Oreskes / Conway | Mercaderes de la duda | E-Book | sack.de
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E-Book, Spanisch, 480 Seiten

Reihe: Ensayo

Oreskes / Conway Mercaderes de la duda

Cómo un puñado de científicos ocultaron la verdad sobre el calentamiento global
1. Auflage 2020
ISBN: 978-84-122324-3-1
Verlag: Capitán Swing Libros
Format: EPUB
Kopierschutz: 6 - ePub Watermark

Cómo un puñado de científicos ocultaron la verdad sobre el calentamiento global

E-Book, Spanisch, 480 Seiten

Reihe: Ensayo

ISBN: 978-84-122324-3-1
Verlag: Capitán Swing Libros
Format: EPUB
Kopierschutz: 6 - ePub Watermark



Naomi Oreskes y Erik M. Conway cuentan la historia de cómo un grupo de científicos y asesores científicos de alto nivel, con profundas conexiones en el mundo de la política y de la industria, realizaron campañas efectivas para engañar al público y negar verdades científicas comprobadas a lo largo de cuatro décadas. Sorprendentemente, los mismos nombres aparecen repetidamente: son las mismas personas las que afirman que la ciencia del calentamiento global 'no está resuelta', niegan la verdad de los estudios que relacionan el hábito de fumar con el cáncer de pulmón, el humo de carbón con la lluvia ácida, y los gases clorofluorocarbonos (CFC) con el agujero de la capa de ozono. 'La duda es nuestro producto', escribía hace tiempo un famoso ejecutivo del tabaco. Y son estos 'expertos' quienes las han suministrado incansablemente. Los autores de Mercaderes de la duda sacan a la luz este oscuro rincón de la comunidad científica estadounidense, para mostrarnos de manera irrefutable cómo la ideología y los intereses corporativos, ayudados por unos medios de comunicación demasiado obedientes, han sesgado sistemáticamente la comprensión pública de algunos de los problemas más acuciantes de nuestra era.

Historiadora de la ciencia de nacionalidad estadounidense. Tras quince años como profesora de Historia y Estudios de la Ciencia en la Universidad de California, se convirtió en profesora de Historia de la Ciencia y profesora asociada de Ciencias de la Tierra y Planetarias de la Universidad de Harvard en 2013. Ha participado en estudios de geofísica y ha escrito sobre todo tipo de asuntos ambientales, como el calentamiento global. Su ensayo 'Más allá de la torre de marfil', publicado en 2004 en la revista Science fue un hito en la lucha contra el negacionismo sobre el calentamiento global.
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Introducción


Ben Santer es de esa clase de personas a las que nunca imaginarías que nadie va a atacar. Es la moderación en persona —estatura y constitución física moderadas, un temperamento moderado, convicciones políticas moderadas—. También es discreto —habla con tanta suavidad que casi resulta humilde— y, por lo pequeño y austero que es su despacho del Laboratorio Nacional Lawrence Livermore, podrías pensar que se trata de un contable. Si te lo encontrases en una sala en la que hubiera mucha gente y no le conocieses, ni siquiera repararías en su presencia.

Pero no es, ni mucho menos, un simple contable y el mundo sí se ha fijado en él. Ben Santer es uno de los científicos más destacados del planeta y ha recibido, entre otros, el premio MacArthur al talento (en 1998) y numerosas distinciones del Departamento de Energía de Estados Unidos —institución para la que trabaja—. La razón es que, en la práctica, es la persona que más ha contribuido a demostrar los efectos de la acción humana sobre el calentamiento global. Lo cierto es que desde su tesis doctoral, a mediados de los ochenta, ha estado estudiando cómo funciona el clima de la Tierra y planteando si podemos afirmar que las actividades humanas lo están modificando. Y ha demostrado que la respuesta es sí.

Santer trabaja como científico en el Proyecto de Diagnóstico e Intercomparación de Modelos Climáticos del Laboratorio Nacional Lawrence Livermore, un enorme proyecto internacional que recoge datos de modelos climáticos en todo el mundo, se los comunica a otros investigadores y los compara. En los últimos veinte años, Santer y sus colegas han demostrado que realmente existe el calentamiento global… y que responde exactamente a cómo lo haría si se debiese a los efectos de los gases del efecto invernadero.

El trabajo de Santer se denomina «dactiloscopia», porque consiste en buscar esas huellas «dactilares», las pistas y rastros que deja el calentamiento global, causado por los gases de efecto invernadero. Las más importantes se concentran en dos partes de nuestra atmósfera: la troposfera —la cálida capa más próxima a la superficie de la Tierra— y la estratosfera —la capa más delgada y fría que la envuelve—. La física explica que, si el sol fuese la causa del calentamiento global —como aún afirman algunos escépticos—, como el calor llegaría a la atmósfera desde el espacio exterior, tanto la troposfera como la estratosfera tendrían que calentarse. En cambio, si el calentamiento lo causan los gases de efecto invernadero emitidos en la superficie —atrapados en gran medida en la parte más baja de la atmósfera—, la troposfera se calentaría, mientras que la estratosfera se enfriaría.

Santer y sus colegas han demostrado que la troposfera se está calentando y la estratosfera se está enfriando. En realidad, como el límite entre estas dos capas atmosféricas viene definido por la temperatura, esa frontera se está desplazando ahora hacia arriba. En otras palabras, toda la estructura de nuestra atmósfera está cambiando. Esos cambios serían inexplicables si el culpable fuese el sol. Esto indica que los cambios que estamos observando en nuestro clima no son por causas naturales.

Hasta el Tribunal Supremo tuvo que abordar la diferenciación entre la troposfera y la estratosfera en el caso Massachusetts et al. v. la EPA, en el que doce estados acusaban al Gobierno federal de no haber incluido el dióxido de carbono como contaminante en la Ley del Aire Limpio. El juez Antonin Scalia desestimó la demanda alegando que no había nada en la ley que obligase a la Agencia de Protección del Medio Ambiente (EPA, por sus siglas en inglés) a actuar… Este honorable juez también resbaló en el terreno de la ciencia cuando, en una ocasión, se refirió a la estratosfera queriendo nombrar la troposfera. Un abogado de Massachusetts puntualizó: «Con todo el respeto, señoría, no es la estratosfera, sino la troposfera». El juez respondió: «Pues troposfera, como sea. Ya le dije antes que no soy científico. Ese es el motivo de que no quiera abordar el tema del calentamiento global».[1]

Sin embargo, el tema del calentamiento global tenemos que abordarlo todos, nos guste o no, y hay gente que lleva resistiéndose a ello durante mucho tiempo. Más aún, algunos han atacado no solo el mensaje, sino también al mensajero. Desde que la comunidad científica empezó a ofrecer pruebas del calentamiento climático y apuntó a las actividades humanas como posibles causantes, ha habido gente que se ha dedicado a cuestionar los hechos, a dudar de las pruebas y a atacar a los científicos que las recopilaban y explicaban. Nadie ha sido atacado más despiadadamente —ni más injustamente— que Ben Santer.

El Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés) es la principal autoridad del mundo en cuestiones climáticas. Lo crearon en 1988 la Organización Meteorológica Mundial y el Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente como respuesta a las primeras advertencias que anunciaban el calentamiento global. Muchos científicos sabían desde hacía tiempo que los gases de efecto invernadero procedentes de la quema de combustibles fósiles podían provocar un cambio climático —tal como le comunicaron a Lyndon Johnson en 1965—, pero la mayoría creía que tendría lugar en un futuro lejano. Hasta los años ochenta no empezaron a preocuparse seriamente y a pensar que el futuro tal vez estuviese llegando; incluso, unos cuantos inconformistas afirmaron que el cambio climático antropogénico se había iniciado ya. Así que se creó el IPCC para investigar las pruebas y evaluar el impacto de dicho cambio en el caso de que los inconformistas estuvieran en lo cierto. En 1995, el IPCC declaró que el impacto humano sobre el clima ya era perceptible. No lo afirmaban solo unos cuantos científicos, porque ese año este organismo ya incluía varios cientos de expertos sobre el clima de todo el mundo. Pero ¿cómo sabían que esos cambios se estaban produciendo? ¿Y en qué se basaban para afirmar que los estábamos causando nosotros? El segundo informe de evaluación del IPCC —Cambio climático 1995: La ciencia del cambio climático— respondía a estas dos importantes preguntas. El capítulo 8 —«Detección del cambio climático y atribución de causas»— resumía las pruebas de que el calentamiento global realmente estaba originado por las emisiones de efecto invernadero. Su autor era Ben Santer.

Santer contaba con una experiencia como científico impecable y hasta ese momento nadie había sugerido siquiera su falta de rigurosidad. Sin embargo, en ese momento un grupo de físicos vinculado a un comité de expertos de Washington, D.C., le acusó de haber modificado el informe para que las pruebas científicas pareciesen más contundentes de lo que eran en realidad. Se redactaron informes acusándole de «depuración científica», de no tener en cuenta las ideas de los que no estaban de acuerdo.[2] Escribieron informes con títulos como «Prosigue el debate sobre el efecto invernadero» o «Manipulando la documentación» que aparecieron en publicaciones como Energy Daily o Investor’s Business Daily. Enviaron cartas a congresistas, funcionarios del Departamento de Energía y directores de publicaciones científicas plagadas de todo tipo de acusaciones. Presionaron a sus contactos en el Departamento de Energía para que despidieran a Santer. La acusación más conocida (y más publicitada) fue la que apareció en el Wall Street Journal, en la que se atribuían a Santer supuestos cambios para «engañar a los responsables de tomar medidas políticas y al público».[3] Santer había modificado el informe, pero no con el fin de engañar a nadie. Los cambios que había realizado eran para tener en cuenta las críticas y comentarios de otros científicos.

Todos los artículos e informes científicos tienen que pasar por el escrutinio crítico de otros expertos: es la revisión por pares. A los autores de artículos científicos se les exige que consideren seriamente los comentarios críticos de esas revisiones y que corrijan cualquier error que hayan encontrado. Un principio ético fundamental del proceso científico es que ninguna propuesta se puede considerar válida —ni siquiera potencialmente— hasta que no haya pasado una revisión por pares.

La revisión por pares se utiliza también para ayudar a los autores a exponer más claramente sus argumentos. Concretamente el IPCC somete sus trabajos a un proceso de revisión por pares excepcionalmente amplio e inclusivo en el que participan tanto científicos especializados como representantes de los Gobiernos de los países participantes del proyecto. De esa forma se garantiza no solo que se detecten y corrijan errores, sino también que todos los juicios e interpretaciones estén adecuadamente documentados y respaldados, y que todas las partes interesadas tengan oportunidad de expresarse. A los autores se les exige que modifiquen sus textos teniendo en cuenta estas revisiones o bien que, si consideran esos comentarios irrelevantes, no válidos o claramente erróneos, expliquen por qué.

Esto era lo que Santer se había limitado a hacer. Había modificado su...



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