E-Book, Spanisch, 200 Seiten
Batthyány / Lukas El mundo no es perfecto, pero podemos mejorarlo
1. Auflage 2024
ISBN: 978-84-254-5090-7
Verlag: Herder Editorial
Format: EPUB
Kopierschutz: 0 - No protection
E-Book, Spanisch, 200 Seiten
ISBN: 978-84-254-5090-7
Verlag: Herder Editorial
Format: EPUB
Kopierschutz: 0 - No protection
Alexander Batthyány y Elisabeth Lukas conversan sobre los desafíos psicológicos y sociales de nuestros días, y responden a estas preguntas desde la perspectiva de la logoterapia de Viktor Frankl y los descubrimientos psicológicos actuales.
¿Cómo mantenerse mentalmente sano en las fases difíciles de la vida? ¿Cómo podemos abordar adecuadamente las nuevas tecnologías y la inteligencia artificial? ¿Cómo proteger y mejorar la salud mental en tiempos de crisis, aportando además efectos positivos y sanadores para la sociedad?
Alexander Batthyány y Elisabeth Lukas responden a estos desafíos psicológicos y sociales desde la teoría de la logoterapia desarrollada por Viktor Frankl y a la luz de los descubrimientos psicológicos actuales. En tiempos de zozobra, la confianza en nuestra capacidad de resiliencia, la búsqueda del sentido de la vida en las cosas diarias y la motivación que el hallazgo de sentido nos infunde son grandes ayudas para afrontar los retos cotidianos. Este libro, que recoge conversaciones entre los dos psiquiatras, brinda apoyo psicológico concreto y eficaz, invitándonos a valorar las pequeñas cosas cotidianas y a descubrir en ellas el sentido de la vida.
Alexander Batthyány (1971) Es director del Instituto Viktor Frankl de Viena. Imparte clases de Fundamentos teóricos de la ciencia cognitiva en la Universidad de Viena, y de Logoterapia y Análisis existencial en el Hospital Psiquiátrico Universitario de esta misma universidad. Es titular de la Cátedra Viktor Frankl de Filosofía y Psicología en Liechtenstein y, desde 2011, es profesor visitante de Psicología existencial en Moscú. Autor y editor de numerosas publicaciones especializadas, que han sido traducidas a más de diez idiomas, ofrece conferencias y clases como profesor invitado dentro y fuera de Austria. Actualmente vive en Viena.
Weitere Infos & Material
1. El arte de encarar los retos
del presente
Batthyány: En el último libro que publicamos juntos tratamos de hacer una especie de «balance» de la logoterapia y del análisis existencial, definiendo muchos y amplios campos temáticos.1 ¡Pero cuánto ha sucedido desde entonces, en el breve plazo de apenas tres años! ¡Cuánto y con qué rapidez se ha tambaleado el mundo que nos rodea! Una pandemia que a nivel mundial ha causado millones de muertes y ha dejado numerosos enfermos crónicos de COVID persistente, y una guerra a las puertas de Europa, con millones de refugiados, familias destrozadas y padres que han perdido a sus hijos. Al mismo tiempo, los meteorólogos constatan cambios climáticos que en ocasiones son drásticos: el cambio climático es ahora visible y constatable, y ya no solo en registros climáticos a largo plazo, sino a veces incluso en el tiempo que hace cada día. Sobre nada de esto llegamos a hablar en nuestro último libro. Estábamos corrigiendo las galeradas cuando de pronto se declaró la pandemia, cuyas consecuencias eran todavía imprevisibles (como habría de suceder luego con la guerra en Ucrania). Pero es posible que todo lo que por aquel entonces todavía se estaba gestando proyectara ya su sombra hacia el futuro, y quizá algo de lo que luego habría de sobrevenirnos estuviera por entonces ya en el aire. De hecho, al hojear hoy nuestro último libro, me doy cuenta de cuánto hablábamos en él sobre situaciones humanas liminares y sobre la tríada trágica de sufrimiento, culpa y muerte en los contextos más diversos (que en aquel momento no se nos antojaban tan inmediatos), a pesar de que nosotros dos, como digo, no podíamos saber con qué rapidez y radicalidad habrían de cambiar las circunstancias y las condiciones vitales de tantas personas. Por ejemplo, ya el primer capítulo de nuestro libro trataba sobre la cuestión de la felicidad y el agradecimiento, y sobre los problemas y peligros inherentes a una conducta consumista y a esa actitud de andar siempre exigiendo: a una mentalidad así le parece que el bien que experimentamos es algo obvio, y por tanto, en realidad, ya ni siquiera lo percibe como tal. En consecuencia, tal mentalidad se desinteresa del posible sufrimiento propio o del sufrimiento real de los demás y ya no les presta atención. Enlazando con ello, y para hablar desde la perspectiva de mi generación, nosotros hemos crecido en una situación de bienestar y de seguridad sociales que no han tenido parangón en la historia. Cuando mi generación alcanzó la mayoría de edad política, la Guerra Fría y la amenaza nuclear de ambos bloques ya solo se veía por el retrovisor, como una reliquia de tiempos pasados. La caída del Telón de Acero, además de propiciar un enorme auge económico (al menos en Occidente), al que luego se sumaría la revolución digital, nos transmitió a nuestra generación la sensación de que en adelante todo sería siempre mejor. Muchos de nosotros creíamos en el crecimiento, incluso en un crecimiento prácticamente ilimitado. Y, sin embargo, personas con visión de futuro y con perspicacia social, psicológica o filosófica (como por ejemplo Viktor Frankl) nos insistían en que hiciéramos una valoración realista de nuestra situación, por ejemplo, en vista de las catástrofes medioambientales que ya empezaban a presagiarse, de las diferencias entre el norte y el sur, del hambre en el mundo o, más sencillamente, en vista de la estructura fundamental de la conditio humana. El mundo no es perfecto
Hasta ahora, solo en ocasiones concretas nos habíamos visto sacudidos por acontecimientos y catástrofes extraordinarios, como los atentados del 11 de septiembre de 2001 o los atentados de Niza, París o Berlín. Pero ahora la señal es inequívoca. Ahora, la historia nos ha hecho escarmentar en muy poco tiempo. Entre otras cosas, nos ha enseñado un nuevo realismo, que es justamente aquel realismo en el que siempre se basó el «optimismo trágico» de Frankl, al que también aludía usted al comienzo, profesora Lukas: ver y tomar el mundo como lo que realmente es, sin omitir sus aspectos dolorosos; y al mismo tiempo, no renunciar al optimismo de que «el mundo no es perfecto, pero podemos mejorarlo», y de que en nuestro idealismo persiste la esperanza de que somos nosotros quienes podemos contribuir, al menos un poco, a la sanación de un mundo dañado, tanto a pequeña como a gran escala. Por eso decidimos dedicar este libro especialmente a estos asuntos, o por decirlo más concretamente, decidimos seguir con el tema de las crisis y las necesidades de nuestra época, y mirar qué es lo que la psicología, la filosofía, la psicoterapia y, sobre todo, la logoterapia y el análisis existencial nos pueden aportar para entender mejor estas necesidades y para afrontarlas adecuadamente. Es posible que, en este punto, alguno se pregunte por qué justamente las sugerencias que nos da la logoterapia pueden ser ahora tan relevantes y útiles. Usted, estimada profesora Lukas, lo ha explicado en su texto introductorio. Aquí se podrían aducir además una gran cantidad de estudios empíricos y clínicos que demuestran que la logoterapia es muy eficaz ante formas muy distintas de sufrimientos fatídicos o de circunstancias adversas y fases vitales difíciles.2 El «abogado del hombre sufriente»
Pero prefiero completar sus palabras introductorias con una pequeña anécdota. Ya de estudiante tuve la enorme suerte de poder colaborar en los trabajos relacionados con la revisión del legado privado de Frankl. Como ese legado se guarda en la vivienda familiar del matrimonio Frankl, tuve que hacerles continuas visitas, y al final acabé entablando un trato de confianza con la familia Frankl. Ese trato pronto sería de amistad, sobre todo con la viuda, Eleonore Frankl. Pues bien, hay que saber que Eleonore Frankl acompañaba a su marido prácticamente en todos los viajes que él hacía para dar conferencias; que ella lo ayudaba a tramitar la extensísima correspondencia; y que participó directamente en el desarrollo y también en la difusión internacional de la logoterapia. Gracias a eso pudo estar muy al tanto de todo, y se dio cuenta de que la recepción de la logoterapia era muy variada en las distintas partes del mundo. Basándose en su experiencia personal, Eleonore Frankl opinaba que precisamente los países cuya historia reciente había estado marcada por la crisis, la pobreza, la guerra o por catástrofes naturales habían llegado a comprender la logoterapia de una forma incomparablemente más profunda que aquellos otros países cuyos problemas derivaban sobre todo del bienestar. Durante aquellas conversaciones, yo mencionaba a veces que también las neurosis propias de situaciones de bienestar, el cinismo, la indiferencia, el aburrimiento, la hipersensibilidad, la impasibilidad y una especie de apresamiento en una pulsión consumista pueden ser las caras externas de una profunda desesperación interior. Eleonore Frankl me respondía que quizá eso fuera cierto, pero que ahora tratara yo de imaginarme qué sucedería si a todo ese barullo sentimental y a toda esa desesperación interior se les sumaran encima otras crisis mayores, como la pobreza, la guerra o las catástrofes naturales. Esta es precisamente la situación en la que hoy nos encontramos. Ya he aludido a ello: en los últimos tres años han sucedido muchas cosas, y todo lo sucedido ha hecho que salgan también a la luz otras fisuras de la época actual. Por ejemplo, la desigualdad con la que globalmente —o incluso ya solo dentro de los países ricos— se reparten recursos tales como la educación, el espacio para vivir o el acceso a una atención sanitaria adecuada y a la información. Para decirlo en pocas palabras: en los años veinte de este siglo, el sufrimiento humano se ha vuelto de pronto mucho más visible, y junto con él también han salido más a la luz los aspectos sombríos de nuestra despreocupación. Con todo esto, también resalta de forma distinta y en toda su relevancia una parte de la obra de Viktor Frankl que a veces parecía perderse de vista o a la que, al menos, parece que no se le había dado demasiada importancia en las discusiones contemporáneas sobre la logoterapia. Por ejemplo, se ha dicho a veces que Frankl tenía una imagen del mundo y del hombre que era expresamente «positiva». Sin embargo, al mismo tiempo, no siempre se ha reparado lo bastante en la frecuencia con la que Frankl hablaba del sufrimiento, de la «tríada trágica» de sufrimiento, culpa y muerte, y decía que es necesaria la capacidad de sufrir; o en la frecuencia con la que hablaba de la pregunta por el sentido y del hallazgo de sentido a pesar del sufrimiento, o incluso justamente en él. En la bibliografía científica aún más antigua, Frankl fue denominado a veces un «abogado del hombre sufriente». Eso se refleja también en sus situaciones biográficas y en las circunstancias históricas de su obra: buena parte de la logoterapia surgió en tiempos que a nosotros hoy nos resultarían inconcebiblemente duros, en épocas de mucho paro y de tremenda pobreza en la Viena de entreguerras, en días de creciente antisemitismo, de inseguridad y, especialmente, de un nacionalsocialismo que ya empezaba a propagarse por Austria, por no hablar de los sufrimientos que habrían de venir luego. Quizá esto explica también por qué Eleonore Frankl decía que para entender realmente a fondo la obra de Viktor Frankl sería necesario, o al menos serviría de mucha ayuda, conocer por propia experiencia la vulnerabilidad y la realidad del sufrimiento, haberlas experimentado por sí mismo. Al fin y al cabo, la obra de Frankl se basa en...