E-Book, Spanisch, 268 Seiten
E-Book, Spanisch, 268 Seiten
ISBN: 978-84-19287-16-8
Verlag: Ediciones Morata
Format: EPUB
Kopierschutz: 6 - ePub Watermark
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La táctica como dimensión compleja A lo largo de los años, el juego de fútbol ha sido analizado bajo diferentes perspectivas que surgen en función de la utilización de distintos paradigmas que parte de la comunidad científica empezó a adoptar en la lectura y a comprender la realidad de los fenómenos por ella generados y creados (Capra, 1996; Morin, 1991). Durante los últimos siglos, la evolución de los saberes y de los conocimientos se fundamentó en paradigmas que separaban los fenómenos u objetos de estudio, para de una manera más simple, comprenderlos (Morin, 1991). Estos enfoques permitieron percibir que la complejidad de algunos fenómenos y áreas no se podrían estudiar bajo esta perspectiva, es decir, no se podrían simplificar; tenían que ser estudiadas dentro de la complejidad que les es inherente, de lo contrario dejarían de existir. En el intento de resolver este problema, a partir de la década de los sesenta, de una manera más consistente, surgieron nuevas ciencias, teorías y metodologías de investigación, que intentarán percibir los fenómenos dentro de su naturaleza compleja (Benkirane, 2002; Capra, 1996; Morin, 1991; Stacey, 1995). El intento de comprensión y entendimiento del juego de fútbol también está pasando por esta dicotomía de paradigmas. Si por un lado se observa una separación del juego en cuatro dimensiones: la táctica, la técnica, la física y la psicológica, por otro, surgen nuevos enfoques que eligen el juego como una creación entera y compleja, en que cualquier intento de división es considerado mutilador de su esencia. Si en el primer enfoque se estudian estas diferentes dimensiones hasta el más ínfimo detalle, en la segunda, el estudio de la totalidad, de la dimensión o de la particularidad son inseparables de la complejidad que le es intrínseca. Ante estos diferentes enfoques, elaborados con el objetivo de percibir y actuar de manera eficaz y eficiente en el juego y, consecuentemente, en el entrenamiento que lo crea, entendemos que el concepto de táctica en el fútbol se debe también equiparar a la luz de la complejidad correspondiente. En este contexto, si las definiciones de táctica de los diferentes autores (Garganta y Oliveira, 1996; Gréhaigne, 1992; Mahlo, 1974; Teodorescu, 1984) nos remiten a los comportamientos que el jugador y/o el equipo realizan para resolver correctamente los problemas sistemáticamente presentados por el juego en el plan de la ocupación del terreno, tiene sentido afirmar que el concepto de táctica puede ser concebido como la gestión (posición y desplazamiento/movimientos) del espacio de juego por los jugadores y equipos. Este concepto presentado así trata pues de lo que se puede observar en lo que se refiere al comportamiento de los jugadores/equipo dentro de la cancha. Para llevar a cabo una adecuada gestión del espacio del juego, el jugador necesita ser consciente y estar bien (in)formado sobre las posibilidades del espacio que existen en el juego, concretamente en tres importantes niveles de interacción, siendo el macro los espacios fijos y dinámicos que abarcan todo el nivel colectivo (táctica colectiva); el meso, que es la primera línea de oposición y la primera línea de apoyo a nivel de grupo (táctica de grupo), especialmente en el centro del juego; y el micro, que son los espacios entre el jugador y el balón (i), entre el portador del balón y el jugador de marcaje (ii), detrás del jugador de marcaje (iii), detrás del portador del balón (iv) (táctica individual). Por lo tanto, enfatizamos que se trata de una forma simples de concebir la táctica, porque subyacente a cada posición y desplazamiento/movimiento hay un proceso complejo que implica múltiples aspectos de la cognición del (de los) jugador(es), entre ellos la percepción (central y periférica), el procesamiento de la información, la atención/concentración, la memoria (central y periférica) y el conocimiento (procedimental y declarativo) que subsidian una toma de decisión más creativa y/o inteligente de los jugadores y del equipo para llevar a la solución de los problemas que el juego plantea. Esta comprensión de táctica promueve esta dimensión a un proceso emergente (Frade, 1990; Laughlin, 2008), resultante de la interacción de un conjunto de factores, ideas y conocimientos específicos (Guilherme, 2004; Mahlo, 1974) entre los diferentes actores de un equipo: jugadores, entrenadores y el contexto (Guilherme, 2004). De esa forma, la dimensión táctica de un equipo de fútbol debe considerarse como una construcción singular que se caracteriza por su complejidad y dinámica no lineal y espiral. En síntesis, se trata de un contexto cultural específico creado por la interacción de sus diferentes agentes, que con el paso del tiempo permite la emergencia de una identidad colectiva. Esta noción de construcción singular de la dimensión táctica, en que cada equipo presenta la suya de una forma sui generis, contrasta con la noción abstracta con que frecuentemente se presenta. Por lo tanto, cuando hablamos de la dimensión táctica de un equipo no estamos hablando de un concepto general, sino de un concepto específico que contextualiza, da sentido y consistencia a todas las otras dimensiones. En este caso, según Gibson (1979), la especificidad se refiere a un concepto calificador de una relación de interacción de variables. Estas variables representan la información específica de un determinado contexto (Laughlin, 2008). Como tal, las variables solamente son consideradas específicas si las relaciones informacionales entre ellas mantienen una relación de dependencia (Beek, Jacobs, Daffertshofer, y Huys, 2003). Así, la dimensión táctica asume en cada equipo, un cuerpo diferenciado, con su propia identidad y particularidades, que emerge de la relación de complicidad con las otras dimensiones. Estas dimensiones también presentan características peculiares, afectadas por el contexto informacional específico generado por sus respectivas interacciones. Como resultado de estas propiedades, las dimensiones técnica, física o psicológica dejan de tener sentido sin la dimensión táctica para contextualizarlas, así como la dimensión táctica no se puede exprimir si alguna de las otras no está presente. Con esta afirmación no se pretende transmitir la idea de que la dimensión táctica es más importante que las otras, sino destacar que asume el rol de generador, catalizador y coordinador informacional específico de cada equipo. Como se ha mencionado, esta comprensión de la táctica remite a la interacción de distintas variables: las ideas y los conocimientos específicos de los diferentes actores. Las ideas están relacionadas con la dirección que damos de la forma de resolución de los problemas. Normalmente, los entrenadores tienen ideas sobre el tipo de juego que desean para su equipo. Saben lo que desean en los diferentes momentos de juego, saben lo que quieren cuando el equipo se encuentra en organización ofensiva, organización defensiva o en las respectivas transiciones (defensa-ataque y ataque-defensa). Son estas ideas las que se transmiten a los jugadores por medio del entrenamiento, proceso de incorporación al juego (Maciel, 2011), que direccionan los caminos que los equipos y respectivos jugadores deben seguir. Las ideas del entrenador funcionan como un faro que orienta el camino a seguir. Por lo tanto, el juego creado está directamente relacionado con las ideas que el entrenador transmite. Los conocimientos específicos de los jugadores están relacionados con la interacción entre su conocimiento táctico específico y sus conocimientos específicos relacionados con las habilidades motoras específicas (Guilherme, 2004). El conocimiento táctico específico nos conduce al conocimiento que el jugador tiene que le permite jugar, eligiendo las opciones que le parezcan más adecuadas ante las diferentes situaciones. Es un conocimiento que está relacionado con los conocimientos declarativos y procedimental. Por su parte, el conocimiento específico relacionado con las habilidades motoras específicas se puede considerar como el saber y las competencias que el jugador presenta que le permite ejecutar las decisiones tomadas, es decir, es la habilidad que garantiza la viabilidad de la acción pretendida para hacer operativa la decisión tomada. Este tipo de conocimiento es fundamentalmente procedimental (Guilherme, 2004). Cuando las dos variables anteriores, las ideas de juego de los entrenadores y los conocimientos específicos de los jugadores interactúan entre sí, el producto final es un proyecto colectivo de juego dinámico, simultáneo y, paradójicamente, previsible e imprevisible. La previsibilidad emerge de las ideas de juego que el entrenador transmite y están estructuradas en un plan macro. La imprevisibilidad surge de la interpretación e interacción que los diferentes jugadores, con sus conocimientos, percepciones y particularidades, hacen con estas ideas y, por su parte, están estructuradas en el plan micro. Hagamos una analogía para comprender esta idea. Supongamos que las ideas de juego que el entrenador desea transmitir son representadas por el color azul. Cuando transmite la idea de este color, los jugadores la interpretarán y cada uno va a reconocer este azul de una manera propia según sus experiencias, características, capacidades, limitaciones, gustos, emociones. A partir de la existencia de estos diferentes azules que los jugadores manifiestan, el resultado de la tonalidad...