Autodeterminación con responsabilidad mundial
E-Book, Spanisch, 568 Seiten
ISBN: 978-84-254-3863-9
Verlag: Herder Editorial
Format: EPUB
Kopierschutz: 0 - No protection
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Introducción La libertad es indivisible,
y si un solo hombre está esclavizado,
todos carecen de libertad.
JOHN F. KENNEDY
Un auténtico liberal subrayará como crucial
la correlación completa entre los medios utilizados
y las consecuencias que de ellos se derivan.
JOHN DEWEY 1. ¿POR QUÉ Y PARA QUÉ PENSAR EN LA LIBERTAD? La libertad es una idea fascinante. Permite y alienta a todas las personas a llevar una vida digna. Cada vez son más los individuos e instituciones que invocan la idea de libertad para romper con modos de vida coercitivos. Un oprimido no necesita que nadie le explique el valor de la libertad. Donde falta libertad a nivel práctico, raras veces falta su aprecio a nivel teórico. La mayoría de las veces la conciencia de la libertad institucionalizada —el liberalismo político— aumenta en proporción con los obstáculos que se oponen a la libertad. Pero nombrar y luchar contra la falta de libertad es más fácil que configurar debidamente unos espacios de libertad ya adquiridos. Donde se ha eliminado el perfil claro de la falta de libertad, se desintegra la luz blanca de la libertad en los prismas de las distintas nociones de liberalidad. El blanco y negro de los liberadores cede ante las matizadas paletas ideológicas de las sociedades más abiertas. La actual abundancia de proyectos de vida y de políticas liberales constituye para el liberalismo a la vez una oportunidad y una crisis. El hasta ahora incuestionado anhelo de libertad se enfrenta, dentro de una sociedad liberal, con la apremiante pregunta de ¿qué libertad, y la de quiénes, hay que fomentar cuando la de unos entra en colisión con la de otros? La libertad es algo que se invoca constantemente, unas veces para valorar determinadas convenciones y otras para desvalorizarlas, así como para defender —o condenar— comportamientos individuales, corporativos y colectivos, y legitimar o criticar sistemas políticos. A menudo la idea de libertad se la arrogan tanto los depositarios del respectivo statu quo como sus críticos, con lo que en cierto modo se encuentra en contradicción consigo misma. Y cabe preguntarse entonces: qué libertad tiene ahora prioridad, ¿la de los defensores del medio ambiente o la de la economía a toda costa?; ¿la de quienes luchan por la democracia directa o la de los amigos de los Parlamentos representativos?; ¿la de los creyentes o la de los no creyentes?; ¿la de quienes existimos hoy o la de quienes existirán en el futuro? ¿Cómo abordar los costes ecológicos y los efectos sociales secundarios que la libertad económica trae consigo? ¿Cómo se interrelacionan la libertad económica y la política?; ¿se necesitan y refuerzan mutuamente, o la una socava a la otra? ¿Existe un exceso de determinadas libertades? Estas preguntas invitan a otras reflexiones, igualmente básicas: la idea de libertad, si se la identifica con menos limitaciones y más liberalidad, ¿se capta suficientemente bien o encierra ella misma unos límites inmanentes? Y en relación con nosotros mismos, ¿tenemos que considerar la norma de la equidad y el mandamiento de la responsabilidad como «menos» libertad, o no se articula más bien aquí una exigencia de libertad en y respecto a formas de vida sostenibles? ¿Se pueden considerar los compromisos voluntariamente elegidos como negaciones voluntarias o como manifestaciones de libertad? Pues ocurre que cuando la libertad no se enfrenta a la coacción y la compulsión, el liberalismo empieza a luchar contra sí mismo. Ha probado el fruto del árbol de la ciencia del bien y del mal y ha descubierto la amarga verdad de que la libertad de unos puede arruinar los presupuestos de la libertad de otros, por no decir incluso de todos. Lo cual resta inocencia al pensamiento liberal. A falta de reflexión social, moral y ecológica, el liberalismo actual ve asustado su pecado original y se siente expulsado del paraíso de la univocidad moral. La precipitada búsqueda de unas hojas de higuera éticas demuestra cuán dolorosa les resulta a muchos liberales esta desnudez ética. En lo sucesivo, los enemigos de la libertad tienen que construir su bastión en un mundo que también se ve en peligro precisamente por causa de la libertad. Por lo cual, en adelante el liberalismo debe ganarse el pan con el sudor de la frente y trabajar por una reforma de su propia idea orientadora: la idea de la libertad. El objetivo del presente trabajo es participar en la consecución de esta reforma. La lectura de este volumen resultará tanto más fácil cuanto más clara resulte también la dirección del presente viaje intelectual. Al respecto, me gustaría aclarar cuanto antes que este libro se dirige a grupos bien diferenciados y que, por lo tanto, los argumentos se mueven en planos igualmente distintos. En función de esto cambiarán las metas y el tono de la exposición. Por un lado, me gustaría reorientar el discurso académico sobre la filosofía de la libertad, a lo que se dedicará la parte principal del libro —hasta el capítulo 3 inclusive—. Por el otro, quisiera promover un liberalismo moral, social y ecológicamente sostenible; a esto se dedicará sobre todo el último capítulo. Ambos aspectos se interrelacionan en cuanto al contenido. La parte orientada a la práctica se legitima con una fundamentación académica y, viceversa, la teoría necesita de la aplicación práctica para poder demostrar su importancia. Pero como los humanos que trabajan mucho por el liberalismo filosófico —en el plano teórico— no son siempre los mismos que se preocupan en la práctica por las venturas y desventuras del liberalismo, he redactado este estudio de manera que no todo el mundo tenga que leerlo con verdadera acribia académica de principio a fin. En todos los capítulos se encuentra un apartado que resalta los respectivos resultados e implicaciones. Quienes consideren prioritario conocer las consecuencias prácticas de mi planteamiento, con la lectura de tales apartados quedarán suficientemente preparados para su tratamiento en las conclusiones. Es fácil fijar la orientación académica de un libro, pero no lo es tanto ponerla en práctica: a tal fin, me gustaría esclarecer conceptualmente el debate sobre la idea de libertad cambiando la diferenciación al uso de libertad negativa/positiva por la pareja dialéctica compuesta por la libertad cuantitativa y la libertad cualitativa (trataré este tema con más detalle en el apartado 2 de esta introducción). Considero dialéctico este par de conceptos porque, en primer lugar, un estudio más próximo de ambas categorías muestra que las teorías de la libertad hasta ahora vigentes se pueden remitir de manera consistente a estas determinaciones teóricas, de lo que, en segundo lugar, resulta un orden jerárquico y una priorización de los aspectos cuantitativos y cualitativos, de modo que, en tercer lugar, queda claro que la idea de una libertad única y uniforme se puede plasmar legítimamente en distintas formas de libertad de una época a otra y de un lugar a otro. La perspectiva «cantidad frente a cualidad» aquí elegida no es del todo nueva.1 El planteamiento cuantitativo lo encontramos representado sobre todo en teorías de origen «liberal-negativo», libertario o neoliberal.2 Y viceversa, la noción de una libertad cualitativa presenta algunos puntos en común con la «libertad positiva» (cf. el apartado 2.c de esta introducción), aunque se diferencia de ella claramente a causa de su importante dimensión procedimental, pues no determina ex cathedra qué libertades deben valer para determinadas personas y grupos sino que empodera a los afectados para que salgan al encuentro de dichas determinaciones, y ello con unas formas que puedan justificarse en nombre —y en el interés— de la libertad de todas las personas. Este aspecto —la insoslayable globalidad de la idea de libertad— lo trataré más a fondo en el siguiente apartado. Los objetivos sociológicos, económicos y políticos de este estudio corren parejos con la conveniencia de reorientar el liberalismo; es decir, de conseguir que una teoría que a menudo solo refleja insuficientemente su responsabilidad moral, social y ecológica pase a ser una concepción que ponga en el centro de su marco argumentativo la obligatoriedad cosmopolita inmanente a la idea de libertad. Sobre esta motivación hablaré de manera pormenorizada en los siguientes apartados. 1.a. Libertad y globalidad El pequeño planeta azul llamado Tierra es la patria de todos los humanos, algo que se percibe también tanto en el plano teórico como en el práctico. Lo que ayer todavía era Umwelt —mundo ambiente— hoy se ve cada vez más como Mitwelt —mundo compartido—, lo que repercute a su vez en todas las actividades de cualquier lugar. Nuestro actuar aquí y ahora influye en las condiciones de vida de otros seres humanos alejados ya en el espacio ya en el tiempo (las generaciones futuras). Junto a jefes tribales y gobernantes, a culturas-nicho y Estados-nación, a comunas y clanes, a emiratos y alcurnias, a terroristas y tiranos, a fanáticos y fundamentalistas, sobre el escenario no dejan de aparecer nuevos actores de la más variada índole. Así, vemos cómo colosos de la economía y corifeos de la ciencia, medios de comunicación y milicias, donantes y patrocinadores, refugiados y estrellas de cine, hackers y whistleblowers, redes sociales y movimientos civiles compiten entre sí y negocian a nivel global. En vez de operar en un solo...