Caparrós Obiols | El arte de educar con amor (epub) | E-Book | sack.de
E-Book

E-Book, Spanisch, 232 Seiten

Reihe: eMilenio

Caparrós Obiols El arte de educar con amor (epub)


1. Auflage 2023
ISBN: 978-84-19884-40-4
Verlag: Milenio Publicaciones
Format: EPUB
Kopierschutz: 6 - ePub Watermark

E-Book, Spanisch, 232 Seiten

Reihe: eMilenio

ISBN: 978-84-19884-40-4
Verlag: Milenio Publicaciones
Format: EPUB
Kopierschutz: 6 - ePub Watermark



Este libro, escrito desde el corazón, es un viaje fascinante que explora el universo de los niños y de quienes tenemos la responsabilidad y el gozo de acompañarles. Una obra excepcional que nos propone una profunda reflexión de cómo educamos, dónde estamos y adónde queremos ir. Dirigido a los padres, a docentes y a cualquier persona interesada en el ser humano, la formación y la educación, tiene el objetivo de contribuir a formar personas satisfechas y creativas que favorezcan la libertad y la dignidad individual y colectiva. Con un lenguaje claro, directo y estimulante nos ofrece herramientas y alternativas concretas para crear vidas donde el amor, la alegría, la sensibilidad y la ternura sean los protagonistas. Dado que educar y amar también son artes que requieren una decisión y un aprendizaje constante, son los propios niños quienes nos regalan un montón de propuestas y nos invitan a llevarlas a la práctica. En resumidas cuentas, ¡un reto de amor extraordinario!

Xavier Caparrós Obiols comparte conocimientos y emociones a través de libros, cursos, talleres, vídeos y conferencias. Es un entusiasta de la vida que tiene la inmensa suerte de trabajar para que las personas vivan mejor. En la actualidad, compagina el reto de ser padre con la vida profesional y con proyectos voluntarios de cooperación local e internacional. Por este motivo y por la inquietud permanente de conocer otras culturas ha visitado más de setenta países. Es coautor del libro El paradigma del corazón (2015). Si quieres saber más sobre el autor visita la web: .
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1. Ideologías

Nacemos puros, inocentes, conectados, con armonía e intuitivos. Llegamos a este mundo limpios y totalmente receptivos, sin dudas, sin miedos, luminosos, llenos de curiosidad y generosos. Antes de aprender el idioma o los idiomas que nos enseñan, todos los recién nacidos del mundo tenemos el mismo lenguaje común: una especie de gorjeo o parloteo universal. Nacemos, como el resto de seres vivos, sin ninguna ideología ni creencia, sin ningún ideal ni religión, sin derechos ni deberes, sin valores, dogmas, reglas, normas o mandamientos.

Llegamos a este sueño como una pizarra vacía o una hoja en blanco; como una esponja permeable, que, según el lugar de nacimiento, familia y entorno se irá impregnando de unas ideas u otras. Los niños son unos seres vulnerables y los adultos los programamos en función de las propias ideologías, historia y problemas personales, donde a menudo la angustia, la agresividad, el miedo y la desconfianza son los principales protagonistas.

Por lo tanto, partimos de unas convicciones prestadas porque las hemos escuchado una y otra vez y nos identificamos con ellas, hasta el punto de creer que nos pertenecen o que somos nosotros. Y a partir de esa identificación ilusoria solo nos queda aprovechar la ocasión para defenderlas a ultranza, o bien atacar a quien piense de un modo distinto.

Todas las ideas de este mundo son falsas y absurdas si nos separan o nos alejan de los demás. Cualquier valor que juzguemos bueno o malo, o por el que pensemos que merece la pena luchar, nos hará sufrir porque, tarde o temprano, nos enfrentará con alguien.

Nos convertimos en imitadores mediocres, repitiendo las mismas frases sin pensarlas ni analizarlas. Nos excusamos en las célebres expresiones “todo el mundo lo hace” o “todo el mundo lo tiene”, y nos quedamos tan anchos.

Nos atacamos y nos matamos por las percepciones erróneas que tenemos sobre nosotros y sobre los demás. Somos prisioneros de engranajes meticulosos y esclavos de condicionamientos distorsionados basados en pautas de comportamiento inventadas y modelos obsoletos. Unas creencias que bien podrían ser totalmente contrarias si naciéramos a pocos kilómetros de distancia (cae por su propio peso que si un bebé nace en Palestina o Israel, en Pakistán o en la India —por poner dos ejemplos clásicos que casi todo el mundo conoce— sus vidas tendrán un punto de partida radicalmente distinto cuando, en esencia, han nacido con las mismas posibilidades y son lo mismo).

Imaginaos la jugada de dejar a los dirigentes más radicales jugar mucho rato con un bebé o que lo disfruten unos cuantos días y, una vez hayan creado un vínculo, decirles que ha nacido al otro lado del límite fronterizo.

Cada tradición ha creado su propia colección de disparates y un paquete absurdo de dogmas y principios convertidos en certezas absolutas que nos destruyen porque convierten a los demás en amigos o enemigos.

Siempre la misma película, nosotros y los demás para separarnos y compararnos: nuestro pueblo es mejor que el vecino, nuestro equipo tiene más valores que el rival, nuestro continente es más culto, nuestro país es más solidario, nuestras tradiciones son las buenas, nuestro modelo es el más justo… Incluso a lo largo de la historia hemos menospreciado a los neandertales, etiquetándolos de menos dotados e inteligentes, simplemente porque eran una especie distinta a nosotros, “los sapiens”.

¡Qué estupidez que todas las naciones argumenten sus derechos adquiridos en el pasado y en la historia! La Tierra tiene 13.700 millones de años y al principio no existía ninguna ciudad, ningún país, ninguna aduana y ninguna frontera.

Las ideologías, con la colaboración de un ego humano que anhela la comparación y la competitividad, junto con la economía y el poder siempre orientados a las desigualdades, han creado un planeta de locos; un manicomio de separación, donde todas las desgracias provienen de la necesidad de sentirnos superiores y de creernos que tenemos la razón. Y como los otros, que, desde luego, están confusos y son inferiores —según nuestro criterio—, no la tienen y están equivocados, es absolutamente necesario que impongamos nuestras ideas para salvarlos. Creemos que hay que luchar, difundir y promover la propia realidad porque es la única posible. Y dado que nosotros somos los elegidos y los demás no, podemos atacarlos justificadamente si no piensan o actúan como nosotros. Este es el conflicto de la humanidad y todos los enfrentamientos giran en torno a la absurda idea de que el otro tiene que ser como uno mismo.

Pero la realidad es que ningún ataque está justificado y que si tengo enemigos es porque soy débil; que no puedo juzgar desde un sistema demente de órdenes preestablecidas, y que si buscamos y abrazamos una doctrina nos sumergimos en un plano mental que nos conducirá inexorablemente a una personalidad ficticia e irreal.

Todas las ideologías con las que nos identificamos provienen del miedo a no saber quién somos y a sentirnos separados de los demás. El pánico y la necesidad de pertenecer a un grupo nos empujan a querer ser alguien y a identificarnos con un pensamiento religioso, un grupo, un club, una asociación, una sociedad, una ciudad, un país… y así tener unos ideales y unos valores concretos. Todas las religiones, las naciones, las fronteras, las aduanas, los himnos y las banderas son un invento del ego del ser humano.

La identificación con un grupo, una tribu o una etnia, con un país o una religión, una historia y una tradición, ha sido la base de todas las guerras y todos los enfrentamientos. La visión de la separación es la causa de todos los problemas de nuestro planeta. Queremos a los nuestros y a los que son como nosotros y odiamos a los que son distintos, haciendo hincapié en aquello que nos desune.

Sin embargo, cuando relativizamos las creencias, empezamos a ser libres. Y cuando nos miramos de verdad poniendo de relieve aquello que tenemos en común, liberados de todas las ideologías y leyes limitadoras, nos damos cuenta enseguida de que el otro es como nosotros, que la Tierra es una unidad, que todos somos lo mismo y que estamos interconectados.

Seguramente es imposible una educación sin valores, dogmas, creencias e ideologías porque, en cualquier momento, a veces sin darnos cuenta, los transmitimos. Pero existe una diferencia abismal si, como punto de partida, contestamos todas las preguntas antes de que los niños las formulen con el objetivo de que sean como nosotros, o, por otro lado —lo que me parece una propuesta innovadora y maravillosa—, procuramos interferir lo menos posible, destacando aquello que nos une, desde la intención de que ellos se hagan y se contesten las preguntas para decidir cómo quieren vivir.

PROPUESTA DE LOS NIÑOS

¡Acabo de ser engendrada! No pertenezco a ningún grupo ni atesoro ninguna creencia o ideología. Llego al mundo sin banderas, himnos ni ideales. No soy judía, budista, hinduista, protestante, católica ni musulmana. Por favor, no me contestes las preguntas antes de hacerlas. La esencia es espiritual y si existe un dios o una diosa (¡ya basta de machismo!) es el mismo o la misma para todo el mundo.

Aprende de mi inocencia y conexión. Aprende y espera. ¿Qué prisa tienes? ¿De dónde te viene la urgencia de enseñarme? Vengo del silencio y la pureza del útero. No quieras que sea como tú porque el mundo que habéis creado no funciona y es un disparate. No te empeñes en condicionarme y contaminarme. No destruyas la individualidad, la intuición ni la potencialidad con la que vengo.

Haz hincapié en lo que nos une. No quiero estar permanentemente en contra de alguien o en contra de algo. No me hagas elegir porque nada ni nadie es mejor o peor. Ninguna persona, pueblo, ciudad, nación, país o continente es superior a los demás.

Mi deseo es vivir abierta, sin ideologías ni fanatismos, porque es la única forma de que, en este planeta, se terminen las guerras y los conflictos. No me interesan las respuestas prefabricadas ni pertenecer a nada que nos separe de la propia familia, que es toda la humanidad.

Te pido un esfuerzo fantástico para que no me atosigues con tus ideas, convicciones, creencias, filosofías ni neurosis (todas ellas procedentes del miedo), sino que te dediques a protegerme, a cuidarme y amarme, a jugar juntos y acompañarme interviniendo lo menos posible.

Te aseguro que si lo consigues, aunque sea durante los primeros siete u ocho años de vida, los resultados te sorprenderán de un modo increíble: seré amorosa, fuerte, pacífica, digna e incorruptible.

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A Ona y Bruna

Cierra los ojos y empieza a relajarte. Respira pausadamente por la nariz y dibuja una sonrisa. Concéntrate en cómo el aire entra, te llena de vida, se expande por el cuerpo y llega hasta la barriga para, después, salir lentamente.

Ahora imagina que caminas tranquilamente como si a cada paso dieras un beso a la tierra. Hace un día espléndido y te sientes agradecida porque los rayos del Sol te llenan de energía y te acarician la cara y el cuerpo.

¿Por dónde caminas?

¿Qué ves a tu alrededor?

¿Qué escuchas?

¿A qué huele?

Sigues caminando y miras hacia arriba para observar cómo una bandada de pájaros planea con el viento. Más...



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