Maffesoli | El ritmo de la vida | E-Book | sack.de
E-Book

E-Book, Spanisch, 178 Seiten

Reihe: Sociología y política

Maffesoli El ritmo de la vida

Variaciones sobre el imaginario posmoderno
1. Auflage 2014
ISBN: 978-607-03-0449-1
Verlag: Siglo XXI Editores México
Format: EPUB
Kopierschutz: 6 - ePub Watermark

Variaciones sobre el imaginario posmoderno

E-Book, Spanisch, 178 Seiten

Reihe: Sociología y política

ISBN: 978-607-03-0449-1
Verlag: Siglo XXI Editores México
Format: EPUB
Kopierschutz: 6 - ePub Watermark



El ritmo de la vida cotidiana no es tributario de la simple razón, ni esta última es la clave universal de todas las estructuras sociales, sino simplemente una de las formas en juego en la pluralidad de racionalidades existentes. Podemos con ello advertir, por un lado, los reflujos políticos actuales, el distanciamiento del pueblo de las instituciones, el declive de los saberes especializados de los intelectuales, etc., y por el otro, vislumbrar el advenimiento de las redes sociales, el regreso de las tribus, el reinado de los reality shows por televisión, la pululación de los cuerpos tatuados, adornados, decorados, perforados... ¿Es acaso una nueva barbarie? Todo lo contrario, pues es a través de los excesos, de aquellos desenvolvimientos sociales como se puede encontrar el ritmo de la vida en lo más profundo de nuestras vidas.

Profesor en la Sorbona, director del Centre d´Études sur l'Actuel et le Quotidien (París V), director del Centre de Recherche sur l'Imaginaire (MSH), es autor de El Tiempo de las tribus, El nomadismo, la tajada del diablo, En el crisol de las apariencias, entre otras obras que lo han consagrado como uno de los grandes filósofos sociólogos contemporáneos.

Maffesoli El ritmo de la vida jetzt bestellen!

Autoren/Hrsg.


Weitere Infos & Material


I. Una sensibilidad primitiva Siempre he pensado que cada generación debería sepultarse completamente bajo la arena junto con sus creaciones, su filosofía e incluso sus caprichos… De esta manera, por lo menos los jóvenes recomenzarían verdaderamente desde cero. Joseph Delteil 1. El arte de la repetición Si existe una exigencia del pensamiento, la que quizá, por otro lado, sea la única, se trata sin duda de la coherencia. Se gira siempre alrededor de un interrogante, se rumia una idea que parece existencial. Y de esta manera, poco a poco, es posible afinar la pregunta o profundizar en la idea. Ésta es la obsesión intelectual. Es esto lo que mueve a la verdadera libido sciendi:* la búsqueda perpetua de un punto de Arquímedes, que es el de la duda; que huye, como la peste, de las certidumbres establecidas y de la seguridad mortífera de los dogmas disecados. Éstos, cualesquiera que sean, pertenecen al orden de la creencia y no tienen de científico más que el nombre. Son los Fourier de todos los totalitarismos que no pueden sino engendrar las diversas intolerancias; son la hidra de Lerna que bajo formas, al fin y al cabo todas ellas semejantes, resurge una y otra vez en el curso de las historias humanas. A la intranquilidad del ser social debe entonces corresponder la obstinación de una misma cuestión. Así es quizá como conviene comprender esta unidad de la vida del espíritu que le hacía decir a Hannah Arendt: “Todos tenemos un solo verdadero pensamiento, y todo lo que hacemos no son sino construcciones y variaciones sobre un mismo tema.”6 No resulta paradójico ver ahí el acto creador por excelencia, el cual exige a la vez paciencia, tenacidad y humildad. En este sentido, son legión los ejemplos que testimonian, a lo largo del tiempo, el aspecto fructuoso de la repetición por cuanto ésta, como un camafeo, simultáneamente rinde cuentas del aspecto único y plural de algunas cuestiones que atormentan al espíritu humano. Por ejemplo, se sabe que los pintores, y entre ellos los más grandes, proceden de esta manera: proponen versiones sucesivas de un mismo tema. Esto no es en caso alguno una señal de esterilidad; antes bien, es el “signo” del artista que se ocupa poco del “contenido de su obra” porque lo que le interesa esencialmente es su perfección. De esta manera pueden citarse los ejemplos de todos los grandes estilos, trátese de Tiziano, de Montega o de Rembrandt, sin olvidar al Greco, por supuesto, que pasaron su vida “obsesionados por los mismos problemas. Retomaron una y otra vez los mismos asuntos y los mismos temas, y jamás les satisfizo el resultado alcanzado”.7 Sucede lo mismo con esta otra creación que es la vida social y, por ende, con la reflexión que podemos hacer a partir de ella. Ni la primera ni la segunda se desenvuelven de una manera rectilínea, sino que son el fruto de sedimentaciones sucesivas y, sobre todo, de acentuaciones diferenciadas: laberinto de lo vivido, espiral del pensamiento. Una sola idea, un solo interrogante. Es sin duda exagerado, pero ello justifica la implicación de una gestión intelectual verdadera, de estar implicado en aquello de lo que se habla. Y también porque a partir de una reflexión son los “pliegues” del mundo los que se reconocen como tales. La obsesión y la repetición se traducen para el pensador en la necesidad de estar junto a sí mismo, y no por simple placer de esteta, sino más bien para saber dar cuenta del estar juntos social. La coherencia o la rumia de las que aquí se habla es todo aquello que tiene que ver con lo ordinario, lo banal, lo sensible, lo cotidiano como fundamento irrecusable, y a largo plazo, de toda vida societal. Las diversas formas políticas o sociales pasan, pero permanece la pulsión esencial, el “residuo”, como decía Pareto, que, en sentido estricto, permite que de alguna manera “funcionen” todas estas agregaciones de base, un poco animales, que mediante concatenaciones sucesivas aseguran el lazo social. ¡Glutinum mundi* de antigua memoria! Eso pega. Adhesión a los otros en función de los gustos, los orígenes, los sueños y las historias o los mitos comunes. Adhesión a un territorio, a una naturaleza, a un paisaje compartidos. Socialidad de base que conlleva una buena porción de inconsciente no dicho, por supuesto, o de imaginario reivindicado. Es otra manera de decir este querer vivir empecinado que, a pesar de las crisis y de los cambios de valores, por no hablar de las peripecias políticas o económicas, hace que de alguna manera, al fin y al cabo misteriosa, la vida perdure y que nos adaptemos a sus diversas vicisitudes. He ahí la cuestión. ¿Cómo plantearla mejor? Se trata de un reto epistemológico que no está reservado para algunos poseedores del saber patentados, sino que es un bien común, un “conocimiento ordinario” que es conveniente actualizar en su sentido etimológico, a saber: “inventar”, exponer a la luz. En una palabra, pensar y decir lo que ya ha sido vivido por el gran número, del que formamos parte a partir del momento en el que no nos aislamos de la vida común. De una manera difusa “sentimos” claramente que las grandes teorías que se elaboran en Occidente han dejado de suscitar adhesión. Consciente o inconscientemente dichas teorías ya no tienen fuerza de ley. En todas partes surgen nuevas posturas existenciales en lo que respecta a la manera de considerar el cuerpo individual o el cuerpo social. Del mismo modo, una nueva actitud en relación con la naturaleza se ha puesto en marcha. En suma, una nueva táctica ante la vida está a punto de nacer. Por consiguiente, es preciso elaborar la farmacopea epistemológica de la que acabo de hablar y que, en su sentido llano, puede proponer remedios para aprehender la relación con la alteridad, totalmente alternativa, que se esboza ante nuestra mirada. Y tal como puede observarse en otros periodos similares, semejante cambio cualitativo necesita de la rumia. Es preciso remachar el puñado de ideas obsesivas de las que hemos hablado, madurarlas a través de la observación atenta que permite cargarlas de sentido. Pero para ello hay que saber podarlas del espeso matorral de las opiniones eruditas que han proliferado en torno a la cuestión humana y que encabezan la cartelera institucional. En efecto, hay análisis que parecen irreprochables, y que quizá lo son desde un punto de vista formal. Sin embargo, en ellos percibimos intuitivamente todo lo que tienen de convencional y artificial. Alejados como están de la realidad social, se encuentran por lo tanto alejados de lo esencial. Ante esos análisis institucionales es ante los que la razón debe someterse a la prueba de la plasticidad de lo viviente sin que ello se traduzca en su aniquilación, sino, por el contrario, en su enriquecimiento. Es en ese punto donde los grandes pensadores y el pueblo convergen, quienes saben o sienten que importa menos la solución que la pregunta. Podemos citar aquí a Wittgenstein, para quien “la dificultad no estriba en encontrar la solución, sino en reconocer la solución en lo que parece ser su premisa”. Se busca erróneamente una explicación cuando una simple descripción constituye la solución de la dificultad.8 Hay ahí una sensibilidad teórica que no nos resulta familiar. He dicho bien: “sensibilidad teórica”, por extraña que parezca esta expresión, precisamente, en lo que está presente, en grados diversos, en el tratado erudito, en el periodismo de opinión, en los programas políticos o en la ideología de los diversos actores sociales. Todos están condicionados por un intelectualismo, admitido en mayor o en menor grado, que impide tomar en cuenta al instinto social, que impide aprehender el retorno a la inmanencia, a este “aquí y ahora” estructuralmente ligado al retorno del sentimiento trágico de la existencia. No lo olvidemos: existe una estrecha relación entre la ortodoxia y la ortocracia, entre el saber garantizado y el poder arrogante. Jean Grenier recalcó ya en qué aspecto la ortodoxia, descendiente directa de la creencia, era una doctrina de la exclusión. Hay que entender esta última en sentido estricto, como exclusión de aquellos que no piensan rectamente o, como diríamos en la actualidad, correctamente; pero también como exclusión de temas o de objetos, e incluso de maneras de considerarlos que no “deben” considerarse. Digámoslo claramente: la idea de verdad es siempre el emplazamiento por excelencia del dogmatismo, la piedra angular de todas las ortodoxias, sean éstas religiosas, filosóficas o científicas.9 Podemos asimismo percatarnos de que la crispación ortodoxa, el fantasma de la verdad, son signos de debilidad. Una representación del mundo segura de sí misma no tiene necesidad de excluir; por el contrario, vive del bullicio intelectual y existencial. Para no tomar más que un ejemplo entre mil, la promulgación del dogma de “la infalibilidad pontificia”, que coronó el proceso de romanización de la Iglesia católica en 1871, fue el signo inequívoco de su decadencia. A lo mejor hay que retornar, para pensar este bullicio, a los autores intempestivos, poetas, filósofos o pensadores anómicos, que, como Nietzsche, apelan a “iluminar el despropósito en las cosas humanas sin atemorizarse… y hacer progresar así el conocimiento del hombre”. No del Hombre en general, característico del universalismo occidental, sino de los hombres en particular, en lo que éstos tienen de plural y de vivaz. En efecto, es justamente...



Ihre Fragen, Wünsche oder Anmerkungen
Vorname*
Nachname*
Ihre E-Mail-Adresse*
Kundennr.
Ihre Nachricht*
Lediglich mit * gekennzeichnete Felder sind Pflichtfelder.
Wenn Sie die im Kontaktformular eingegebenen Daten durch Klick auf den nachfolgenden Button übersenden, erklären Sie sich damit einverstanden, dass wir Ihr Angaben für die Beantwortung Ihrer Anfrage verwenden. Selbstverständlich werden Ihre Daten vertraulich behandelt und nicht an Dritte weitergegeben. Sie können der Verwendung Ihrer Daten jederzeit widersprechen. Das Datenhandling bei Sack Fachmedien erklären wir Ihnen in unserer Datenschutzerklärung.