Appleton | La política que viene | E-Book | sack.de
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E-Book, Spanisch, 160 Seiten

Appleton La política que viene

Hacia un populismo de las singularidades
1. Auflage 2022
ISBN: 978-84-18273-71-1
Verlag: Ned Ediciones
Format: EPUB
Kopierschutz: Adobe DRM (»Systemvoraussetzungen)

Hacia un populismo de las singularidades

E-Book, Spanisch, 160 Seiten

ISBN: 978-84-18273-71-1
Verlag: Ned Ediciones
Format: EPUB
Kopierschutz: Adobe DRM (»Systemvoraussetzungen)



Parafraseando a Mark Twain, los rumores sobre la muerte del populismo han sido en gran parte una exageración. ¿Son sus teorizaciones tradicionales adecuadas? En este libro, Timothy Appleton señala que, mientras que el populismo tradicionalmente se ha considerado sinónimo de hegemonía (la idea de que algunas demandas sociales se vean subordinadas a otras), en realidad, se trata de dos lógicas distintas e incompatibles. Partiendo de esta premisa, reinterpreta varios elementos del debate sobre el populismo: el entusiasmo político, la posverdad, el liderazgo, la soberanía, el nacionalismo, la relación entre populismo y los partidos políticos. Appleton abre un nuevo capítulo en la teoría populista: «el populismo de las singularidades». «El 'populismo de las singularidades' que propone Appleton abre un camino nuevo para pensar la teoría populista y la política venidera a la luz de Rancière y Lacan. Un trabajo riguroso, original y necesario». Pablo Bustinduy

Doctor en filosofía por la Universidad Complutense de Madrid y, actualmente, es profesor en la Universidad Camilo José Cela de Madrid y coeditor de la revista online #lacanemancipa, especializada en psicoanálisis y política. Coordina la sección de pensamiento contemporáneo en Cruce Arte y Pensamiento en Madrid. Entre sus publicaciones destaca un volumen coeditado sobre teoría política desde una perspectiva psicoanalítica, Lacan en las lógicas de la emancipación (2018), así como dos volúmenes coescritos sobre el pensamiento contemporáneo: Derrotas y Derivas (2017) y Pensamiento (2019). Su primer libro se tituló Escupir en la iglesia: Un sí de izquierdas al Brexit (2020).
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Introducción

El populismo ha muerto,
¡viva el populismo!

El escritor José Miguel Rojo quizás hablaba en nombre de muchos de nosotros cuando, en su artículo de 2018 en El Salto, mencionó el final de la secuencia populista en España.1 Rojo argumentaba que «el momento populista» había empezado en 2011, después de la crisis financiera, y comenzó a declinar con la entrada de Podemos en los gobiernos municipales. Según el autor, acabó definitivamente en 2018, con la moción de censura contra el presidente Mariano Rajoy. Curiosa tesis. Después de todo, si una parte representativa de esta secuencia fue el auge meteórico de un partido político nuevo, parece extraño argumentar que lo que causó su fin fue el éxito relativo del mismo. No obstante, después de ver al establishment torpedeando el proyecto de Jeremy Corbyn en Gran Bretaña y Bernie Sanders en Estados Unidos, es difícil resistirse a la percepción de que el momento populista se está agotando en general. Se nos presenta, aquí, una paradoja mayor. Ernesto Laclau, el pensador que más influyó en la teoría del momento populista en España, llegó a describir el populismo como «ontológico».2 Es decir, pensaba que forma parte del ser general de la política. ¿Cómo es posible, entonces, que algo que constituye la política como tal pueda dejar de hacerlo, repentinamente, en 2018? Esta contradicción se duplica en el libro de Chantal Mouffe, Para un populismo de izquierdas, que se publicó en 2019. La autora describe la urgencia abrumadora de construir un antagonismo populista que por otro lado constituye una parte «inerradicable» de todas las «relaciones humanas».3 Volveremos sobre esta paradoja en un instante.

Es importante saber qué opinan los intelectuales españoles de su propia secuencia populista, ya que España fue durante la última década el epicentro mundial de este movimiento. Uno piensa en las invitaciones de aquel momento, por parte de publicaciones tan veneradas como son The Guardian4 y la New Left Review,5 al líder de Podemos, Pablo Iglesias, a esbozar sus teorías «populistas» en sus páginas. En los círculos intelectuales de Gran Bretaña, el fenómeno populista de España probablemente se vio como una extensión de su tradición fuerte de eurocomunismo, en la última parte del siglo anterior. Debemos referirnos al líder del Partido Comunista Español, Santiago Carrillo, cuyo libro Eurocomunismo y estado se había considerado tradicionalmente como un texto fundamental de este movimiento.6 La conexión entre los dos espacios políticos consiste en su heterodoxia con respecto al marxismo clásico, a lo que se suma una cierta tendencia histórica en España de abrazar la estrategia política del frente popular. Si bien es cierto que la izquierda española últimamente ha tendido a pronunciar menos la palabra «populismo», cediéndola de este modo a los que prefieren usarla despectivamente. Me refiero sobre todo a la centroizquierda española, un sector que tradicionalmente ha fabricado mucha propaganda antipopulista. El líder del psoe, Pedro Sánchez, sería buen ejemplo: en 2014, comentó que «El final del populismo es la Venezuela de Chávez, la pobreza, las cartillas de racionamiento, la falta de democracia y, sobre todo, la desigualdad».7 Quizás puede concluirse, entonces, que el pacto político de 2020 entre el psoe y Podemos verifica la tesis de José Miguel Rojo. La inmersión en los procesos parlamentarios ha limitado, por ahora, al populismo español, al menos como estrategia discursiva de la izquierda radical española.

Tal vez los primeros en precipitar este cambio eran los aliados intelectuales de Podemos. Por ejemplo, resulta sorprendente que, en su libro En defensa del populismo, de 2016, el filósofo español Carlos Fernández Liria en realidad no expone nada que pudiera describirse como una defensa del populismo, sino que se refiere a él como un puente desfavorable, pero necesario, para llegar al objetivo real, a saber, una república cosmopolita.8 Una tendencia idéntica se ve en otro defensor temprano de Podemos, y también filósofo español, José Luis Villacañas. En su libro Populismo, de 2015, Villacañas concluye que: «El republicanismo comparte con el populismo algunos aspectos, pero sobre todo es una tradición política autónoma, antigua y respetable, respeto a la cual el populismo es una ingente simplificación. Sin embargo, lo que acabará por decidir entre una y otra será la propia base material de la sociedad, no la capacidad teórica o retórica de uno o de otro».9 De nuevo, su argumento es que el fin político correcto es el republicanismo, pero a veces, debido a una situación social complicada, el medio va a tener que ser populista. Se podría decir que con amigos así, ¿quién necesita enemigos? Personalmente, veo un aire de familia entre este argumento y la crítica liberal del populismo (de Pedro Sánchez, por ejemplo): tanto el liberalismo como el republicanismo se basan —teóricamente— en la idea de un consenso social básico, que el populismo, cuyo punto de partida es el contrario, la división, pretende minar decisivamente.

Un aspecto interesante a este nivel es el tira y afloja entre los intelectuales españoles y los de América Latina. La presencia de la política populista por toda América Latina es conocida, pero un país clave en este aspecto es Argentina, que es el lugar donde el fenómeno verdaderamente se teorizó por primera vez, probablemente debido a la presencia duradera del peronismo allí, que muchos consideran el paradigma de esta forma política. Dos referencias importantes a este respecto son Ernesto Laclau, que es el teórico moderno más famoso del populismo, y Jorge Alemán, que ha desarrollado de manera extensa las teorizaciones de Laclau. En realidad, se puede defender que los dos han sido más influyentes en la secuencia populista en España que los propios intelectuales españoles, en parte por su insistencia en apoyar su término central. Por mi parte, estoy de acuerdo con esta insistencia, y considero que el hecho de ser inglés no es un accidente en este sentido. Lo menciono porque el populismo está experimentando un renacimiento importante en el mundo anglosajón actualmente. ¿De qué manera?

Casi todos los presentadores de los nuevos medios virtuales de izquierdas, en países como Estados Unidos y Gran Bretaña, se describen a sí mismos como «populistas de izquierdas».10 Como ejemplo, se incluyen las plataformas de izquierdas más grandes de los dos países: The Young Turks en Estados Unidos y Novara Media en Gran Bretaña, que han publicado artículos con títulos como «Si el falso populista de Trump puede ganar, imaginaros qué podría hacer un populista de verdad»,11 y «¿Es el populismo el nuevo punk?».12 Otro ejemplo clave sería el programa político online importante, The Hill. Sus presentadores, Krystal Ball y Saagar Enjeti, publicaron al principio de 2020 un libro en el que especulan que la próxima fase de la política en Estados Unidos será esencialmente populista. El título del libro resume bien su idea principal: The Populist’s Guide to 2020: A New Right and New Left are Rising (La guía de 2020 para populistas: están surgiendo una nueva derecha y una nueva izquierda).13 Otra referencia literaria sería el libro de 2019 de un periodista destacado de Novara Media, Aaron Bastani, Fully-Automated Luxury Communism (Comunismo de lujo plenamente automatizado), en el que el autor conjetura que la forma política que asumirá el nuevo comunismo que promueve será —paradójicamente— el populismo.14 «Populismo de lujo», lo llama. En suma, el mundo anglosajón va ensalzando este término en el mismo momento en que los países del sur de Europa, como España, se están distanciando un poco de él. No obstante, y dada mi relación personal con el mundo hispanoparlante, me gusta pensar que esta nueva ola de populismo es un efecto de la influencia de Podemos y también de los teóricos argentinos. Por otro lado, también debe reconocerse que siempre ha sido menos controvertido defender el populismo en los países anglófonos que en el resto del mundo; el hispanoparlante incluido. ¿Por qué?

Margaret Canovan, en su libro The People (El Pueblo), ha hipotetizado que el mundo anglosajón se siente más cómodo con el término populismo porque la palabra «people» es más versátil en inglés que en otros idiomas; en esta lengua, puede ser tanto un nombre abstracto (people) como concreto (the people).15 En español, por ejemplo, hay que utilizar dos palabras distintas para captar estos dos sentidos: «pueblo» y «gente». Canovan argumenta que esta bivalencia tiene como consecuencia que la palabra people denota simultáneamente potencialidad y actualidad. De la misma manera, en las culturas anglófonas el pueblo se ve, no sólo...



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