Nardone / Valteroni | La anorexia juvenil | E-Book | sack.de
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E-Book, Spanisch, 176 Seiten

Nardone / Valteroni La anorexia juvenil

Una terapia eficaz y eficiente para los trastornos alimentarios
1. Auflage 2018
ISBN: 978-84-254-4204-9
Verlag: Herder Editorial
Format: EPUB
Kopierschutz: 0 - No protection

Una terapia eficaz y eficiente para los trastornos alimentarios

E-Book, Spanisch, 176 Seiten

ISBN: 978-84-254-4204-9
Verlag: Herder Editorial
Format: EPUB
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La anorexia es un trastorno acorde con nuestros tiempos, dado que combina la abundancia de comida con los modelos de delgadez excesiva. Asimismo, da miedo: quienes la padecen, o pueden llegar a padecerla, perciben la patología como una virtud y no como un trastorno, llegando a 'amar' esta peligrosa enfermedad. Además, para los médicos y los terapeutas esta patología resulta especialmente difícil de tratar porque no todos los pacientes anoréxicos presentan los mismos síntomas, dando lugar a terapias muchas veces inadecuadas, cuando no contraproducentes. No obstante, un rayo de luz se vislumbra en medio de la oscuridad de la situación: existen enfoques terapéuticos que garantizan unos porcentajes de curación elevados. Divulgar este tipo de terapia es el objetivo de La anorexia juvenil. Este libro presenta enfoques terapéuticos eficaces que distinguen distintos tipos de trastornos alimentarios y que reconocen las características específicas de esta difícil patología, la anorexia juvenil, que exige una intervención inmediata, precoz y decidida. A través de sus páginas, escritas de modo accesible a un público muy amplio, la lectura de esta obra permitirá la correcta identificación de las distintas variantes de la enfermedad para así poder aplicar la estrategia apropiada que conducirá al cambio.

Giorgio Nardone es fundador junto con Paul Watzalawick del Centro de Terapia Estratégica, director de la Escuela de Especialización en Psicoterapia Breve Estratégica de Arezzo y de la Escuela de Comunicación y Problema Solving Estratégico. Es una autoridad indiscutida de la psicoterapia y del problem solving y el máximo exponente de los investigadores que impulsaron la evolución de la Escuela de Palo Alto. Asimismo, es autor de numerosos trabajos que se han convertido en una referencia teórica y práctica para estudiosos, psicoterapeutas y managers de todo el mundo. Elisa Valteroni es psicóloga, psicoterapeuta e investigadora asociada en el CTS de Arezzo. Es autora y coautora de numerosos ensayos sobre psicología y psicoterapia y editora junto con Giorgio Nardone del libro Dieta o non dieta (Ponte alle Grazie, 2014).

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1. La psicopatología más terrible y más amada En el amplio panorama de las psicopatologías, solo la anorexia mental tiene como consecuencia directa la muerte. Según la Organización Mundial de la Salud, representa la segunda causa de muerte entre los jóvenes, después de los accidentes de tráfico. Es el terror de los padres y la patología más temida por psicoterapeutas, psicólogos y psiquiatras. Las muertes provocadas directamente por este trastorno oscilan entre el 5 por ciento y el 18 por ciento de los casos (Gordon, 2004; Steinhausen, 2002; Steinhausen et al., 2003; Fichter, Quadflieg y Hedlund, 2008; Casiero y Frishman, 2006; Nielson et al., 1988; APA, 2014): desde luego, no es un dato tranquilizador, sobre todo si pensamos que se mantiene invariable desde hace unos decenios. Eso significa que, pese a los progresos en la investigación, las terapias para este trastorno mental en la mayoría de los casos siguen siendo muy poco eficaces y muchas veces no logran limitar y minimizar su peligrosa evolución. Como veremos detalladamente en las páginas siguientes, en ocasiones el tratamiento terapéutico es justamente lo que agrava el trastorno en vez de hacerlo desaparecer (Dalle Grave, 2015; Steinhausen, 2009; Nardone, Verbitz y Milanese, 1999; Nardone y Selekman, 2001). El otro dato descorazonador es el de la eficacia de las terapias, evaluada internacionalmente por la National Eating Disorders Association (NEDA): los resultados positivos no superan el 40 por ciento de los tratamientos; el 45 por ciento de los casos se cronifica y el 15 por ciento restante, como hemos dicho, tiene un desenlace fatal. No obstante, un débil rayo de luz se vislumbra en medio de la oscuridad de la situación: existen enfoques terapéuticos que constituyen una excepción, ya que garantizan unos porcentajes de curación mucho más elevados, en algunos casos incluso el doble de la media. Divulgar este tipo de terapia es el objetivo del presente libro, que, pese a ser una obra especializada, está escrito de modo que también resulte accesible a un público muy amplio. Una de las cosas más sorprendentes con que nos encontramos al introducirnos en el mundo de la anorexia es que, contrariamente a lo que nos indica el sentido común, las personas que son víctimas de ella, o pueden llegar a serlo, son justamente las que no temen esta peligrosa enfermedad, porque es la patología más amada y a menudo se percibe como una virtud y no como un trastorno. Para comprobar la realidad de esta afirmación aparentemente increíble basta acudir a Internet y entrar en los grupos de discusión sobre «Ana», como llaman afectuosamente a la anorexia sus vestales: allí descubriremos un mundo de una absurdidad estremecedora. Las chicas manifiestan un profundo amor a su patología –que se representa como un estado de gracia y de elevación- y se intercambian información sobre las sublimes sensaciones provocadas por su condición. Por otra parte, la abstinencia de comida y de placer se ha considerado desde siempre y en todas las culturas un camino para alcanzar estados de éxtasis de tipo religioso o esotérico. También hay que saber que el organismo humano, en las primeras fases de fuerte restricción alimentaria y consiguiente pérdida de peso, sufre modificaciones biológicas causadas por el sistema nervioso central: una de ellas es la producción de endorfinas, que provocan estados de bienestar y efectos de excitación comparables a los derivados del consumo de cocaína. Bastaría esto para comprender cuán engañosa y a la vez seductora es esta patología, que corre el riesgo de evolucionar, como ocurre en casi dos tercios de los casos, hacia su peor variante, esto es, comer y vomitar para mantenerse por debajo del peso correcto o para adelgazar, que a su vez se transforma en la irrefrenable compulsión a comer para vomitar como forma de extremo placer (Nardone et al., 1999). Las chicas hablan de la anorexia como de un «irresistible amante secreto», un «acogedor refugio», un «maravilloso compañero de viaje». De modo que no debe sorprendernos esta devoción aparentemente paradójica a la patología mental más peligrosa. Hay que tener en cuenta, además, el papel bastante relevante que tiene el atractivo social de una enfermedad padecida desde siempre por princesas, actrices y otras mujeres que representan modelos imitables para el mundo juvenil femenino. Y este factor ha cobrado mayor importancia en estos últimos decenios debido a la influencia de la moda sobre las nuevas generaciones. Está a la vista de todos que las modelos que pisan las pasarelas de los desfiles y cuyas fotografías aparecen en las páginas de las revistas, ya no solamente de moda, representan un ideal de belleza de tipo anoréxico. En los años ochenta, las top models ofrecían la imagen de un cuerpo fuerte y a veces incluso atlético; desde mediados de los años noventa en adelante, las modelos empiezan a mostrar un físico demacrado, en la mayoría de los casos presentan un grave subpeso y a menudo padecen trastornos de alimentación. De nada sirvió que algunos estados europeos, preocupados por el fenómeno y por su incidencia en la salud de los jóvenes, impidieran a los diseñadores utilizar modelos demasiado delgadas y prohibieran a estas desfilar por debajo de ciertas tallas. Desgraciadamente, las instituciones no pensaron que a los diseñadores más importantes les bastaba reducir las medidas de la talla propuesta como patrón, de modo que actualmente son inferiores a las de los años noventa. A propósito de esto recuerdo las palabras aparentemente provocadoras del sociólogo Sabino Acquaviva, recientemente fallecido, que como atento observador de la evolución de las costumbres advertía del «pacto perverso» entre diseñadores y directores de revistas de moda, que proponía un modelo masculino cada vez más efébico y uno femenino cada vez más andrógino, de acuerdo con un proyecto que ensalza el unisex total. Si analizamos las imágenes más recientes de la publicidad de la moda y las características de quienes pisan las pasarelas, ciertamente hemos de dar la razón al brillante sociólogo. No obstante, creemos que es excesivo atribuir al mundo de la moda toda la responsabilidad del aumento exponencial en los últimos años de la incidencia de los trastornos alimentarios. Buscar culpas y culpables tampoco ayuda a encontrar las soluciones, tan solo lleva a una condena moral. La moda modela conductas pero a su vez es influida por las costumbres sociales. Existe una influencia recíproca y circular entre lo que se propone como nuevo criterio estético y lo que surge de los cambios de hábitos y estilos sociales. Es cierto que la publicidad de un modelo estético no puede dejar de influir o ser inocua para los teenager que se enfrentan a la realidad de las relaciones interpersonales adolescentes, en las que el look que se ajusta a lo que está de moda desempeña un papel importante de reafirmación en el momento de la exposición social. Otro factor que incide de forma directa en la aparición de la anorexia es el nivel de bienestar y de abundancia de comida de que se dispone: no es casual que a lo largo de la historia solo se hayan detectado casos de esta patología entre nobles y ricos, y en cambio no se tiene noticia de ningún hambriento que haya enfermado de anorexia. A este respecto es significativa la experiencia que viví en primera persona en 1993, cuando recibí la visita de una colega india a la que había conocido durante mis estudios en Palo Alto y que entonces era directora del hospital psiquiátrico de Bombay, ahora Mumbai. Había venido a ponerse al día en su trabajo con los trastornos fóbicos y obsesivos, y se quedó sorprendida de que también me estuviese ocupando de anorexia, puesto que en India, en aquella época, los casos eran contados y solo se daban en familias nobles. Por esta razón no la consideraba una temática clínica tan importante como para dedicarle un proyecto de investigación-intervención específico. Once años más tarde, cuando India había alcanzado un nivel de bienestar más elevado, la colega regresó para recibir formación sobre el tratamiento en tiempo breve del trastorno de la anorexia y de sus variantes, porque también en su país había explotado la epidemia. Tras estas reflexiones, el lector comprenderá cuál es la paradoja de la anorexia, un fenómeno que asusta tanto como atrae y una enfermedad grave que se confunde con una sublime virtud a la que se aspira. Ahora bien, a esta paradoja se le añade otra no menos sorprendente para quien no sea un experto en la materia: el hecho de que la prevención por medio de la información, en vez de reducir el fenómeno, lo aumenta; es decir, cuanto más se habla de él, más crece. Piénsese que, en contra de lo que convendría hacer, la televisión dedica una gran cantidad de horas a debates y programas de información juvenil, con un éxito de audiencia garantizado pero con un efecto epidemiológico nefasto. Recordemos el caso extremo de la administración romana, que encargó a un famoso fotógrafo que hiciera una campaña de sensibilización sobre la anorexia: se colgaron carteles en toda la capital en los que aparecía una joven absolutamente esquelética posando como modelo. El objetivo era «impactar» y hacer desistir del proceso de restricción alimentaria, pero el resultado fue el contrario: parecía que se hacía publicidad de la belleza de ese estado de desnutrición, hasta el punto de que la iniciativa fue recibida con entusiasmo justamente en los sitios y las redes sociales sobre la anorexia. Además, la joven anoréxica de la foto murió al poco tiempo...



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