E-Book, Spanisch, 176 Seiten
Reihe: Concilium
Bingemer / Lefebvre / Scatena La renovación de la Iglesia por los jóvenes
1. Auflage 2015
ISBN: 978-84-9073-142-0
Verlag: Editorial Verbo Divino
Format: EPUB
Kopierschutz: Adobe DRM (»Systemvoraussetzungen)
Concilium 360
E-Book, Spanisch, 176 Seiten
Reihe: Concilium
ISBN: 978-84-9073-142-0
Verlag: Editorial Verbo Divino
Format: EPUB
Kopierschutz: Adobe DRM (»Systemvoraussetzungen)
Este número de Concilium se inicia con una buena noticia sobre los jóvenes adultos: tienen voz y hablan enérgicamente. Junto a teólogos más experimentados, este número da la voz también a estudiosos y teólogos jóvenes. En los diferentes artículos se nos muestra cómo hacen teología los jóvenes, cómo ven su lugar en la escena global, sobre todo en la Iglesia, cómo ven el futuro, cuáles son sus desafíos con respecto a la sexualidad y la familia, la fe y la pertenencia católica en una sociedad pluralista.
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Solange Lefebvre *
JUVENTUD Y FE CRISTIANA
¿Hacia una dinámica de coeducación intergeneracional en la Iglesia católica?
En este artículo retornamos brevemente a la gran obra de Agustín las Confesiones para comprobar cómo la juventud fue en numerosos aspectos igual que en la actualidad. Es importante recordarlo puesto que numerosos escritos la circunscriben al nacimiento de la modernidad. Le sigue una sección dedicada al estudio de los grandes hitos de la reflexión sobre la juventud, y, finalmente, abordamos las grandes cuestiones contemporáneas sobre esta temática relacionándolas con los desafíos del Sínodo sobre la familia y de la vida de la Iglesia1. Es necesario integrar más a los jóvenes adultos en las grandes reflexiones de la Iglesia católica. I. San Agustín, un contemporáneo…
Recientemente han aparecido nuevos rasgos de la juventud, pero un buen número de ellos son muy antiguos. Al contrario de lo que encontramos escrito en ciertas obras especializadas sobre la adolescencia o la juventud, estas categorías no son invenciones modernas o resultado de grandes cambios sociológicos. Podemos poner como testigo a un personaje famoso de la historia del pensamiento, a san Agustín. A menudo me divierto citando las Confesiones en encuentros de sociólogos y psicólogos de la juventud: Les digo, por ejemplo, «¿sabéis de quién es la siguiente afirmación “no percibíamos ninguna certeza a la que abrazarnos” (VI, 10, 17)»2. Ante unos oyentes perplejos les suelto con cierto gusto malévolo: «Es de san Agustín, en el siglo IV de nuestra era». De golpe se encuentran con el hecho de que la incertidumbre, asociada a menudo a la modernidad, desde sus comienzos hasta nuestros días, es también, sin duda, una experiencia antigua. Curiosamente, los estudios agustinianos no han reflexionado mucho sobre las etapas de la vida de Agustín, expuestas en la célebre obra de las Confesiones. En esta encontramos claramente descritas las fases de la primera infancia, la infancia adulta, la adolescencia y la juventud, sin demasiadas diferencias con los itinerarios contemporáneos. Perteneciente a una clase acomodada, el joven norteafricano recorrió, en efecto, un itinerario jalonado por el estudio y la diversión hasta los veinte años. Pensemos en el meticuloso examen de conciencia adolescente que hace con respecto al episodio del robo de las peras cuando se encontraba influido por sus amigos traviesos. Confiesa que su único gusto «era cometer un acto prohibido» (II, 4, 9), y sobre todo hacerlo con sus amigos y cómplices (II, 8, 16): «Era como una risa que bullía en el corazón y nacía de ver que engañábamos a quienes no sospechaban de nosotros tales cosas […]. ¡Oh amistad enemiga y engañosa, fascinación inexplicable del alma! Por una risa o un simple juego me alegraba hacer el mal y estaba ansioso de dañar a otros. Y ello sin pensar en mi provecho ni ánimo de venganza. Basta con que diga: “Ea, vamos, hagamos esto”, para que uno se avergüence de no ser desvergonzado» (II, 9, 17). El relato se encuentra lleno de referencias a una sexualidad efervescente, pasando de una mujer a otra hasta que llega a vivir con una de ellas en concubinato durante un tiempo y a la que, muy a su pesar, tendrá que abandonar para contraer un matrimonio «concertado» con una chica más joven. Pensemos también en el relato sobre sus primeros pasos como profesor de retórica, cuando se queja de los estudiantes que «entran violenta y desvergonzadamente en las aulas, y casi con un furioso descaro perturban el orden que cada maestro tiene establecido para el aprovechamiento de sus discípulos. Cometen con increíble insolencia muchos agravios e injurias» (V, 8, 14). En fin, debemos a Agustín páginas sublimes sobre la amistad, y, quizá, se olvida que su célebre dicho —«Yo me había convertido para mí mismo en un gran problema (o una cuestión) ante Dios»— se escribió no solamente al principio sino también más adelante en su obra, en relación con la muerte cruel sufrida por su mejor amigo al comenzar la veintena (IV, 4, 9). En la Antigüedad se sentía ya la experiencia difícil del pluralismo religioso. Por ejemplo, Agustín explora un nuevo movimiento religioso, fundado por Mani, de donde procede el nombre maniqueísmo, se apasiona después por la astrología, y, decepcionado por estas búsquedas, confiesa entonces su sentimiento agudo y doloroso de incertidumbre. Tras varios intentos y decepciones, se da cuenta de que la búsqueda de la verdad coincide con la búsqueda de sí mismo: «Pero yo me había alejado de mí mismo. No podía encontrarme, ¿cómo podía encontrarte a ti [Dios]?» (V, 2). Desengañado de los varios caminos que había intentando tomar, Agustín termina diciendo que es más sabio «dudar de todo y que el ser humano no es capaz de verdad alguna» (V, 10), como piensan algunas escuelas filosóficas de su tiempo. Se dedica a poner todo en duda, «fluctuando entre todas las incertidumbres» (V, 14). Con treinta años, admite con angustia que la búsqueda de la sabiduría que persigue desde los diecinueve años no ha llegado a un resultado. Mientras que se carcome dudando de todo, conoce a un hombre que tendrá una influencia decisiva sobre él. Se trata de Ambrosio, el obispo católico de Milán. Le parece un hombre extraordinario: «Solo me parecía reprobable su celibato». Al término de las discusiones, de las sesiones de enseñanza y de las observaciones pertinentes de este personaje auténtico, inteligente y humilde, y después de reflexionar personalmente, solo o con sus mejores amigos, Agustín se convierte al cristianismo. Algunos pasajes de la Biblia le conmueven de forma especial: «En un instante se disiparon todas las tinieblas de mis dudas, como si una luz de seguridad se hubiera apoderado de mi corazón» (VIII, 12). Este relato del siglo IV refleja todas las grandes características de la adolescencia y de la juventud actual: curiosidad y vehemencia sexual, imaginación efervescente y simbólica, amistades apasionadas y decisivas, indisciplina y esfuerzos por avanzar, lecturas significativas (un texto de Cicerón leído a los diecinueve años le lanza a la búsqueda de la sabiduría), búsqueda de modelos y de maestros, de ideales y de logros, experimentación de los sentidos e investigación por encontrar la verdad. Agustín plantea también un problema crucial para algunos jóvenes: la intensidad de la búsqueda puede conducir a su contrario, al sentimiento de vacío. Agustín experimenta dolorosamente la dispersión interior y para huir de ella se embarca en mil cosas que parecen satisfacerle por un tiempo (véase en este número el artículo de Jennifer Beste). Encontrará el sosiego de sus desgarros interiores en una conversión religiosa unificadora y pacificadora, que no se le impone, sino a la que llega después de numerosos intentos experimentando con diversas doctrinas y creencias. En suma, Agustín nos recuerda que algunos rasgos de la juventud constituyen una condición humana fundamental, aun cuando en la Antigüedad se entablara una relación muy diferente con respecto a lo religioso. II. Los rasgos actuales
Actualmente, como siempre, nos encontramos con la misma paradoja: la juventud constituye un modelo a causa de su energía biológica máxima y de su vitalidad corporal. En nuestra época vemos incrementarse su influencia en las generaciones con más edad, en el estilo de vestir, en los modelos de belleza y en numerosas tendencias socioculturales originadas por las nuevas tecnologías. Pero también continúa siendo una etapa de la vida acosada por tormentos y errores, por fragilidades y riesgos: «En ninguna otra fase del ciclo de la vida se encuentran tan estrechamente vinculadas la promesa de encontrarse y la amenaza de perderse»3. Es la edad soñada de un cuerpo sano y de un futuro siempre abierto (de ahí el deseo universal de continuar siendo jóvenes), pero también es la edad de las oscuridades interiores de las que los «adultos» dicen a menudo sentirse felices de haber escapado. Pero también en la edad adulta las pistas se confunden, y numerosos adultos, llamados adolescentes, rechazan en totalidad o en parte las responsabilidades propias de su edad. Más allá de todo este juego de lenguaje y de estas reflexiones cautelosas y titubeantes sobre la juventud, encontramos perspectivas filosóficas y espirituales que contribuyen, no obstante, a clarificar el sentido de las fases de la vida. Todas las tienen en cuenta con más o menos éxito y todas reflexionan sobre ellas de un modo u otro, lo cual explica la abundancia de proverbios y reflexiones sobre el ciclo de la vida. El siglo XX ha conocido un desarrollo prodigioso del interés y del conocimiento sobre los jóvenes. Recordemos los principales: debido al alargamiento de la vida y del período de aprendizaje, la juventud se ha dividido en dos grandes períodos diferentes, la adolescencia y la juventud. Ya encontramos este fenómeno en el caso de Agustín, pero tengamos en cuenta que él pertenecía a una clase de ciudadanos acomodados y destinados a ocupar funciones públicas importantes, por lo cual tuvo una adolescencia y una juventud dedicadas a la formación, pero no era este el caso de la mayoría de sus contemporáneos. La juventud recibe varios nombres según las perspectivas que se adopten: adultos emergentes, jóvenes adultos, posadolescentes, etc. Cada período se ve por añadidura dividido en subcategorías según las diversas fases de edad, las características sociológicas (clases sociales, actividades y aspectos...