Bloomerfield | Vomito de Sangre | E-Book | sack.de
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E-Book, Spanisch, 108 Seiten

Bloomerfield Vomito de Sangre

Cuentos de puro horror
1. Auflage 2000
ISBN: 978-1-4835-5937-7
Verlag: BookBaby
Format: EPUB
Kopierschutz: Adobe DRM (»Systemvoraussetzungen)

Cuentos de puro horror

E-Book, Spanisch, 108 Seiten

ISBN: 978-1-4835-5937-7
Verlag: BookBaby
Format: EPUB
Kopierschutz: Adobe DRM (»Systemvoraussetzungen)



Doce relatos de horror del polémico escritor uruguayo Gerardo Bloomerfield en un libro que marca un antes y un después dentro del género en lengua española.

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ABEJORROS Lo alzó con sumo cuidado, tomándole por la cabecita calva con una de sus manos, tal como se deben alzar los bebes, desde luego. Su preciosa carita rosada, lo miró con asombro. Le sonrió mientras movía sus manitas en el aire, agitándolas, abriéndolas y cerrándolas, contrayendo sus regordetes deditos como queriendo atrapar tanta felicidad. Era un niño hermoso: 10 meses de vida no son suficientes para borrar ninguna hermosura. Llevaba puestos unos preciosos escarpines celestes de lana, lo cual delataba su condición de varoncito, y un moño rojo alrededor del cuello, lo cual delataba que sus padres eran superticiosos. Lo meció suavemente y ésto bastó para que comenzara a reir. La cruz que llevaba él colgando de su velludo pecho con una cadena de plata le llamó la atención al pequeño por su brillo, e intentó tomarla entre sus deditos… -Cuchi, cuchi, cuchi…- le dijo mientras con uno de sus dedos le hacía leves cosquillas en los coloridos cachetes. Un bebé saludable y de buen peso. Comenzó a caminar por la habitación, con la criatura en brazos que no paraba de reir y balbucear, mientras le hablaba cariñosamente -¡Muchachote… jejejejeje, eres todo un muchachote! Ven aquí pequeño… Papis malos, que dejan a "cuchi" solo, ¿no?…Te prepararé algo… te prepararé todo… Lo llevó hacia la cocina, mirando en derredor sin dejar de mecerlo con pequeños brincos para deleite del bebito, que gesticulaba con su boquita como queriendo hablarle, derramando de entre sus encías algo de baba en cada gesto. Era una cocina estilo americano: separada del comedor diario apenas por una media mesada, que hacia a las veces de mesa para desayunos. Los azulejos color crema hacían que aparentase ser más grande de lo que en realidad era… Sobre el fogón, a un lado de la pileta de lavar, estaba el biberón, y también la bolsa de leche recién abierta. También había una tabla de madera y a un lado una cuchilla de vaivén de dos mangos, de esas que se usan para picar el ajo y el perejil. -El tío "Diego" tiene una sorpresa, pequeño "billy"…cuchi, cuchi… -y sin dejar de amacarlo comenzó a cantarle en voz baja -¡T-í-o- D-i-e-g-o…T-í-o- D-i-e-g-o-¡…¿D-u-e-r-m-e- u-s-t-e-d-?…¿D-u-e-r-m-e- u-s-t-e-d-? Lo depositó suavemente sobre la tabla para que no tomara el frío del mármol de la mesada, apartando la cuchilla a un lado. El niño abrió grandes los ojos y se puso serio, como protestando por la ausencia de aquellos fornidos brazos protectores, incómoda su espaldita sobre la dureza del tablón de picar… Iba a comenzar a llorar en cualquier momento, así lo delataba su gesto. El "tío Diego" odiaba que llorasen, así que se apresuró: simplemente tomó la cuchilla de vaivén con ambas manos, una en cada mango y poniéndola a un lado de su tierno cuello, dejó rodar la inmensidad de su curvatura sobre la madera con todas sus fuerzas en un golpe seco y certero, rebanándoselo por completo, limpiamente, sin dejarle tiempo para llantos… Bendijo la suerte de que la pileta del fogón estuviera cerca: la cabeza cayó adentro pesadamente como una calabaza podrida, calva y aun rosada, perdiendo sangre a raudales y con los ojos grandesy abiertos como pelotas de "ping pong"…El tronco del cuerpecito también sangraba inconteniblemente."Tío Diego" metió su gruesa y velluda mano por debajo de los escarpines y de los pañales… ¡Lo que sospechaba! El pequeño"pitito" del bebé estaba duro…era natural tras los "mimos" que le había prodigado. Lo tenía durito como un pequeño maní, pero se fue como desinflando y desapareciendo entre su pulgar y su índice a medida que el cuerpo perdía la presión de la sangre… Le excitaba hacer ese jugueteo previo como a todos los "abejorros"… -Es el momento…cuchi… Tomó el cadáver decapitado y lo desvistió, arrancó apresuradamente sus escarpines, sus pañales. Por suerte estaba aparentemente recién cambiado, no tenía ni mierda ni orín en ellos: la mierda y el orín era lo único que detestaba de los niños… Se vé que la idiota niñera a la que había engañado no era tan inútil después de todo… Lo sostuvo con la mano izquierda, y lo apoyó sobre la mesa del comedor diario. La herida miraba hacia él, como una boca, una boca que le interrogaba donde había estado antes una hermosa y calva cabecita, como preguntándole: ¿por qué?, mientras las extremidades descansaban flácidas e inmóviles. Soltando allí al niño por un momento, bajó el cierre de su pantalón… ¡Mierda! Ya estaba más que excitado, sí, ni que dudarlo… Tenía una soberbia erección en su miembro. Lo sacó de entre sus ropas, tieso como un hierro, y se acercó al cuerpo inerte. Apoyo con delicadeza el glande sobre el orificio producto de la decapitación, el cual no paraba de sangrar…y arremetió. No sabía si era la traquea, o simplemente se colaba por entre las vísceras…no sabía nada de anatomía: sólo sabía de placeres, como cualquier "abejorro"… Del único placer que podían concebir…Y embistió… Pero sólo pudo introducir la mitad de su verga en aquel diminuto cadáver. -Eres de los estrechos cuchi… -dijo sonriendo eufórico- El Tío Diego te ayudará y los dos jugaremos… cuchi, cuchi… Siempre llevaba un cuchillo encima, a la espalda…por si no encontraba nada útil en las casas que invadía. En este caso, no tenía tiempo para buscar. Sencillamente introdujo éste en la herida abierta y comenzó a revolver como haciendo espacio, como ahuecando, como quien prepara carne mechada para introducir una zanahoria o un pedazo de tocino… Pero no era una zanahoria ni tocino lo que "Tío Diego" quería introducir en aquella carnecita tierna. Limpió el cuchillo con un repasador que tomó de encima de la mesa y dejándolo a un lado, volvió a intentarlo. Esta vez sí: su pene penetro en toda su dimensión abriéndose paso entre la carne caliente, mientras sus testículos quedaron casi tocando los hombros del bebito. -Eso es cuchi….cuchi… Se balanceo hacia atrás y hacia adelante, sosteniéndole el tronco con ambas manos, hacia atrás y hacia adelante, al tiempo que cantaba como siempre la canción: -"T-í-o- D-i-e-g-o-…T-í-o- D-i-e-g-o-…¿D-u-e-r-m-e- u-s-t-e-d-?…¿D-u-e-r-m-e- u-s-t-e-d-?…¡S-u-e-ñ-a-n- -l-a-s- c-a-m-p-a-n-a-s-…¡ D-i-n-g d-o-n-g d-a-n-g! Estaba más excitado que de costumbre. Sentía el glande palpitar dentro de aquellas entrañas…junto al corazoncito, casi a dúo. Por lo general palpitaban unos minutos más luego de que la cabeza abandonaba el cuerpo… No sabía el porque, lo dicho: nada sabía de anatomía… Sólo sabía de placeres, de su único placer imaginable… -¡D-i-n-g- d-o-n-g- d-a-n-g-! Llegaba el momento… El momento del climax, del único orgasmo que podía alcanzar… -¡Lo logro cuchi…sí "my baby"…!!! ¡¡Eres un buen niño!!! …Duérmete…duér…me…te…¡¡¡Ahhhhhhhhhhhhhh!!!!¡¡Gracias Dios mío!!!! ¡¡Gracias mi señor Jesucristo!! El hombre comenzó a agitar frenéticamente el cuerpecito hacia sí y eyaculó espectacularmente, mezclándose los borbotones de semen con la sangre aún caliente de su víctima…pero no lo apartó enseguida… Quiso prolongar el momento, saborearlo un poco más, revolviendo en las vísceras calientes lentamente con su miembro, frotando su pubis peludo contra aquel tronco inanimado. Luego de unos minutos como de costumbre, lo apartó de un tirón, lejos y el tronco ultrajado fue a dar al piso de parquet, cayendo en una grotesca posición, aun sangrante…con los brazitos torpemente desencajados por encima y por debajo del torso. Mirándolo satisfecho, encendió un cigarrillo, como de costumbre… -¡Por Dios! ¡Qué polvo!… No todos los días se encuentra algo tan hermoso y gordo… -dijo largando una intensa bocanda de humo. Debía irse, rápido… La tonta niñera no tardaría en volver, en darse cuenta de que la llamada por teléfono que había recibido diciéndole que sus patrones habían sufrido un accidente a diez cuadras de ahí era falsa… Se subió el cierre del pantalón, manchado de sangre, tomó su cuchillo, y se encaminó hacia la ventana abierta por la que había entrado un rato antes. De un salto ganó el jardín y de ahí la calle… Se fue silbando tranquilamente. Sus pantalones estaban teñidos de rojo y manchados de semen, pero no le preocupaba… La zona estaba oscura, nadie le vería a esa...



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