Andrade | Breve historia de Satanás | E-Book | sack.de
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E-Book, Spanisch, 336 Seiten

Reihe: Breve Historia

Andrade Breve historia de Satanás

De los Persas al Heavy Metal
1. Auflage 2014
ISBN: 978-84-9967-643-2
Verlag: Nowtilus
Format: EPUB
Kopierschutz: 6 - ePub Watermark

De los Persas al Heavy Metal

E-Book, Spanisch, 336 Seiten

Reihe: Breve Historia

ISBN: 978-84-9967-643-2
Verlag: Nowtilus
Format: EPUB
Kopierschutz: 6 - ePub Watermark



Sectas satánicas, cacería de brujas, íncubos, satanismo filosófico, aquelarres, profecías y exorcismos. Las leyendas y mitos de Satanás, Lucifer, Belzebú. Una apasionante historia cultural del príncipe de las tinieblas y su huella en el arte, literatura, música, movimientos ocultistas, crímenes y conspiraciones. El diablo, el demonio, Satanás, Lucifer, Belzebú, Mefistófeles... Tiene muchos nombres, pero todos sabemos de quién se trata. Gabriel Andrade hace un recorrido por la historia cultural de este apasionante personaje, desde sus oscuros orígenes en las civilizaciones antiguas (Egipto, Israel, Persia, Grecia) hasta la reciente histeria colectiva en torno a los supuestos casos de abuso ritual satánico en EE. UU. durante la década de los ochenta del siglo XX, pasando por las tentaciones de Jesús en el desierto, las cacerías de brujas y El paraíso perdido de Milton, entre muchas otras manifestaciones culturales. Este título de la colección Breve Historia tiene alusiones tanto a la cultura pop contemporánea, como a la cultura clásica (tradicionalmente, los biógrafos del diablo suelen reseñar el desarrollo de esta figura hasta el siglo XIX, sin tener presente los acontecimientos de la música rock, y las investigaciones policiales sobre supuestos crímenes satánicos). Ante un tema que tradicionalmente ha estado reservado a eruditos, Breve historia de Satanás es lectura indispensable para todo aquel lector, creyente o escéptico, que quiera introducirse de forma amena en la historia del príncipe de las tinieblas.

Gabriel Andrade (Venezuela, 1980) estudió Sociología y Filosofía. Ha publicado tres libros en la colección Vaya timo de la editorial Laetoli (La inmortalidad ¡vaya timo!, El posmodernismo ¡vaya timo!, La teología ¡vaya timo!). Es autor también de El darwinismo y la religión (Ediciones de la Universidad de Cantabria, 2010), Breve introducción a la filosofía de la religión (Ediciones de la Universidad de Cádiz) y René Girard: un retrato intelectual (E Realizaçoes, 2011). Ha colaborado con diferentes medios, publicando artículos en las revistas El viejo topo y El escéptico. Conduce Ágora, un programa de radio de divulgación histórica, filosófica y científica. Puedes seguirle en su blog: Opiniones de gabriel y su perfil en Twitter: @gandrade80

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Introducción
Un personaje con una historia Satanás tiene una singular cualidad en nuestro tiempo: es probablemente uno de los personajes más flexibles de cuantos existen en el folclore contemporáneo. Hay varias versiones de Superman, Asterix, Batman, el hombre del saco o los vampiros; pero al menos, todas ellas mantienen cierta unidad respecto al personaje que retratan. No así Satanás. Hay representaciones terroríficas del diablo, y representaciones sumamente simpáticas y divertidas. Asistamos un domingo por la mañana a una congregación de pentecostales y apreciaremos que esta gente vive aterrorizada por la amenaza del Maligno. Ese mismo día, vayamos al cine y veremos una enorme cantidad de películas en las que se retratan espeluznantes posesiones demoniacas. Pero no necesitamos ir demasiado lejos para apreciar diablos y diabluras simpáticas. Comeremos jamón endiablado, con un tierno diablillo ofreciéndonos el producto, y oiremos canciones populares que hacen referencia al cómico demonio. Hay, en efecto, una muy dispar representación del diablo: desde el monstruoso archienemigo de Dios, hasta la simpática figurilla de cuernos rojos y cola que invita a vivir una vida más relajada y placentera. El diablo ha venido a convertirse en algo así como un test de Roschard en el siglo XXI. Esta prueba, de cuestionada validez entre algunos escépticos, consiste en mostrar una serie de imágenes a los sujetos. Estos ofrecen alguna interpretación respecto a lo que ahí aprecian y, a partir de esta interpretación, los psicólogos pretenden elaborar alguna inferencia sobre la personalidad y la estabilidad mental de la persona en cuestión. Pues bien, Satanás es una prueba de Roschard en pleno siglo XXI, en la medida en que quienes se ríen de él, proyectan un tipo de mentalidad y quienes le temen, otro. Uno de los más elocuentes testimonios de esta realidad lo encontraremos, sorprendentemente, en la serie televisiva norteamericana Jackass. Esta serie consiste en un grupo de osados actores que deliberadamente hace estupideces en busca de la reacción de las personas que las observan en vivo. En un episodio de la serie, una de esas estupideces consistió en que un actor se colocó un disfraz de diablo (un traje hecho de licra, color rojo chillón, con cuernos, tridente y cola). El actor caminaba por una ciudad californiana con la consigna «Keep God out of California!» (‘Mantengan a Dios fuera de California’, en inglés) y vociferaba un argumento según el cual, él (Satanás) en realidad era una buena persona y Dios lo había difamado. De hecho, gritaba el actor: «Todo lo que se dice en la Biblia sobre mí es falso». La mayoría de las personas que se encontraban con este bufón se reía. Pero, dramáticamente, un transeúnte se sintió muy ofendido, e inesperadamente destrozó la consigna, y empezó a golpear al actor disfrazado de diablo. Pues bien, no es muy difícil inferir que esta persona es un firme creyente en alguna de las religiones monoteístas (probablemente cristiano) y que para él, Satanás no es ningún chiste. Hoy, quienes tiemblan al siquiera pensar en la presencia de Satanás parecen tener una visión bastante nítida de su naturaleza: el diablo es una persona que, en un inicio, fue el más hermoso de los ángeles creados por Dios, pero se rebeló. Como consecuencia fue expulsado del cielo y, desde entonces, reside en el infierno. Desde ahí, actúa como adversario acérrimo de Dios y planifica la tentación de los hombres para promover entre ellos el pecado y el alejamiento de Dios. De vez en cuando, inflige males a la humanidad mediante catástrofes naturales. Tiene bajo su comando a una legión de demonios que le obedecen y, en ocasiones, entran en los cuerpos de víctimas poseídas. Así pues, en este libro, elaboraré un breve recorrido por la evolución histórica del Maligno a lo largo de los últimos veinticinco siglos. En muchas culturas ha habido demonios de todo tipo, a saber, figuras que, según se cree, causan el mal. Pero, para elaborar una genealogía del diablo, debemos concentrarnos en aquellas figuras demoniacas procedentes de culturas que seguramente influyeron sobre la cultura que inventó propiamente a Satanás, a saber, el Antiguo Israel. Las civilizaciones de Mesopotamia, Egipto, Persia y Grecia concibieron distintos tipos de monstruos y demonios que, a la larga, han sido incorporados al concepto contemporáneo del diablo. De estas figuras demoniacas y monstruosas me ocuparé en el primer capítulo. Si bien la figura de Satanás se ha nutrido de los elementos procedentes de estas figuras demoniacas, así como de algunos dioses malignos en distintos sistemas mitológicos, el diablo es fundamentalmente una invención del Antiguo Israel. Con todo, sorprenderá saber que el Satanás concebido por los antiguos israelitas no era propiamente el archienemigo de Dios, sino un subordinado con una función encomendada por el mismo Dios. De hecho, casi no hay nada en la Biblia hebrea (aquello que los cristianos llaman el Antiguo Testamento) que haga pensar que Satanás es el enemigo de Dios que gobierna el infierno. Muy probablemente, la concepción de Satanás como personificación absoluta del mal fue obra original de los persas. Cuando los judíos establecieron contacto con los persas durante el siglo VI antes de nuestra era, adoptaron el concepto del mal absoluto personificado, y lo asimilaron a la figura que llamaban «Satanás». De este proceso histórico me ocuparé en el capítulo 2. El capítulo 3 será una reseña sobre cómo la idea del diablo se modificó y expandió considerablemente entre los judíos, durante la época en que empezó a prosperar la visión apocalíptica del mundo. Como consecuencia de las violentas guerras acaecidas entre los judíos y los gobernantes seléucidas, en el siglo II antes de nuestra era, surgió un tipo de literatura que alentaba la intervención divina de forma abrupta y tremenda, y dirigía su atención a la presencia de fuerzas malignas en el mundo. En esta literatura, el diablo adquirió muchas de las características que hoy se le atribuyen. El cristianismo fue heredero de esta visión apocalíptica del mundo y, así, le concedió aún más importancia a la figura del diablo. En el capítulo 4 me ocuparé de la abultada presencia de Satanás en el Nuevo Testamento (al menos en comparación con el Antiguo Testamento). Los autores de los primeros cinco siglos del cristianismo no escatimaron en sus preocupaciones respecto a Satanás y empezaron a conceder al demonio un lugar central que ocuparía hasta fechas muy recientes entre los cristianos. Más aún, hasta aproximadamente el siglo V, el diablo era aún meramente un concepto abstracto. Pero, a partir de esa época, el diablo empezó a ser representado pictóricamente y ya no era meramente una preocupación de teólogos. Ahora, mediante el arte, el diablo ocupaba un lugar mucho más prominente en la imaginación del pueblo llano. De esto me ocuparé en el capítulo 5. En el capítulo 6, exploraré el desarrollo de la figura del diablo en la Edad Media en Europa. Fue durante este período cuando, por así decirlo, empezó la edad dorada del diablo. Probablemente la Edad Media es la etapa cumbre de las mortificaciones y preocupaciones religiosas respecto al diablo, y así, Satanás encuentra una firme presencia en las obras de teología, el arte, el folclore e, incluso, la política. El diablo también tuvo acogida en el islam. Hasta fechas relativamente recientes, los historiadores de la religión dedicaban poca atención a la participación del islam en la conformación de la figura del diablo. Pero, hoy, el influjo musulmán respecto a la mitología satánica es cada vez más influyente. Pues, en buena medida, la preocupación por el diablo yace tras la violencia que en los últimos años se ha desarrollado entre el islam y Occidente. No en vano, los yihadistas contemporáneos consideran a Estados Unidos y Occidente en general, el «Gran Satán». Así pues, de la concepción del diablo en el islam también me ocuparé en el capítulo 6. La historiografía convencional postula que la Edad Media llegó a su fin a partir del siglo XVI. El Renacimiento, la Reforma Protestante, la consolidación de los Estados-nación, y la formulación del método científico, promovió el fin de la visión medieval del mundo. Pero, irónicamente, la preocupación por el diablo no menguó; más bien al contrario, quizás como nunca antes, se desarrolló un temor por el príncipe de las tinieblas. Eso propició el auge de la imaginación y paranoia respecto a una conspiración de brujas en alianza con Satanás. Y allí donde la Edad Media no tenía demasiadas preocupaciones por las brujas, a partir del siglo XVI, empezó una oleada de persecuciones a brujas que resultó en uno de los episodios más vergonzosos de la historia europea. Fue, además, la época en la que más proliferaron posesiones demoniacas y exorcismos, los cuales, por supuesto, persisten hasta nuestros días. De esto me ocuparé en el capítulo 7. No obstante, junto a la histeria colectiva propiciada por la cacería de brujas, se sembraron en Europa las semillas del pensamiento racional y crítico. Y, así como hubo inquisidores que creían en las fantasías de mujeres volando sobre escobas, hubo también personajes (entre ellos, incluso algunos inquisidores) que con mucha vehemencia denunciaban estas creencias como absurdas y ridículas. A partir del siglo XVIII, en un creciente sector de la población europea y americana, el diablo ya dejaría de ser objeto de temor, y pasaría a ser objeto de burla. La burla,...



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