que hablar de una tradición de lo fantástico en México es en sí mismo inventar un cuento fantástico. Es cierto que no hay una presencia dominante de la imaginación fantástica, visible en corrientes a las que se sumen muchos autores en un determinado periodo,...