Delfieux | Un camino monástico en la ciudad. Libro de vida | E-Book | sack.de
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E-Book, Spanisch, Band 328, 166 Seiten

Reihe: Libros de espiritualidad

Delfieux Un camino monástico en la ciudad. Libro de vida

Fraternidades Monásticas de Jerusalén

E-Book, Spanisch, Band 328, 166 Seiten

Reihe: Libros de espiritualidad

ISBN: 978-84-277-2728-1
Verlag: Narcea Ediciones
Format: EPUB
Kopierschutz: Adobe DRM (»Systemvoraussetzungen)



Este Libro de vida se escribió pensando en los monjes y monjas de las Fraternidades monásticas de Jerusalén, aunque muy pronto despertó el interés de los laicos y de la vida consagrada. La frescura de un carisma nuevo, con un lenguaje sencillo, bíblico, patrístico y cimentado en la gran tradición monástica y contemplativa de la Iglesia, hace de este libro un tratado espiritual para todas las personas que buscan profundizar su relación con Dios y quieren vivir las exigencias evangélicas. Se puede encontrar un estilo que encarna una nueva espiritualidad en la ciudad, que consiste en «despertar la imagen de Dios en el hombre y la mujer, así como su vocación al diálogo y a la comunión». Volviendo a las fuentes de las primeras comunidades cristianas, nos recuerda cómo amar y por qué; cómo orar, trabajar y acoger sintiéndonos hermanos unos de otros y caminando en Iglesia, en comunión, hacia la nueva Jerusalén, figura de la ciudad celeste hacia la que todos caminamos.

Hno. Pierre-Marie Delfieux. Hombre de grandes intuiciones, abierto y dócil a la acción del Espíritu. Desde la experiencia del desierto y la oración, intuyó una nueva forma de monacato en el corazón de la ciudad. Su gran deseo: acercar a Dios a los hombres y llevar a los hombres a Dios.
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2 ORACIÓN
12
Ora Así como Jesús oraba, ora tú también. Lc 11,1 Toda Su vida estaba vuelta hacia el Padre, en incesante ofrenda, en escucha permanente; siendo un himno interior de adoración, de amor, de acción de gracias e intercesión continua por los hombres. Mediante la oración, permanecía tan unificado y tan unido a Dios que se podía afirmar que vivía en el Padre y el Padre en Él. En este sentido, Jesús es el monje perfecto y, por lo tanto, el único modelo para ti. Jn 10,38 Jn 14,10-11; 16,32 De modo más visible aún, Jesús elegía tiempos y espacios privilegiados para hacer todavía más intensa y manifiesta Su oración: en el templo, sobre la montaña, en el desierto, en un lugar apartado, o sencillamente, en cualquier lugar; en el transcurso de la jornada y del camino. De día o de noche, solo o con Sus discípulos, Jesús oraba9. En esta relación de amor incesante y a través de estos tiempos y lugares privilegiados de oración, se desarrolla Su vida filial y resplandece la luz de Su santidad. Viéndole a Él se podía ver al Padre. Jn 12,45-46; 14,9 Si tú, pues, hermano o hermana, que también eres hijo e hija de Su mismo Padre, quieres saber cómo, por qué, dónde y cuándo orar, no tienes más que mirar a Jesús y, sin cansarte, haz como Él, porque solo Él puede enseñarte a orar. Gál 4,6 Mt 26,38; 40-41 Lc 11,1 Llamándote a la vida monástica, Jesús te invita a consagrarte enteramente a esta obra esencial por la que has aceptado abandonarlo todo. Habiendo elegido ser monje, monja, eliges hacer de tu vida una oración y de la oración tu vida. El único ideal del monje es la perfección del corazón que consiste en permanecer constantemente en oración10. Mc 10,28 1 Tes 5,17 13
El maestro de tu vida de oración es el Espíritu Santo. Si no sabes orar como es debido, el Espíritu vendrá en ayuda de tu debilidad, pues es el mismo Espíritu quien intercede por ti y te enseña a orar como conviene. Jn 16,13-14 Rom 8,9 Rom 8,26 Cree que el amor de Dios ha sido derramado en tu corazón por el Espíritu Santo que Dios te ha dado. Así que ya no eres esclavo, sino hijo. Hijo de Dios y heredero de las promesas de Su gloria divina. Así pues, cuando ores, hazlo desde el Espíritu Santo. No apagues jamás en ti el Espíritu Santo. El Padre no puede negártelo si tú se lo suplicas. Rom 5,5 Gál 4,7; Rom 8,17 Jds 1,20 1 Tes 5,19 Lc 11,13 Es en la oración donde te encuentras con Dios, le escuchas, le hablas, acoges Su amor y le respondes. Mt 6,6 Por la oración, llegas a conocerte de verdad y a construirte a ti mismo, aclaras tus caminos y fortaleces tu corazón. Jn 3,21 1 Tes 5,5 Por Dios, por el mundo y por ti; vela y ora sin cesar. No hay tarea más hermosa encomendada al hombre que la contemplación. Ef 5,19 Mt 7,7; 21,22 Por la oración puedes comprender y comunicarte mejor con los hombres ayudándoles más en profundidad; por la oración alcanzas en este mundo la suprema eficacia. Lc 21,36 Lc 10,42 14
Haber elegido orar en el corazón de la ciudad significa que tu vida está en el corazón de Dios. No has abrazado el monacato urbano en nombre de la solidaridad, del apostolado o incluso del testimonio sino, ante todo, por la contemplación de Dios gratuita e incesante, en su más hermosa imagen, que no es la soledad ni la montaña ni el desierto o el templo, sino la ciudad de los hombres, rostros del rostro de Dios y reflejos del icono de Cristo. Monje, monja de Jerusalén, estás presente en el corazón de la Ciudad-Dios. Hch 2,46 Jn 13,20 Gén 1,27 Ez 48,35 Sal 135,21 Is 60,14 Sin embargo, no has elegido separar la oración de la vida, sino unirlas. Llevar la oración a la ciudad y la ciudad a tu oración. Vivir el lazo entre acción y contemplación: trabajo y contemplación, calle y contemplación. Como Jesús, María, los apóstoles y tantos monjes lo han hecho. Que su ejemplo sea tu apoyo y tu esperanza. Is 62,5 1 Cor 10,31 Lc 2,51-52 15
Sabes que la oración es difícil. Es el lugar por excelencia de la gratuidad, el ámbito de lo invisible, a menudo de lo insensible, de lo incomprensible, de lo inefable, de lo inesperado. Te será duro amar a un Dios cuyo rostro nunca has visto11. Tu oración será un combate hasta el último suspiro12. En este sentido, Dios ha armado tus manos para la batalla y te ha cubierto la cabeza para el día del combate. Combate, pues, el buen combate de la fe, conquista la vida eterna a la que has sido llamado y en vista de la cual has hecho tu profesión de fe monástica. Lc 18,1 Ef 6,13 Sal 143,1 Sal 139,8; Mt 10,34 No pongas tu dicha y tus delicias en lo que puedas entender o sentir de Dios en la oración sino, sobre todo, en lo que no puedes ni sentir ni entender… Dios está siempre escondido y es difícil encontrarle. Permanece sirviéndole así escondido, en lo secreto, incluso cuando creas encontrarle, sentirle o entenderle. Cuanto menos lo comprendas, más cerca estarás de Él13. La oración te revelará que Dios es siempre el Totalmente Otro, y tú, aquel que nunca llega a su altura. 1 Tim 6,12 Ex 3,1-14 La oración te mostrará que Dios es alguien más íntimo a ti que tú mismo14. Atravesando el crisol, como a través del fuego, entra por la puerta estrecha por la que no puedes pasar nada, y entra en el lugar más hondo de tu corazón que contiene a Aquel que el universo no puede abarcar. 1 Cor 3,15 Mt 7,14 Mt 6,6
Eclo 7,5 En la oración encontrarás la paz, la luz y el gozo. Ella será fuente de amor y fuerza de tu vida. Para aclarar tu inteligencia, ora. Para discernir tu camino, ora. Para unificar tu ser, ora. Para iluminar tu rostro y alegrar tu corazón, ora. Para incorporarte a Cristo, ora: ya no eres tú el que vive, sino Cristo quien vive en ti. He aquí que, poco a poco, vas siendo iluminado, lavado, purificado, reconstruido, vivificado y colmado de gozo. Te encontrarás divinizado y podrás entrar en plenitud en la plenitud de Dios. Jn 14,27; 15,11 2 Cor 3,18 Gál 2,20 Jn 10,34-35; Ef 3,19 Jn 17,24; 2 Cor 4,6 16
En el camino de este combate y de esta gloria, tendrás que aprender todos los secretos de la oración. Hch 14,22 Ora como un pobre. Eres frágil, inconstante, distraído, radicalmente incapaz de alcanzar a Dios y de acogerle. Eres pecador delante del Dios tres veces santo. Acepta tu pobreza, sabiendo que Jesús ha bendecido la oración del humilde publicano. La oración del pobre llega hasta los oídos de Dios. Jn 15,5 Lc 18,14 Eclo 21,5 Ora como un niño. Queridos, ahora somos hijos de Dios. No entrarás en Su reino si no llegas a hacerte como un niño. No entrarás en el cielo sino creyendo en Él con tu fe de niño. Deja, pues, que llegue a ti el canto de los labios de los niños, de los más pequeños. Hijo de Dios, conducido por el Espíritu de Dios, tendrás parte en la santa libertad de los hijos de Dios. 1 Jn 3,2 Mt 18,3 Mc 10,14 Sal 8,3 Rom 8,14-21 Ora en el nombre de Jesús. Sé hijo en el Hijo y el Padre no podrá negarte nada. Quizás, hasta ahora no has pedido nada en Su nombre. Pide y recibirás y tu alegría será completa. Todo lo que pidas en Su nombre, Jesús lo hará; el Padre te lo concederá. Todo es posible para el que cree y todavía más para el que ama, pues si amas estás acogiendo en ti la omnipotencia de la Trinidad. Si amas y crees verdaderamente, por tu oración en el nombre de Jesús podrás alcanzarlo todo. Jn 16,27 Jn 16,24 Jn 14,13; 15,16 Mc 9,23 Jn 14,23 17
Ora en el Espíritu Santo, porque el Espíritu de Dios habita siempre en ti y porque has recibido el Espíritu de hijo adoptivo que te hace clamar: “¡Abbá, Padre!”. Déjale morar en ti, en lo hondo de tu pobreza, déjale que sea Él mismo quien interceda por ti con gemidos inefables. Por la oración, sé dócil a Aquel que te revelará la verdad completa y te colmará de todos Sus frutos. Y como el Espíritu es tu vida, que el Espíritu, orando en ti, te haga también obrar. Ef 5,18 Rom 8,9 Rom 8,26 Jn 16,13 Gál 5,22.25 Ora con una gran confianza. Tu oración, ante el corazón de Dios, es mucho más poderosa de lo que te imaginas. La oración ferviente del justo tiene un gran poder. Jesucristo te lo dice: todo lo que pidas en la oración en Mi nombre, cree que ya lo has recibido y lo conseguirás. Mc 5,36 Sant 5,16 Mc 11,24 Ora con perseverancia. Con el gozo de la esperanza, constante en la prueba, perseverante en la oración. Que la oración te mantenga vigilante en la acción de gracias y tu perseverancia, aun a riesgo de ser importuna, será correspondida: gracias a tu insistencia Dios se levantará y te dará todo lo que necesitas. Rom 12,12 Col 4,2 Lc 18,1-8 Lc 11,8 18
Ora con ánimo, pues los...


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