Cahill / Irarrazával / Vila-Chã | Misericordia | E-Book | sack.de
E-Book

E-Book, Spanisch, 176 Seiten

Reihe: Concilium

Cahill / Irarrazával / Vila-Chã Misericordia

Concilium 372
1. Auflage 2017
ISBN: 978-84-9073-354-7
Verlag: Editorial Verbo Divino
Format: EPUB
Kopierschutz: Adobe DRM (»Systemvoraussetzungen)

Concilium 372

E-Book, Spanisch, 176 Seiten

Reihe: Concilium

ISBN: 978-84-9073-354-7
Verlag: Editorial Verbo Divino
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La 'misericordia' es la nota dominante en la visión eclesial, teológica y pastoral del papa Francisco, que declaró el año 2016 Año Jubilar de la Misericordia. Este número de Concilium analiza las contribuciones del papa Francisco, contextualizándolas en las perspectivas más amplias de la Biblia, la historia y la teología. Se propone una interpretación actualizada de las 'obras de misericordia'; se compara la misericordia con la compasión y la justicia; se exploran las fuentes del islam para encontrar en ellas la cualidad humana y divina de la misericordia. Con respecto a los significados concretos de la misericordia, los autores y autoras abordan una serie de problemas urgentes, como el estatus de las mujeres en el matrimonio y la familia, la justicia restaurativa, los refugiados y la ecología.

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Sofía Chipana Quispe *
CONEXIÓN CON LA MISERICORDIA Y COMPASIÓN QUE NOS HABITA
La misericordia, más allá de teorizaciones, tiene que ver con las experiencias y sentidos profundos que habitan en las narraciones de los textos bíblicos, que pueden enriquecerse desde las experiencias de otras espiritualidades, ya que la revelación de la Divinidad va más allá de los escritos considerados como sagrados, para encontrarse con las fuerzas de la Vida y conspirar a favor de la Vida Plena y Digna de todos los seres. En el camino de búsquedas de la Vida en Plenitud, se encuentran para dialogar las palabras y memorias habitadas en los textos bíblicos, y las palabras y memorias de las sabidurías y espiritualidades ancestrales habitadas en mi corazón. A partir de los caminos compartidos, rememoro la conexión con los deseos y convicciones de una humanidad renacida desde la memoria del útero, donde éramos formados/as en lo secreto, tejidas/os en las honduras de la tierra (cf. Sal 139,15), para conectarnos con la misericordia y compasión que nos habitan y seguir asumiendo el desafío de tejer la Vida Digna, desde los otros modos de sentir lo Sagrado. Una vida renacida desde la misericordia y compasión
Hace más de un año, que la iglesia católica propuso el «jubileo de la misericordia», cuya invitación fue la de ser «misericordiosos como el padre» (Lc 6,36), sostenida por reflexiones teológicas: por ejemplo, Pagola ubica el contexto judío de Jesús, cuya organización se basaba en seguir la orientación en la Santidad de su Dios (cf. Lv 19,2) en su conducta. Esto había sido asumido como un código o norma de vida, que será presentado (cf. Lv 17–26) ampliado desde la categoría de lo puro e impuro, y reflejado en una sociedad y religión excluyente y exclusiva, en la que se desarrolló fuertemente el sentido de pecado, que debía ser limpiado con el cumplimiento de las leyes y su centralidad en el templo. Pues bien, según Lucas, Jesús presenta la misericordia o compasión de Dios como «la única manera de ser como es Dios» (Pagola, 2005-2006, p. 5), es decir, la comprensión de lo Sagrado como vientre materno, con entrañas, con pasión, ternura y amor. Sin embargo, por más que haya de fondo una buena intención, el lenguaje, y el uso de las imágenes misericordiosas de Dios, quedan aprisionadas, debido a la fuerte predominancia de la espiritualidad dualista en las estructuras eclesiales, que aún siguen separando la vida en puro e impuro, por lo que las imágenes y lenguajes masculinos perviven como parte de la tradición patriarcal que asume, en el ámbito de lo puro, el referencial masculino, de manera hegemónica, única y verdadera. Por eso, vale recordar que la misericordia y la compasión, en los textos bíblicos, tienen diversos matices, y son presentadas desde un rico lenguaje de símbolos vinculados a la Vida. Esto pudo ser una gran provocación de las estructuras eclesiales que presentan a Dios como el gran «Señor» que tiene la potestad de otorgar el perdón, al que hay que clamar misericordia, y que es el claro reflejo del poder patriarcal y kiryarcal1, que sostiene una relación de sometimiento y humillación, con las/os que están en la lista de las «impuras» e «impuros». Sin duda, poco se reflexionó sobre esa manera de presentar lo Sagrado, más bien algunos sectores eclesiales en base a la supuesta «misericordia», reforzaron la imagen de un Dios juez misericordioso que perdona los pecados, haciendo mayor énfasis en el pecado como infracción a la «ley divina», y no tanto como la ruptura de las relaciones, desde las prácticas de: injusticia, violencia, corrupción, exclusión, sometimiento, ambición, guerras, fundamentalismos, y otras más. Estas prácticas atentan contra la Vida de manera constante, y están sostenidas por los considerados «puros». Si ya había una fuerte predominancia del sentido del pecado en el contexto eclesial, puede ser que el año destinado a la misericordia la haya reforzado un poco más, por lo que me parece sugerente la observación que hace José Arregi, a la bula papal, en la que se «muestra el equívoco de nuestro lenguaje religioso: en los 25 números de la Bula, el término “pecado” se repite 25 veces y 11 veces el término “pecador”» (Arregi, 2016, s/p). Considerando el contexto anteriormente mencionado, buscaré recuperar el sentido de la misericordia, desde la inspiración de mujeres y hombres que en diversos espacios comparten su vida desde la compasión y la misericordia, guiadas/os por las fuerzas ancestrales de las sabidurías y espiritualidades ancestrales que tienen como criterio de vida, la comunión con la Gran Comunidad de la Vida de la que procede el Buen Convivir2. Pues desde esos otros caminos, contemplo la vivencia misericordiosa y compasiva de Jesús, en el restablecimiento de la Vida Digna (cf. Jn 10,10), que me llevan a preguntarme sobre las fuentes o raíces que nutrieron e inspiraron sus convicciones, que lo llevaron a hacer frente a todos los sistemas de opresión de su tiempo: la ley, las tradiciones, la familia, el templo, la comunidad de los «puros» y el imperio. Pues en todo su recorrido se rescatan otros modos de comprender lo Sagrado, al sacralizar la vida, en vínculo a las tierras y territorios vitales y no solo desde la centralidad del templo, Jerusalén. Misericordia y compasión, herencias ancestrales
Para aproximarnos a los sentidos de misericordia y compasión, reflejados en la vida de Jesús, acudiremos a los aportes bíblicos del Primer Testamento, que nos permite vislumbrar algunas vivencias de sus antepasadas/os con relación a sus experiencias con lo Sagrado, aunque se trata de «una selección de textos que responden al interés de un grupo por presentar su historia y experiencia desde la relación con el Dios Yahvé» (Cook, 2012, p. 7). Sin embargo, encontramos vestigios de otros modos de sentir y vivir la experiencia con lo Sagrado. Para aproximarnos a los otros modos de sentir a Dios, partiremos de las fecundidades de dos palabras hebreas: rahamin y hesed, que se traducen como «misericordia» y «compasión», aunque ambas se diferencian: «la primera se ubica en el plano de los sentimientos y desde el ámbito mucho más subjetivo, aspecto que desarrollaremos con detenimiento más adelante; en cambio la segunda se trata de una deliberación consciente, como consecuencia de una relación de derechos y deberes» (Rosano, 1990, p. 1217), que tiene que ver con «una acción eficaz para remediar el mal» (Díaz, 1976, p. 109), por lo que supone alianzas, fidelidad, solidaridad entre los miembros de una comunidad. Para plantear nuestra propuesta, profundizaremos los sentidos de la palabra rahamin, que muchos diccionarios y comentarios bíblicos traducen como «compasión», «misericordia», «cariño», «amor»; palabra asociada por su raíz con el sustantivo, réhem, que se traduce como «útero», «vientre materno», «cobijo maternal de la vida», «entrañas». También nos parece importante mencionar otras tres palabras, que comparten la raíz y el sentido: rahám, verbo que denota «misericordia», «amar», «compadecerse», «sentir cariño», «encontrar compasión», «ser compadecido»; emparentado con los adjetivos rahamani, «de buen corazón», y rahum, «compasivo». Palabras profundas que están salpicadas por diversos textos del Primer Testamento y Segundo Testamento en sus traducciones al griego. Lo que nos parece fundamental rescatar en rahamin es su estrecha relación con réhem, que dan origen al verbo «mostrar misericordia» y al adjetivo «misericordioso». Según Phyllis Trible, «en su forma singular, el sustantivo réhem significa «seno» o «útero». En plural, Rahamin, ese significado concreto se abre a abstracciones como compasión, misericordia y amor… En consecuencia, nuestra metáfora se sitúa en el movimiento semántico que va de un órgano físico del cuerpo femenino a un modo psíquico de ser» (Johnson 1992, p. 139). Siguiendo a Johnson, «el modo psíquico de ser, esta preocupación compasiva, pueden ser manifestados tanto por hombres como por mujeres» (1992, p. 139). Sin embargo, si queremos hacer alusión a ser misericordiosos como Dios, la metáfora paradigmática es el amor que siente una mujer por el hijo o la hija de sus entrañas, como reflejan algunos textos bíblicos: «le mostraré mi compasión materna» (Jer 31,20); «¿Puede una mujer olvidar a su hijo y no sentir compasión por el fruto de su vientre? Pues aunque ella pudiera olvidarse, yo no te olvidaré» (Is 49,15). Nos detenemos en el símbolo al que ambos textos hacen alusión, réhem, el útero, el vientre materno de Dios, aunque por ser parte del cuerpo de la mujer ya tiene una serie de estereotipos. Sin embargo, el término hace referencia a ese espacio del cuerpo que tiene la posibilidad de engendrar vida y de cuidar su pleno desarrollo; sin duda, esa experiencia conlleva un sentimiento íntimo, profundo, amoroso, de plena vinculación e interrelación de dos cuerpos que están completamente compenetrados, ya que ese nuevo ser es la extensión de la misma mujer. No obstante, hago un alto para expresar que no toda experiencia de gestación es la misma, y no es tan romántica; el pueblo hebreo lo sabía, por ello presentó el parto como una «maldición» (Gn 3,16). Y en nuestros contextos hay gestaciones de la vida que son fruto de violencia y dolor, por ello no quiero dar paso a los discursos «antiaborto». Desde el sentido de la misericordia, apelo a ella para mirar con profunda...



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