E-Book, Spanisch, Band 12, 208 Seiten
Cabada Castro Crónica de un encuentro-desencuentro cultural
1. Auflage 2018
ISBN: 978-84-8468-722-1
Verlag: Universidad Pontificia Comillas
Format: EPUB
Kopierschutz: 6 - ePub Watermark
Análisis antropológico de las misiones populares jesuíticas en Galicia
E-Book, Spanisch, Band 12, 208 Seiten
Reihe: Biblioteca Comillas, Teología
ISBN: 978-84-8468-722-1
Verlag: Universidad Pontificia Comillas
Format: EPUB
Kopierschutz: 6 - ePub Watermark
Manuel Cabada Castro S.I. es un jesuita y filósofo español conocido por sus trabajos sobre autores como Gustav Siewerth y Ludwig Feuerbach, por su acceso antropológico a Dios y su preocupación constante sobre el Infinito.
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8. UNA VISIÓN TEMEROSA DE DIOS
Este modo de proceder de determinados misioneros populares (aunque no sólo de ellos), por ocasional que fuese, parece que tiene más que ver con tradicionales modos autoritarios de proceder que con la concepción del Dios paternal y bondadoso del Jesús del Nuevo Testamento. De hecho, se puede entrever aquí y allá en las crónicas de las misiones populares sobre determinados acontecimientos ocurridos en ellas una cierta aquiescencia con una visión «castigadora» de Dios, que seguramente encontraría su lugar más adecuado en el Antiguo Testamento. Veamos algunas muestras de esto.
En la crónica sobre la misión dada por Conde y Santos en la parroquia de San Vicente de Cerponzóns (perteneciente al municipio de Pontevedra) a finales del mes de agosto del año 1895 se refiere lo siguiente:
«Dando misión junto a las ciudades hay que poner mucho más cuidado en observar la separación entre hombres y mujeres, porque no faltan algunos, sobre todo jóvenes, que asisten para divertirse sin ánimo de oír la palabra de Dios, metiéndose en medio del auditorio femenil. No sucedió aquí semejante cosa, pero a dos mozalbetes de Pontevedra, que no estaban como debían, se les avisó mansamente por un Padre que debían guardar el orden debido o marcharse. Optaron por eso y se escondieron entre los árboles de un cercado desde donde principiaron a silbar no lejos del auditorio, burlándose de la misión.
Contóse por muy cierto que se fueron a bañar a la ría al día siguiente junto a la playa sin entrar muy adentro y uno de ellos se ahogó y el otro salió del agua con el juicio trastornado. Dios castiga a los que se burlan de las cosas suyas. Quiera haberlos perdonado. La gente estaba atemorizada por el desgraciado caso»54.
Otras veces hablan los mismos misioneros, en su crónica sobre lo acontecido en 1896 en la misión de San Tomé de Maside, sobre el Dios «airado» con los que no cumplen con él, haciendo alusión a los conocidos jamoneros de Dacón55. O también en la misión que dan en ese mismo año en la ciudad de Lugo al aludir a los posibles castigos divinos en la guerra (en relación con la de Cuba) como consecuencia de la blasfemia56. Hacia el final de la crónica de otra misión que dan también en ese mismo año harán igualmente referencia a un supuesto acontecimiento referido por otros, de cuya «ideología» de fondo parecen participar en alguna medida (aun no teniendo ellos que ver directamente con él) por el solo hecho de dejar constancia del mismo en su crónica. Así lo refieren:
«Estando en Mondoñedo en octubre en los Ejercicios de los seminaristas nos refirió el Sr. Rector cómo la madre de uno de Villalba que había venido a visitar a su hijo contó al mismo Rector el caso siguiente. Se bendijo agua de San Ignacio durante la misión en una fuente sita en el prado de una mujer desconsolada por no llegar sus hijos a recibir el bautismo naciendo muertos. El Padre que la bendecía procuró consolarla y añadió: use V. de esta agua y al hijo o hija que V. lleva en su seno póngale el nombre de Ignacio en honra del Santo. Convino en ello la pobre mujer. Da a luz un robusto niño. La familia toda, sabedora de lo pasado en la fuente, quiere que se le ponga en el bautismo el nombre de Ignacio, a lo que se opone la madre por parecerle feo. Bautizaron al niño con otro nombre y ¡oh juicio divino! al volver a casa la madre está loca y el niño se muere. Nos rogaron por medio del Sr. Rector que pidiésemos por ella»57.
Esta visión o concepción amenazante o castigadora de Dios se hace presente en mayor o menor grado en las mentalidades y modos de comportamiento de la gente e incluso también en los mismos misioneros, que no dejan ocasionalmente de servirse sutilmente de tal mentalidad en función del previsible éxito de la misma actividad misionera. Al final de la crónica de la misión dada por Conde y Santos en 1897 en la parroquia de Eixón (del municipio lucense de Pobra de Brollón), se anota por ejemplo lo siguiente: «El hermano del párroco de Eijón nos refirió cuando vino a Lugo a los ejercicios del Clero que cuatro labradores de la parroquia de Eijón fueron a arar el segundo día de la misión y a todos cuatro se les quebró el arado, y por esto sin duda observamos y el Párroco lo dijo que nadie trabajaba durante la Misión. El hermano del Sr. Cura es Párroco de Fornelas»58.
Desde este modo de ver las cosas, arados rotos o rayos que fulminan actúan naturalmente como excelentes colaboradores de los misioneros. En este sentido, algunos de ellos llegarán a denominar, de modo figurado naturalmente, al rayo como eficaz y contundente «misionero». Así se dirá por ejemplo, ya entrado el siglo XX, en la crónica que publican los posteriores misioneros Rafael Vicente y Victoriano Vázquez Guerra en 1908 sobre su misión en Meiraos (provincia de Lugo) del 6 al 15 de junio:
«Casi ocho horas nos llevó la subida de la cuesta horrible, que media entre Quiroga y el Caurel en donde está Meiraos, y eso que llevábamos muy buenas caballerías y acostumbradas al camino.
El trayecto es de precipicios y lo mejor es cerrar los ojos y no verlos, pues, desde Folgoso a Seoane, asusta de un modo espantoso el mirar aquellos despeñaderos y el precipicio en el fondo del río Lor [...]
En los contornos para traerlos a la misión, nos ayudó mucho un célebre misionero, que predicó eficazmente una tarde, y fue un rayo que mató a un infeliz.
Venían todos los de la aldea a la misión, le invitaron y él contestó que ya tenía misión con su maja (desgranar el trigo o centeno); formóse una tempestad; luego al volver hallaron al pobre carbonizado por un rayo.
Con esto dicho se está que no quedó bicho viviente que no acudiera, y así el número de comuniones pasó de 9.000»59.
El «célebre misionero» continúa ayudando a los misioneros de a pie también por lo menos en el año siguiente, 1909, según nos lo refieren y comentan los mismos protagonistas acerca de la misión que dan en Foz (Lugo) del 20 al 29 de mayo de ese año: «El cuarto día de la misión, y muy cerca del campo, una pobre joven, que estaba escardando el trigo, levantó en alto la hoz como para descansar, con tan mala suerte que se desprendió un rayo de la tempestad, que estaba encima, hizo la hoz de pararrayos y la joven quedó muerta instantáneamente. Estos acontecimientos tienen mucha eficacia para llevar los corazones a Dios, sobre todo en tiempo de misión»60.
Tal concepción, tendenciosamente represiva y castigadora, de Dios se hace también presente en la mentalidad que se deja fácilmente translucir en el acontecimiento que escriben y comentan los mismos misioneros en su breve crónica sobre el triduo religioso que dan el año 1911 en Ponte Cesures. He aquí el relato:
«En esta parroquia sucedió un hecho de mucha enseñanza para los padres que se oponen a la vocación religiosa de sus hijas.
Un padre que tenía dos hijas negaba a una de ellas, por el mal entendido cariño, la entrada en religión, y con el fin de distraerla la llevaba a toda fiesta y diversión que había. Organizó una excursión por la ría que une a Cesures con Padrón, e iban en la barca muchos jóvenes. Como no creían había peligro, jugaron con la barca. Esta volcó por fin en medio de la ría y, aunque se salvaron todos los demás, perecieron ahogadas la joven que deseaba ser monja y su hermana, lamentando luego el padre la desgracia y tomándolo como castigo de no haber dado por buenas a Dios la hija que le exigía»61.
En el año 1920 escribía desde Vigo el jesuita asturiano Alfredo Pérez del Río una carta, a modo de crónica, sobre la misión cuaresmal dada en Vigo en marzo de ese año por misioneros populares pertenecientes a cinco órdenes religiosas diversas, entre ellos también jesuitas. La carta hace también referencia a las posteriores misiones jesuíticas en Mondoñedo y Meira, en las que toma parte también el ya conocido Vázquez Guerra. Pues bien, en el relato epistolar de Pérez del Río continúa presente, como seguidamente se verá, la mencionada visión de Dios de la que las anteriores crónicas de los misioneros nos ofrecían ya una pequeña muestra. Aduzco seguidamente los pasajes más significativos de esta carta en relación con tal visión:
«Acabaré lo que se refiere a la misión de Vigo con el relato de un suceso que si no fue milagroso tuvo no poco de providencial y mucho de provechosa enseñanza para los que asistían a la misión. Cierto sujeto bien conocido en Vigo donde era considerado como persona de altos prestigios, según ahora se dice, había hablado contra la misión entre sus deudos y amigos y aun había puesto empeño en disuadir a los de su familia de asistir a los actos religiosos, que...




