Bustamante / Francés / Orozco | La comunicación audiovisual en tiempos de pandemia | E-Book | sack.de
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E-Book, Spanisch, 440 Seiten

Bustamante / Francés / Orozco La comunicación audiovisual en tiempos de pandemia


1. Auflage 2021
ISBN: 978-84-18525-69-8
Verlag: Gedisa Editorial
Format: EPUB
Kopierschutz: Adobe DRM (»Systemvoraussetzungen)

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La presente publicación reflexiona y analiza temas candentes sobre la coyuntura vírica mundial y su relación con el sistema mediático, como: el acceso a una información rigurosa y contrastada, los peligros de la 'infodemia' y la situación de los medios en el periodo 'postpandemia', el tratamiento mediático de los colectivos sociales más vulnerables, la divulgación científica y cultural en la pandemia, la crisis y los modelos de comunicación pública, la especial atención a los contenidos de los informativos y un apartado final de buenas conductas de contenidos audiovisuales en tiempos de pandemia.

Enrique Bustamante es Catedrático Emérito de Comunicación Audiovisual de la Universidad Complutense de Madrid. Autor o editor de más de 30 monografías, y más de cuatrocientos artículos sobre comunicación y cultura. Es Presidente electo de la AEIC y Vicepresidente 1º de CONFIBERCOM. Miquel Francés es profesor titular de Comunicación Audiovisual y director del Máster oficial en Contenidos y Formatos Audiovisuales, y del Taller de Audiovisuales de la Universitat de València. También es presidente del grupo de trabajo en Contenidos Audiovisuales y Multimedia de la Comisión de Comunicación de CRUE Universidades Españolas y Secretario General de ATEI. Guillermo Orozco es profesor titular y jefe del Depto. de Estudios de la Comunicación Social en la Universidad de Guadalajara. Es Investigador Nacional Emérito y miembro de la Academia Mexicana de Ciencias. Además, es co-coordinador internacional del Observatorio Iberoamericano de Ficción Televisiva y Coordinador académico del Foro Internacional TvMorfosis.

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Infodemia y pandemia: de vasos comunicantes en la información oficial mediática a la construcción de estrategias analíticas desde las audiencias Guillermo Orozco y Darwin Franco La pandemia arrancó de manera formal en México el 27 de febrero de 2020, día en que se confirmó el primer caso positivo en la Ciudad de México, en un connacional que días antes había viajado a Italia. De ahí al 31 de enero de 2021, la pandemia por COVID-19 en el país ha dejado un escenario catastrófico de 1.864.260 casos positivos y 158.536 muertes.1 Ante tal incertidumbre, los vasos comunicantes —entiéndase por éstos a las formas básicas de comunicación e interpretación dentro de una sociedad— comenzaron a multiplicarse sin que necesariamente tuvieran información científica o fidedigna para ofrecer a las personas —en su calidad de audiencias-usuarias y ciudadanos— elementos para comprender lo que estaba pasando. Medios de comunicación y periodistas, por ejemplo, recopilaban y daban sentido a la información que —hasta ese entonces— se sabía del brote epidémico que se había iniciado en Wuhan, China, en diciembre de 2019. Gobiernos y ministerios de salud ofrecían sus primeros comunicados para dar algún norte de cómo enfrentarían el llamado coronavirus que, para enero de 2020, ya era un problema de índole pandémica. Por su parte, los ciudadanos, a través de sus redes sociodigitales, recibían cientos de informaciones sobre qué se debería hacer para no enfermar y, por tanto, ser «inmunes» al virus. Todos y cada uno de estos vasos comunicantes, para bien o para mal, fueron claves en la producción de sentido tanto del virus como de la pandemia que éste había desatado a nivel mundial. Haciendo consciente su magnitud, lo que se pudo observar fue que la significación de lo que comenzamos a vivir iba configurándose mediante un proceso comunicacional y de mediatización sin precedentes, pues en los últimos 100 años no habíamos experimentado una pandemia de tales dimensiones. Ni tampoco teníamos la cantidad de vasos comunicantes para informarnos e informar a otros sobre este momento histórico. Eliseo Verón (2015), a diferencia de otros autores como Hjarvard (2008), sugiere que la mediatización no es un proceso universal que caracterice a todas las sociedades humanas del pasado y el presente; sin embargo, sí considera que es el resultado operacional de una dimensión fundamental y biológica de nuestra especie humana: la capacidad de semiosis. Esta capacidad para crear significados que inicia con la percepción de un signo o un fenómeno, y finaliza con la presencia del objeto del signo en la mente de quien le otorga un sentido, es usado por Verón para nombrar como fenómeno mediático a «los productos de la capacidad semiótica de la especie humana» (Verón, 2015: 174); así, para el teórico dichos fenómenos son «la exteriorización de procesos mentales bajo la forma de un dispositivo mental dado» (Ibíd.). ¿Por qué hacemos alusión a esto? Porque la actual pandemia se gestó sin que previamente tuviéramos ya un significado dado, pero también porque nos ha permitido —siguiendo las ideas de Verón— ser partícipes de la coproducción de sentido de un fenómeno mediático que exigía de parte de la sociedad una exteriorización de la manera en que se estaba significando y comprendiendo un fenómeno pandémico que en semanas detuvo la vida social y económica como, quizá, nunca lo habíamos experimentado. Esta misma necesidad de dar sentido, de producir significado y, en consecuencia, de generar y distribuir información para, a su vez, generar acciones y políticas para aminorar o administrar el riesgo (como sucedió con algunas medidas sanitarias en diversos países, incluido México), también ha sido resaltada y trabajada por Juan Larrosa (2020), quien empleando el método filosófico del «estado de naturaleza» se propuso pensar qué hubiese hecho una comunidad primitiva que, sin advertencia, fuese víctima de un peligro que ponía en riesgo su existencia. En este ejercicio filosófico, Larrosa coloca como ancla de sentido el peso que la comunicación tiene para que dicha comunidad salve, inicialmente, su vida, pero también para que asegure su subsistencia y reproducción a lo largo del tiempo. Para Larrosa —como también lo es para Verón—, es claro que lo primero es tener información para saber qué es lo que está pasando; información que debe ponerse en común para significar —individual y colectivamente— el problema que nos acecha; una vez hecho lo anterior, «las personas discuten qué hacer: organizan reuniones en las que valoran una u otra medida para paliar la amenaza. Una vez que recolectan información crean conocimiento colectivo y discuten qué hacer» (Larrosa, 2020: 235). Esto, en teoría, debería permitir que la comunidad ponga en práctica las medidas que se diseñaron a partir del conocimiento común; sin embargo, esto sólo es posible cuando los vasos comunicantes comparten un mismo significado del fenómeno mediático y, por ende, tienen como base la misma información y conocimiento. He ahí una de las primeras problemáticas que experimentamos en la actual pandemia: la multiplicidad de significados en torno al fenómeno mediático significado (la aparición del virus), y las consecuentes apuestas y prácticas de sentido para minar su incidencia en la población (las medidas de riesgo sanitario implementadas). Siguiendo a Larrosa, la comunicación, específicamente la comunicación pública, es vital para que la comunidad no se vea aniquilada por el riesgo en tanto que ésta busca «la supervivencia y la reproducción social de la comunidad». ¿Pero qué pasa cuando dicha comunicación pública no es empleada mediante los intereses compartidos por una colectividad? ¿Qué pasa cuando la supervivencia y subsistencia de una comunidad se ve condicionada por los intereses económicos y políticos de quienes tienen que diseñar, establecer y operar las estrategias para aminorar los riesgos que ponen en riesgo a las personas? He ahí el segundo elemento que ha puesto en jaque, en diversos momentos, las políticas de riesgo sanitario implementadas para frenar los contagios y las muertes por COVID-19, pues a este significado en común en torno a la preservación de la vida de la especie humana, se ha interpuesto la preservación del capital, el poder y el dominio político ideológico. Esto quiere decir que la comunicación pública que hasta ahora se ha empleado, por lo menos en México, para significar, comprender e informar sobre la pandemia ha sido ineficaz en la comprensión del riesgo que estamos viviendo, ya que según Larrosa, dicha comunicación pública debería cumplir tres funciones esenciales: 1)Una función epistémica, pues a partir de los procesos comunicativos se debería tener información clara sobre el entorno pandémico y el peligro que esto implica. 2)Una función de difusión, es decir, una correcta distribución y socialización del conocimiento construido. 3)Una función organizativa, en la cual la comunicación opera como un mecanismo que permite que las personas que integran una comunidad se organicen para llevar a cabo acciones colectivas. (Larrosa, 2020; 236). Y es que estos elementos que parecen fácilmente articulables, no lo son, pues en su definición y operatividad existe una disputa epistémica evidente, no sólo entre quién produce la información y de la manera en que la construye, sino también en relación a cuáles son los vasos comunicantes que se van a emplear para hacerlo y, sobre todo, el problema está en quiénes desean esgrimirse —económica y políticamente hablando— como los salvadores y articuladores de las acciones colectivas de supervivencia. Y en medio de todo ello, en los escenarios macro y microsociales, donde los vasos comunicantes operan, están las personas que, con o sin competencias ya no sólo mediáticas sino también ahora biomédicas, buscan tener un sentido para saber cómo actuar y cuidarse, pues los mensajes que reciben a diario desde los ámbitos gubernamentales e institucionales (las autoridades sanitarias en sus diversos niveles), los mediáticos (medios de comunicación y redes sociodigitales) y los cotidianos (conversaciones entre pares en el interior de sus comunidades) ofrecen significados no sólo dispares sino, incluso, hasta contradictorios, lo cual dificulta el establecimiento de un significado común en torno a la pandemia y sus peligros, lo cual —desde nuestra óptica— ha imposibilitado que las acciones se tornen colectivas y prevalezca (a veces inconscientemente) un sentido individualista del riesgo. Ahí es donde los vasos comunicantes mediáticos han jugado un papel fundamental, ya que la mediatización de la pandemia en México se ha visto cruzada por dos producciones sistémicas, la del gobierno federal y la mediática. La mediatización de la pandemia en México Hjarvard (2013) define la mediatización como «el proceso por el cual los medios obtienen mayor autoridad para definir la realidad social y para condicionar patrones de interacción; se convierten en parte integral del funcionamiento de otras instituciones mientras que han alcanzado un nivel de determinación propia y de autonomía que fuerza a otras instituciones a someterse a su lógica» (3). Para éste, a diferencia de Verón, el plano de la significación ocurre principalmente en escenarios macrosociales, dominados por lógicas...



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