Pikaza Ibarrondo | Enséñanos a orar | E-Book | sack.de
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E-Book, Spanisch, 832 Seiten

Pikaza Ibarrondo Enséñanos a orar

El libro de los Salmos. Lectura cristiana
1. Auflage 2023
ISBN: 978-84-9073-913-6
Verlag: Editorial Verbo Divino
Format: EPUB
Kopierschutz: Adobe DRM (»Systemvoraussetzungen)

El libro de los Salmos. Lectura cristiana

E-Book, Spanisch, 832 Seiten

ISBN: 978-84-9073-913-6
Verlag: Editorial Verbo Divino
Format: EPUB
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Los salmos son oración oficial de judíos y cristianos, compuestos durante un milenio por levitas de Sion (Jerusalén) y atribuidos a David. En hebreo se llaman tehilim y tefilim, alabanzas, oraciones, cantos de (para) Dios, por el mundo y los hombres. Los griegos los llamaron Salmos (Psalmoi), porque se cantaban con música de salterio (cítara, harpa). En momentos solemnes sonaban trompetas. En trances alegres se bailaban con tamboril y pandereta; en momentos tristes con viola antigua y voz quebrada... Todos eran música hecha palabra, palabra hecha música. Hay salmos de amantes (shirim) y sabios (maskilim), lamentos, bendiciones, maldiciones, danzas de guerra, juego y perdón, elegías, ahogos, sollozos... siempre de vida ante Dios. San Pablo, poco cantarín, pedía que llevemos cada uno a la misa o plegaria común un salmo nuestro o de la Biblia, que no cantemos siempre el mismo (1 Cor 14,26). Será tiempo de empezar. Para eso he compuesto este libro.

Xabier Pikaza Ibarrondo (Orozco [Vizcaya], 1941) cursó estudios en la Universidad Pontificia de Salamanca, en la Universidad de Santo Tomás y en el Instituto Bíblico (Roma), ampliando estudios en las universidades de Hamburg y Bonn (Alemania). Profesor numerario en la Facultad de Teología de la Universidad Pontificia de Salamanca de 1975 a 1984, desde 1989 fue catedrático numerario de Teología Dogmática en la Universidad Pontificia de Salamanca, impartiendo clases hasta el año 2003, en que cesa como catedrático y comienza su labor como investigador en ciencias de las religiones. Se dedica a escribir libros de su especialidad y dicta conferencias en diversos lugares de España y América. Como profesor invitado, ha impartido cursos sobre cultura y religiones en diversas universidades y centros culturales de Europa y América y ha organizado, durante los últimos diez años, un seminario de investigación sobre temas fronterizos: judaísmo y cristianismo, análisis social y fe religiosa, etcétera. Autor prolífico, su bibliografía puede consultarse en el apartado correspondiente de esta web.
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Introducción


Un discípulo le dijo «enséñanos» a orar (Lc 11,1), y Jesús, que era Maestro de oración, le enseñó el Padrenuestro. Me gustaría haber seguido en esa línea, pero, como solo soy profesor ya jubilado de Biblia y Teología, me ha parecido mejor escribir este manual de introducción cristiana a los salmos, retomando y condensando largos años de feliz docencia, con alumnos y amigos que quizá recordarán algo de lo que aquí digo.

Salterio. Nombre y sentido


El salterio no es un libro entre otros, sino el libro base de canto, poesía y oración de la Biblia, tal como ha sido compuesto y recogido a lo largo de casi un milenio (del siglo IX al II a.C.) por levitas y orantes del templo de Sion (Jerusalén), bajo la autoridad simbólica del rey David, y empleado hasta hoy por la liturgia de judíos y cristianos. Forma parte de la Biblia Hebrea (TM, siglo IV-II) y de la Griega (LXX, siglo II-I a.C.) y consta de 150 poemas, que no están pensados para ser leídos de un golpe, sino para ser cantados y orados a lo largo del día, del año y de la vida de los creyentes, escogiendo los más adecuados, según la liturgia común y la inspiración particular de cada orante.

1. El salterio se llama en hebreo tehilim, que significa alabanzas, cantos o poemas, para glorificar a Dios, dándole gracias por todo lo que existe en el mundo y especialmente por la historia y vida de los hombres. Los traductores griegos dieron a esos cantos el nombre de Salmos (Psalmoi), textos para ser cantados con acompañamiento de un salterio, que es un tipo de cítara o arpa de diez cuerdas. De manera lógica, respondiendo a la variedad de sus matices, ellos han recibido en la Biblia Hebrea otros títulos o nombres que expresan mejor su contenido.

2. Los salmos son mizmor, cantos solemnes, que se proclaman y tocan con instrumentos de cuerda, entre los que sobresale el kinnor, que es la cítara o arpa, ya citada. El primer lenguaje del hombre ha sido la poesía y el canto, y entre los cantos los primeros han sido los que brotan de la admiración ante la vida y el mundo, en un contexto de misterio sagrado. Más que medio para declarar unas ideas, los salmos, empezaron siendo cantos para expresar y comunicar sentimientos y experiencias ante el despliegue de Dios, la emoción interna y la relación con otras personas.

3. Los salmos se llaman también shir/shirim, cantos exultantes, que se diferencian de los gritos o señales auditivas de los animales porque van cargados de un intenso sentimiento afectivo, de tipo gozoso, amoroso, de atracción y comunicación consciente, de llamada y respuesta, para conocimiento y enriquecimiento mutuo. El más conocido de la Biblia es el Cantar de los Cantares (= Shir ha shirim), poema intenso de atracción y comunión enamorada entre varones y mujeres (en la línea de la primera palabra dirigida por Adán a Eva: Gn 2,23). En esa línea, muchos salmos son también declaraciones de amor agradecido, gozoso o dolorido de unos hombres ante Dios o ante los otros, aunque en general prefieren velar el atractivo erótico, pues se cantan en el templo más que en casa o en la plaza.

4. Los salmos son también tefilim (tefilah), oraciones articuladas, es decir, plegarias, formas de invocación, petición y diálogo, que no se dirigen solamente a la naturaleza (sol, tierra, luna, mar o río...), ni a otros hombres o mujeres, compañeros de esta vida y camino, sino directamente al Dios, en quien todo se funda y condensa, en los diversos momentos de la vida, día o noche, nacimiento o muerte. Pero, dirigiéndose a Dios y a otros seres humanos, el orante de los salmos reflexiona y se dirige, en su interior, hacia sí mismo, de manera que sus «teo-loquios» (conversaciones con Dios) se convierten en «soliloquios», conversaciones o reflexiones consigo mismo1.

5. Algunos llevan el título de miktam, que puede traducirse como «inscripción» o, quizá mejor, como epigrama, poema para ser «grabado» (esculpido, escrito) sobre piedra o madera, como en los monumentos de Egipto o Mesopotamia. Son textos que no solamente se producen y reproducen de forma oral, modulándose así a lo largo de siglos en la memoria de los orantes y cantores, sino que, en un momento dado, se fijan (inscriben), grabándose en hojas de papiro o pergamino, para conservarse en templos y palacios. En esa línea, para mantener el testimonio de su identidad, los judíos fueron escribiendo los cantares que ellos dirigían a Dios, aunque, al mismo tiempo, los siguieran manteniendo vivos en la memoria de las comunidades.

6. Varios salmos se llaman, finalmente, maskil (cf. Sal 32; 42; 44; 45; 52–55; 74; 78; 88; 89 y 142), por estar compuestos y reproducidos con arte, es decir, con maestría, con voces escogidas, con instrumentos adecuados. Sin duda, ellos han sido cantados de un modo informal en casas particulares, caminos o campos, durante el trabajo o en fiestas, como textos comunes de todo el pueblo; pero, en un momento dado, han sido utilizados por levitas profesionales, en el Palacio/Templo en Jerusalén que termina definiéndose como «casa de música orante», una especie de ópera nacional del judaísmo2.

Estos y otros nombres pueden aplicarse a los salmos, como indicaré de manera más precisa en el vocabulario final de este libro. Estos tenían según eso varios nombres que matizaban su forma y/o contenido. Solo al traducirlos al griego y publicarlos como texto unificado para la Biblioteca Real de Egipto (Alejandría), recibieron, por comodidad, un nombre único, que se ha mantenido hasta el momento actual, el de Salmos (Psalmoi), poemas cantados con acompañamiento básico de cítara o salterio, de trompetas y tambores3.

Pueden recitarse (leerse) o cantarse también en otros lugares, y muchos judíos lo hacían así, pero oficialmente se empleaban en la liturgia del templo de Sion, como expresión de identidad colectiva del pueblo, transmitida y fijada a lo largo de siglos. En ese sentido recogen y expresan la «memoria» viva del judaísmo, que no se transmite por libros de administración o de relaciones comerciales, sino a través de cantos religiosos de recuerdo y esperanza.

El salterio contiene himnos y meditaciones para todas las estaciones del año y para todas las circunstancias de la vida. No expresan una única forma de entender la vida, sino varias, como la misma existencia humana, que es multiforme, con tiempos para amar y para enfrentarse con otros, para alegrarse y llorar, para luchar y para celebrar la paz, para castigar a los enemigos y para perdonarlos como recuerda el Eclesiastés o Qohelet 3,1-8. Son himnos del pueblo judío, estando, al mismo tiempo, abiertos a todos los pueblos de la tierra4.

Lectura judía y cristiana, a la luz del Padrenuestro


Como he dicho, Jesús estaba un día orando y, al terminar, se le acercó un discípulo diciendo: «Señor, enséñanos a orar, como Juan enseñó a sus discípulos» (Lc 11,1). Este relato nos sitúa en el principio de Iglesia, cuando los cristianos sintieron la conveniencia (necesidad) de fijar una plegaria propia, que pudiera compararse a la de Juan y a la de otros grupos judíos, como síntesis o compendio de los salmos, pero en la línea de la oración de Jesús.

Lucas 11,2-4 ofrece el texto más antiguo, como expresión central de la oración de Jesús. Mateo 6,9-13 lo ha expandido de un modo más litúrgico, diciendo Padrenuestro (no simplemente Padre, como Lucas)5. Pero los dos evangelistas toman esta oración de Jesús, como clave y compendio de la oración judía del conjunto de los salmos.

En esa línea, esta respuesta de Jesús puede y debe compararse con aquella que él dio al hombre rico, deseoso de heredar la vida eterna. Primero le dijo «cumple los mandamientos» (cf. Mc 10,17-20); pero después, cuando el hombre respondió «¡los cumplo desde mi juventud!», Jesús añadió: «Si quieres ser perfecto, vende lo que tiene, dáselo a los pobres, ven y sígueme». También en nuestro caso, Jesús pudo decir al demandante: «Ahí tienes los salmos, rézalos». Pero después, ante su insistencia (¡los salmos ya los rezo!), le siguió diciendo: «Si quieres ser perfecto reza el Padrenuestro, pues todos los salmos se cumplen y condensan en su invocación y peticiones» (cf. Mc 12,28-35 par).

Todos los mandamientos se resumen en dos, amar a Dios y amar al prójimo. De un modo semejante, todos los salmos se contienen y entienden desde el Padrenuestro, que sería, según eso, oración suficiente para los cristianos. A pesar de ello, de un modo consecuente, la Iglesia, que, al lado de los dos mandamientos de Jesús, mantiene los diez del decálogo, ha conservado al lado del Padrenuestro los 150 salmos del salterio.

Este es uno de los casos más significativos de identificación en la lectura judía y cristiana de la Biblia. En el tiempo de Jesús y más tarde (del siglo I a.C. al III d.C.) hubo diversos intentos de producir nuevos salmos, sustituyendo los antiguos o añadiendo algunos nuevos, entre judíos y cristianos; pero al fin tanto unos como otros se mantuvieron fieles a los salmos del texto bíblico.

– En el judaísmo pueden citarse tres ejemplos de ampliación o sustitución de los salmos: a) Los Hodayot de Qumrán, himnos propios de la tradición esenia; b) los Salmos de...



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