Marcos García | Señora y esclava | E-Book | sack.de
E-Book

E-Book, Spanisch, 200 Seiten

Reihe: Palabra y vida

Marcos García Señora y esclava

Dos mujeres creyentes

E-Book, Spanisch, 200 Seiten

Reihe: Palabra y vida

ISBN: 978-84-9945-089-6
Verlag: Editorial Verbo Divino
Format: EPUB
Kopierschutz: Adobe DRM (»Systemvoraussetzungen)



Señora y esclava es la historia de Claudia y Sara. La señora es Claudia, la mujer de Pilatos. La esclava es Sara, una joven judía de origen humilde que trabaja al servicio de Claudia. Dos vidas aparentemente alejadas que terminarán unidas en un mismo destino. Antonio Marcos recrea, a través de estas mujeres, la Pasión de Cristo, los orígenes del cristianismo, la conformación de las primeras comunidades... y engarza estos hechos en una atractiva ficción narrativa.
Marcos García Señora y esclava jetzt bestellen!

Autoren/Hrsg.


Weitere Infos & Material


1 Roma   El mundo no puede dar alegrías
tan grandes como las que quita Lord Byron D esde lo alto de la colina, se volvió a mirar un día más la incomparable belleza de la ciudad. Observó a su alrededor con infinita satisfacción las grandezas de Roma. Se sentía inmensamente feliz de pertenecer al imperio y ser ciudadana de la gran metrópoli. –No hay en el mundo una ciudad que compita con Roma, su grandeza y su poder.  Claudia, la joven matrona romana, se sentía afortunada. Se había acomodado en un espléndido triclinio y soñaba feliz.  –Cuéntame, Sara, cosas de tu pueblo, de sus gentes, de tu dios...  –Los tiempos de la cosecha en mi pueblo son sagrados y festivos: «Los que sembraban con lágrimas, cosechan cantando... El Señor corona los años con sus bienes, de sus surcos mana la abundancia... rezuman los pastos del desierto, los collados se llenan de alegría; las campiñas se cuajan de rebaños, los valles se cubren de mieses que vitorean y cantan». ¡Todo es un himno al Señor en Sión, pues cuida de su pueblo!  Sara es una esclava hebrea que sirve en el palacio de la familia Claudia en Roma.  –Pues en Roma quien mejor canta los campos y las cosechas es sin duda el poeta Horacio –replicó Claudia con cierta ironía y un gesto triunfal.  Ésta es una joven aristocrática educada en las máximas de Epicuro y el escepticismo de Pirrón, admiradora de Virgilio y Cicerón. Sin duda, tiene una gran cultura clásica, que le da un talante engreído de superioridad ante la esclava. La adornan todos los encantos de la burguesía romana; le salva un gran corazón y sus ansias de saber. Esto la lleva a una amistad más profunda con la esclava Sara que con las demás esclavas. En las apacibles tardes de Roma, se las puede ver largas horas sentadas en un rincón del jardín en prolongados coloquios, en tanto Sara la peina o da tiernos masajes con sus delicadas manos en su espalda desnuda.  –Por lo que veo, insiste Claudia, tu pueblo es ateo; no tenéis dioses como nosotros, ni grandes fiestas. ¡Roma para eso es única! Ningún lugar del mundo es capaz de una expresión tan majestuosa de lo ornamental, lo fastuoso y lo festivo como Roma!  –Sí tenemos Dios, señora –dice Sara–: «Escucha Israel. Yo soy el Señor, tu Dios, no tendrás otros dioses fuera de mí, porque yo el Señor tu Dios, soy un Dios celoso».  –Encuentro muy raro todo eso, Sara. ¿Un solo dios tenéis? No podrá atender todas las necesidades del pueblo... Si no tenéis un dios de la guerra, un dios de los vientos, una diosa del amor, el placer y las fiestas... vuestra teodicea es muy pobre, y la encuentro rara y aburrida.  –Usted no puede comprender nuestro Dios ni sus mandatos, que abarcan todas las esferas de nuestra vida. Él habló a Moisés y le dio los mandatos que hemos de cumplir. El resto dependerá de la fidelidad al Señor. Como en todos los pueblos, el nuestro no fue siempre fiel a los mandatos divinos. Eso le acarreó cautiverios, esclavitudes y un sinfín de guerras, persecuciones y desastres naturales.  –Sí –dice Claudia–, algo he leído acerca de Moisés, como una huída por el mar con unos faraones que le persiguen. Es una bonita epopeya, pero ya te contaré yo las fantasías de nuestros dioses. –Claudia mira hacia el Capitolio con orgullo y continúa–: Sus amores y sus guerras son divertidísimas y están cargadas de fantásticos mitos y de leyendas de lo más originales. Te lo ruego, Sara, olvida tu dios y tu pueblo y cantaremos juntas las bellas odas de Horacio a mis dioses: «A ellos son gratas mi piedad y mi mesa. Para ti correrá aquí, en mi heredad, la abundancia hasta rebosar... Con su cuerno generoso los ricos bienes de los campos: aquí, en la profundidad de este valle, evitarás los ardores de la canícula, y con la lira de Teos cantarás los amores que por Ulises sintieron Penélope y la marina Circe; aquí a la sombra, saborearás copas de un lesbos inofensivo; sin temer que unas manos atrevidas rasguen la corona ceñida a tus cabellos y tu vestido sin culpa».  A la memoria de Sara viene un retazo de la historia de su pueblo: «Junto a los ríos de Babilonia nos sentábamos a llorar, en los álamos de la orilla colgaban nuestras cítaras». ¿Cómo cantar al Señor en tierra extranjera? No puedo olvidar a mi Dios y a mi pueblo, Él me tejió en el vientre materno. ¡Oh Dios, tú mereces un himno en Sión! ¡Qué admirables son tus obras!  Se han encendido las luces del palacio, la noche viene ganando camino a la tarde por la campiña y duerme en un sencillo silencio todas las cosas. En los campos, un velo gris va cubriendo todo en una invitación al sueño. Los últimos pájaros se fueron en un volar con la tarde y dorados crespones corren cerrando ventanas. Nuestras dos mujeres se han perdido en el silencio vespertino.  Sara, la esclava, seguirá soñando sauces babilónicos y días de esclavitud. Por su parte, la rica Claudia se sumirá en felices sueños, entre almohadones y blondas sedas. Cruel condición humana que durará mientras el mundo funcione por imperativos de poder, y que hace que éste se divida en vencidos y vencedores, esclavas y mujeres libres. Esto da lugar a que, esta noche, dos jóvenes de la misma edad, parecidas en belleza e inteligencia, durmiendo bajo un mismo techo, sueñen futuros tan distintos. Dejemos que sueñen, mañana nos contarán…  La vida de Sara es triste. Es un arpa a la que le han arrancado las cuerdas. Una barca varada en la ribera de la esperanza. Sólo hay un día de interés en el calendario de su vida: el lejano día de su libertad. Por otra parte, ella está convencida de que tiene que ser valiente. Una mujer fuerte, ¿quién la encontrará?
Es más preciosa que las perlas.
Se viste de fortaleza y dignidad
y mira con esperanza el porvenir. En su tierra es alabada la mujer fuerte, hacendosa y madre de hijos. La mujer que adornan tales virtudes tiene un puesto de reina y esposa en su hogar. Ella es una hija de Israel llamada a vivir ese destino. ¿Cuándo? Dios dirá. Hoy está viviendo con su pueblo la etapa de esclavitud.  Hará el camino del desierto, y un día llegara a la prometida tierra de la libertad. Desde esta contemplación expiatoria de su raza, va a vivir su historia de esclavitud. Para ella todas las esclavitudes son iguales. Los nombres de los pueblos no importan tanto: Egipto, Babilonia, Roma, son pura geografía de la esclavitud. Vive en un palacio, el trabajo no es muy duro, parece que la aprecian, especialmente Claudia, de la que más depende, pero a pesar de todo es una esclava.  La habitación de las esclavas mira por una ventana a la campiña romana; desde este ventanal se divisan los verdes campos y las lejanas colinas en los días claros. El marco de esta ventana define los límites entre la esclavitud y la libertad. Donde hay una ventana, asoman indefectiblemente los ojos de una mujer triste. Por aquella ventana, en días grises, vuelan los sueños de libertad de Sara. Desde la ventana se adivinan caminos que ella no sabe de dónde vienen ni a donde conducen, por los que ella se pierde en sueños...  La ventana es como un puente tendido entre dos orillas: la libertad y la esclavitud. En ratos perdidos, silueta del sueño en la ventana, sus ojos son también dos ventanas por las que ella sale del mundo interior a espacios abiertos. Es como una batalla establecida entre el mundo de lo conocido y la nostalgia y añoranza de lo desconocido, cuyos límites quedan establecidos por el marco de una ventana. Allá, como silueta indefinible del sentimiento, derrama sus ojos a la búsqueda de todo aquello de que carece: libertad, amor y una caricia de madre, o el amor de un joven que llegara por un perdido camino del amor.  Sara será, cada tarde que pueda, una silueta en la ventana, en ese punto que marca la oscuridad y la luz, lo interior y lo exterior, allá donde tiemblan los visillos del alma. A la pobre Sara le seducía asomarse cada tarde al ventanal de palacio y mirar la campiña dorada, esperando quizás la primera rutilante estrella, o la pálida luna pastora de la noche, por las cañadas del cielo. Esta hija de Israel llora su cautividad y a su mente afloran los más tristes oráculos de los profetas. Todo esto nos indica que la patria de sus amores está lejos del palacio romano. Que sus sentimientos vuelan cada tarde hacia otros prados del recuerdo… Los caminos de Sión están de luto, nadie viene ya a sus fiestas;
las puertas están en ruinas, gimen sus sacerdotes,
sus doncellas están desoladas.
La princesa de las provincias es reducida a esclavitud. Llora sin cesar por la noche,
las lágrimas bañan sus mejillas
y no hay amante que venga a consolarla. Esta hija de Israel llora su cautividad, consciente de la desolación del país. En la distancia, sueña la realidad del pueblo judío, ocupado por fuerzas enemigas. ¡Quién la defenderá!  Lo más significativo de Israel, el Templo, el culto, sus sacerdotes, en lugar de celebrar se lamentan; no ha lugar a sacrificios. Es una esclavitud en casa...


Ihre Fragen, Wünsche oder Anmerkungen
Vorname*
Nachname*
Ihre E-Mail-Adresse*
Kundennr.
Ihre Nachricht*
Lediglich mit * gekennzeichnete Felder sind Pflichtfelder.
Wenn Sie die im Kontaktformular eingegebenen Daten durch Klick auf den nachfolgenden Button übersenden, erklären Sie sich damit einverstanden, dass wir Ihr Angaben für die Beantwortung Ihrer Anfrage verwenden. Selbstverständlich werden Ihre Daten vertraulich behandelt und nicht an Dritte weitergegeben. Sie können der Verwendung Ihrer Daten jederzeit widersprechen. Das Datenhandling bei Sack Fachmedien erklären wir Ihnen in unserer Datenschutzerklärung.