E-Book, Spanisch, Band 344, 144 Seiten
Reihe: Espiritualidad
Una propuesta de crecimiento personal y espiritual
E-Book, Spanisch, Band 344, 144 Seiten
Reihe: Espiritualidad
ISBN: 978-84-277-3201-8
Verlag: Narcea Ediciones
Format: EPUB
Kopierschutz: 6 - ePub Watermark
Mª Victoria Romero Hidalgo. Consagrada en el InstitutoSecular Alianza en Jesús por María. Licenciada en Psicología por la Universidad de Granada. Graduada en Ciencias Religiosas por la Facultad de Teología de Granada. Ha trabajado en diferentes instituciones y con diversos colectivos en riesgo de exclusión social. Actualmente ejerce su labor profesional como profesora de secundaria y es autora de numerosas publicaciones de reflexión y espiritualidad.
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Un pasito
adelante
Nos acercamos al umbral de la puerta de este espacio accesible, pero poco atrayente para quien tiene más dudas que ilusión. Esta decisión de querer entrar requiere una motivación clara. No se llega a esa ubicación de manera casual o accidental. Nos proponemos adentrarnos donde hay una pregunta que nos envuelve, inquieta, y ante la que buscamos respuestas. Una cuestión central en la vida. Un interrogante que desestabiliza: «¿Quién soy yo?» No hay receta para responder. Ni contestaciones en serie. La originalidad y exclusividad la caracteriza. Tampoco la puede resolver nadie distinto de mi yo, aunque pueden ayudar algunas claves en su resolución. Los griegos en el frontal de la entrada al templo de Apolo en Delfos colocaron una expresión, que todavía hoy, sigue siendo un desafío: Conócete a ti mismo («????? sea?t??») También se le ha atribuido a Sócrates esta sentencia: «En el Alcibíades de Platón, Sócrates conversa con Alcibíades, joven rico cuya belleza y talento eran conocidos en Atenas, así como su gran ambición, acerca de si él se encuentra preparado para dedicarse a la política. En la conversación, Alcibíades se muestra confiado y seguro de aventajar a sus conciudadanos atenienses, aunque también ignorante de conceptos básicos en el arte de la política, como son la justicia o la virtud. Entonces Sócrates le dice: “querido amigo, hazme caso a mí y a lo que está escrito en Delfos, 'conócete a ti mismo', porque nuestros rivales son estos y no los que piensas. A ellos no los podremos vencer si no es a través del cuidado de ti mismo y de la técnica”» (Alc. 124 a)1. La cuestión sobre el ser ha recorrido la historia de la filosofía y de la humanidad, desde sus inicios. Las distintas tradiciones religiosas también han intentado dar respuesta a esta pregunta con más mito que razón, y más razón que limitación. En la historia del pensamiento español podemos dar un pasito más. Decía Ortega y Gasset: «Yo soy yo y mis circunstancias, y si cambian mis circunstancias, también cambio yo»2. Nuestro yo es algo único. Las circunstancias lo condicionan y fomentan su exclusividad. El medio en el que vivo me hace ser lo que soy. El tiempo en el que existo me define. Unas circunstancias que no elegimos, sino que acontecen. Es más lo que no decidimos, que por lo que podemos optar. Sin embargo, nuestra capacidad intelectual nos permite analizar esas circunstancias, todo lo que nos rodea, y nos hace ser lo que somos. En el momento en el que le doy sentido a mis circunstancias, y pongo palabras al silencio que me envuelve, en ese instante, estoy salvando las circunstancias, y me estoy salvando yo. Las circunstancias me condicionan, pero también me salvan. No vivo desde la inconsciencia, sino desde la explicación de quien soy en esas circunstancias. Es una invitación a no existir desde la resignación, sino desde la resiliencia. No hacerlo desde la queja o el lamento, sino desde la oportunidad. Las circunstancias son las que son, pero no me tienen que hacer sentir atrapada, sino rebosante de posibilidades. Nos tenemos que hacer responsables de nuestra vida. Mi ser es algo difícil de atrapar en una definición. No es nada de libro, y sí mucho de misterio. Es una labor apasionante y un gran reto. Una pregunta que nos lanza a la aventura de conocernos, pero también de dejarnos descubrir. No nos conocemos sin afectos Somos seres con capacidad de amar y ser amados. El amor nos mueve, y nos lleva a hacer grandes heroicidades, como dar la vida por otros. Es centro y fin de nuestra existencia. Principio y fundamento. Origen y destino. No somos capaces de medirlo ni cuantificarlo. No alcanzamos a comprender el precio de la entrega desinteresada. El amor de una madre o un padre por un hijo, por ejemplo. El cariño sincero o la amistad fiel. Pero también está el desafecto. El odio, el rechazo o el desprecio. Las consecuencias cuando no hay amor son terribles. Los demás se convierten en objetos con los que se puede acabar. Son muchas las atrocidades y crueldades que se cometen por ideales huecos o amores fanáticos. El amor es cimiento de vida. Venimos a ella por amor, y crecemos entre afectos y enamoramientos. El amor nos hace descubrir el misterio del otro y también el propio. Renunciar a deseos por un bien mayor. Apostar la vida por una persona o una causa humana. Dejarse llevar por un amor a otro lugar o cultura. Escribía San Agustín: «Todo ser humano ama; nadie hay que no ame; pero hay que preguntar qué es lo que ama. No se nos invita a no amar, sino a que elijamos los que hemos de amar. ¿Pero, cómo vamos a elegir si no somos primero elegidos, y cómo vamos a amar si no nos aman primero?»3 No nos conocemos sin aspecto físico Nuestro rostro nos hace originales. No hay dos caras iguales, aunque pueda parecer. Somos extraordinariamente únicos. Y a la vez desconocemos nuestro aspecto. Solo podemos descubrirlo si nos miramos en un espejo. No sabemos de nuestra apariencia por nosotros mismos. Lo más sublime es hacerlo a través de la palabra de otro. Que un alter nos diga cómo somos; cómo es nuestro aspecto. Que nos contemple y nos dejemos contemplar para reconocernos seres únicos. El otro es un Tú que me dice quién soy yo. No nos conocemos en soledad Somos seres sociales y sociables. Necesitamos de los demás. En nuestro ADN no hay lugar al individualismo, al aislamiento o la autosuficiencia. Podemos caer en ellas, lo que nos alejaría de nuestro verdadero fin en la vida. No crecemos solos, y no hay nada de lo que somos en lo que no estén involucrados otros. En cuanto pensamos en situaciones concretas, aparecen rostros. Quienes creen que ellos se han hecho a sí mismos; que no necesitan de alguien; que son totalmente autónomos, quizás, lo que sí necesitan, es buscar ayuda para salir de su autoengaño y evitar hacerse daño. En la soledad nos moriríamos. No nos conocemos sin inteligencia El ser humano es capaz de pensarse y de pensar. De distinguir aspectos de la realidad y nominarlos. De seleccionar y crear. De transformar y potenciar. De creer y de crear. De pintar y esculpir. De soñar y proyectar. De imaginar y calcular. De razonar y escribir. De diseñar y leer. Y también de destruir y acabar con lo que le rodea. Nuestra inteligencia nos hace superiores a todo lo creado, y a la vez artífices de la destrucción de la creación. Inteligencia para el progreso, y también para la extinción. Con estas sencillas pinceladas, vamos a ir trazando un camino que desgranaremos de manera sencilla y profunda. Para reflexionar4 «Una mujer estaba agonizando. De pronto, tuvo la sensación de que era llevada al cielo y presentada ante el Tribunal. —“¿Quién eres?”, dijo una voz. —“Soy la mujer del alcalde”, respondió ella. —“Te he preguntado quién eres, no con quién estás casada”. —“Soy la madre de cuatro hijos”. —“Te he preguntado quién eres, no cuántos hijos tienes”. —“Soy una maestra de escuela”. —“Te he preguntado quién eres, no cuál es tu profesión”. Y así sucesivamente. Respondiera lo que respondiera, no parecía poder dar una respuesta satisfactoria a la pregunta “¿Quién eres?”. —“Soy una cristiana”. —“Te he preguntado quién eres, no cuál es tu religión”. —“Soy una persona que ha ido todos los días a la iglesia y ayudaba a los pobres y necesitados”. —“Te he preguntado quién eres, no lo que hacías”. Evidentemente, no consiguió pasar el examen, por lo que fue enviada de nuevo a la tierra. Cuando se recuperó de su enfermedad, tomó la determinación de averiguar quién era. Y todo fue diferente». • UNA PINCELADA DE FE • «Este fue el testimonio de Juan, cuando los judíos
enviaron desde Jerusalén sacerdotes y levitas
a preguntarle: “¿Quién eres tú?”»
(Jn1,19). Una pregunta que genera infinidad de respuestas. Una cuestión que atraviesa la vida en toda su hondura. Un interrogante que solo tiene un destinatario. Nadie puede responder por ti. Juan Bautista sabe quien no es y cómo su misión lo define. También nosotros, en la contestación nos jugamos el sentido de la vida. Según nos definimos, vivimos. Sabiendo quiénes somos, o cegados por quiénes quisiéramos ser. Viviendo en la autenticidad, o en la apariencia. Es un reto responder a esa pregunta, pero también una necesidad para vivir o mal vivir. Una pregunta que teje nuestra biografía. Que pinta un ser que desconocemos. Que siembra inquietud y búsquedas. Que grita en el silencio que quiere acallarla. Es...