Chapa Prado | Qué se sabe de... Los manuscritos del Nuevo Testamento | E-Book | sack.de
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E-Book, Spanisch, 288 Seiten

Reihe: Qué se sabe de...

Chapa Prado Qué se sabe de... Los manuscritos del Nuevo Testamento


1. Auflage 2022
ISBN: 978-84-9073-757-6
Verlag: Editorial Verbo Divino
Format: EPUB
Kopierschutz: Adobe DRM (»Systemvoraussetzungen)

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Reihe: Qué se sabe de...

ISBN: 978-84-9073-757-6
Verlag: Editorial Verbo Divino
Format: EPUB
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El texto del Nuevo Testamento procede de unos originales que se han perdido, pero que se transmitieron, con mayor o menor éxito, en copias manuscritas. Diversas circunstancias han hecho que tengamos la fortuna de conservar algunas de las que fueron copiadas en los primeros siglos de vida del cristianismo. Solo por su antigüedad, estos manuscritos constituyen auténticos tesoros de la cultura occidental. Pero son, además, testigos fundamentales para aproximarnos a los textos originales que dieron lugar al Nuevo Testamento. El propósito de este libro es ofrecer al lector una información básica sobre cuáles de esos manuscritos son los más importantes, cómo se copiaron, qué formato presentan, qué interés tienen, y cuáles son algunas de las cuestiones debatidas hoy en día en torno a ellos.

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Introducción

La mayoría de los lectores leen la Biblia en traducciones realizadas a partir de las principales ediciones críticas de los supuestos textos originales. Algunos más versados en la materia leen y estudian el texto bíblico directamente en esas ediciones críticas. Ahora bien, unos y otros saben que el texto de la Biblia procede de unos originales que se han perdido, pero que se transmitieron, con mayor o menor éxito, en copias manuscritas. Por diversas circunstancias de la fortuna se han conservado algunas de las que fueron realizadas en los primeros siglos de vida del cristianismo. Son joyas que, aunque solo fuera por su antigüedad, merecen ser consideradas auténticos tesoros de la cultura occidental y, por tanto, objeto de una especial atención.

El propósito de este libro es ofrecer una información básica sobre los manuscritos más antiguos del Nuevo Testamento (NT): cuáles son los más importantes que nos han llegado, cómo se produjeron, qué formato tenían, etc. Se desea con ello que el lector pueda familiarizarse con estos documentos y disponga de los datos fundamentales para valorar lo mucho que aportan y las limitaciones que presentan. También encontrará algunas cuestiones que en la actualidad están más en el candelero, bien porque han llamado la atención de los especialistas o bien porque suscitan la curiosidad del gran público por razones a veces ajenas al mundo académico.

Una observación. Estas páginas no se ocupan de la crítica textual, la rama de la filología y crítica literaria que intenta establecer el texto más próximo al texto original o, según una comprensión reciente más inclusiva, trata de analizar las variantes de un mismo texto que aparecen en los distintos manuscritos para determinar así en qué orden nacieron esas variantes y poder decidir qué lectura se debe preferir. Sin embargo, como las limitaciones de espacio no permiten abordar las apasionantes cuestiones que plantea esta disciplina, el lector que desee conocer mejor cómo se llega al texto que está en la base de las modernas traducciones del NT tendrá que acudir a algunas de las obras de crítica textual que se mencionan en la bibliografía final. En todo caso, la riqueza que de por sí tienen estos manuscritos los hace merecedores de una especial atención, no solo por su importancia como documentos del pasado, sino también porque transmiten un texto siempre actual como es el del NT.

1. Manuscritos como piedra de tropiezo


Bart D. Ehrman (Lawrence, Kansas 1955) es un reconocido experto en crítica textual del NT, famoso también por el carácter polémico de algunas de sus publicaciones. En una introducción a la crítica textual concebida para el gran público relata su itinerario intelectual y religioso. Cuenta cómo, después de atravesar un período fundamentalista y otro evangélico, pasó de ser un born-again Christian («cristiano renacido») a un relativismo agnóstico. La causa de ello –afirma– fue el estudio del texto bíblico: las enseñanzas que recibía sobre el carácter inspirado y verbal de la Escritura rechinaban más y más a medida que avanzaba en el estudio de los manuscritos:

¿De qué nos servía proclamar que la Biblia era la palabra infalible de Dios, cuando en realidad no teníamos las palabras infalibles que Dios había inspirado sino solo las copias realizadas por los escribas, copias que en ocasiones eran correctas y en ocasiones (¡en muchas ocasiones!) no? ¿De qué nos servía afirmar que los autógrafos (los originales) habían sido inspirados? ¡No teníamos los originales! Esa era la cuestión: teníamos solo copias plagadas de errores y la enorme mayoría de ellas había sido realizada siglos después de que los originales hubieran sido compuestos y era evidente que difería de ellos en miles de formas distintas (Ehrman, 19).

Ehrman continúa describiendo su proceso de «conversión» atormentado por estas dudas. En sus palabras no faltan afirmaciones contundentes que parecen sacudir la fiabilidad del texto bíblico –«hay más diferencias entre los manuscritos que se conservan del Nuevo Testamento que palabras en el Nuevo Testamento» (ibíd., 23)–, aunque reconoce que muchas de esas diferencias son mínimas e insignificantes. Aun así, a su juicio existe un serio problema: «De qué nos sirve insistir en que Dios inspiró las palabras mismas de las Sagradas Escrituras si no tenemos las palabras mismas de las Sagradas Escrituras?» (ibíd.). Y acaba negando el carácter inspirado de la Biblia. Si Dios quería que su pueblo tuviera sus palabras –afirma–, se las habría dado. Por tanto, el hecho de que no contamos con esas palabras demuestra, a su juicio, que Dios no las ha preservado para nosotros, porque –concluye– la Biblia es a fin de cuentas un libro muy humano (ibíd., 23-25).

Su crítica va dirigida sobre todo al fundamentalismo bíblico tan pujante en buena parte de Estados Unidos y es en ese sentido como se deben entender muchas de sus afirmaciones. Sin embargo, pasa del blanco al negro sin matices. Salta de calificar la Biblia de guía infalible a entenderla como un libro meramente humano a raíz, aparentemente, del estudio de los manuscritos del NT.

Es probable que, para muchos cristianos, este motivo resulte poco serio. Es difícil imaginar que de un asunto tan conocido en la historia del cristianismo como es la variedad textual –de la que ya se habían apercibido los Padres de la Iglesia hace muchos siglos– se concluya que la Biblia es un libro tan humano que impide sustentar la propia fe. No obstante, en la mentalidad de hoy puede parecer una probada razón científica y por ello el asunto merece tomarse en serio. Si no tenemos el texto original escrito por autores inspirados por Dios, ¿cómo va a ser la Biblia una fuente fidedigna de fe? Si los hombres han cambiado la Biblia adecuándola a los intereses propios de una determinada época, ¿no habría que relativizar el valor de las Escrituras y aceptar que al fin y al cabo son unos textos, venerables sí por su antigüedad, pero iguales a otros muchos de su tiempo? Y si la Biblia es un libro meramente humano, ¿cómo puede este dar respuestas permanentes a temas vitales? La perplejidad de Ehrman parece razonable:

¿Qué pasa si Dios no lo dijo? ¿Qué pasa si el libro que estos cristianos consideran que contiene las palabras de Dios contiene en su lugar palabras humanas? ¿Qué pasa si la Biblia no ofrece respuestas infalibles a cuestiones clave de la era moderna como el aborto, los derechos de la mujer, los derechos de los homosexuales, la supremacía de religión, la democracia occidental y demás? ¿Qué pasa si tenemos que descubrir por nosotros mismos cómo hemos de vivir y qué hemos de creer, sin erigir la Biblia en un falso ídolo, en un oráculo que nos ofrece un canal directo para comunicarnos con el Todopoderoso? Hay razones claras para pensar que la Biblia no es en realidad ese tipo de guía infalible para nuestras vidas que el fundamentalismo cristiano pretende: entre ellas, como he señalado, en muchos lugares los estudiosos y los lectores habituales no sabemos siquiera cuáles eran en verdad las palabras originales del texto (ibíd., 27-28).

Esta larga introducción centrada en el testimonio de Ehrman no quiere ser más que una muestra de la importancia que tiene la crítica textual del NT y el lugar que le corresponde en el estudio de los libros de la Biblia. El análisis de los manuscritos es fundamental para conocer mejor el texto bíblico. Sin embargo, aunque sea adelantar acontecimientos, este estudio, siendo necesario, no puede tener la última palabra. El proceso de composición de los libros que forman la Biblia es muy complejo. Y el hecho de que esos libros sean para muchos millones de personas testimonio de la Palabra de Dios no depende de contar con el texto idéntico al que salió de la pluma de sus autores. La Biblia es mucho más que un texto. Es una colección de libros que pertenecen a una comunidad de fe viva. En ella nacieron y ella los ha transmitido como una parte de la tradición de la fe. Esto no quita que el texto sea fundamental. Lo es y, por ello, se debe determinar de la mejor forma posible.

Aquí es donde entra la crítica textual. Esta disciplina parte del hecho de que no se conserva ningún texto tal como salió de las manos de los autores que escribieron los libros que llegarían a formar el NT. Cuenta, en cambio, con unos 5.400 manuscritos griegos, unos 10.000 manuscritos con antiguas traducciones a otras lenguas e innumerables citas de los Padres y autores eclesiásticos. Es fácil imaginar que ante tal cantidad de material las diferencias textuales entre los diversos manuscritos se cuenten por millares. Obviamente, algunas de estas variantes son más importantes que otras, siendo la mayoría poco o muy poco relevantes. En su mayor parte responden a errores de copia accidentales, aunque en otras ocasiones obedecen al deseo de los escribas de alterar el texto de manera intencionada, por muy diversas razones, incluidas las teológicas. En todo caso, y aunque se hablará más de ello al final, es oportuno tener presente lo que la práctica de esta disciplina ha dejado sentado: es imposible llegar al texto original. Esta cuestión es importante y tiene implicaciones para establecer la autoridad del texto bíblico.

En todo caso, como se ha dicho, las páginas que siguen no se ocupan de la crítica textual, sino de los manuscritos que los expertos en esta materia manejan para extraer sus conclusiones sobre cuál es el mejor texto del NT. Ciertamente, la presente obra trata de algunos aspectos comunes a la crítica textual, pues esta también describe los testigos más...



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