E-Book, Spanisch, 344 Seiten
Reihe: Sociología y política
González / Pellicer Los retos internacionales de México
1. Auflage 2014
ISBN: 978-607-03-0555-9
Verlag: Siglo XXI Editores México
Format: EPUB
Kopierschutz: 6 - ePub Watermark
Urgencia de una mirada nueva
E-Book, Spanisch, 344 Seiten
Reihe: Sociología y política
ISBN: 978-607-03-0555-9
Verlag: Siglo XXI Editores México
Format: EPUB
Kopierschutz: 6 - ePub Watermark
Este libro, organizado en tres secciones y once ensayos, aborda los problemas de la relación con Estados Unidos, Centroamérica y el resto de América Latina. el desafío que representa la emergencia de Asia como nuevo centro mundial de poder; y la evolución de temas globales cuya influencia es definitiva para la economía y la política mexicanas. Los autores, cuya experiencia proviene tanto de la academia como de la conducción de la diplomacia mexicana, comparten una mirada crítica sobre la actual inserción de México en el mundo. Señalan, con preocupación, el rezago de México frente a otros países de desarrollo económico similar y la escasa atención prestada por las élites políticas al papel del factor externo en el destino de la vida nacional. Por ello proponen una mirada nueva que, tomando en cuenta en ocasiones la experiencia de otras latitudes, haga de las relaciones con el exterior un factor que contribuya a la solución de los grandes problemas nacionales. La presente publicación aparece en momentos claves para la política mexicana. No es casual que así sea. Su intención es proporcionar elementos para que durante las campañas electorales que se avecinan se preste atención a las relaciones exteriores del país, a la urgencia de reencauzarlas y los peligros que se corren de no hacerlo.
Autoren/Hrsg.
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INTRODUCCIÓN
guadalupe gonzález g.
olga pellicer
Hace cinco años varios autores que participan en el presente volumen llevaron a cabo un esfuerzo similar,1 inspirado en tres preocupaciones básicas: entender mejor el panorama internacional de comienzos del siglo xxi; analizar el comportamiento de México en el mundo a partir de su ubicación geopolítica, de su inserción económica y de su posición en la dinámica política internacional y, finalmente, evaluar las estrategias de su política exterior, si existían, y reflexionar sobre la manera de fortalecerlas y, en su caso, modificarlas. El primer paso para responder a tales preocupaciones fue hacer una radiografía de las relaciones exteriores del país al finalizar el primer lustro del nuevo siglo. Los datos encontrados fueron muy inquietantes. A pesar de que tanto la situación internacional como los cambios internos invitaban a una política exterior revitalizada, orientada hacia nuevas metas y provista de nuevos marcos analíticos e instrumentos de acción, México se encontraba anclado en los comportamientos del pasado. Era evidente la ausencia de una línea conductora que orientase, de acuerdo con las nuevas circunstancias, objetivos y estrategias de política exterior. Semejante situación llevó a los autores a concluir que “más que en otros momentos de su historia reciente, México parece haber perdido el rumbo, de suerte que en momentos de transición y redefinición del orden internacional se encuentra a la deriva comparado con otros países con un peso económico o político similar”.2 Cinco años más tarde, las consecuencias de la falta de rumbo y asertividad resultan más evidentes y alarmantes por la necesidad que enfrenta el país de responder a un entorno internacional particularmente incierto y apremiante. El periodo 2005-2010 se distingue tanto por la magnitud de las crisis que han sacudido al mundo como por la profunda transformación ocurrida en las coordenadas del poder internacional. La crisis económica de 2008 y 2009 aceleró el cambio en dichas coordenadas moviendo su eje central de Occidente hacia Oriente, principalmente a China, donde se encuentra ahora el punto de mayor influencia para el comportamiento de las finanzas y el comercio internacionales. Estados Unidos sigue siendo el país de mayor peso en los asuntos mundiales, sobre todo tomando en cuenta su poderío militar, pero sus flancos vulnerables son notorios: su enorme déficit externo, la incertidumbre sobre el alcance de la recuperación económica iniciada en 2010 y lo difícil o imposible de ganar la guerra que emprendió en Afganistán. De igual forma, la crisis económica puso en tela de juicio la eficacia y la pertinencia de las instituciones y normas internacionales de regulación de los intercambios económicos y financieros internacionales. Se ha abierto, así, un proceso de discusión para la revisión y reforma de toda la arquitectura financiera y económica internacional. Un punto a destacar es que las conversaciones y negociaciones sobre una posible reforma de la gobernanza financiera revelan nítidamente los cambios en la estructura del poder internacional por la importancia de la participación de los nuevos polos de crecimiento, como China y otras potencias emergentes. En el ámbito de la seguridad internacional los desafíos se multiplican y diversifican. De manera inesperada, una serie de revueltas sociales y políticas en varios países árabes del norte de África y Medio Oriente en contra de los regímenes autoritarios, que por décadas dieron estabilidad a la región, está sacudiendo al mundo. La trayectoria de la oleada de cambio político que ha estallado en esa parte del mundo, en la que se concentran las mayores reservas de petróleo, es incierta e impredecible. El efecto inmediato ha sido el alza en los precios del petróleo y un llamado de atención a la comunidad internacional para participar en forma decidida en encauzar la revuelta por vías democráticas, contener la violencia y el riesgo de una crisis humanitaria. Preocupa, sobre todo, que la caída de los regímenes autoritarios genere vacíos de poder e inestabilidad crónica en una zona con grupos fuertemente armados y con presencia del terrorismo internacional. En ese panorama de rápidas y en ocasiones inesperadas transformaciones, algunas potencias emergentes han mejorado su posición internacional desde el punto de vista económico y político. El caso de Brasil es interesante para México por ser un punto de referencia inevitable al hablar de los países líderes en América Latina. Brasil pudo aprovechar el potencial de los mercados asiáticos al aumentar sus exportaciones de materias primas a China, que se convirtió en su segundo socio comercial. De otra parte, se ha posicionado bien en el mundo de la energía al avanzar en la exploración y explotación de recursos petroleros en aguas profundas y al incursionar, exitosamente, en las energías renovables como el etanol. Todo ello le ha dado una base económica para mejorar su papel como proveedor de energía y de diversos bienes manufacturados para países en desarrollo de África y América Latina, donde su influencia se hace sentir cada vez más. A ello se añade su conocido activismo en los foros multilaterales en los que participa, entre otras formas, en diversas operaciones de mantenimiento de la paz de las Naciones Unidas. Otras potencias regionales y emergentes han seguido una trayectoria distinta que ha frenado su ascenso. Algunos países, como Canadá, han visto desdibujarse su actividad internacional, en tanto que otros, como España, han sido afectados en forma severa por la recesión económica, lo que ha limitado su activismo internacional. En América Latina, Argentina no logra avanzar y Venezuela, a pesar de su riqueza petrolera, enfrenta limitaciones internas para consolidar su proyecto de liderazgo regional. En el caso de México, el otro poder regional, la situación ha sido muy distinta. Por su estrecha vinculación con la economía de Estados Unidos resultó el país de América Latina más golpeado por la crisis económica, aunque logró una relativa recuperación que aún es incierta. Por los mismos motivos, ha sido muy difícil empujar la diversificación de sus relaciones económicas externas, a pesar de los numerosos acuerdos de libre comercio firmados con varias docenas de países. Cierto es que los intercambios económicos con Asia han crecido, pero el déficit en contra de México es muy alto y la captación de inversiones extranjeras o turismo muy baja en comparación con la de otros países de la región. Durante este periodo, la fuerza de los lazos económicos de México con Estados Unidos se ha hecho más visible, pero al mismo tiempo se ha evidenciado el debilitamiento de una relación económica cuyos rasgos esenciales no han cambiado desde la firma del tlcan, hace más de quince años, y cuyo potencial para animar el desarrollo del país es cada vez menor. Hacer de la vinculación económica con Estados Unidos un factor de mayor peso para el crecimiento económico de México es una tarea que está por realizarse: difícil de llevar a cabo en el ambiente político que prevalece en ambos países, en particular en México. Más allá de las relaciones económicas externas, el problema sobresaliente del país al finalizar la primera década del siglo xxi es de carácter político. México inicia una nueva década bajo la sombra del desprestigio de sus instituciones políticas y de la centralidad adquirida por las acciones del crimen organizado. Existe la percepción generalizada de una transición democrática que perdió el rumbo, cuyo rasgo más vulnerable es la amenaza del narcotráfico, que penetra todas las capas del sistema político y provoca niveles alarmantes de violencia e inseguridad. La capacidad de las instituciones del Estado mexicano está rebasada para poder hacer frente a esta situación y para contrarrestar el peso de otros poderes fácticos, como los sindicatos corporativos y los grandes monopolios económicos. La crisis de inseguridad pública, que presenta una escalada de violencia del crimen organizado que ha cobrado más de 35 000 vidas, también ha contaminado las relaciones de México con otros países, en particular sus vecinos inmediatos al norte y al sur, en la medida en que ha afectado en forma directa a sus ciudadanos. Por los motivos anteriores, la imagen de México ha sufrido un deterioro que no era previsible hasta hace pocos años. Los medios de comunicación internacionales se han encargado de presentar al país como uno de los más violentos y corruptos del mundo, carente de un sistema de justicia que funcione, y al borde de situaciones de ingobernabilidad respecto de las cuales se utilizan frívolamente conceptos como el de “Estado fallido”. En el plano de las relaciones políticas bilaterales, México atraviesa por momentos difíciles. Desde el norte llega el ánimo antimexicano de amplios sectores de la sociedad estadunidenses, incapaces de asimilar la contribución de los trabajadores mexicanos a su economía, pero listos para denunciar su “ilegalidad” y posibles vínculos con la delincuencia. Llega, también, la inquietud, todavía ambivalente, de miembros de los poderes Ejecutivo y Legislativo ante los escenarios de violencia que se viven al sur de la frontera, que ponen en duda lo que siempre ha sido su objetivo prioritario con respecto a México: la estabilidad. Desde el sur, el aumento de los transmigrantes que buscan...