E-Book, Spanisch, 220 Seiten
Reihe: Universidad
Estudios sobre la comunicación en la era digital
E-Book, Spanisch, 220 Seiten
Reihe: Universidad
ISBN: 978-84-9921-801-4
Verlag: Ediciones Octaedro
Format: EPUB
Kopierschutz: Adobe DRM (»Systemvoraussetzungen)
Oscar Diaz Fouces es profesor titular en el Departamento de Traducción y Lingüística de la Universidade de Vigo. Sus líneas de investigación preferentes son los aspectos sociales del lenguaje y las tecnologías de la comunicación y la traducción. Pilar García Soidán es Licenciada en Matemáticas y Doctora en Matemáticas por la Universidad de Santiago de Compostela. En el año 1995 realizó una estancia postdoctoral en el Centre for Mathematics and its Applications (Australian National University, Camberra), bajo la supervisión del profesor Peter Hall, autoridad internacional en el campo de la Inferencia no Paramétrica. Actualmente desarrolla su labor docente e investigadora en la Universidad de Vigo, como Catedrática de Escuela Universitaria del área de conocimiento de Estadística e Investigación Operativa.
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1 Introducción. Repensar la comunicación en un mundo digital Oscar Diaz Fouces Pilar García Soidán (Universidade de Vigo) Networks constitute the new social morphology of our societies, and the diffusion of networking logic substantially modifies the operation and outcomes in processes of production, experience, power and culture. M. Castells (2009: 500) La extensión masiva de las tecnologías de la información y las comunicaciones a la que hemos asistido en las últimas tres décadas ha transformado radicalmente nuestra forma de relacionarnos con el mundo. Es más: el modo en el que nos relacionamos con esas mismas tecnologías no ha dejado de cambiar y hay indicios razonables para pensar que no dejará de hacerlo en el futuro. Darcy DiNucci (1999) utilizaba por primera vez la etiqueta de web 2.0 para hacer referencia al hecho de que la red Internet –recuérdese que la primera página web fue publicada en 1993– pasaría a estar presente en todo tipo de dispositivos (que pasaría a ser ubicua), y que dejaría de ser entendida «as screenfuls of text and graphics» para convertirse en «a transport mechanism, the ether through which interactivity happens». El concepto de web 2.0 ganaría carta de naturaleza unos años después, con la Web 2.0 Conference, organizada por O’Reilly Media en 2004, y el propio Tim O’Reilly (2007) lo codificaría, en el sentido de que nuestra relación con Internet dejaría de ser pasiva, una mera exposición de datos (la web 1.0), para transformarnos progresivamente en sus coautores. No resulta sorprendente, sino una consecuencia lógica, que en el posterior web 2.0 Summit, O’Reilly y Battelle afirmasen ya que «web 2.0 is all about harnessing collective intelligence», algo que va mucho más allá del mero progreso tecnológico, por lo tanto, y que «The Web is no longer a collection of static pages of HTML that describe something in the world. Increasingly, the Web is the world […]» (2009: 1, 2 [las cursivas son nuestras]). Ese (nuevo) mundo tendría, por cierto, sus propios habitantes nativos, a los que Palfrey y Gasser (2008: 2) caracterizaban de modo impresionista por esos mismos años, con estas palabras que actualizaban la definición de Prensky (2001): These kids are different. They study, work, write, and interact with each other in ways that are very different from the ways that you did growing up. They read blogs rather than newspapers. They often meet each other online before they meet in person. They probably don’t even know what a library card looks like, much less have one; and if they do, they’ve probably never used it. They get their music online–often for free illegally–rather than buying it in record stores. They’re more likely to send an instant message (IM) than to pick up the telephone to arrange a date later in the afternoon. They adopt and pal around with virtual Neopets online instead of pound puppies. And they’re connected to one another by a common culture. Major aspects of their lives–social interactions, friendships, civic activities–are mediated by digital technologies. And they’ve never known any other way of life. Podría objetarse que, más allá de los lemas ingeniosos y las palabras deslumbrantes, los nativos digitales (todavía) comparten su mundo con «visitantes ocasionales» y también, por supuesto, con millones de individuos que han quedado excluidos del mismo, al otro lado de la brecha digital. Y también que, si bien es cierto que el número de recursos y de procesos born-digital no deja de crecer a muy buen ritmo, sus correlatos analógicos continuarían representando un volumen nada desdeñable, no en vano han tenido un carácter exclusivo en la historia de la Humanidad hasta hace muy pocos años. El nuevo modelo podría no suponer la sustitución instantánea del paradigma clásico, por lo tanto, sino la incorporación al mismo de las actividades digitales. La combinación adecuada de prácticas clásicas y digitales no sería independiente, en fin, de la capacidad de los usuarios para adaptarse a las nuevas tecnologías, por lo menos a corto plazo. Pero esa objeción también debe matizarse. En este punto vale la pena recordar la Fourth Idea sobre los cambios tecnológicos enunciada por Postman en las Conferencias de Denver: el cambio tecnológico no es aditivo, sino ecológico: «A new medium does not add something; it changes everything» (Postman, 1998: 3). Y conviene no perder de vista, en ese sentido, que el fenómeno al que nos estamos refiriendo corre parejo, en términos históricos, con el desarrollo de una economía global, con todas sus consecuencias. Como señala Norman Fairclough (2006: 99), «An important part of contemporary globalization is the globalization of modern information and communication technologies and new media». En efecto, la globalización económica es inimaginable sin los cimientos de las tecnologías digitales… y la globalización necesita de consumidores digitales. Fairclough también nos recuerda, por otro lado, que la ideología que destila la globalización, el globalismo, se encarga de vehicular un potente discurso sobre su inevitabilidad, su irreversibilidad y su bondad. Uno de los mensajes más reiterados que nos ha llegado en los últimos años, a propósito de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación, ha sido el de que existe una brecha digital que impide a individuos y países abandonar la pobreza. Entre 2003 y 2005, una agencia de la ONU, la Unión Internacional de las Telecomunicaciones, organizó una Cumbre Mundial de la Sociedad de la Información, que anunciaba sus objetivos en una solemne Declaración de principios, cuyos dos primeros apartados reproducimos a continuación (