E-Book, Spanisch, Band 27, 168 Seiten
Torre Díaz Neurociencia, neuroética y bioética
1. Auflage 2014
ISBN: 978-84-8468-519-7
Verlag: Universidad Pontificia Comillas
Format: EPUB
Kopierschutz: 6 - ePub Watermark
E-Book, Spanisch, Band 27, 168 Seiten
Reihe: Dilemas éticos de la medicina actual
ISBN: 978-84-8468-519-7
Verlag: Universidad Pontificia Comillas
Format: EPUB
Kopierschutz: 6 - ePub Watermark
En mayo de 2002, la institución cultural norteamericana Dana Foundation, presidida por el periodista político William Safire, organizó una conferencia internacional en la que participaron más de 150 expertos de diversos países de diversos campos: filósofos, médicos, juristas, psiquiatras, neuropsicólogos, etc. La conferencia inaugural de William Safire, Neuroethics. Mapping The Field, describió el marco de discusión de los temas éticos derivados de las ciencias del cerebro. El presupuesto era que el cerebro es el órgano fundamental del individuo humano y que, por ello, las intervenciones sobre él conllevan grandes consecuencias. Poco más de diez años después, los días 12 al 14 de abril de 2013, se celebró en Madrid el XXVII Seminario Interdisciplinar de Bioética, organizado por la Cátedra de Bioética de la Universidad P. Comillas, en el que se reunieron 70 especialistas en bioética para reflexionar sobre el tema Neurociencia, neuroética y bioética. El libro que tienen en sus manos recoge las conferencias de dicho Seminario a cargo de Adela Cortina, Mónica Triviño, Emilio García, Francesc Torralba, Manuel Richard, Juan Pedro Nuñéz y Jesús Conill, especialistas todos ellos de primera línea en estos temas. Las preguntas y desafíos de la bioética se abordan interdisciplinarmente desde campos tan diversos y desafiantes como la filosofía, la política, el derecho, la pedagogía, la psicología, la economía, la medicina y la espiritualidad. Sin lugar a dudas, una aportación inigualable para pensar estos temas en lengua castellana.
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LA INDECLINABLE LIBERTAD DE LOS CIUDADANOS. NEUROÉTICA Y NEUROPOLÍTICA
LA INDECLINABLE LIBERTAD DE LOS CIUDADANOS. NEUROÉTICA Y NEUROPOLÍTICA
Adela Cortina
Catedrática de Ética y Filosofía Política
Universidad de Valencia
1. EL AVANCE DE LAS NEUROCIENCIAS
Aunque las neurociencias tienen una larga historia, en la que existen mojones tan conocidos como el que representa D. Santiago Ramón y Cajal, recibieron un fuerte impulso en los años noventa del siglo pasado, gracias sobre todo a las técnicas de neuroimagen[1]. La década de los noventa recibe el nombre de “Década del Cerebro”, y el año 2012 el de “Año de las Neurociencias”, por citar solamente dos reconocimientos públicos de la relevancia que estas ciencias empíricas van cobrando en la sociedad.
En lo que hace a la filosofía, ya en 1986 Patricia Churchland publicó Neurophilosophy. Toward a Unified Science of the Mind-Brain, y a partir del cambio de siglo se produjo una auténtica eclosión de nuevos saberes, cuyos nombres empiezan con el prefijo “neuro”. A la neurofilosofía se unen la neuroética, la neuroeconomía, la neuropolítica, el neuroderecho, la neurorreligión, la neurosociología, la neuroeducación, la neurorretórica y un sinfín más[2]. El número de problemas filosóficos de envergadura al que estos saberes se enfrentan es grande[3], pero en esta intervención vamos a centrarnos en uno de ellos, que afecta a todos los saberes mencionados, a todos aquellos que se relacionan con la neurofilosofía práctica: la cuestión de la libertad.
2. EL DEBATE SOBRE LA LIBERTAD: UN TEMA AÑEJO
La pregunta por la libertad es tan antigua en la tradición filosófica occidental que cabría retrotraerla al menos al siglo VI a.J.C., a alguno de los fragmentos que nos quedan de Heráclito de Éfeso, en que se asegura que “Una sola cosa es sabiduría: conocer la Razón que lo gobierna todo por medio de todo”[4].
La interpretación de este enigmático fragmento, que ha concitado un mayor acuerdo entre los especialistas, consiste en atribuir a Heráclito la convicción de que adoptar una actitud filosófico-científica ante el cosmos supone preguntarse por las razones de las cosas y, ascendiendo en la cadena de razones, llegar a una Razón primera, que gobierna todo acontecer. El saber filosófico naciente en esa época procedería entonces de una actitud peculiar, que consiste en preguntar por las razones de los acontecimientos y en buscar la unidad en la diversidad. Pero como es imposible proceder al infinito en la pregunta por las causas de los sucesos porque entonces no podríamos dar razón de ellos, es necesario llegar a esa Razón que lo gobierna todo por medio de todo.
Un descubrimiento semejante entra en conflicto con la conciencia espontánea que los seres humanos tenemos de ser libres, y de ahí nace esa aporía, ese callejón sin salida, que nos sitúa entre el determinismo y la libertad, porque no podemos renunciar a la explicación científica por causas ni tampoco a la conciencia de obrar libremente. Por eso, el propio Heráclito parece contradecirse en algunos aforismos, como aquél en el que afirma que “el alma seca es la más sabia y mejor”[5], porque es la que se encuentra más próxima a la fase en la evolución del universo en que todo es fuego. ¿Cómo puede hablarse de que el alma es mejor o peor si no hay posibilidad de elección?
Esta aporía, este callejón sin salida, se presenta de nuevo en la filosofía estoica, que toma la Física de Heráclito para comprender el acontecer del universo y trata de situar su ética en ese contexto cósmico. Y no es extraño que las críticas de los platónicos no se hicieran esperar: ¿cómo puede hablar de deberes morales una escuela que entiende el movimiento del cosmos como determinado por un destino, que es a la vez providencia?[6]
El determinismo ha ido tomando distintas formas a lo largo de la historia, desde el determinismo cosmológico que acabamos de mencionar, pasando por el teológico, que se vivió con fuerza en aquella célebre polémica de auxiliis, que enfrentó a reformistas, dominicos y jesuitas en la época del Concilio de Trento, para continuar más tarde en diversas modalidades de determinismo científico, que surgen en cuanto una ciencia empírica consigue notables progresos y el entusiasmo por lo logrado le lleva a pensar, más o menos conscientemente, que está en disposición de dar cuenta de la realidad en su conjunto, o al menos de la realidad humana, desde el método empírico y desde la dimensión estudiada por esa ciencia.
Así ha ocurrido con el psicoanálisis en aquellos casos en que puso en manos del inconsciente la autoría de todas las acciones humanas; con el materialismo histórico, en las versiones convencidas de que la base económica, la base material real, determina el cambio social en última instancia; con la frenología, es decir, con las mediciones del cerebro de Lombroso; con el extraordinario avance propiciado por la biología evolucionista, que puso –y pone– en manos del principio adaptativo la explicación de la conducta toda, sea animal o humana, y con el desarrollo de la Genética a fines del siglo XX, que propició un inusitado determinismo genético. Por último, desde hace tres décadas, pero sobre todo desde comienzos de este siglo XXI, se reabre el debate desde el mundo de las neurociencias.
En el nacimiento de este determinismo neurocientífico se encontrarían los trabajos de dos neurólogos alemanes, Kornhuber y Deecke, cuyos experimentos parecen constatar la existencia de un “potencial de disposición no consciente” (Bereitschaftspotential), que precede a los actos voluntarios alrededor de un segundo. Según Kornhuber, la puesta en marcha de ese potencial de disposición, que se produce de forma inconsciente, muestra que el cerebro es volicional de manera no consciente[7].
Sin embargo, quien desató un amplio debate sobre la posibilidad de que sea ese potencial de disposición no consciente el que lleva la iniciativa a la hora de empezar una acción, en vez de ser la conciencia la que lleva esa iniciativa, fue Benjamin Libet. Libet quería demostrar con ayuda de la lectura cerebral que nuestra voluntad es libre y, para su desconsuelo, sus experimentos parecieron refutar al principio esta hipótesis, y sólo más tarde pudo matizar sus conclusiones. Pero tal vez lo más importante de sus experimentos es que desencadenaron una encendida polémica que sigue hoy muy viva.
3. EL DEBATE SOBRE LA LIBERTAD EN VERSIÓN NEUROÉTICA
Benjamin Libet emprendió a partir de 1958 un conjunto de experimentos con el propósito de poder relacionar las actividades cerebrales con la aparición de la experiencia consciente y de la acción querida. Parece que en el caso de las acciones libres los sujetos deberían ser conscientes tanto de su intención de realizarlas como también de que inician la acción. La conciencia de desear iniciar una acción y de ponerla en marcha parece imprescindible para hablar de libertad.
Sin embargo, los resultados de estos experimentos, que cobran fuerza en 1983, resultaron ser, en principio, decepcionantes, porque más bien mostraban que la decisión consciente de realizar una acción viene precedida por esa carga eléctrica del cerebro, por ese “potencial de disposición” al que ya hemos aludido al referirnos a Kornhuber y Deecke, y que se pone en marcha algunos milisegundos antes de que los sujetos sean conscientes de su intención de actuar. Parece, pues, que el proceso de la voluntad se inicia inconscientemente, y sólo unos milisegundos después tenemos conciencia de él. El potencial de disposición suele preceder a la decisión de la voluntad entre 500 y 350 milisegundos, de modo que no coincide el momento de la decisión del sujeto con la puesta en marcha del potencial de disposición ni la decisión del sujeto es anterior a la puesta en marcha de ese potencial. La constatación de la secuencia temporal entre el proceso neuronal y la vivencia subjetiva parece probar que los procesos cerebrales determinan las acciones conscientes, sin que el acto de la voluntad desempeñe un papel causal.
De estos experimentos parece concluirse, pues, que si hablamos de acciones libres sólo cuando un sujeto las elige conscientemente, entonces no cabría hablar de libertad, porque el potencial de disposición antecede a la decisión consciente: la fuente de nuestras acciones estaría en algo –el inconsciente– sobre lo que no tenemos control.
Es verdad que en posteriores experimentos Libet mostró cómo la conciencia tiene la posibilidad de vetar el acto una vez iniciado, con lo cual, no quedaría excluida su capacidad de iniciativa[8]. Pero sus críticos insistieron en que el acto de vetar, a su vez, vendría precedido por la puesta en marcha del potencial de disposición correspondiente a ese acto, y, por otra parte, que esta capacidad de vetar no coincide con lo que entendemos por libertad. Pero lo más interesante fue la polémica provocada por los experimentos de Libet, en la que vamos a distinguir entre aquellos autores que se alegraron con los resultados de los experimentos porque venían a refrendar sus propias posiciones, y los que criticaron esos resultados por entender que no afectaban realmente a lo que entendemos por libertad.
Las afirmaciones de los autores que creyeron verse respaldados por los resultados de los experimentos de Libet serían...




