E-Book, Spanisch, 260 Seiten
Reihe: Pensamiento Herder
Biopolítica en la época de la pandemia
E-Book, Spanisch, 260 Seiten
Reihe: Pensamiento Herder
ISBN: 978-84-254-4912-3
Verlag: Herder Editorial
Format: EPUB
Kopierschutz: 6 - ePub Watermark
Roberto Esposito es profesor de Filosofía Teórica en la Scuola Normale Superiore de Pisa. Es uno de los más prestigiosos centros universitarios de Italia. Ha publicado numerosos libros, entre los cuales destacan Comunidad, inmunidad y biopolítica (Herder, 2009), Desde el exterior. Una filosofía para Europa (2016), Immunitas. Protección y negación de la vida (2020) e Institución (Herder, 2022).
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Introducción
1. El 5 de octubre de 2020 apareció la Great Barrington Declaration, así denominada por el nombre de la localidad de Massachusetts donde fue redactada. Promovida por un think tank que se autodefine libertarian, la Declaración en realidad tenía como referencia a una cadena de la derecha republicana estadounidense en la que incluso se negaba la emergencia climática, en sintonía con la política del expresidente Donald Trump, quien de hecho se apresuró a darle apoyo. En esa declaración una serie de virólogos y epidemiólogos tomaba posición a favor de la llamada «inmunidad de rebaño» (herd immunity) contra las políticas de confinamiento adoptadas por la mayoría de los gobiernos europeos en fase de pandemia. La Declaración, sosteniendo que esas políticas tienen efectos devastadores sobre la salud pública —disminución de las vacunas infantiles y de los screening tumorales, aumento de las enfermedades cardiovasculares y deterioro de la salud mental—, pretendía «reducir al mínimo la mortalidad y los daños sociales hasta alcanzar la inmunidad de rebaño». La ventaja de esta opción consistiría en permitir a jóvenes y adultos sanos vivir con normalidad, aislando mientras tanto a los más frágiles por edad y condiciones de salud. Su hipótesis era que, con el aumento de la tasa de inmunidad natural producida por la infección, toda la sociedad se vería protegida porque, al no poder propagarse más, el virus acabaría por extinguirse. Esta estrategia de «protección focalizada» preveía mantener abiertas escuelas, universidades, actividades comerciales y culturales, confiando en que la rápida difusión del contagio proporcionara aquella inmunización que defendería incluso a los más frágiles. La Declaración, definida como «ridícula» por el decano de los epidemiólogos estadounidenses, Anthony Fauci, fue severamente criticada, unos días después, por ochenta investigadores especialistas en enfermedades infecciosas y sistemas sanitarios a través de una carta abierta, el John Snow Memorandum, publicada por la revista The Lancet. Según ellos, la Great Barrington Declaration «no es más que una peligrosa falsedad carente de evidencias científicas» ya que «cualquier estrategia de gestión de la pandemia de COVID-19 que confíe en la inmunidad por infección natural es errónea». No solo determinaría efectos letales sobre toda la población, sino que exacerbaría las desigualdades ya puestas al descubierto por la pandemia, con consecuencias negativas tanto en el terreno médico como en el social. Hay que negar drásticamente la idea de que la inmunidad, producida por la infección y no por la vacunación, pueda poner fin a la pandemia. No solo no llegaría a obtenerse ese resultado, sino que comportaría un número elevadísimo de víctimas. Además, la inmovilización obligada de las franjas de población más vulnerables «es prácticamente imposible y éticamente reprobable», porque condenaría a una parte de la población al aislamiento forzoso, exponiendo a la otra a consecuencias imprevisibles para la salud. La única forma aceptable de actuar, según los redactores de la carta, es extender la protección a toda la sociedad, interrumpiendo la cadena de contagios con medidas generales de confinamiento y distanciamiento. Restricción de movimientos, tests masivos y trazado de los contagios constituyen la única estrategia adecuada para detener, o al menos ralentizar, la trayectoria del virus, mientras se espera que la vacuna pueda erradicarlo. Exactamente las medidas que, quizá con rápidos cambios de rumbo respecto de las primeras decisiones, han sido luego adoptadas por casi todos los países afectados por la pandemia. Como sabemos, esta alternativa, dramáticamente abierta en su primera fase, ha sido posteriormente superada por la producción y difusión a gran escala de vacunas, destinadas al logro de una inmunidad generalizada, esta vez debida no a la infección, sino a la prevención vacunal. Sabemos cuánto ha costado también que esta tercera respuesta —la única científicamente fiable y, mientras no existan pruebas en contra, la única eficaz— llegara a imponerse. Competencia entre las diferentes vacunas, insuficiencia de las provisiones disponibles comparadas con la demanda, errores de comunicación acerca de su diferente eficacia y seguridad —por no hablar de la resistencia de segmentos no insignificantes de la población, contrarios a la vacunación— son hechos que han complicado y retrasado el proceso de inmunización. Sin detenerlo, sin embargo. A pesar de la explosión de sucesivas variantes, que han mostrado distintos grados de resistencia, no se perfila otro camino en la lucha contra la enfermedad que no sea aumentar en lo posible la producción de vacunas, adoptando tecnologías cada vez más avanzadas. Cuántas dosis serán suficientes, a quién se las ofrecerá, a qué precio, siguen siendo cuestiones por ahora todavía inciertas. Como también lo es el resultado de la batalla sobre la abolición de las patentes y la liberalización de las licencias, a lo que naturalmente se ha opuesto la gran industria farmacéutica. Lo que se perfila son diferentes estrategias para el control de un negocio que no es solo sanitario, sino también estratégico, en la definición de los nuevos equilibrios geopolíticos mundiales. De todo eso se hablará en las páginas finales del libro. Pero, antes de llegar a ellas, detengámonos en una consideración más general que atañe a su objeto y a su perspectiva de conjunto. No olvidemos que las tres soluciones expuestas —inmunidad natural de rebaño, confinamiento social y vacunación generalizada— remiten al paradigma inmunitario, del que constituyen modalidades diferentes. Lo que se discute, en contraposición, no es la necesidad de la inmunización, que es algo que se da por supuesto en toda ellas, sino su interpretación y actuación. Inmunidad natural o inducida, individual o colectiva, temporal o definitiva son las únicas cuestiones que han quedado abiertas en un campo totalmente hegemonizado por el léxico inmunitario. Si ya el régimen biopolítico, en el que hace tiempo vivimos, activaba dinámicas de inmunización, la llegada del coronavirus ha acelerado extraordinariamente su ritmo. Todas las formas de lucha propuestas contra ese virus desde el año 2020 no son más que modalidades diferentes del mismo síndrome inmunitario, a la vez biológico, jurídico, político y tecnológico. Las medidas tomadas por los diferentes gobiernos se sitúan en el punto en que se juntan derecho y medicina, partiendo del significado bivalente que asume el concepto de «seguridad». Durante una pandemia la seguridad más exigida es la sanitaria. Pero la seguridad sanitaria está condicionada al respeto de normas jurídicamente sancionadas. En este sentido, biología y praxis jurídica constituyen las dos caras de una misma exigencia aseguradora que hace que una sea la condición de la otra. 2. En un libro titulado Immunitas: protección y negación de la vida, sostuve estas tesis, verificadas hasta los detalles a veinte años de distancia. Naturalmente, no siento complacencia por ello, visto que esta verificación ha coincidido con la más grave crisis planetaria desde el final de la Segunda Guerra Mundial. Pero lo cierto es que la propensión de la sociedad contemporánea a inmunizarse ha superado toda imaginación hasta convertirse en el fenómeno más significativo de nuestro tiempo. Precisamente por eso, sin embargo, ese fenómeno no ha de tomarse en bloque, sino que debe articularse en tipologías de diferente intensidad y resultado. Acerca de las tres alternativas antes mencionadas, por ejemplo, es necesario reconocer su diferente estatus, así como sus distintos efectos. Aunque pertenecen al mismo horizonte inmunitario, difieren de forma importante entre sí, tanto en sus supuestos científicos como en sus protocolos éticos. La inmunidad de rebaño propuesta al inicio de la pandemia por Reino Unido, Suecia, Estados Unidos y Brasil se basa en principios de carácter tanatopolítico que de hecho prevén, si no la eliminación, al menos la marginación de los «menos adaptados» a favor de las franjas de población más productivas. Y a la inversa, la protección mediante el distanciamiento, llevada a cabo por gran parte de los gobiernos antes de la vacunación, es una opción biopolítica negativa, que asegura protección social a través de la desocialización. En cuanto a la tercera vía, a pesar de sus evidentes dificultades para despegar y extenderse, hay que decir que es la única, si se extiende a la comunidad mundial, que propone una biopolítica afirmativa, en la que, por primera vez en la historia, podemos entrever el perfil inédito de una inmunidad común. Para llegar aquí, tenemos que pasar por diferentes escenarios, aunque relacionados entre sí. El primero se refiere a la relación paradigmática entre las nociones de comunidad e inmunidad. Aparecen desde el inicio como inescindibles. Tanto en el plano lógico —puesto que una se recorta en el negativo de la otra— como en el histórico. No hay comunidad sin dispositivos inmunitarios. Como ningún cuerpo humano, tampoco ningún cuerpo social habría resistido con el tiempo los conflictos que lo atraviesan sin un sistema de protección capaz de asegurar su permanencia a lo largo del tiempo. Todo radica en la estructura del equilibrio que lo contiene dentro de límites compatibles con la sociedad que pretende salvaguardar —superados los cuales, como una especie de enfermedad autoinmune, corre el riesgo de producir su colapso—. En el caso de la COVID-19, se sabe que lo...