Kurzweil | Danielle | E-Book | sack.de
E-Book

E-Book, Spanisch, 420 Seiten

Kurzweil Danielle

Crónicas de una Superheroína

E-Book, Spanisch, 420 Seiten

ISBN: 978-3-944203-54-6
Verlag: Lola Books
Format: EPUB
Kopierschutz: 6 - ePub Watermark



Tras 'La Singularidad está Cerca' y 'Cómo crear una mente', Ray Kurzweil nos presenta a 'Danielle', una superheroína dotada de una inteligencia capaz de cambiar el mundo. Sin duda se trata de la obra literaria más atrevida del autor. En este libro Ray Kurzweil expone los preceptos políticos, éticos y culturales que le han convertido en el pensador de referencia de Silicon Valley. Danielle es una novela llamada a motivar a los jóvenes a que inicien con pie seguro su camino hacia la Singularidad tecnológica.

Ray Kurzweil (1948, Nueva York) es uno de los expertos más destacados en el campo de la inteligencia artificial. También es un importante precursor del transhumanismo y desde 2012 es el ingeniero jefe de Google. En 1999 recibió la National Medal of Technology de manos del Presidente Clinton y en 2002 entró en el Inventors Hall of Fame por sus innumerables descubrimientos en el campo de las tecnologías de la información. Ray Kurzweil es autor de un gran número de libros de divulgación en los que analiza el futuro cercano de la humanidad y los drásticos cambios a los que se enfrenta.
Kurzweil Danielle jetzt bestellen!

Weitere Infos & Material


ENTRE CERO Y UN AÑO
QUIZÁ ELLA SEA DIFERENTE
Hay una cosa más fuerte que todos los ejércitos del mundo, una idea a la que le ha llegado su momento. Victor Hugo Nunca te rindas. Nunca te rindas. Nunca, nunca, nunca, nunca—no importa que se trate de algo grande o pequeño, importante o insignificante—nunca te rindas, a no ser que te convenzan de ello el honor y el buen juicio. Winston Churchill Me acuerdo como si fuera ayer. Danielle y mi conversación con el Coronel Gadafi. El reto que Danielle lanzó a las escuelas Madrazas. Su enfrentamiento con la Administración de Alimentos y Medicamentos de los Estados Unidos. Su arresto. Su opinión sobre el Ejército Rojo. La muerte de su colaborador y alma gemela. Pero estoy adelantando acontecimientos. Empecemos por el principio. Hola, soy Claire. Déjame que te explique cómo Danielle acabó convirtiéndose en mi hermana. Yo tenía seis años y el colegio se había acabado a los dos de la tarde. Estaba sentada en el suelo de tierra de la fábrica, la única actividad extraescolar que conocía, junto a mamá y a su máquina de coser. Estaba jugando con mis pertenencias favoritas, que eran casi todo lo que poseía, Las Aventuras de Alicia en el País de las Maravillas1 y mi guitarra. Mi libro estaba en inglés; todo el mundo parecía muy impresionado por el hecho de que pudiera leerlo por mí misma. Mi guitarra era una pequeña caja blanca con un agujero redondo. En algún momento debió haber sido una caja de madera para lápices de colores, ya que todavía conservaba garabatos que la delataban. Alguien le había pegado un mástil, un cabezal y cuerdas, y funcionaba sorprendentemente bien. La encontré entre la basura de la fábrica y los amigos músicos de mamá le arreglaron las abolladuras y los arañazos. Le faltaba una cuerda que no había dejado de buscar con la esperanza de encontrarla. A menudo, tocaba y cantaba para las mujeres de la fábrica mientras cosían blusas abotonadas y faldas largas. Yo me imaginaba que las cosían sobre las caderas de sus futuras dueñas. Siempre que cantaba para ellas, la mayoría de las mujeres comenzaba a sonreír. Quiero pensar que hacía su trabajo menos aburrido. Algunas de ellas tarareaban conmigo. Otras golpeaban el suelo con sus pies. Solía mirar a mi “público” y me imaginaba que estaba cantando en una enorme sala de conciertos. En frente de mí había filas de mujeres ante máquinas de coser, cables eléctricos colgando y coloridas prendas de vestir rojas, azules, verdes y blancas que colgaban de cuerdas de tela que se extendían hasta donde alcanzaba mi vista. Cómo me gustaba la música, ya incluso en aquel entonces. Me acuerdo de cómo ese día mamá cosía un vestido blanco con hilo azul. Me dijo lo orgullosa que estaba de la nueva canción que estaba tocando en mi guitarra. No me acuerdo de la melodía, me la acababa de inventar. Todo el mundo sonreía cuando acabé de cantar. Varias mujeres dejaron de coser para aplaudirme. De repente el edificio tembló y la taza de café de mamá se me cayó encima. Lloré mientras el líquido quemaba mi cara. La taza salió volando contra el pie de la máquina de coser y se rompió en mil pedazos. Entonces el edificio explotó, la Tierra tembló y el suelo se abrió. Me acuerdo de que pensé que era como Alicia. Me encontré a mí misma cayendo por la madriguera del conejo. Acabé en un lugar totalmente oscuro lleno de obstáculos, piedras, agujas punzantes, engranajes metálicos, botones que volaban como balas, cables, goteras de aceite y trozos de paredes y de techos. Cuando cuento esta historia la gente da por hecho que debía de estar aterrorizada, y supongo que lo estaba, pero todo era tan extraño y pasó tan rápido que me sentí como si me hubiera despertado dentro de mi libro. “Mamá… ¿Dónde estás…? ¿Mamá…?” Nadie respondió. No entré en pánico. Di por hecho que se trataba de algún tipo de juego en el que tenía que encontrarla. Tanteé la oscuridad apartando cosas que se interponían en mi camino si es que cedían ante la fuerza de una niña de seis años. Fui de un lugar oscuro a otro esperando ver en cualquier momento una oruga fumando de un narguile. No me di cuenta de que estaba siendo observada por un hombre llamado Richard que había venido a Haití para ayudar en la fundación de un colegio, pero que rápidamente cambió de ocupación para ayudar en las actividades de rescate tras el terremoto2. Podía verme en una imagen borrosa mediante un radar especial dedicado a la búsqueda de supervivientes. Más tarde diría que “parecía una ecografía en posición fetal”. La gente desestimó el movimiento de la imagen al creer que se trataba de un perro bajo los escombros. Al parecer, Richard no estaba de acuerdo. “No, no se mueve como un animal”. Eso es una persona pequeña, seguramente sola. Vamos a encontrar a esa criatura… y si no tiene ningún sitio adonde ir… la adoptaremos nosotros”. A día de hoy, la gente duda sobre la parte concerniente a la adopción, pero estoy segura de que es verdad. Me quedé dormida en mi País de las Maravillas sobre girones de ropa que usé como colchón. A mi lado había un buen trozo de cemento. Eso era bueno, ya que probablemente fue lo que evitó mi aplastamiento. Me despertaron los frenéticos ruidos de los voluntarios locales al mover piedras y ladrillos con sus manos desnudas. Cuando por fin me sacaron de entre los escombros, la gente se quedó mirándome asombrada como si fuera una Alicia haitiana, pero me di cuenta de que no estaba en el País de las Maravillas. En la foto que tengo de mi rescate, estoy cubierta de hollín negro, llevo harapos hechos girones y sigo agarrando mi guitarra. “¿Dónde está mamá?” Pregunté. “Vamos a ver si podemos encontrarla”, dijo Richard. “¿Cómo te llamas?” “Claire Pierre-Louis”. “Un nombre precioso”, me dijo. Me acuerdo de que llevaba una camiseta blanca que a la luz del mediodía parecía brillar y que, a diferencia de la mugre que cubría todo lo demás, solo estaba salpicada por unas cuantas manchas de suciedad. Reconocí la entrada a la fábrica, que parecía la puerta de un enorme granero, pero el resto de la fábrica había desaparecido. Pensar en lo que pasó en las horas siguientes me resulta doloroso, la espera, la búsqueda, los supervivientes heridos y aturdidos, la presencia de personas que no sobrevivieron. Por fin, un apesadumbrado Richard contestó a mi pregunta. “Tu mamá está sentada sobre tu hombro”. En un principio me quedé perpleja, pero poco a poco comprendí lo que quería decir. Bajé la mirada durante lo que pareció una eternidad, miré a mi mamá sentada sobre mi hombro y abracé a Richard. Mi mamá sigue sentada allí. Pocos días después, todavía estaba en estado de shock, pero comprendí la propuesta de Richard. “¿Qué te parece si a partir de ahora soy yo tu papá?” “Vaya, siempre quise tener un papá”, le respondí. “Y Sharon, mi mujer, podría ser otra madre para ti. Nos ocuparemos de ti mientras tú te ocupas de tu mamá que está sentada sobre tu hombro”. Esto me hizo sentir bien—supuse que cuantas más mamás mejor. Me preocupaba que esto no le gustara a mi mamá sobre mi hombro, pero ella me dijo que le parecía bien. Sin embargo, algunos hombres del lugar a los que yo conocía no se mostraron tan entusiastas. “Mèsi pou ede ou, men timoun nan rete isit la…” Gracias por su ayuda, pero la niña se queda aquí. No queremos que nadie robe nuestros niños. Miré a mí alrededor y vi uno de los pies de las máquinas de coser tirado a mi lado. Todavía tenía tres de sus patas. Lo puse de pie y me encaramé a él evitando el gran tajo que tenía en el medio. “¡Pero eso es lo que yo quiero!” Dije abruptamente y sin ni siquiera pensarlo. Me sentí como uno de esos adultos que había visto en la televisión de la fábrica dando un discurso y que mamá me había dicho que era el hombre más importante de América. “Os quiero a todos. Mi corazón siempre estará aquí. Y volveré”. Todo el mundo, incluida yo, se asombró de lo madura que parecía. Así es como, a la edad de seis años, me convertí en Claire Pierre-Louis...


Ihre Fragen, Wünsche oder Anmerkungen
Vorname*
Nachname*
Ihre E-Mail-Adresse*
Kundennr.
Ihre Nachricht*
Lediglich mit * gekennzeichnete Felder sind Pflichtfelder.
Wenn Sie die im Kontaktformular eingegebenen Daten durch Klick auf den nachfolgenden Button übersenden, erklären Sie sich damit einverstanden, dass wir Ihr Angaben für die Beantwortung Ihrer Anfrage verwenden. Selbstverständlich werden Ihre Daten vertraulich behandelt und nicht an Dritte weitergegeben. Sie können der Verwendung Ihrer Daten jederzeit widersprechen. Das Datenhandling bei Sack Fachmedien erklären wir Ihnen in unserer Datenschutzerklärung.