E-Book, Spanisch, 426 Seiten
Wagenknecht Los engreídos
1. Auflage 2024
ISBN: 978-3-944203-81-2
Verlag: Lola Books
Format: EPUB
Kopierschutz: 6 - ePub Watermark
Mi contraprograma en favor del civismo y de la cohesión social
E-Book, Spanisch, 426 Seiten
ISBN: 978-3-944203-81-2
Verlag: Lola Books
Format: EPUB
Kopierschutz: 6 - ePub Watermark
Muchos obreros y personas de bajos salarios se han alejado de la política porque están desencantados, otros votan a la extrema derecha por rabia y por falta de alternativas. La causa más importante del avance de la extrema derecha es, por tanto, el fracaso de los liberales de izquierda a la hora de ofrecer un programa atractivo a todas aquellas personas que se han visto abandonadas por las políticas de las últimas décadas o cuyas vidas, como mínimo, se han hecho más difíciles y peores.
Es necesario un programa que conecte con sus intereses sociales, pero también con sus valores, ya que ambas cosas van unidas. Los valores comunitarios tradicionales no son retrógrados ni están anticuados, sino que son la base indispensable de una política orientada hacia una mayor igualdad social y una corrección de los resultados del mercado. A diferencia de los valores del liberalismo de izquierdas, que son más adecuados para una reinterpretación progresista del capitalismo globalizado, los valores comunitarios son realmente adecuados como directriz para una alternativa progresista a una sociedad de mercado que campa a sus anchas.
Sahra Wagenknecht es doctora en economía, autora y política, es miembro del Bundestag, actualmente lidera el partido 'Alianza Sahra Wagenknecht - Por la Razón y la Justicia'. Fue miembro del Bundestag por el partido 'Die Linke', partido al que también representó en el Parlamento Europeo. Entre 2010 y 2014 fue vicepresidenta del partido 'Die Linke' y entre 2015 y 2019 fue la presidenta de su grupo parlamentario. Ha publicado con la editorial Campus su tesis doctoral 'The Limits of Choice' y sus libros 'Freiheit statt Kapitalismus' (2012) y 'Reichtum ohne Gier' (2016/2018).
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INTRODUCCIÓN
Mientras se escribía este libro, en Estados Unidos los conflictos se recrudecían. Los seguidores de Trump se enfrentaron a sus detractores de manera irreconciliable. Desde hacía tiempo no se producía un cambio de gobierno democrático que fuera acompañado por tanta incertidumbre, odio y violencia. El día de la investidura del nuevo presidente de los Estados Unidos, el Capitolio de Washington parecía una fortaleza en estado de guerra. Aunque en Estados Unidos las diferencias y los contrastes sociales son particularmente profundos y abultados, aunque allí el clima de confrontación es especialmente peligroso porque gran cantidad de norteamericanos poseen armas, América no es un caso único. Si no nos armamos de valor para emprender un nuevo camino lo antes posible, por desgracia no es improbable que, como si de un espejo ustorio se tratara, en las imágenes de los Estados Unidos estemos presenciando nuestro propio futuro. También Alemania está profundamente dividida. También aquí se está descomponiendo la cohesión social. También en nuestro país la hostilidad ha convertido la unidad en antagonismo social. El bien común y el civismo son palabras que prácticamente han desaparecido de nuestro vocabulario cotidiano. Aquello que dichas palabras representan parece que ya no tiene lugar en nuestro mundo. EMOCIONES EN VEZ DE ARGUMENTOS
Con el coronavirus las cosas se pusieron especialmente mal. Aunque millones de personas, a menudo con empleos mal pagados, seguían dando lo mejor de ellos mismos por mantener a flote nuestra vida en sociedad, en los medios, portales online, Facebook y Twitter reinaba un ambiente guerracivilista. Esta fractura separó familias y acabó con amistades. ¿Estás a favor o en contra del confinamiento? ¿Sirve para algo la aplicación móvil Corona-Warn-App? ¿No te has vacunado? Todo el que dudara, aunque fuera sólo parcialmente, de la sensatez y el provecho de cerrar guarderías y escuelas, restaurantes, tiendas y muchos otros comercios tenía que soportar la acusación de que no le importaban las vidas de sus congéneres. Por otra parte, aquel que consideraba a la Covid-19 un virus peligroso era atacado con una agresividad similar por aquellos que en todo veían medidas simplemente alarmistas. ¿Respeto por las opiniones de los demás? ¿Una reflexión sobria de los diferentes argumentos? De ninguna manera. En vez de hablar los unos con los otros, nos gritamos. Sin embargo, la pandemia no ha sido la primera vez en la que en nuestra sociedad ha desaparecido la cultura de la discusión racional. Controversias anteriores ya presenciaron disputas similares. En ellas se moraliza en vez de argumentar. Las emociones acumuladas sustituyen a los contenidos y a los razonamientos. El primer debate en el que esto se hizo patente fue la política migratoria y de asilo, un tema que tras la apertura de las fronteras alemanas en otoño de 2015 se ha solapado con otros durante casi tres años. Entonces la narrativa del gobierno no se llamó confinamiento, sino cultura de la bienvenida, y cualquier crítica fue tan denostada como las críticas durante la pandemia. Mientras que la política mainstream tildaba de racista a cualquiera que mostrara preocupación o señalara los problemas de la emigración descontrolada, en el otro extremo del espectro político se formó un movimiento que creyó estar presenciando el hundimiento de occidente. El tenor y el tono fueron igual de irreconciliables que en la discusión sobre qué políticas eran adecuadas para atajar la pandemia del coronavirus. En el debate sobre el clima que prevaleció en el año 2019, la discusión no fue mucho más ponderada. En él, no se trataba ya del hundimiento de occidente, sino de la propia humanidad en su conjunto. Los activistas climáticos, que defendían que el pánico era la reacción adecuada, lucharon contra negacionistas climáticos, tanto reales como imaginarios. Los que seguían utilizando su antiguo coche diésel, comprando sus filetes empanados en las tiendas de descuento o no podían permitirse pagar precios todavía más altos por la electricidad y el combustible fueron atacados sin piedad. Mientras tanto, la AfD se convirtió en el mayor partido de la oposición en el Bundestag y se dedicó a lanzar salvas contra la “dictadura de opinión ejercida por la izquierda embadurnada de verde”. Era como si a nuestra sociedad se le hubiera olvidado discutir los problemas sin recurrir a agresiones y con un mínimo de decoro y respeto. El lugar dejado por la discrepancia de pareceres fue ocupado por dinámicas de indignación, difamaciones morales y un odio indisimulado. Es alarmante. El camino que va desde la agresión verbal hasta la violencia física es corto, tal y como lo demuestran los acontecimientos en Estados Unidos. Se nos plantea una pregunta: ¿De dónde procede la hostilidad que ha acabado por fracturar nuestra sociedad en casi todos los temas importantes? ¿QUIÉN ESTÁ INTOXICANDO EL CLIMA DE OPINIÓN?
La respuesta habitual a esta pregunta es: la culpa la tiene el fortalecimiento de la extrema derecha. La culpa es de políticos como Donald Trump, que con sus burlas y tweets malintencionados han azuzado a la población sembrando cizaña y resentimiento. La culpa es de partidos como la AfD, que fomentan el odio y propagan el enfrentamiento. Por último, la culpa se le echa a los medios de comunicación sociales, que sirven como caja de resonancia a las mentiras y a los comentario de odio y que permiten que cada uno se mueva sólo dentro su propia burbuja de opiniones filtradas. Sin duda, los políticos de extrema derecha contribuyen a envenenar el clima político. En comparación con los Estados Unidos antes de Trump, los Estados Unidos después de Trump son un país todavía más dividido. Cuando se le oye decir al político de AfD Björn Höcke que quiere “hacer sudar la gota gorda” a los que no opinan como él, se queda uno horrorizado. También es verdad que los medios de comunicación sociales fomentan la agresión y la ruindad porque se programan para eso. Todo esto no ha mejorado nuestra cultura de la discusión. Sin embargo, esto es sólo una parte de la explicación. Lo cierto es que el clima de opinión no sólo está siendo intoxicado por la derecha. El fortalecimiento de la extrema derecha no es el origen sino la consecuencia de una sociedad profundamente dividida. Si sus enemigos no les hubieran abierto el camino, no habría ni Donald Trump ni AfD. Han sido ellos, sus enemigos, los que han propiciado el ascenso de la extrema derecha desde la economía, ya que están destruyendo el sistema de protección social, están liberalizando los mercados y con ello están agrandando enormemente las desigualdades sociales y la inseguridad vital. No obstante, muchos partidos socialdemócratas y de izquierda han favorecido el auge de la extrema derecha también desde la política y desde la cultura, ya que se han puesto del lado de los vencedores y con ello muchos de sus portavoces han despreciado los valores y la forma de vida de su antiguo electorado, así como sus problemas, sus demandas y sus enfados. EL LIBERALISMO DE IZQUIERDAS: NI DE IZQUIERDAS NI LIBERAL
La visión del mundo de esta nueva izquierda que se ha cambiado de bando ha introducido desde hace algún tiempo el concepto de liberalismo de izquierdas. El liberalismo de izquierdas según el sentido moderno de la palabra es el objeto de la primera parte de este libro. Se trata de una corriente politíco-intelectual relativamente joven que ha venido ganando influencia social durante las últimas décadas. Sin embargo, el nombre de liberalismo de izquierdas es engañoso. Si se mira con detenimiento, se da uno cuenta de que esta corriente así llamada no es ni de izquierdas ni liberal, sino que en lo fundamental contradice a ambas orientaciones políticas. Por ejemplo, una reivindicación importante de todo tipo de liberalismo es la tolerancia hacia otras opiniones. No obstante, los típicos liberales de izquierda hacen gala de lo contrario: se muestran intolerantes con todo aquel que no comparte su visión de las cosas. Tradicionalmente, el liberalismo también ha luchado por la igualdad de derechos, mientras que el liberalismo de izquierdas lucha por cuotas de representación y por la diversidad, es decir, por el tratamiento desigual de los diferentes grupos. Por su parte, la izquierda siempre ha defendido a los desfavorecidos y a quienes la sociedad niega la educación superior, el bienestar y las oportunidades de progresar. Sin embargo, el liberalismo de izquierdas tiene su base social en las clases medias acomodadas con educación superior de las grandes ciudades. Esto no significa que todas las personas con...