E-Book, Spanisch, 550 Seiten
Marín El regreso de Huitzilopochtli
1. Auflage 2020
ISBN: 978-84-685-5382-5
Verlag: Editorial Bubok Publishing
Format: EPUB
Kopierschutz: 0 - No protection
E-Book, Spanisch, 550 Seiten
ISBN: 978-84-685-5382-5
Verlag: Editorial Bubok Publishing
Format: EPUB
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Si viajar al futuro puede ser una experiencia fascinante, hacerlo al pasado sería aún más asombroso. Las potencias mundiales se confrontan en una guerra por poseer las tecnologías exóticas de la velocidad luz y viajes en el tiempo. Sin embargo, un despiadado multimillonario les lleva ventaja y quiere aniquilar la historia de la humanidad para comenzar su propio mundo. En ese torbellino de intereses oscuros, el dios Huitzilopochtli une a cuatro elegidos en un solo camino para detener el caos. Yoltic, un humilde joven contemporáneo del México rural, tomará el protagonismo y liderazgo del grupo. Una serie de trágicos y afortunados incidentes, convierten la vida del joven indígena en una aventura insólita a través del tiempo y la cultura mesoamericana prehispánica. En las páginas de El regreso de Huitzilopochtli se entrelazan la ciencia ficción y la historia del Anáhuac en dinámicos intríngulis que se desplazan entre épocas futuras y pasadas. En esta obra conviven los más variopintos personajes del imperio mexica y la conquista de América. Ahuízotl, Tlacaélel, Cuauhpopoca, Cuauhtláhuac, Moctezuma, Hernán Cortés, Gonzalo Guerrero y Hatuey, entre muchos otros, alimentan con historia estas páginas que no se conforman con ser solamente entretenidas. Costumbres, religión, magia, botánica, diversidad, modos de entender la vida y valores como la amistad y la lealtad nos acercan no solo a las diferencias entre los seres humanos, sino también a lo que tenemos en común... más allá del tiempo y del lugar. El regreso de Huitzilopochtli nos invita a reflexionar sobre cómo las ansias de poder de unos pocos pueden afectar el curso de los acontecimientos y cómo la voluntad, las decisiones, la fe... y también varios golpes de suerte, pueden revertir (¡o no!) los más peligrosos designios.
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EL ROSARIO DE PIEDRAS DORADAS Ronald Stone por fin abre sus ojos después de seis meses de estar inconsciente debatiéndose entre la vida y la muerte. La primera imagen que observa es el rostro de su empleada doméstica; débilmente pronuncia su nombre: —Elena... —Enseguida mira a su alrededor—. ¿Dónde estoy?, ¿es un hospital? El cansado rostro de Elena dibuja una gran sonrisa al verlo despierto. Se ha malpasado muchos meses por estar al pendiente de él; siente un nudo en la garganta y lo toma de ambas manos. —Señor Stone, tranquilo, está delicado —¿Qué hago aquí?, ¿dónde están mi esposa e hijos? Elena duda en responder, las lágrimas comienzan a emanarle y con voz quebrada le responde: —Lo lamento mucho, tuvimos un atentado. —Pero… ¿qué pasó con mi familia?, ¿dónde están?, ¡contéstame! Elena presiona con fuerza las manos de Stone y sus lágrimas caen sobre ellas. —Por favor dime que lo que estoy imaginando no es verdad, ¿dónde están? Ella no tiene el valor de informarle que han fallecido porque sus palabras causarían un gran dolor en Ronald; sin embargo, él recuerda la tragedia y lee en sus ojos la respuesta. —¡No te creo! Ellos no pueden estar muertos, ¡no!, ¡no!, ¡no! Stone débilmente trata de quitarse los accesorios médicos. —Señor Stone, se va a lastimar. ¡Doctor!, ¡doctor! Elena sale corriendo por ayuda y regresa con un médico y una enfermera. —¡No me toquen!, ¡necesito salir de aquí! —Señor Stone, puede marcharse, solo permítame quitarle las agujas, puede lastimarse —dice el médico mientras se acerca y hábilmente le aplica un sedante. —Tranquilo, señor Stone, pronto saldrá —añade la enfermera. —Mi familia… Mi familia… —Stone poco a poco cae en sueño. —Lo lamento, yo tuve la culpa —dice Elena al médico. —No es así, gracias a sus cuidados él ha despertado. Tranquila, yo estaré aquí para cuando el efecto del sedante pase; le llevará mucho tiempo aceptar la trágica noticia, o tal vez nunca lo haga. Él la necesitará para superarla. —Gracias, doctor. Elena permanece a lado de Ronald Stone, tomándolo nuevamente de las manos y llorando, al tiempo recuerda aquella trágica noche. Cada día se pregunta: «¿Quién habrá enviado atacar a la familia Stone, si ellos solían ser muy queridos y respetados; estaban entregados por completo a la política y era común que los compararan con la legendaria familia Kennedy?». Seis meses atrás, Ronald Stone tuvo un exitoso cierre de campaña política por la presidencia de los EE. UU. Entusiasmado por la positiva respuesta de sus seguidores, acordó con su familia tener una elegante cena, a la cual Elena estuvo invitada. Tenían muchas celebraciones acumuladas, entre ellas la candidatura a la presidencia de los EE. UU., su aniversario de bodas y los compromisos matrimoniales de sus dos únicos hijos: Ralph y Ronald. Los jóvenes pactaron con sus prometidas que se casarían un mes después de que su padre ganara las elecciones presidenciales; y no es que se precipitaran, pero el apoyo y popularidad hacia Ronald Stone era impresionante por poseer una brillante carrera política, la cual había desempeñado con sabiduría y honestidad. Incluso, cuando estuvo en el puesto de vicepresidente, llegó a opacar al mismo presidente: Stone fue la mente maestra que diseñó los programas que sacaron a su país de una severa crisis económica, así como evitó separaciones de algunos Estados. Todo el mundo confiaba en que llegaría a la Casa Blanca sin problema alguno. Después de la íntima cena, toda la familia abordó una sola camioneta para regresar a su casa y seguir conversando sobre temas pendientes. Elena subió al vehículo que los escoltaba; no se percataron que unos taxis los seguían. En un semáforo descendieron varias personas con armas pesadas y los balearon, principalmente la camioneta familiar, la cual ya tenían identificada desde la salida del restaurante; Ronald Stone recibió tres impactos de bala, dos de ellos fueron de alto riesgo e inmediatamente lo dejaron inconsciente. Cuando los paramédicos llegaron, únicamente él tenía signos vitales: murieron instantáneamente su esposa Ann, sus dos hijos y el chofer. Acerca del otro vehículo, Elena no sufrió ninguna herida y solo recibió tratamiento para su crisis nerviosa, y de los siete escoltas, solo tres sobrevivieron. Por la incierta recuperación de Ronald Stone, su partido político se vio obligado a cambiar de candidato presidencial y fue seleccionado Carl Leavens, quien había sido su rival en la precandidatura. Leavens en todo momento se abrazó a la tragedia de Stone y ello lo llevó a ganar la presidencia; la población y el Colegio Electoral le dieron sus votos por reproche al atentado. Después de que Stone recobró el conocimiento, permaneció en observación por una semana en el hospital. Fueron días muy difíciles para él, se negaba a comer, solo Elena podía lograr que ingiriera algo; llegó el día en que fue dado de alta y los médicos le entregaron un programa de citas para supervisarlo. Stone aparentemente aceptó todas las condiciones médicas, solo deseaba salir de ahí. Una vez afuera, en compañía de Elena, fue directamente al cementerio y lloró por varias horas en las tumbas de su familia; las siguientes semanas cayó en depresión, se negaba a contestar llamadas, descuidó su higiene y alimentación. Elena muchas veces se quedó a dormir en la residencia para estar al pendiente cuando él deseara comer, incluso algunas noches el sueño la venció sobre la mesa del comedor. Nunca pudo convencerlo de regresar al hospital para cumplir con sus citas médicas. Cierta mañana, Elena llega a trabajar y al abrir la puerta de la residencia casi choca de frente con el abogado de la familia Stone, quien se disculpa por el susto y se despide apresurado. Ella busca a Ronald para reportarse a sus labores y lo encuentra preparando una maleta de viaje. —Elena, quedas a cargo de la casa. Desconozco cuánto tiempo tardaré en volver, incluso no sé si regresaré; te dejo este cheque, seguro te alcanzará para los gastos de varios meses. Contacta a mi abogado por si necesitas ayuda en algo. —Señor Stone, ¿a dónde va? —Ni yo mismo lo sé, por primera vez en mi vida no tengo un rumbo. Por cierto, no tendré celular. Gracias por tu cariño hacia mi familia y por todo lo que has hecho por mí. A partir de entonces Ronald Stone viajaba por el mundo como alma errante buscando consuelo a su tristeza; visitaba todos aquellos lugares en los que había estado con su familia desde que Ralph y Ronald eran infantes, y en cada sitio revivía los momentos que ahí había pasado. Muchas veces causó confusión en los departamentos de migración de varios países, ya que creían que aún seguía en su nación y luego tenían noticas de él en otro país, pero conscientes de la pena que lo embargaba y por instrucciones de sus presidentes, omitían el papeleo. Ronald Stone pasó seis meses viajando de un lugar a otro, hasta que llegó al último país de su itinerario: Rusia. Fue a los sitios en los que tenía recuerdos. Al terminar su recorrido solo le falta un lugar por visitar: La sala de San Jorge, ubicada en el interior del Gran Palacio del Kremlin, residencia oficial del Gobierno ruso. En ese sitio Ronald Stone había recibido las insignias de la Orden de San Andrés, el más alto reconocimiento de ese país, y fue ahí donde sus hijos Ralph y Ronald bailaron vals con las hijas del presidente ruso Gennady Vólkov. En aquella ocasión, las jóvenes parejas quedaron enamoradas, pero independientemente de las relaciones sentimentales de sus hijos, Vólkov y Stone habían creado una fuerte y sincera amistad desde muchos años antes. Ronald Stone llega al palacio del Kremlin y se anuncia; Gennady Vólkov prácticamente corrió para recibirlo y, al momento que lo abraza para saludarlo, Stone se desmorona en sus brazos y llora por varios minutos. Gennady prohibió a los empleados dar informe alguno sobre la visita y posteriormente lleva a su amigo a la sala de San Jorge. Al transcurrir las horas, Stone se tranquiliza y Gennady cree que es el momento adecuado de hacerle una revelación: le muestra un video en el cual un hombre llamado Ken Wentz confiesa ser un asesino a sueldo y el principal ejecutor del complot contra Ronald Stone; sin embargo, Ken se niega a dar nombres o mayores detalles, ya que le prometieron respetar su silencio. Vólkov le explica a Stone que el Gobierno chino pactó los acuerdos con Ken y accedieron a sus condiciones ya que fue prioridad sacarlo de los EE. UU. porque su vida corría peligro. Era el único sobreviviente de los quince hombres que atentaron contra los vehículos de Stone. El presidente de China, Zhang Hung, le informó a Gennady Vólkov y entre ambos países protegen a Ken y a su familia; quienes fueron llevados a Shanghái y posteriormente los trasladaron por aire y tierra por varias localidades hasta ubicarlos finalmente en la ciudad de Samara, en Rusia. La intención de los excesivos viajes fue evitar dejar pistas en caso de que espías estadounidenses los siguieran. La tristeza de Stone se convierte en coraje y le pide a Vólkov que le entregue a Ken y a su familia para asesinarlos. —Adelante, Stone, ¡mátalo!, pero ten en cuenta que es el último asesino con vida....