E-Book, Spanisch, Band 52, 192 Seiten
E-Book, Spanisch, Band 52, 192 Seiten
Reihe: Coedición Ministerio de Educación
ISBN: 978-84-7112-698-6
Verlag: Ediciones Morata
Format: EPUB
Kopierschutz: 6 - ePub Watermark
Michael Lockwood. Profesor de inglés y de educación en la universidad de Reading, Reino Unido.
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Prefacio No recuerdo a los maestros que me enseñaron a leer ni el primer libro que leí sin ayuda de nadie. En realidad, no recuerdo ningún libro en absoluto de mi escuela primaria, aunque debió de haber libros de algún tipo. Tampoco recuerdo que me leyeran en casa, aunque estoy seguro de que lo hicieron. Lo que sí recuerdo, sin embargo, es la primera biblioteca de la que me hice socio y de los primeros libros que saqué de la misma. Era una pequeña biblioteca sucursal situada en una hilera de tiendas del complejo de viviendas de protección oficial de Bradford en el que vivíamos entonces. Debería manifestar mi agradecimiento a los ilustrados concejales que decidieron ubicarla allí. Tenía unos grandes ventanales, estanterías de madera y unos bibliotecarios muy severos a la hora de llamarte la atención por tu comportamiento: si maltratabas los libros te preguntaban: “¿Harías eso en casa?” Si ocurría algo así, me quedaba demasiado asustado para dar respuesta alguna, aunque la que tendría que haber dado es que no tenía libros en casa, aparte de la colección de Agatha Christie de mi madre en una librería rinconera. Recuerdo haber ido a aquella biblioteca con mis hermanas cuando tenía 9 ó 10 años y pedir la colección de aventuras Corrigan, de R. B. Maddox; los libros de Biggles, de W. E. Johns, y Famous Five 1, de Enid Blyton. Esos libros los escogí yo: pensaran lo que pensaran los bibliotecarios de mis elecciones, no hacían comentarios. Consumía los libros con avidez, en grandes cantidades y con ingenuo placer, y el mundo imaginativo de estos relatos de aventuras alimentaba los juegos a los que me entregaba. Más tarde, al principio de la Educación Secundaria, escribí una reseña bibliográfica de una novela de Biggles y todavía recuerdo el comentario glacial de mi profesor de Lengua: “¿Todavía lees eso, Lockwood?” Desde ese momento, quedó clausurado ese filón concreto de lectura por placer, cuando empecé a estudiar “Literatura Inglesa”. Seguí leyendo cómics y álbumes infantiles anuarios, como Tiger 2 y Roy of the Rovers 3, con el mismo placer, y devoraba el Daily Mirror de mi padre cuando llegaba a casa de su turno de noche y nos veíamos brevemente a la hora del desayuno. Leía el periódico empezando por las últimas páginas, donde estaba la sección de deportes, e iba avanzando hacia el principio, costumbre que sigo manteniendo en la actualidad. Sin embargo, no se me habría pasado por la cabeza mencionar a mis profesores estas lecturas para disfrutar más de lo que pudiera ocurrírseme invitarlos a tomar el té en casa. La lectura en la escuela y la lectura en casa eran dos planetas separados en órbitas que nunca podrían encontrarse. No creía que lo que yo estaba haciendo pudiera considerarse como lectura: era más como una mala costumbre o una forma de perder un tiempo que podría emplearse mejor en cualquier otra cosa. Cuando echo la vista atrás, veo que las colecciones populares de ficción, los cómics y los periódicos eran las fuentes en las que adquirí el hábito de la lectura para disfrutar y no la escuela. De la escuela saqué un sentimiento de culpa con respecto a mi lectura de casa, el sentimiento de que debía estar leyendo algo con lo que me cultivase más o fuese más serio. Cuando el estudio de la “Literatura” fue absorbiéndome cada vez más, desarrollé un tipo diferente de aprecio por algunos de los libros que estudiábamos, una diversión de otra clase, más compleja, sutil y reflexiva, y vinculada a trabajos y exámenes. Hasta que llegué a ser profesor de middle school 4, me convertí más tarde en padre y redescubrí los libros infantiles, no recuperé el sencillo placer de leer que experimenté con mis primeros libros de la biblioteca sin que estuviese lastrado por el sentimiento de culpa: era muy bueno leer estos libros porque formaba parte de mi trabajo o de mi función parental. Hace no muchos años, regresé a mi antiguo barrio para ver la que fuera nuestra casa de protección oficial y la antigua biblioteca municipal. Ambas estaban vacías, cerradas con tablones y en mal estado. Hoy día, para los niños de esa comunidad, la escuela es el lugar en el que tienen que desarrollar el hábito de leer para disfrutar, si éste no forma parte de su vida hogareña. He escrito este libro para tratar de indicar distintas formas con las que todas las escuelas primarias, estén situadas en barriadas de protección oficial o en barrios de elevado poder adquisitivo, puedan ayudar a los jóvenes lectores de hoy día a descubrir el placer de leer en la escuela y en el aula, y a establecer relaciones entre la lectura en la escuela y la lectura en la casa, de manera que cada una alimente la otra. Sugerencia Redacte unas notas relativas a su propia autobiografía de lectura. ¿Qué libros recuerda haber leído con disfrute antes de los 11 años? ¿Los leyó en casa o en la escuela? ¿Se los leían en voz alta o los leyó usted mismo? ¿Sus padres y maestros los aprobaban? ¿Qué influencia han tenido en usted estas primeras lecturas? Este libro se inspira en un proyecto de investigación en el área de la promoción de la lectura por placer, financiado por la British Academy. El objetivo de esta investigación era muy claro: identificar las escuelas de Educación Primaria y a los maestros y maestras que hayan demostrado una buena práctica en el área de la promoción del placer de leer y divulgar lo que parezca transferible de estas buenas escuelas a otros centros que quieran mejorar su práctica. Durante un período de dos años, desde 2005 a 2007, utilicé cuestionarios escritos para descubrir los puntos de vista de los maestros y maestras, los alumnos y alumnas y los padres y madres. Comencé escribiendo a una muestra de cien escuelas de primaria de una región del sudeste de Inglaterra para conocer detalles de la política y la práctica de los centros con respecto a la promoción de la lectura por placer y las actitudes positivas hacia la lectura. Recibí respuestas de maestros y maestras de cuarenta de los centros, adscritos a nueve administraciones educativas locales diferentes. Era obvio que estos centros que respondieron voluntariamente constituían un grupo autoseleccionado de entusiastas, como pusieron en evidencia sus respuestas a mi cuestionario. Hice llegar encuestas de lectura a más de 1.400 alumnos y alumnas de 5o grado (de 9 a 10 años), en las que se les invitaba a que comentaran sus puntos de vista sobre la lectura y sobre ellos mismos como lectores. Envié también otros cuestionarios a los padres de estos alumnos y alumnas, y después en 6o, y recibí más de trescientas respuestas. Los resultados de las encuestas sobre la lectura de los alumnos y alumnas me llevaron a identificar un grupo más reducido de centros que estaban teniendo un éxito especial a la hora de motivar a sus alumnos y alumnas para que leyeran por placer. Visité cada uno de estos centros para entrevistar con detenimiento a los coordinadores y coordinadoras del área de Lengua acerca de las estrategias que utilizaban para promover de un modo tan eficaz la lectura de sus alumnos y alumnas. En este libro, he utilizado los datos cuantitativos y cualitativos de estos cuestionarios y entrevistas para apoyar e ilustrar mis observaciones. En particular, presento con regularidad estudios monográficos de escuelas en las que he encontrado ejemplos de buena planificación y buena práctica que han demostrado que funcionan. También he dejado a propósito que se oigan las voces de los niños, así como las de los maestros y los padres, dado que, con frecuencia, se pasan por alto en los debates acerca de la lectura, y de sus opiniones pueden extraerse lecciones importantes. Cuando se utilizan las palabras de los niños, y ha sido necesario, se ha corregido la ortografía, la puntuación y la gramática, habida cuenta de que lo importante es lo que tienen que decir y no los aspectos mencionados de la presentación de sus opiniones. De todos modos, el libro no es un informe académico de mi proyecto de investigación; no sería conveniente ni adecuado. Adopto aquí una postura de más alcance: he tratado de hacer accesible y poner a disposición de un público más amplio de profesionales interesados lo que he descubierto en mi investigación y en las lecturas preparatorias relacionadas, junto con mis propias ideas, procurando traducir los hallazgos de mi investigación a una forma más práctica que pueda ayudar a divulgar una promoción satisfactoria de la lectura por placer. Lecciones de los niños Al final de la “Encuesta sobre la lectura”, con preguntas de opciones múltiples, que envié a alumnos y alumnas de primaria, les pedía que escribieran o dibujaran algo más que quisieran decir acerca de la lectura en el recuadro preparado al efecto. Los datos cualitativos, tanto palabras como dibujos, resultaron tan interesantes como los datos cuantitativos, los números, que se mencionan en los capítulos siguientes. La primera lección de los niños y niñas que respondieron era muy importante: ¡en la vida hay más cosas, aparte de la lectura y, desde luego, en la infancia hay más cosas que los libros! Estos placeres tienen su lugar y su momento, en el aula, en la biblioteca y en casa, pero en el patio de recreo hay otras cosas más serias a las que prestar atención. En respuesta a dos preguntas de...