E-Book, Spanisch, 194 Seiten
Reihe: Clásicos
Carroll A través del espejo
1. Auflage 2023
ISBN: 978-607-16-7722-8
Verlag: Fondo de Cultura Económica
Format: EPUB
Kopierschutz: Adobe DRM (»Systemvoraussetzungen)
(y lo que Alicia encontró allí)
E-Book, Spanisch, 194 Seiten
Reihe: Clásicos
ISBN: 978-607-16-7722-8
Verlag: Fondo de Cultura Económica
Format: EPUB
Kopierschutz: Adobe DRM (»Systemvoraussetzungen)
Este libro es la continuación del clásico Alicia en el país de Las Maravillas. En esta fantástica y disparatada aventura, llena de juegos de palabras, metáforas y poesía, Alicia entra en un mundo al revés a través del espejo de su casa y se encuentra con viejos conocidos y nuevos personajes. El escenario es un particular tablero de ajedrez en el que las reglas se rompen, nada es lo que parece y los participantes son las piezas del juego. Alicia es un peón que desea ser Reina, por lo que debe hacer los movimientos correctos para sortear todos los obstáculos de esta partida.
De seudónimo Lewis Carroll, Charles Lutwidge Dodgson (Daresbury, Cheshire, Reino Unido, 1832 - Guildford, Surrey, Reino Unido, 1898). En 1850, ingresó en la Universidad de Oxford, donde estudió Matemáticas y Humanidades, licenciándose en Lógica Matemática con notas sobresalientes. Fue un diácono anglicano, lógico, matemático, fotógrafo y escritor. Sus obras más difundidas son Alicia en el país de las maravillas (1865) y su secuela A través del espejo y lo que Alicia encontró allí (1871).
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”Son tres faltas, Kitty, y todavía no te he castigado por ninguna. Sabes que me estoy guardando los castigos para el miércoles de la próxima semana. ¡Imagínate que a mí me guardaran los castigos! —siguió hablando para sí—. ¿Qué pasaría después de un año? Me mandarían a prisión llegado el día, supongo. O, déjame ver, supongamos que el castigo fuera acostarme sin cenar: ¡llegado el momento tendría que dejar de cenar cincuenta días seguidos! Bueno, eso no me molestaría tanto. ¡Lo prefiero a tener que cenar todo eso de un tirón! ”¿Oyes la nieve contra las ventanas, Kitty? ¡Qué lindo y delicado suena! Como si alguien estuviera besando los cristales desde afuera. Me pregunto si la nieve ama de tal forma a los árboles y al campo que los besa con tanta delicadeza. Y luego, ya sabes, los cubre con una manta muy blanca y quizá dice: ‘A dormir, queridos, hasta que vuelva el verano’. Y cuando despiertan en verano, Kitty, se visten todos de verde y bailan alegremente al soplar el viento, ¡qué cosas más lindas digo! —exclamó Alicia soltando la bola de estambre para aplaudir animada—. ¡Cómo quisiera que fuera cierto! Estoy segura de que, en otoño, cuando las hojas se tornan color marrón, el bosque se adormece. ”¿Sabes jugar ajedrez, Kitty? No, no te rías, querido. Te lo pregunto en serio. Porque hace un rato, cuando estábamos jugando, nos veías como si entendieras: y, cuando dije ‘jaque’, ¡ronroneaste! Fue un gran jaque, claro, y pude haber ganado si no hubiera sido por el malvado alfil que se coló entre mis piezas. Kitty, cariño, hagamos de cuenta que…” Y aquí, me gustaría poder contarles la mitad de las cosas que decía Alicia, empezando con su frase favorita “hagamos de cuenta que”. El día anterior había tenido una larga discusión con su hermana, y todo porque Alicia dijo: “Hagamos de cuenta que somos reyes y reinas”, y su hermana, a la que le gustaba ser muy precisa, argumentó que no podían ser reyes y reinas porque sólo eran dos, ante lo cual Alicia zanjó la discusión diciendo: “Bueno, tú puedes ser una y yo seré los demás”. Y en otra ocasión asustó a su nana gritándole repentinamente al oído: “¡Nana! ¡Hagamos de cuenta que yo soy una hiena hambrienta y tú eres un rico hueso!”. Pero nos estamos distrayendo del discurso de Alicia al gatito. —¡Hagamos de cuenta que tú eres la Reina Roja, Kitty! ¿Sabes? Creo que si te sentaras derechito y cruzaras los brazos te verías exactamente como ella. Vamos, querido, ¡inténtalo! Y Alicia tomó a la Reina Roja de la mesa y la colocó frente al gatito para que la imitara: no obstante, la cosa no prosperó, principalmente, según contó después Alicia, porque el gatito no cruzaba bien los brazos. De modo que, para castigarlo, lo llevó frente al espejo para que viera lo malencarado que estaba. —… Y si no te portas bien de una buena vez —agregó—, te meteré en la Casa del Espejo. ¿Qué te parecería eso? ”Bien. Ahora, si pones atención y dejas de hablar tanto, Kitty, te contaré lo que sé sobre la Casa del Espejo. Primero, se puede ver una habitación que es como nuestra sala de estar, pero todo está al revés. La puedo ver cuando me paro en una silla: todo menos el rincón detrás de la chimenea. ¡Ay, cómo me gustaría poder ver ese rincón! Quisiera saber si prenden la chimenea en invierno. Y eso nunca se sabe, a menos que el humo se concentre en nuestra habitación, entonces se ve humo en la habitación del Otro Lado, pero quizá es sólo una simulación para hacer que parezca que encendieron la chimenea. En fin, sigamos: los libros son parecidos a nuestros libros, pero tienen las palabras al revés; y eso lo sé porque un día puse uno de nuestros libros frente al espejo y alguien del otro lado puso uno igual en la otra habitación. ”¿Te gustaría vivir en la Casa del Espejo, Kitty? Me pregunto si ahí te darían leche. Quizá la leche del espejo no es tan buena… Pero ¡mira, Kitty! Hemos llegado al corredor. Se puede ver un poquito del corredor en la Casa del Espejo si dejas abierta la puerta de nuestra sala de estar: y se parece mucho al nuestro, hasta donde se alcanza a ver, pero ya se sabe que puede ser muy diferente más allá. ¡Ay, Kitty! ¡Qué lindo sería poder cruzar hacia la Casa del Espejo! ¡Estoy segura de que tiene muchas cosas lindas! Hagamos como si hubiera una forma de cruzar, Kitty. Hagamos de cuenta que el espejo es ligero como la gasa y podemos atravesarlo. ¡Mira! ¡Se está convirtiendo en una especie de vapor! ¡De verdad! Será muy fácil atravesarlo…” Alicia estaba sobre la repisa de la chimenea cuando dijo esto, aunque no tenía idea de cómo había llegado ahí. Y, ciertamente, el espejo comenzaba a desvanecerse, como un brillante vapor plateado. Un instante después, Alicia atravesó el espejo y dio un pequeño salto hacia la habitación del Otro Lado. Lo primero que hizo fue asomarse a ver si la chimenea estaba encendida, y le dio gusto constatar que, en efecto, ardía con tanta fuerza como la que había dejado atrás. “Así podré estar tan calientita aquí como en la otra habitación —pensó Alicia—. Quizá hasta más, porque nadie me regañará por estar tan cerca de la chimenea. ¡Qué divertido será cuando vean en el espejo que estoy de este lado y no puedan alcanzarme!” Comenzó a curiosear a su alrededor y se dio cuenta de que lo que se lograba ver desde el otro lado del espejo era común y no resultaba tan interesante, pero que todo el resto era muy diferente. Por ejemplo, los cuadros en la pared de la chimenea parecían estar vivos, y el reloj sobre la repisa (que desde el otro lado del espejo se veía desde atrás) tenía la cara de un ancianito sonriente. “Esta habitación no está tan ordenada como la otra”, pensó Alicia al darse cuenta de que muchas de las piezas del ajedrez estaban entre las cenizas de la chimenea. Pero sólo un instante después, con una ligera expresión de asombro, se puso de rodillas para poder verlas mejor. ¡Las piezas caminaban en filas de dos en dos! —Aquí están el Rey y la Reina rojos —dijo Alicia (en un susurro por temor a asustarlos)— y por allá el Rey y la Reina blancos, sentados en la orilla del atizador. Y allá van dos torres caminando con los brazos entrelazados. No creo que me escuchen —siguió diciendo mientras acercaba la cara para ver mejor—, y estoy casi segura de que no pueden verme. Siento como si estuviera volviéndome invisible… De pronto algo comenzó a chirriar desde la mesa detrás de Alicia y ella se volvió justo a tiempo para ver a uno de los peones blancos rodar y patalear. Lo observó con gran curiosidad para ver qué ocurría a continuación. —¡Es la voz de mi hija! —gritó la Reina Blanca al tiempo que pasaba corriendo junto al Rey a tal velocidad que lo tiró sobre las cenizas—. ¡Mi hermosa Lily! ¡Mi cachorro imperial! —dijo mientras intentaba trepar por un costado del parachispas. —¡Zarandajas imperiales! —dijo el Rey sobándose la nariz, lastimada tras la caída. Tenía derecho a estar un poco molesto con la Reina, porque ahora estaba cubierto de cenizas de pies a cabeza. Alicia estaba ansiosa por ayudar y, como la pobre Lily gritaba hasta casi tener un ataque, rápidamente tomó a la Reina y la colocó sobre la mesa junto a la ruidosa pequeña. La Reina resopló y se sentó: el veloz viaje por el aire la había dejado sin aliento y durante un par de minutos no pudo hacer nada más que abrazar a la pequeña Lily en silencio. Una vez que se normalizó su respiración, le gritó al Rey Blanco, que seguía malhumorado, sentado entre las cenizas: —¡Cuidado con el volcán! —¿Cuál volcán? —preguntó el Rey mirando ansioso hacia la leña en la chimenea, como si pensara que aquél era el lugar más adecuado para encontrar uno. —Me lanzó por los aires —jadeó la Reina, que seguía resoplando un poco—. Cuidado cuando subas por el lugar de siempre, no sea que salgas volando. Alicia observó al Rey Blanco subir trabajosamente por el enrejado del parachispas y dijo: —Uy, a ese ritmo, demorará horas y horas en llegar a la mesa. Mejor lo ayudo, ¿no le parece…? —pero el Rey no hizo caso del comentario. Estaba claro que no podía ver ni oír a la niña. De modo que Alicia lo tomó con mucho cuidado y lo movió más delicadamente que a la Reina para no dejarlo sin aliento, pero, antes de colocarlo sobre la mesa, le pareció buena idea sacudirlo un poquito, porque estaba cubierto de cenizas. Luego contó que nunca en la vida había visto una expresión igual a la del Rey cuando se encontró sujeto por una mano invisible que lo limpiaba: estaba tan sorprendido que no pudo gritar, pero los ojos y la boca se le abrían descomunalmente, más grandes y más redondos cada vez, y la mano de Alicia temblaba tanto por la risa que a ella le dio, que casi lo dejó caer. —¡Ay, querido, no hagas esas caras, por favor! —dijo olvidando que el Rey no podía escucharla—. ¡Me da tanta risa que te me vas a caer! ¡No abras tanto la boca! Se te van a meter las cenizas. Ya está. Ya estás más limpio —agregó mientras le acomodaba el pelo, y lo colocó en la mesa junto a la Reina. El Rey inmediatamente cayó de espaldas y se quedó perfectamente inmóvil. Alicia se alarmó al ver lo hecho y corrió por la habitación buscando agua para lanzarle. No obstante, no encontró nada más que un tintero, y cuando volvió a la mesa, vio que el Rey se había recuperado y que hablaba con la Reina en un...