Castillo | Rogelio París, nosotros, el cine | E-Book | sack.de
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E-Book, Spanisch, 380 Seiten

Castillo Rogelio París, nosotros, el cine

E-Book, Spanisch, 380 Seiten

ISBN: 978-959-304-407-3
Verlag: RUTH
Format: EPUB
Kopierschutz: 6 - ePub Watermark



Obra que persevera en la memoria de aquellos que conocieron y trabajaron con Rogelio París y lo acompañaron en su labor profesional. Se trata de una compilación de datos, ideas, noticias, reseñas, artículos, entrevistas, filmografía, notas y anexos con documentos históricos. Un libro que es a la vez una monografía y una enciclopedia, y, más que una remembranza, resulta una obra para el estudio, a través de la figura de Rogelio París, del hacer del cine cubano.

Luciano Castillo (Camagüey, 1955) es un crítico de cine y ensayista cubano, y uno de los investigadores más serios y acuciosos del cine cubano, autor de una vasta obra que resulta un sustancial aporte al conocimiento del séptimo arte. Se ha destacado igualmente, en la promoción del cine a través de los medios de difusión masiva, así como la fundación y fomento de cine-clubes en su ciudad natal. Colabora con la sección En primer plano del portal Cubaliteraria. Miembro de la UNEAC y de FIPRESCI). Director de la Cinemateca de Cuba desde el año 2013. Entre sus obras publicadas se encuentra la Cronología del cine cubano en cuatro tomos, en coautoría con Arturo Agramonte, que abarca un período de análisis de 1897 hasta 1959. Colaborador de la revista Cine Cubano. Otros títulos de su autoría: La verdad 24 veces x segundo (1993), Ramón Peón, el hombre de los glóbulos negros (1998), Carpentier en el reino de la imagen (2006), El cine cubano a contraluz (2007), Retrato de grupo sin cámara (2015), La biblia del cinéfilo (2015). Por Ediciones ICAIC, en 2022, publicó Los desafíos de contar: 'La guerra necesaria', en coautoría con Rebeca Chávez.
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Tras las cámaras con Rogelio París
Resulta sabido que un crítico de cine es un crítico de arte con especialidad propia. No hay que «saber» solo de cinematografía (datos, filmografía) para poder penetrar en el corazón de una película, el conocimiento (cultura afín) debe ser acompañado de la sensibilidad y el talento imprescindibles. El filme se abre a la proyección de la imagen atrapada que, enviada por la luz sobre una pantalla, resulta obra de belleza o no, como todo arte. Siempre me ha inquietado la temporalidad que «vive» atrapada en una cinta, como dentro de un libro: ¿qué tiempo es ese?, ¿el de la filmación o escritura, o tan solo aquel que se abre a los ojos del espectador o lector? Libro y filme son hermanos: ofrecen lecturas del mundo, del «ayer» filmado y de su envión hacia otra temporalidad, de modo que ambos nos hablan del pasado y de nuestro hoy. Un crítico de cine sabe de esto, y mucho más. Las temporalidades son juegos o secuencias de un filme casi infinito llamado Vida. La vida proyectada en el cosmos, desarrolla su propio y laberíntico rollo, del que nosotros somos partes de una película planetaria vital llamémosle «eterna». Las secuencias del tiempo son como mágicos retos para críticos y artistas: el cine germinó en el siglo xix, bajo la mirada de gentes nacidas en ese lapso, pero devendrá «arte del siglo xx», hallará esplendor durante esa otra-secularidad. Luciano Castillo (Camagüey, 1955) trabaja su historia, entrevista a personalidades nacidas en el pasado siglo de lujo del séptimo arte, y ofrece una nueva mirada acerca del cine sobre su nuevo tiempo de desarrollo. Esa «magia» natural de la fluidez del tiempo, forma parte del arte cinematográfico. Tal arte asistió a una de las revoluciones de soportes expresivos más amplia de la historia de la humanidad, desde el cuerpo humano a las pantallas, tan diversas ya. Habría que hacer párrafo de relación numérica sobre las existencias de soportes variadísimos. El cine pudiera avanzar más hacia las técnicas holográficas y alcanzar la soñada tridimensionalidad, visible sin gafas especiales, en la que todas las artes, como quisieron los griegos de la antigüedad, se den cita en un solo «texto» para goce humano. El crítico de cine es hombre o mujer atentos a las evoluciones, pero el cine ya tiene historia definida, y un crítico puede tornarse historiador. Uno de los méritos radicales de la personalidad de nuestro crítico Luciano Castillo, es haber desarrollado una labor impar desde la crítica y divulgación cinematográficas desde que comenzó a publicar en el periódico camagüeyano Adelante allá por 1978 hacia la investigación y la historización. La memoria fluye en sus libros, que son muchos, sólidos, sabios, de los cuales solo signifiquemos los siguientes: La verdad veinticuatro veces x segundo (1993); Concierto en imágenes (1994); Con la locura de los sentidos (1994); Ramón Peón: el hombre de los glóbulos negros (1998 y 2003), escrito junto a Arturo Agramonte, historiador del cine cubano, con quien colaboró, además, en el Diccionario de realizadores del cine latinoamericano (1997) y en los libros Entre el vivir y el soñar: pioneros del cine cubano (2008) y los cuatro tomos de Cronología del cine cubano (2011-2015); Carpentier en el reino de la imagen (2006), El cine cubano a contraluz (2007), El cine es cortar (2010), junto al célebre editor Nelson Rodríguez, Trenes en la noche (2012), Retrato de grupo sin cámara (2015) y La biblia del cinéfilo (2015). Como estudioso de la obra de Luis Buñuel fue coautor de Conversaciones con Jean-Claude Carrière (2004) y culminó en fecha reciente El indiscreto encanto de Buñuel y El misterio Buñuel. El cine cubano le estará, y ya le está, en larguísima deuda de gratitud, aunque tal bibliografía muestra que su labor va más allá de las fronteras nacionales, sin contar el número crecido de artículos, conferencias, y faenas múltiples como jurado en reputados festivales de cine de América y Europa. El infatigable Luciano se adentra ahora en Rogelio París, nosotros, el cine; densa, útil, vibrante monografía sobre este notorio director cinematográfico cubano, organizada ella de manera inteligente y pensando en su provecho para disímiles lectores, críticos e investigadores, para lo cual abre con una introducción suya, en la que se ofrecen las coordenadas tanto del estudio que brinda el volumen, como justificaciones de presencias de los numerosos textos seleccionados. El conjunto palpita para la mejor comprensión del cineasta de referencia, caracterizado así: «Todos recuerdan con afecto a este hombre de tenacidad capricorniana, que no ocultaba su orgullo al vestir el uniforme militar muchas veces…», y que fue «fervoroso martiano», capaz de organizar a su equipo creativo como un verdadero ejército, para llamarse a sí mismo «Comandante Rogelio París», casi metaforizando el oficio de director cinematográfico con el de un jefe de cuerpo militar. De inmediato, el autor cede la palabra a los «testimoniantes», aquellos que conocieron y trabajaron con París y lo acompañaron desde la labor profesional hasta su raíz humana de creador. Ellos desnudan al «director», que es a la vez artista. Son colegas suyos y algunos subordinados en la labor del cine en distintas etapas de su trayectoria, quienes ofrecen puntos de vista diversos. Entre los casi sesenta que rememoran sus experiencias se hallan: Eduardo Manet, Miguel Mendoza, Humberto Hernández, Carlos Pérez Peña, Nelson Rodríguez, Raúl Rodríguez, Miriam Talavera, Antonio Pérez González (Ñiko), Gladys Cambre, José Manuel Riera, Julio Simoneau, José Borrás, Rolando Díaz, Guillermo Torres, Luis Lacosta, Yolanda Benet, Eduardo Arrocha, Fernando Pérez… La lista de personalidades sobresalientes de la cinematografía cubana se completa con algunas figuras «externas», pero que tuvieron relación con ella y con el director homenajeado, como el mexicano Alfonso Arau. Toda esta sección es testimonial, vivaz imagen de cómo vieron al hombre y a su obra otros mucho compañeros de ruta. Con ello, Luciano Castillo logró armar una larga y eficaz caracterización colectiva del artista. La sección «Tiene la palabra el camarada Rogelio», agrupa quince entrevistas y meditaciones. Ahora se nos presenta a un hombre que ha reflexionado sobre el cine, que posee idea clara de su oficio, y que es capaz de enhebrar teorizaciones que sirvan al diálogo y a la polémica, llenos ambos de la pasión de un «capricorniano» (como el mismo Luciano) que se sabe artista y que, sin poseer la razón absoluta, expresa sus razones con libertad y fervor. Algunos textos son autorreflexiones de Rogelio París, como por ejemplo, el último: «Confesiones». Del diálogo con los entrevistadores al monólogo de pensamiento, el conjunto revela al creador a la vez como un hombre de ideas. En «Apostillas a una filmografía» el investigador realiza una compilación detallada de las obras de Rogelio París, tanto como asistente de dirección del francés Armand Gatti en El otro Cristóbal (1963), como ya directamente en la labor de realizador, que se inicia con un filme clásico del cine cubano: Nosotros, la música (1964). Escuchamos (leímos) opiniones del propio realizador sobre sus obras, a las que se añaden reseñas, artículos y hasta ensayos aparecidos en los medios de prensa, escritos por diversos analistas de las obras. La gran labor como documentalista queda fijada aquí de una manera clara, sin sobreponerla a obras de más largo aliento creativo, en su segura calidad expresiva. Junto a la objetividad de los datos, el compilador los dirige de forma tal que no resulta una fría secuencia de fichas o mero tejido referencial. Como en una enciclopedia, el lector no tendrá que leer, si lo desea, toda la sucesión de textos, sino buscar los datos que le sean precisos o de interés, pero si se aventura a la lectura total, no lo hará con tedio, porque el material expuesto está organizado para lograr eficacia comunicativa. No puede parecernos un simple repertorio, porque Luciano Castillo dispone cada material compilado en franca organización como ladrillo de una edificación total: el libro mismo, realidad per se donde se encierra una de las mejores reseñas de vida y obra de un cineasta de Cuba. Uno de los méritos de Rogelio París, nosotros, el cine resulta esa ordenación no abrumadora de datos, ideas, noticias, reseñas, artículos, ensayos, entrevistas, sinopsis, aparato crítico, notas, anexos con documentos históricos y otros no prescindibles en el conjunto. Una labor así, requiere sabiduría. No es labor de improvisación ni de corta y pega. El cine (y el libro) es cortar, pero con inteligencia, creatividad y sentido de lo que se hace, de lo que se entrega. Los anexos incluyen una notable organización de la «biofilmografía» del artista estudiado, la cual por sí sola ya es un repertorio esencial para conocerlo en los detalles de su profesión. Añade otros documentos de sumo interés, como las «Reflexiones del compañero Fidel: Kangamba», donde el jefe de la Revolución comienza diciendo que «es de los filmes más serios y dramáticos que vi nunca». Como en toda monografía que se respete, incluye una «Bibliografía consultada», útil a todo investigador de tales materias, y que certifica la calidad con que Luciano Castillo conformó este libro apasionado, apasionante, veraz y modélico. El...


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