Trebolle Barrera | La Biblia desde los márgenes | E-Book | sack.de
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E-Book, Spanisch, 432 Seiten

Reihe: Artículos selectos

Trebolle Barrera La Biblia desde los márgenes

Investigación y divulgación

E-Book, Spanisch, 432 Seiten

Reihe: Artículos selectos

ISBN: 978-84-9073-878-8
Verlag: Editorial Verbo Divino
Format: EPUB
Kopierschutz: Adobe DRM (»Systemvoraussetzungen)



El estudio de la Biblia avanza hoy por sus márgenes, por campos de estudio que contribuyen a reconocer los infinitos sentidos de las Escrituras: los originarios de los libros bíblicos, los desarrollados en la exégesis judía, cristiana e islámica, los desplegados en la cultura y las artes a lo largo de los siglos y los de las múltiples interpretaciones propuestas desde perspectivas actuales. En La Biblia desde los márgenes se tratan temas como los manuscritos de Qumrán, las identidades judía y cristiana, el trasvase de tradiciones cristianas al islam o las conexiones entre Ley, Sabiduría, apocalíptica y mística, y también se desarrollan ejercicios de exégesis y de lectura de la Biblia a partir de recreaciones literarias contemporáneas.

Julio Trebolle Barrera (Orense, 1943) es catedrático emérito del Departamento de Estudios hebreos de la Universidad Complutense de Madrid. Hizo los estudios de Biblia en el Instituto Bíblico de Roma y en l´Ecole Biblique de Jerusalén. Amplió estudios en la Universidad de Münster. Es doctor en Filología semítica por la Universidad Complutense y en Teología por la Universidad Pontificia de Salamanca. Fue profesor invitado en las Universidades de Lovaina y Cambridge y miembro del equipo internacional de edición de los manuscritos de Qumrán. Su investigación se centra en la historia y crítica del texto bíblico.
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1
La mujer en los textos de la secta esenia de Qumrán
La cuestión de la situación social de la mujer en Qumrán está muy relacionada con otra muy debatida desde los inicios de la investigación: el supuesto celibato de sus miembros varones. Los estudios recientes obligan a distinguir entre el movimiento esenio más o menos extendido por Jerusalén o por las ciudades y aldeas de la geografía de Israel, y el reducido grupo de miembros de la comunidad que habitaba en Qumrán, posible centro espiritual del movimiento. Esta distinción contribuye a explicar la diferente procedencia de los manuscritos hallados en las cuevas de Qumrán: obras escritas por miembros de la comunidad o yahad y obras escritas en círculos esenios más amplios o difundidas en sectores más extensos del judaísmo. Tal distinción permite también, entre otras cuestiones, explicar las diferencias existentes entre las diversas fuentes clásicas y qumránicas respecto al género de vida de los integrantes de la comunidad. Así el Documento de Damasco, que menciona la presencia de mujeres y de niños en las comunidades esenias, parece reflejar el género de vida del movimiento esenio diseminado por Palestina. Por el contrario, la Regla de la Comunidad, que regula la vida de una comunidad de carácter al parecer celibatario, refleja más bien el género de vida del grupo más reducido de miembros de la propia «secta» y comunidad de Qumrán. Uno de los problemas que presenta el estudio de los manuscritos de Qumrán es el de compaginar los datos conocidos por las fuentes literarias de la época, tanto judías como clásicas, con los ofrecidos por los documentos qumránicos y por las excavaciones arqueológicas llevadas a cabo en el yacimiento y en las cuevas de Qumrán. 1. Las fuentes clásicas
Hasta el año 47 no se tenían otras noticias sobre los esenios que las suministradas por Plinio, Filón de Alejandría y Flavio Josefo. El manuscrito de la Regla de la Comunidad (1QS), hallado en la cueva primera de Qumrán y uno de los primeros publicados, no hacía referencia alguna a la mujer o a las mujeres, salvo en la expresión referida al varón, «nacido de mujer» (1QS 11,21). Ello hizo pensar desde el primer momento que en la comunidad de Qumrán no había presencia de mujeres y que los escritos qumránicos reflejaban el género de vida de los esenios, los cuales, según Plinio, habían renunciado por completo al amor, viviendo «sin mujeres»1: Al oeste (del mar Muerto), pero a una distancia suficiente para que no haya que tener miedo de las exhalaciones, están los esenios, nación solitaria, singular por encima de todas las demás, sin mujeres, que han renunciado por completo al amor, sin dinero, viviendo en medio de las palmeras. Es una nación que se reproduce continuamente, gracias a la afluencia de nuevos seguidores, sin que falten aquellos que, cansados de la vida, se ven llevados por las fluctuaciones de la fortuna a adoptar esta forma de vivir. De este modo, durante miles de años, cosa increíble, se mantiene una nación en la cual no nace nadie: ¡tan fecundo resulta para ella el arrepentimiento que muchos sienten de su vida pasada! (Plinio, Historia natural V, 17,4). Filón informa igualmente que los esenios practicaban la abstinencia sexual, desoyendo así el mandato bíblico «creced y multiplicaos». Filón ofrece, por otra parte, una visión negativa de la mujer, frecuente en las fuentes helenísticas, pero no tanto en las del judaísmo palestino. Filón se deja llevar por la misoginia de los ambientes helenísticos en los que se movía cuando afirma: Por otra parte, previendo con perspicacia el obstáculo que corría el riesgo —por sí solo, o por ser el más grave— de disolver los lazos de la vida comunitaria, desterraron el matrimonio, al mismo tiempo que prescribieron la práctica de una perfecta continencia. En efecto, ninguno de los esenios toma mujer, porque la mujer es egoísta, excesivamente celosa, hábil para enredar en sus trampas las costumbres de su esposo y para seducirlo con sortilegios incesantes… (Filón de Alejandría, Hypothetica o Apología de los judíos 11,14). El historiador judío Flavio Josefo escribe a finales del siglo I d.C. que los esenios practicaban la abstinencia sexual por temor sobre todo a mantener relaciones ilícitas que acarreaban impureza ritual, impidiéndoles participar plenamente en la vida social y religiosa de la comunidad2. Se apartan del placer como de un crimen y consideran que la virtud reside en el dominio de sí mismo y en la resistencia a las pasiones. Desprecian el matrimonio, pero recogen a los hijos de otros cuando tienen todavía un ánimo suficientemente ágil para el estudio, y entonces los consideran como de su familia y los impregnan de su doctrina. Por otra parte, no condenan el matrimonio en sí mismo, ni la procreación, sino que quieren protegerse de la procacidad de las mujeres, ya que están convencidos de que ninguna puede mantener su fidelidad a un solo hombre (F. Josefo, Guerra judía II, 120-121). En otro pasaje de la Guerra judía Josefo habla de la existencia de otros esenios que reconocían el matrimonio y llevaban vida de familia: Hay otra orden esenia; de acuerdo con la anterior en su género de vida, sus costumbres y sus reglas, se distingue de ella por su concepción del matrimonio; piensan que el no casarse es privar a la vida de su fin más importante, la procreación; más aún, si todo el mundo hiciera lo mismo, pronto se extinguiría el género humano. Pero someten a sus mujeres a tres años de prueba y se casan con ellas solo después de que, por tres períodos de purificación ritual, han dado pruebas de fertilidad. No tienen relaciones sexuales con ellas durante el embarazo, mostrando con ello que su propósito en el matrimonio no es sino asegurar la descendencia (F. Josefo, Guerra judía II, 160-161). Este texto se presta a interpretaciones encontradas. En opinión de L. H. Schiffman, se refiere a un período de esponsales por espacio de tres años, tiempo previsto para verificar la conveniencia de celebración definitiva del matrimonio, y, seguidamente, a un período de tres meses en el que se podrá confirmar que al menos en apariencia la mujer es capaz de dar hijos al matrimonio. Estas regulaciones indican que los esenios consideraban prohibidas las relaciones sexuales no conducentes a la procreación. Los «sectarios» de Qumrán practicaban una vida de matrimonio en familia, conforme a los usos corrientes de la sociedad judía. Qumrán y las construcciones allí existentes constituían el centro de un amplio grupo extendido por las ciudades y aldeas de todo el territorio de Israel. De las tres etapas que comportaba el proceso de iniciación y de ingreso en las comunidades esenias, las dos primeras se realizaban en los llamados «campamentos» o lugares de habitación de los grupos esenios diseminados por la geografía de Israel. La tercera etapa, consistente en la adquisición de toda una serie de conocimientos especializados, podía realizarse únicamente en Qumrán, a donde se desplazaban los interesados, dejando en los campamentos por un período de tiempo a sus mujeres y familias. Cumplido el proceso de iniciación, regresaban a sus hogares y a su anterior vida familiar. Únicamente el reducido número de miembros de la comunidad qumránica, con residencia más o menos estable en este lugar, podía tener allí con ellos a sus familias, a lo que corresponde el escaso número de tumbas de mujeres y niños encontradas en los cementerios de Qumrán3. La cuestión de las tumbas encontradas en el yacimiento de Qumrán es justamente el punto neurálgico sobre el que el reciente estudio de Josef Zias aporta datos. 2. Los textos de Qumrán
Referencias muy vagas y ocasionales al celibato y al matrimonio pueden encontrarse en pasajes de la Regla de la Comunidad y de la Regla de la Congregación4. Más tarde han de ser puestas en relación con los datos aportados por el estudio arqueológico de los cementerios de Qumrán. Por otra parte, es preciso situar la cuestión del celibato qumránico en el contexto amplio del judaísmo, que, lejos de manifestar tendencias contrarias a las relaciones sexuales y al matrimonio, considera como el primero y más importante mandamiento bíblico el de «creced y multiplicaos». Como se dijo al principio, la Regla de la Comunidad (1QS) que rige la vida de los miembros del grupo de Qumrán no hace alusión alguna a la mujer o a las mujeres. Por el contrario, el Documento de Damasco habla de esenios que vivían en familias en los llamados «campamentos», es decir, en las comunidades diseminadas por las aldeas y ciudades de Palestina. A través de designaciones genéricas como «mujer» (‘išâ) y «mujeres» (našim), o específicas como «sierva» (‘amâ), «viuda» (‘almanâ), «muchacha» (betulâ) o «madre» (‘imma’), refleja un mundo social en el que la mujer tiene una presencia reconocida. La perspectiva bajo la que se alude a la mujer es siempre la referida al varón: «[ellos] toman mujeres y engendran hijos» (CD 7,6-7); «que ningún hombre duerma con su mujer en la ciudad del Templo…» (CD 12,1). Al igual que en la Biblia hebrea, la normativa se formula en masculino, a no ser que se refiera exclusivamente a mujeres, como en lo relativo al dar a luz. El masculino subsume la...


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