Birulés Bertrán / Seguro | Una herencia sin testamento: Hannah Arendt | E-Book | sack.de
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E-Book, Spanisch, 272 Seiten

Reihe: Pensamiento Herder

Birulés Bertrán / Seguro Una herencia sin testamento: Hannah Arendt


1. Auflage 2025
ISBN: 978-84-254-5209-3
Verlag: Herder Editorial
Format: EPUB
Kopierschutz: 0 - No protection

E-Book, Spanisch, 272 Seiten

Reihe: Pensamiento Herder

ISBN: 978-84-254-5209-3
Verlag: Herder Editorial
Format: EPUB
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Las reflexiones de Hannah Arendt surgen de la experiencia de los totalitarismos. El choque del pensamiento con la realidad y la inadecuación de las viejas herramientas conceptuales a la política del siglo XX la empujan forzosamente a buscar nuevas formas de comprensión. Así, su obra se caracteriza por una feroz independencia intelectual, y también por una relación conflictiva entre filosofía, sociología, historia y psicología.

Fina Birulés es filósofa. Fue profesora de Filosofía en la Universitat de Barcelona entre 1979 y 2020 e investigadora del Seminario Filosofia i Gènere-ADHUC. Su obra gira en torno a la subjetividad política, la memoria y el pensamiento filosófico femenino contemporáneo, con especial atención a la obra de Hannah Arendt.
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Prólogo a la segunda edición


Propongo una reconsideración de la condición humana desde el punto de vista de nuestros más recientes temores y experiencias. Evidentemente, esto es materia del pensamiento, y la falta de pensamiento —la temeridad imprudente, la desesperada confusión o la repetición complaciente de «verdades» que se han convertido en triviales y vacías— me parece una de las características más destacadas de nuestro tiempo.

HANNAH ARENDT

Desde que se publicó este libro, el interés en la obra de Hannah Arendt ha continuado creciendo, al tiempo que los recursos que permiten acceder a sus textos se han incrementado: la versión digitalizada de la totalidad de los Hannah Arendt Papers, depositados en Biblioteca del Congreso de Washington, se encuentra disponible en línea y en abierto; se siguen sucediendo las compilaciones de sus conferencias, notas y artículos —publicados con títulos escogidos póstumamente—, así como las reediciones de sus obras más conocidas; la edición crítica de las obras completas, en versión impresa y digital, que toma en consideración el carácter bilingüe de sus textos, está en marcha desde 2018. Por otra parte, se han multiplicado los estudios monográficos y los ensayos críticos sobre su pensamiento, y han aparecido además revistas y sitios web dedicados a los «estudios arendtianos». Entre las contribuciones recientes, algunas han abordado la obra de Arendt en el marco de nuevos campos de interrogación. Quienes trabajan desde los estudios decoloniales, o los Black studies en particular, a veces cuestionan con dureza su «eurocentrismo», pero a la vez valoran los pasajes dedicados a la emergencia del imperialismo moderno y a la dominación europea en África, donde Arendt señaló el nexo estructural entre el Estado-nación europeo y el racismo o el genocidio.

Publicada en el año 2007, la monografía Una herencia sin testamento: Hannah Arendt respondía a cuestiones urgentes en aquel momento. Fue uno de los frutos del trabajo de recuperación de la obra de las filósofas iniciado en 1990 por el Seminario Filosofia i Gènere de la Universidad de Barcelona y desarrollado en línea con el objetivo del feminismo de restablecer las mujeres en la historia. De hecho, en aquellos años noventa la teoría feminista fue una de las impulsoras del renovado interés por el pensamiento arendtiano: las lecturas en este marco significaron una notable aportación al pensamiento político del umbral del siglo XXI. Desde entonces el interés del feminismo por los «ejercicios de pensamiento» de Arendt no se ha apagado y, en las últimas décadas, algunas autoras han recurrido a ellos para cuestionar las nuevas «políticas de la identidad» y otras lo han hecho para repensar los nuevos feminismos.

Las páginas que siguen a este prólogo parten de la idea de que al aproximarse a la obra de Arendt es problemático o engañoso establecer una distinción nítida entre su pensamiento como filósofa y como teórica de la política. El papel central que Arendt otorgó en sus textos a la «comprensión» avala este convencimiento: lejos de conceder un peso prevalente a la vita contemplativa, colocando la acción y la política en una posición derivada, secundaria, sus reflexiones se despliegan atentas a la tensión no eliminable que existe entre teoría y praxis y se mueven en un equilibrio precario entre ambas.

*


Tanto el incendio del Reichstag como los sucesos que acontecieron a continuación produjeron un fuerte impacto en la joven Hannah Arendt, formada en la filosofía de la existencia y con una prometedora carrera académica ante sí; desde aquel momento, abandonó la idea de que «se pudiera ser una simple espectadora», se sintió responsable. Poco después, y tras un breve arresto, cruzó ilegalmente la frontera alemana y se convirtió en una refugiada apátrida hasta su llegada a Estados Unidos, donde en 1951 obtuvo su ciudadanía. En su pensamiento están trenzados de modo indesligable los trágicos sucesos por los que tuvo que atravesar y el paisaje que se le había abierto en sus estudios de filosofía con Heidegger o Jaspers.

El epitafio propuesto en 1977 para Hannah Arendt, «Vivió la vida teórica, el bios theoretikos», ofrece una pista importante sobre su figura y su pensamiento. Su autor, Sheldon Wolin, comentaba: «A pesar de breve, esta frase no es nada sencilla: vivir la vida teórica no consiste solo en buscar la verdad, sino en decirla, en contarla». De hecho, cabe afirmar que, en cuanto teórica, Arendt fue una truth-teller. Para ella, la verdad no era un arma, sino una práctica de mundo: una práctica de decir lo ocurrido, de decir lo que es y que podría haber sido de otro modo.

Las experiencias del siglo XX habían evidenciado la ruina irreversible de las categorías de pensamiento y los parámetros de juicio de la tradición occidental, de modo que la emergencia de los regímenes totalitarios no solo supuso una crisis política, sino que conllevó también un problema de comprensión. En sus textos, Arendt presentaba la comprensión como una tarea interminable que nos acompaña a lo largo de la vida y que ayuda a evitar que el mundo se nos torne ajeno. Una de las características de esta actividad es que su único resultado es el significado, el sentido, que se origina en el propio proceso de vivir al tratar de reconciliarnos con lo que hacemos y sufrimos. De este modo, con el colapso de la tradición, la comprensión adquiría la función de anclarnos en el mundo, sin por esto retrasar el juicio ni oscurecer la evaluación del significado del acontecimiento.

La preocupación permanente por abordar cada problema en su realidad, en su especificidad, motivó la disposición de Arendt a reconsiderar las categorías usadas tradicionalmente y a distanciarse de la búsqueda de principios que permitieran juzgar y dar cuenta de cualquier experiencia. No anhelaba un modelo ideológico o alguna teoría definida de una vez por todas (a la que ir añadiendo complementos para que se sostenga); más bien partía de la apreciación de que el sentido de la realidad excede y trastorna constantemente todo intento de explicación concluyente.

Así que sus esfuerzos para dar cuenta de «la crisis de nuestro siglo» trataban de comprender los acontecimientos sin proveerse previamente de recursos y categorías que no se dejaran cuestionar por el conjunto de sucesos y experiencias; suponían hacerse cargo de la resistencia que la realidad opone a las herramientas que acostumbramos a utilizar para interpretarla. Es posible que esta sea la razón de que en sus secuencias de pensamiento se den giros paradójicos, revisiones, repeticiones y reinicios.

Convencida de la pérdida irreversible del hilo de la tradición, Arendt vinculó responsabilidad e inteligibilidad. Consideraba que los gestos a favor del mundo tienen que ver tanto con la acción como con la comprensión, es decir, con las tentativas de «decir lo que es», de «contar la verdad».

Sus escritos no constituyen un gesto de nostalgia, sino que se mueven desde la pérdida hasta un intento de diagnóstico del propio tiempo. Así, por ejemplo, en el caso del estudio de los hechos del totalitarismo, su objetivo no era solo comprender un momento pasado, sino mostrarlo en relación con los problemas del presente; de ahí que rechazara cualquier apelación a una única clave para interpretar la historia o a una concepción continuista de los hechos históricos. Consciente de que toda aproximación historiográfica ha significado siempre y necesariamente la salvación y, a menudo, la justificación de lo acontecido, Arendt consideró que, si bien no se puede eliminar la causalidad en el relato de una historia, quizás es posible relatar lo ocurrido de modo tal que la causalidad misma se muestre contingente. En este sentido cabe entender su inspiradora afirmación según la cual el acontecimiento ilumina su propio pasado y jamás puede ser deducido de él. En la misma dirección apunta su hipótesis del carácter «sin precedentes» de la emergencia de los totalitarismos, a pesar de haber dedicado páginas al análisis del antisemitismo, el imperialismo y el racismo de la Europa del siglo XIX que «cristalizaron» en el totalitarismo. Con ello sugería que los regímenes totalitarios habían sido posibles gracias a una coincidencia de estos elementos que no estaban necesaria o causalmente conectados, aunque su intersección no fuera simplemente azarosa.

Para Arendt, trabajar, rastrear y profundizar en lo que una vez fue, en la historia pasada, constituyó también una manera de encarar la pérdida de la tradición en el siglo XX. Se dedicó a examinar a fondo los vestigios y fragmentos de la libertad política que había sido destruida por los regímenes totalitarios, así como a recuperar los remanentes que fueron descartados, arrinconados, vencidos o perdidos en la progresión del tiempo. De modo parecido a Walter Benjamin o Sigfried Kracauer, su atención hacia el pasado se centró en las potencialidades cuando aún no se habían visto sometidas al acto inexorable. Así, en particular, leyó el «tesoro perdido de la tradición revolucionaria» o la derrota de la revolución húngara de 1956 como testimonios que ayudan a recordar que en los márgenes de la tradición hegemónica han existido y todavía existen capacidades o posibilidades políticas que se sustraen al orden del dominio. Parecía apuntar que una memorable serie de fracasos es mejor que ningún recuerdo. Apostó por salvar lo que puede ser elogiado y cultivar lo que todavía tenemos a mano...



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