E-Book, Spanisch, 168 Seiten
Reihe: GS
Andueza Soteras Teología de la relación
1. Auflage 2018
ISBN: 978-84-288-3253-3
Verlag: PPC Editorial
Format: EPUB
Kopierschutz: Adobe DRM (»Systemvoraussetzungen)
E-Book, Spanisch, 168 Seiten
Reihe: GS
ISBN: 978-84-288-3253-3
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Nacido en Pamplona, José Manuel Andueza vive actualmente en San Feliú de Llobregat (Barcelona). Es psicopedagogo, máster en psicopedagogía clínica por ITEAP y máster en educación y TIC por la Universitat Oberta de Catalunya y licenciado en Teología Sistemática por la Facultad de Teología de Cataluña. Toda su carrera la ha desarrollado como educador, tanto en el ámbito de la educación formal (colegios) como en el mundo de la educación no formal (centros de inmigrantes, de tiempo libre, de voluntariado...). De hecho, casi toda su vida ha estado relacionado con jóvenes en diferentes asociaciones, vinculado al mundo del voluntariado (fue voluntario durante dos años en Ecuador) y la solidaridad.
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QUÉ SUPONE UNA TEOLOGÍA DE LA RELACIÓN
Desde lo visto hasta ahora nos atrevemos a dar un paso y generar unos principios que puedan servir de base a una nueva teología. Una teología que hemos querido denominar como teología de la relación.
Una teología de la relación vendrá marcada por el encuentro con los otros, pero supone también todo aquello que permita, que posibilite una sana relación que ayude en el crecimiento humano.
La relación supone una conexión entre diferentes elementos. Consiste en unir confluencias. Se trata de crear una red de conexiones que permitan establecer y generar nuevas formas de comprensión para desde aquí construir nuevos mundos.
En un momento como el actual se exige la creación de esos enlaces, de esas relaciones que puedan establecer otras maneras de unión, de creación, de configuración, de generar ideas y modos de vida que nos puedan acercar a una realidad más humana y amable para todos, donde todos tengan cabida y nadie se sienta excluido.
Como punto de partida hay una serie de elementos que debemos considerar. Estos vienen marcados por las teologías finales del siglo XX a las que debemos mucho y a las que hay que mirar con detenimiento y de las que ya hemos tomado una aportación?5.
1. Recuperar el misterio
Una labor fundamental es el hecho de recuperar el misterio. Esto consiste en dejar a Dios ser Dios. En dejar que se nos muestre, en el hecho de no encorsetarlo en nuestros limitados pensamientos. Exige también dejar puertas abiertas, no intentar querer saberlo todo.
Hemos de considerar que «la doctrina teológica sobre Dios y la doctrina sobre cualquier contenido teológico ayuden realmente a hacer la experiencia de Dios» (Sobrino, 1985, p. 89). Hablar de misterio ha de situarnos en el mundo de la experiencia. Dejarnos acoger y acoger todo eso que vamos experimentando y descubriendo. No se trata de generar muchas doctrinas o palabras. Más bien al contrario. Se trata de vivir, de experimentar. Y desde esa vida, desde ese testimonio de existencia, aprender a leer la realidad.
El misterio nos aboca a la realidad. Una verdad que hemos de escuchar, unos gritos de dolor que no cesan y ante los que no podemos permanecer impasibles, porque la sangre sigue fluyendo. En este mirar, escuchar, descubrir, abrimos todo nuestro ser al trascendente para dejarnos descubrir. Desde ahí, la realidad habla, la vida habla, el otro habla y Dios también habla.
Recuperar el misterio significa volver los ojos hacia Dios. El asunto será descubrir las claves que en el mundo de hoy hacen posible dicha mirada. Una mirada hacia el trascendente vendrá marcada en nuestro tiempo por una mirada hacia el hermano que acompaña nuestra existencia.
El silencio y la sintonía con la creación serán también elementos importantes que considerar. En el fondo no son otra cosa que una profundización en la relación con nuestro yo más real y con la naturaleza que nos envuelve y nos da vida.
2. Recuperar la praxis social
Al hablar de praxis nos referimos a la práctica, frente a o en contraposición con la teoría. En este ámbito no podemos dejar de lado que «el cristiano no puede pretender un compromiso con el mundo fuera de su fe» (González Faus, 1984, p. 590), lo cual supone que «la fe cristiana facilita la praxis madura», como dice Míguez Bonino (Támez, 1991, p. 165). Desde aquí, «una teología debe esforzarse necesariamente por desarrollar las implicaciones socio-políticas de sus propias ideas y conceptos» (Metz, 1971, p. 140).
La praxis social es ineludible para el cristiano. Muchas veces hemos oído y visto que se puede hacer el mismo trabajo sin necesidad de la fe. Es cierto, como también lo es que no se puede ser cristiano sin compromiso social. Es decir, no se puede no dar dicha praxis social.
La praxis social nos lleva directamente al mundo de la relación. Relación con el entorno inmediato y con los problemas reales de nuestro mundo de hoy. Relación con los gritos que claman a Dios.
La praxis social nos habla de una relación especial con los más desfavorecidos, con los que han sido apartados del círculo en el que ubicamos nuestros márgenes de seguridad social, con aquellos que han sido los empobrecidos. Es un encuentro ineludible con el otro. Una respuesta continua a la invitación samaritana de atender al prójimo (Lc 10,25-37).
3. Convivir en la pluralidad
Hoy en día, «un cristiano se caracteriza justamente por el hecho de que entra valientemente en contacto con gente de otras ideas y de otras creencias, con gente que pregunta y que busca» (Martini/Sporschill, 2008, p. 162).
Una teología de la relación nos pone en contacto con el mundo en el que estamos. Convivir con la pluralidad exige diálogo y relación con el mundo de hoy. Con un mundo marcado por la secularidad y el encuentro con compañeros de otras religiones. Religiones que vienen de otros lugares y nuevas búsquedas espirituales en nuestro entorno.
La relación supone situar nuestro quehacer, aprender y descubrir. Encontrarnos con otros nos permite acercarnos a las realidades más íntimas del ser humano, y no hacerlo es perder la oportunidad del encuentro con los hermanos y con Dios.
La pluralidad nos otorga realidad. Pero nos exige un nuevo lenguaje, lejano al proselitismo y a la sensación de disponer de la única verdad posible por encima de otras posibles verdades. Convivir con esta pluralidad es vivir desde la humildad y el encuentro, desde la aceptación y el reconocimiento.
Pero es también realizar una oferta, una propuesta que venga marcada por lenguajes y buenas noticias que ofrezcan esperanza, abriendo horizontes de plenitud y solidaridad.
Convivir con esta pluralidad no consiste en generar una fe ecléctica en la que optamos o tomamos lo que más nos interesa del otro para construir una religión a la carta. Exige profundizar en uno mismo y en las propias creencias, reconocer todo lo que hay alrededor que nos puede acercar al misterio, respetar y acoger, pero sobre todo trabajar y buscar las propias fuentes para beber en los pozos que permiten alimentar y sostener nuestras creencias.
4. Reinventar métodos y sistemas
Sin duda, cada época tiene sus características y sus piedras de toque. Tiene también sus claves y las llaves para adentrarse en los caminos que ayuden al crecimiento de las personas y las sociedades. Hoy toca revisar dichos caminos para poder reinventar métodos y sistemas que nos permitan acceder al corazón y a la razón de las personas.
Jon Sobrino (1997) nos propone una serie de elementos metodológicos y contenidos sistemáticos que nos pueden ser útiles a la hora de reinventar una teología de la relación. Utilizaremos dichos aspectos para profundizar en ellos y ver qué nos pueden aportar.
a) Elementos metodológicos
A la hora de hablar de elementos metodológicos hemos de considerar una serie de ideas que pueden marcar cómo debe ser construida esa teología de la relación.
– Buscar y leer los signos de los tiempos. En primer lugar, nos encontramos con el hecho de tomar en serio los signos de los tiempos, de modo que hacer teología sea elevar la realidad a concepto y no meramente interpretar la realidad desde conceptos previos, bíblicos, conciliares, teológicos.
Esto nos exige buscar y leer cuáles son o pueden ser los signos actuales. El mundo está en continuo cambio. Sin duda vivimos un momento enormemente interesante, pleno de vida y de Dios. Un mundo en cambio y evolución. Ciertamente, este es uno de los signos. Hemos de encontrar un lenguaje acorde a nuestro tiempo y que pueda ser acogido en la actualidad.
Encontramos también signos de esperanza en movimientos sociales que buscan cambios estructurales y realizan propuestas locales que modifican comportamientos y maneras de funcionar. Son, sin duda, un espacio en el que estar y desde el cual leer la realidad y la vida de nuestros coetáneos. El papa Francisco ha sabido hacerlo al convocar, primero en Roma, después en Bolivia y luego nuevamente en Roma, a dichos movimientos sociales. Encuentros que son puntos de partida, no de llegada, y a los que conviene estar atentos para ver qué nuevas posibilidades nos ofrecen, así como qué demandas sostienen.
El mundo de la inmigración, los sin papeles y los refugiados son otros de los gritos que nos interpelan y nos hablan de los lugares de encuentro con el Padre-Madre que nos ama. Otro espacio al que no podemos permanecer ajenos. Probablemente una de las realidades más sangrantes de nuestro mundo y...




