E-Book, Spanisch, 560 Seiten
Reihe: Ágora
Bernabé Ubieta / Gil Arbiol Reimaginando los orígenes del cristianismo
1. Auflage 2011
ISBN: 978-84-7151-600-8
Verlag: Editorial Verbo Divino
Format: EPUB
Kopierschutz: Adobe DRM (»Systemvoraussetzungen)
Relevancia social y eclesial de los estudios sobre orígenes del cristianismo
E-Book, Spanisch, 560 Seiten
Reihe: Ágora
ISBN: 978-84-7151-600-8
Verlag: Editorial Verbo Divino
Format: EPUB
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En un momento, como el actual, de replanteamiento de las raíces, de exageración de los nacionalismos, de secularización galopante, de fundamentalismos, de intolerancia religiosa... la vuelta a los orígenes del cristianismo no es inocua. Puede descubrir intereses de poder, manipulaciones de sentido, transformaciones de significados, alteraciones de las jerarquías de valores, asimilaciones desleales, etc. Sin embargo, también manifiesta entregas encomiables, sacrificios testimoniales, plenitudes de sentido, fidelidades admirables, proezas emocionantes, etc. Todo ello forma parte de la acción de Dios en esta historia nuestra; la vuelta a los orígenes del cristianismo quiere, ante todo, volver a descubrir esa obra de Dios entonces y ahora.
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Introducción 1. El interés por los orígenes del cristianismo Probablemente nunca se ha dejado de mirar a “los orígenes”, sean éstos cualesquiera que sean. El inicio de la literatura tiene que ver, sin duda, con la mirada al pasado; pero no sólo. Cuando Homero y Hesíodo compusieron (contando, sin duda, con tradiciones orales) sus magnas obras, miraron a “los orígenes” con el fin de comprenderlos y, así, ofrecer respuestas a los interrogantes de la nueva era clásica y legitimar la pujante nueva élite que estaba surgiendo: los señores de la guerra. Cuando los anónimos autores de las épicas leyendas mesopotámicas narran los acontecimientos de “los orígenes”, lo hacen para justificar el predominio de una ciudad sobre otra, de un pueblo sobre otro, y mantener el statu quo que subordinaba a unos bajo otros. Cuando el pueblo de Israel mira a “los orígenes”, no sólo está transmitiendo unas tradiciones culturales y religiosas; está también explicándose el mundo y la persona, el fracaso y el exilio. El relato de la creación del libro del Génesis (capítulo 1) ofrece respuestas al porqué del silencio de Dios, de su aparente ausencia, al sinsentido del hombre: entonces, la creación es comprendida como lugar de la presencia de Dios, y la persona (varón y mujer) como su imagen. Este capítulo primero del Génesis se anticipa así a aquel que presenta la creación del hombre y la mujer como subordinación de la segunda al primero (capítulo 2), fruto de intereses diferentes. Dos miradas a “los orígenes”; dos relatos; diferentes respuestas a los mismos interrogantes; diversas construcciones que sirven a intereses discordantes; todos (re)imaginando “los orígenes”. Imaginar “los orígenes” no quiere decir inventarlos, sino prolongar sus efectos creativos en el presente. Es lo que ha hecho cada pueblo en el transcurso de su configuración como tal: aquellos orígenes imaginados le ofrecían las claves de su identidad actual, cómo habían llegado a ser lo que son, por qué debía estar cada cosa en su lugar, etc. Esto significa que, al menos en parte, “los orígenes” son una elección. Quienes imaginan “los orígenes”, primero eligen aquellos hechos del pasado que tienen algún sentido particular, y los recrean con su narración; de este modo, la elección de “los orígenes” y su narración constituyen dos puntos esenciales de esta tarea que no es individual, sino colectiva, porque se elabora a lo largo de generaciones imaginando y reimaginando. Imaginar “los orígenes” es lo que hicieron Homero y Hesíodo, y tantos autores anónimos de las magníficas obras literarias que han sostenido la historia de la humanidad[1]. Con sus obras construyeron un mundo de referencias simbólicas que ha resistido durante mucho tiempo el devenir del hombre, que ha dado respuesta a sus interrogantes, a los nuevos retos del desarrollo... Aquellos grandes mitos sirvieron entonces a los intereses de un determinado momento; pero, desde su creación, fueron objeto de innumerables lecturas, relecturas, interpretaciones y recomposiciones. Probablemente nunca dejaron de reinterpretarse. Cada una de estas relecturas reimaginaba de nuevo “los orígenes” en un continuo proceso de elección y narración. a) La memoria de los orígenes del cristianismo Este desarrollo es el que, de otro modo, han descrito algunos autores como formación de la “memoria colectiva”[2], una de cuyas funciones más importantes es la creación y el mantenimiento de la identidad (individual y colectiva). Así, la mirada a “los orígenes” parece buscar a lo largo de la historia los fundamentos de la identidad. Esto explica la importancia de la elección de “los orígenes”: depende en qué punto de la historia, en qué lugar del planeta y con qué agentes implicados, los orígenes pueden devenir en una identidad o en otra, formando diferentes memorias colectivas. No en vano, las mayores crisis históricas y de identidad tienen una batalla en el control de la memoria colectiva. Quienes tienen la capacidad de controlar (modificar, reformular, orientar, definir...) la memoria colectiva son quienes mayor control social tienen en una cultura, y la clave de bóveda es el control de “los orígenes”. Quien logre, en una situación de crisis, definir con mayor éxito social qué punto de la historia, qué lugar geográfico, qué circunstancias religiosas, culturales, políticas y económicas, y qué actores constituyeron “los orígenes” tendrá ganada una de las más importantes batallas por el control de la identidad. Será capaz de ofrecer respuestas claras y convincentes a las preguntas más importantes: ¿quiénes/qué somos?, ¿de dónde venimos?, ¿a dónde vamos? Si esto es así, reimaginar los orígenes parece una tarea sólo secundariamente referida al pasado. En este contexto, los orígenes del cristianismo han sido (y siguen siendo) campo de batalla. A nadie se le escapa que “los orígenes del cristianismo” son un punto de partida de excepcional importancia en la historia de la humanidad: ahí comenzó una tradición que ha marcado para siempre las trayectorias de la mayoría de las culturas que hoy existen y que, acaso, debaten sus posibilidades de futuro. Las polémicas por la inclusión o no en la Constitución europea de la referencia al cristianismo reflejan una pequeña parte del conflicto de identidad que supone decir de dónde venimos. Estos debates sobre la importancia y el valor de “los orígenes del cristianismo” no cambian, evidentemente, el pasado, la historia; lo que buscan es reimaginarla, es decir, reevaluar la importancia de unos hechos sobre otros, determinar dónde está el origen de Europa o de cualquier pueblo. Mencionar, por ejemplo, la Revolución francesa como acontecimiento clave para identificar los valores de la Europa del futuro supone, también, silenciar otros momentos de la historia de Europa que revelan otros valores. El encendido debate en España por la “memoria histórica” no es sino otro ejemplo; el modo como se narran los acontecimientos del pasado, especialmente aquellos que han sido causa de profundas crisis y heridas sociales, determina totalmente el efecto que tiene en el presente; quiénes son las víctimas y por qué; qué valores defendían unos y otros, y cómo los legitimaban; cómo llevaron a cabo su proyecto y qué consecuencias tuvo, etc. Así, por ejemplo, la Guerra Civil española fue una batalla bélica que dejó millones de víctimas; un bando venció al otro. Sin embargo, la interpretación que se hace ahora de ella es otra batalla en la que se puede presentar como vencedores, precisamente, a los vencidos, gracias a la fuerza constructiva que tiene la narración del pasado al reimaginar los acontecimientos. Todo ello es parte de una batalla por la identidad del europeo o español del presente y del futuro; una batalla entre otras muchas en la que se decide cómo quiere una sociedad mostrarse a sí misma y a los demás, qué quiere ser. Del mismo modo, en un mundo cada vez más globalizado, pero también más preocupado por la identidad (nacionalismos y fundamentalismos), los orígenes del cristianismo están en el ojo del huracán de muchos debates actuales sobre la construcción de la identidad. Es más difícil negar la influencia de los orígenes del cristianismo que reconducirla y reorientarla para transformarla. Esto explica, por ejemplo, la avalancha de obras (muchas sensacionalistas) que pretenden precisamente esto: reimaginar los orígenes del cristianismo. Veamos un ejemplo. En la memoria colectiva, la figura de Judas es la del traidor por antonomasia; así aparece definido en el Diccionario de la Real Academia de la Lengua: “Hombre alevoso, traidor”. El hallazgo de un documento largamente ocultado por la ignorancia, el Evangelio de Judas, ha permitido a algunos arribistas plantear nuevas posibilidades de interpretación a los acontecimientos del pasado: no se niega la muerte de Jesús de Nazaret ni la importante función de Judas en ella, sino que se interpreta de otro modo radicalmente diferente, haciendo que la memoria colectiva pueda transformarse. Judas no sería ya el traidor por antonomasia, sino el más cercano colaborador de Jesús y el único en quien confió para encomendarle tamaña tarea. No importa que el carácter gnóstico del documento impida sacar esas consecuencias, porque lo verdaderamente importante es reimaginar los orígenes del cristianismo y, así, ofrecer una visión creíble, alternativa a la hegemonía de las visiones eclesiásticas, y, consecuentemente, desproveerlas de la autoridad que han tenido hasta entonces. Algo similar ocurre en el caso de la figura de María Magdalena. Su papel tradicionalmente secundario en los orígenes del cristianismo ha sido puesto en duda en muchas ocasiones, pero nunca con tanto éxito social como en la novela El Código da Vinci, de Dan Brown. En este caso, la ficción de la reconstrucción viene acompañada de la relación sentimental con Jesús, del nacimiento de una hija y una intriga eclesiástica muy del gusto de hoy. Su éxito ha dependido no de su veracidad, sino de su plausibilidad y, acaso, credibilidad. El autor de la novela ha explotado una interpretación de algunos textos primitivos y de muchos investigadores que consideran el papel de María Magdalena y el de otras mujeres mucho más esencial en los orígenes del cristianismo. Sin embargo, a partir de ahí, ha pretendido desautorizar las versiones tradicionales y...