Balbi / Boggiani / Dolce | Adolescentes violentos | E-Book | sack.de
E-Book

E-Book, Spanisch, 192 Seiten

Reihe: Problem Solving

Balbi / Boggiani / Dolce Adolescentes violentos

Con los otros, con ellos mismos
1. Auflage 2013
ISBN: 978-84-254-2919-4
Verlag: Herder Editorial
Format: EPUB
Kopierschutz: 0 - No protection

Con los otros, con ellos mismos

E-Book, Spanisch, 192 Seiten

Reihe: Problem Solving

ISBN: 978-84-254-2919-4
Verlag: Herder Editorial
Format: EPUB
Kopierschutz: 0 - No protection



Un libro indispensable para todos los que están en contacto con el mundo juvenil: padres, profesores, educadores y psicoterapeutas. El oficio de los jóvenes consiste en rechazar el mundo y la cultura de los adultos. La moderna terapia familiar nos enseña que no hay que interpretar la violencia como algo absurdo y malo en sí mismo: la rabia y la agresividad son vehículos con que los adolescentes tratan de comunicarse con nosotros, de decirnos alguna cosa. ¿Qué malestar se esconde tras estos comportamientos y cuándo se convierte en patología? ¿Existe alguna forma de afrontar con éxito las explosiones de violencia de un adolescente contra los otros o contra sí mismo, tanto en la familia como en la escuela? ¿Qué peso tiene el malestar multicultural en los hijos de familias inmigrantes? Este libro explica cómo la terapia breve estratégica puede resultar eficaz en el tratamiento de esos problemas. Los autores no se limitan a un árido tratamiento teórico del tema, sino que ofrecen al lector un observatorio privilegiado, una forma de penetrar en la práctica clínica concreta a través de la discusión de casos y la transcripción de sesiones terapéuticas.

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1. El adolescente violento


Elena Boggiani

Entre los males del hombre de hoy destaca la sistemática elevación de la violencia a la categoría de método privilegiado para la solución de los problemas.

Giovanni Reale

«Pelea entre chicas acosadoras por una mirada. Expedición punitiva a la salida del colegio, una chica de 14 años en el hospital»; «La emprende a golpes con la profesora pero el director le perdona: “No es un acosador”»; «Niño de 11 años armado con un cuchillo amenaza e insulta a un compañero musulmán»; «Suicidio de un adolescente: un drama social»; «La banda de Ischia, los menores niegan»; «“Emo”, el nuevo fenómeno adolescente».

Son solo unos pocos ejemplos de titulares aparecidos en los periódicos italianos en 2009. Los protagonistas son adolescentes, a veces verdugos y a veces víctimas de sus compañeros, hijos de padres ausentes o demasiado presentes, impulsados por el aburrimiento o por arranques de violencia.

Cuando se habla de violencia, el sentido común exige que se hable de forma negativa, como algo aborrecible e improductivo tanto en su función como en sus efectos para quien la ejerce y para quien la sufre. La asonancia entre los dos términos —adolescencia y violencia— no se reduce solo a su «musicalidad» formal o lingüística: más a menudo de lo que desearíamos, adolescencia se convierte en sinónimo de violencia.

A comienzos del año 2009, las crónicas de sucesos italianas informan del caso de una chiquilla golpeada y humillada por dos compañeras, al salir de la escuela, ante la mirada de la «banda»; enésimo episodio de acoso escolar, en este caso en versión femenina. La víctima, alumna de un instituto, es agredida, al regresar de la escuela, ante la puerta de su casa por una excompañera de clase, tal vez por haber mostrado una inclinación excesiva por un chico. La chica arrastra a su víctima hasta un callejón, la tira al suelo y la ataca con patadas y bofetones. De nada sirven las peticiones de clemencia. A la primera se le añade otra «acosadora» que empeora las cosas, mientras otros filman el espectáculo. La intervención de los vecinos que acuden a las llamadas de auxilio interrumpe la reyerta. Antes de retirarse, una voz femenina advierte a gritos a la adolescente que pronto volverán a verse las caras. Asisten a la pelea al menos unos diez estudiantes que en ningún momento intervienen. Casi todos ríen y se burlan de la víctima. La muchacha es conducida al servicio de urgencias y el parte médico habla de cinco días de convalecencia.

Frente a hechos de este tipo y otros más asombrosos aún, normalmente uno se pregunta qué es lo que puede empujar a un joven, casi un niño, a actuar de este modo. La reacción que se produce automáticamente es de condena al adolescente, a la familia y al contexto social.

Sin embargo, sabemos muy bien que criminalizar resulta muy poco útil si lo que pretendemos es comprender correctamente el fenómeno, del mismo modo que es evidente que el adolescente, al ser mucho más fácilmente influenciable que un adulto, puede convertirse en un delincuente o en un buen chico según como haya sido la atención prestada a su desarrollo. En consecuencia, creemos que saber cómo un muchacho puede transformarse en un criminal es mucho más útil, no solo con una finalidad de recuperación y de cura, sino sobre todo de prevención.

En efecto, aunque es indiscutible que la violencia es siempre y en cualquier caso negativa en sus efectos, en sus propósitos y en su funcionamiento, la mayoría de las veces desempeña una función útil para quien la ejerce, tanto si la dirige contra los otros como si la dirige contra sí mismo.

Estamos pensando en el acosador, que se muestra violento con los otros para lograr ser confirmado socialmente como líder del grupo de sus compañeros, y muchas veces para superar otras dificultades. Pensamos en el adolescente violento con sus padres o con la familia en general, hecho bastante común en la realidad de muchos países, donde los padres son rehenes de la violencia de los hijos, la cual casi siempre es la solución intentada que se adopta para resolver la propia incapacidad de ser reconocidos en el mundo exterior. O bien cuando la violencia se dirige contra ellos mismos, en forma de autolesión o de rituales compulsivos con fines sedantes o placenteros. Por último, no son raros los casos en que la violencia se convierte en una afrenta a la integridad y a la intimidad de los otros, como le ocurrió a una chica del norte de Italia, fotografiada semidesnuda por los compañeros de clase y chantajeada luego con la amenaza de publicar las fotos si no accedía a satisfacer sus deseos sexuales, y por si no bastara con eso, forzada durante varios meses.

Identificar la función que el acto violento desempeña para quien lo practica es, pues, la clave de la solución del problema. Si no se adopta esta perspectiva resulta difícil entender el funcionamiento del problema, resolverlo y prevenirlo.

En las páginas que siguen analizaremos las distintas teorías que se han ocupado de la violencia adolescente, trataremos de definir qué es la adolescencia desde el punto de vista evolutivo y social, y procuraremos describir los distintos contextos en los que vive y crece el niño que se convierte en adolescente. Se analizarán también las aportaciones procedentes del panorama internacional de las terapias breves y sistémicas. En la segunda parte nos ocuparemos de la intervención, es decir, de cómo resolver situaciones aparentemente imposibles de manera eficaz y eficiente, mediante la aplicación de un modelo flexible y construido ad hoc para el tratamiento de los problemas que aparecen con más frecuencia en esta edad. Se ofrecerán al lector ejemplos de intervenciones muy concretas, en las que se han aplicado las técnicas del modelo de terapia breve estratégica evolucionada, elaborado por Giorgio Nardone y sus colaboradores. Tras más de quince años de investigación-intervención y partiendo de un modelo construido sobre la base de las soluciones que funcionan en la adolescencia y en los episodios de violencia vinculados a ella, Nardone y sus colegas han identificado las redundancias que con más frecuencia hacen posible que un niño se convierta, primero, en un adolescente y, luego, en un adulto violento consigo mismo y con los demás. Tras aplicar el modelo en miles de casos se han podido distinguir no solo algunos instrumentos cognoscitivos de la violencia adolescente, sino sobre todo operativos: a veces parecerán extravagantes y sorprendentes por ser contraintuitivos, pero demuestran cómo un esfuerzo aparentemente pequeño permite obtener grandes resultados en cuanto a prevención e intervención.

Las teorías


Son muchas las teorías que han propuesto una explicación de las dificultades que surgen hoy en día en la adolescencia. Trataremos de examinar los aspectos básicos de las teorías más conocidas, a fin de que el lector pueda adoptar una mirada crítica frente a los distintos enfoques disponibles. De vez en cuando ofreceremos material para la reflexión. Lo que proponemos es un breve resumen de los principales modelos que se basan en una lógica lineal de causa-efecto y en una teoría de la que hipotéticamente deberían derivar hechos o resultados; como escribía Hegel, «si los hechos no concuerdan con la teoría, peor para los hechos». Anticipamos, sin embargo, que desde nuestro punto de vista «la búsqueda de explicaciones causales tiene poco que ver con el desarrollo de las soluciones» (Nardone, 2008), y por tanto sostenemos que, si bien es cierto que la práctica sin la teoría sería incompleta y no repetible, es más fundado aún sostener que la teoría sin la práctica no podría existir. En efecto, solo después de haber modificado el funcionamiento de un equilibrio disfuncional podremos conocer realmente el funcionamiento mismo del sistema y proponer, tal vez, una fórmula teórica pertinente. Se trata de la investigación empírica o, utilizando una expresión de Kurt Lewin, de la investigación-intervención.

La perspectiva biológica asocia las anomalías del comportamiento a un trastorno orgánico y genético. La idea de que los comportamientos violentos están determinados biológicamente incide significativamente en la posibilidad de intervención por parte del especialista y por tanto en la conveniencia de definir si un caso puede solucionarse o no. En el momento mismo en que se afirma que ciertas tendencias conductuales están inscritas en el patrimonio genético individual se está pronunciando una condena sin apelación posible. Se considera que la persona está enferma desde un punto de vista orgánico y que por tanto únicamente es susceptible de ser tratada con fármacos y no de una manera definitiva; la responsabilidad de las propias acciones es delegada al hipotético gen disfuncional, y el «tampón farmacológico» es un medio de tener controlado a quien no puede actuar de otra manera debido a una disfunción inscrita en el adn.

Los fármacos, además, pueden presentar efectos secundarios peligrosos (Haley, 1984; Nardone, 1994); el paciente difícilmente sigue las instrucciones al pie de la letra y padece la acción inhibidora, sedante o excitante, de los fármacos. En otras palabras, ya no es totalmente él mismo ni es responsable de sus actos.

La perspectiva psicopatológica se interesa por la personalidad. Mediante mediciones estadísticas efectuadas con los oportunos instrumentos de investigación, se emiten diagnósticos que diferencian a las personas según el criterio de la normalidad o de la patología. Desde un punto de vista psiquiátrico, a los adolescentes que actúan de forma violenta o...



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