Bultmann / Heidegger | Correspondencia 1925-1975 | E-Book | sack.de
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E-Book, Spanisch, 400 Seiten

Bultmann / Heidegger Correspondencia 1925-1975

Rudolf Bultmann / Martin Heidegger

E-Book, Spanisch, 400 Seiten

ISBN: 978-84-254-3064-0
Verlag: Herder Editorial
Format: EPUB
Kopierschutz: 0 - No protection



En 1923 Martin Heidegger dejó su puesto de profesor en Friburgo y aceptó la invitación de enseñar en Marburgo. Su llegada supuso el encuentro con Rudolph Bultmann marcando el preludio de un singular diálogo eminentemente productivo. La correspondencia entre Heidegger y Bultmann se extiende a través de un periodo de más de medio siglo. En las cartas, junto a temas de política universitaria y de asuntos personales, se trata una y otra vez del problema fundamental de la relación entre filosofía y teología. Entre las tensiones y los alejamientos que caracterizan la amistad entre ambos, surgen las formas de vida de la fe y las de la filosofía. En palabras de Heidegger, hay en juego una 'enemistad mortal'. Pero precisamente esta oposición radical tiene que 'sustentar la posible comunidad de teología y filosofía como ciencias'.
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INTRODUCCIÓN En 1923 Martin Heidegger dejó su puesto de profesor habilitado en Friburgo y aceptó la invitación a enseñar en Marburgo. Esto significaba el comienzo de una vinculación que no tenía que ver tanto con la ciudad provincial de la región de Hesse, que nunca había de resultarle familiar a Heidegger, cuanto con el teólogo Rudolf Bultmann, que entonces y a lo largo de decenios marcó su impronta en la faz de la universidad. Cuando el romanista Leo Spitzer, al despedirse de Marburgo en 1930, se preguntaba qué era Marburgo, no podía menos de confesar: Rudolf Bultmann, «¡eso es Marburgo!». Hans-Georg Gadamer, que retuvo esta manifestación de Spitzer en sus recuerdos de la época de estudiante y docente en Marburgo,1 dio testimonio, además, de lo impactante que era el encuentro con Heidegger. Gadamer lo califica de un «suceso elemental», no sólo para él personalmente, sino también «para el Marburgo de aquellos días, una energía espiritual tan condensada, acompañada de una fuerza tan sencilla en la expresión lingüística y de una sencillez tan radical en el preguntar, que a uno como yo se le pasaba el gusto por el juego más o menos logrado con las categorías o las modalidades».2 Corría el rumor de que «Heidegger era el rey secreto […] en el reino del pensamiento», y ese rumor atrajo también a la joven Hannah Arendt.3 Marburgo fue una vez un lugar con «temple espiritual revolucionario»,4 lo mismo en la teología protestante que en la filosofía. La llegada de Heidegger y su encuentro con Bultmann marcan el preludio de un singular diálogo eminentemente productivo entre filosofía y teología en el siglo XX, con repercusiones que posiblemente vayan más lejos. Heidegger y Bultmann se entienden inmediatamente. Ellos dos, que a su manera son solitarios empedernidos, están unidos por el interés de otros comienzos en la filosofía y la teología. «No es rancio ni de lejos», juzgaba Heidegger en una carta del 18 de junio de 1924 a Karl Jaspers sobre el nuevo colega teológico con quien se encontraba cada semana.5 De hecho, apenas puede ponderarse suficientemente la intensidad del intercambio intelectual y personal: los sábados se encuentran con regularidad Heidegger y Bultmann para una lectura común del Evangelio de Juan. Heidegger no se limita a ser miembro del legendario círculo llamado «Graeca» y un discutidor apreciado y a veces también temido en las «batallas campales de los teólogos», según la caracterización que Gadamer dio a las sesiones de discusión con famosos huéspedes externos (como, por ejemplo, Eduard Thurneysen).6 Heidegger, apenas llegado a Marburgo, participa en el seminario de Bultmann sobre la ética del apóstol Pablo y en febrero de 1924 presenta una ponencia sobre Lutero. Bultmann se muestra satisfecho inmediatamente. Escribe a su amigo Hans von Soden: Esta vez el seminario es especialmente instructivo porque participa nuestro nuevo filósofo Heidegger, un alumno de Husserl. Proviene del catolicismo, pero es protestante por completo, como lo ha demostrado recientemente en el debate después de una conferencia de Hermelink sobre Lutero y la Edad Media. No sólo tiene excelentes conocimientos de la Escolástica, sino también de Lutero, de tal manera que en cierto modo puso en apuros a Hermelink; sin duda, había entendido la pregunta con mayor profundidad que éste.7 Por lo visto, Heidegger causó profunda impresión incluso más allá del campo de la filosofía. En concreto, para Bultmann el encuentro con el filósofo se convirtió en un foco orientador. Después de distanciarse de la teología liberal y de acercarse a la «teología dialéctica»,8 había de encontrar en el pensamiento de Heidegger el instrumentario intelectual decisivo para la configuración metódica de su teología como un pensamiento hermenéutico, guiado por la pregunta orientada a la comprensión de la existencia humana. Ser y tiempo, la obra principal de Heidegger, que apareció en 1927 y permaneció fragmentaria, se convertirá para el teólogo en un permanente texto de referencia. El propio estudio y la confrontación intensa con la tradición cristiana, no en último término con la teología de Lutero (un detalle digno de notarse), daba a Heidegger la preparación adecuada pare el diálogo con la teología protestante como estaba encarnada en la figura de Rudolf Bultmann.9 Aquél, que más tarde confesaría que sin el origen teológico «nunca habría llegado al camino del pensamiento»,10 en los años jóvenes podía presentarse ante Karl Löwith en una carta de agosto del 1921 con el calificativo de «un teólogo cristiano».11 Heidegger subraya intencionadamente la segunda parte de la palabra. Quiere penetrar en el logos de la comprensión de la existencia acuñada por la fe cristiana. Y así las lecciones de Fenomenología de la Religión, que impartió cuando era profesor particular en Friburgo, ven en la primitiva experiencia cristiana de la vida, según está atestiguado en las cartas paulinas, el paradigma para el esclarecimiento de lo que él llama «facticidad histórica» o «existencia fáctica». De acuerdo con esto, corresponde a la filosofía la tarea de «poner de manifiesto radicalmente» la existencia humana en su carácter problemático; es evidente que para ella no es posible el apoyo en una revelación.12 La filosofía, como una hermenéutica que realiza una indicación formal, puede señalar las dimensiones de lo religioso, pero tiene que confiar la decisión religiosa a la respectiva realización concreta del existir fáctico. En consecuencia, Heidegger afirma un ateísmo metódico como posición fundamental del pensamiento filosófico, de modo que no puede menos de oponerse a algo así como una «filosofía cristiana», que tiene que parecerle un «hierro de madera» y una «tergiversación».13 Es muy distinto el caso de Edith Stein, en tiempos asistente de Husserl, que se convirtió del judaísmo al catolicismo, así como de pensadores como Jacques Maritain y Gabriel Marcel, vinculados al catolicismo. Para Heidegger, como en definitiva dice en la conferencia «Fenomenología y teología» (1927), que nació de las discusiones con Bultmann, la fe como posibilidad específica de existencia es el «enemigo mortal» de la «forma de existencia […] que pertenece esencialmente a la filosofía». Pero a la vez Heidegger acentuó con no menor insistencia que esta oposición radical ha de soportar precisamente «la posible comunidad de teología y filosofía como ciencias».14 La edición de la correspondencia entre el filósofo y el teólogo, que ofrecemos al público en este libro, no es el menor de los argumentos a favor de esa posibilidad. I. La correspondencia entre Heidegger y Bultmann abarca un período de medio siglo. Comienza en 1925 con una postal de Heidegger desde Meßkirch, su patria chica, y termina en 1975 con unas líneas del anciano Bultmann, las cuales evocan el «recuerdo de las antiguas conversaciones en Marburgo», y con un saludo de Heidegger desde Todtnauberg, sin fecha, pero con claros rasgos indicadores de que es un escrito tardío. La parte principal de la correspondencia se sitúa en la década que comienza en 1925; luego hay lagunas crecientes; y no es descabellada la impresión de que, bajo la superficie del intercambio de saludos amistosos «de casa a casa», se ha llegado a un notable enfriamiento en la relación de ambos. En las cartas, junto a temas de política universitaria y asuntos personales, se trata una y otra vez del problema fundamental de la relación entre filosofía y teología. Intenta elaborar esta problemática sobre todo la ya mencionada conferencia de Heidegger titulada «Fenomenología y teología». La conferencia muestra en parte coincidencias literales con «Enciclopedia teológica»,15 curso introductorio de Bultmann que éste impartió por primera vez en 1926 y luego repetidamente, desarrollándolo. Según se deduce de la correspondencia, a Bultmann le habría gustado publicar la conferencia de Heidegger junto con la que aquél dio sobre el concepto de revelación en el Nuevo Testamento (de 1929) como documento del trabajo común en la época de Marburgo. Por la correspondencia sabemos cuáles fueron las razones exactas que impidieron la publicación. Como confirman manifestaciones paralelas en la correspondencia con Elisabeth Blochmann,16 en definitiva fueron dudas de principio en torno a la naturaleza de la teología como una «ciencia positiva» y, de manera general, en torno al carácter científico de la teología las que condujeron a Heidegger a este paso desencantador para Bultmann. La conferencia de este último abrirá más tarde el volumen tercero de su colección de artículos titulada Glauben und Verstehen.17 En cambio, el tratado de Heidegger no aparece hasta 1969 en los Archives de Philosophie y, en 1970, en una edición separada de la editorial Vittorio Klostermann.18 Cuando Heidegger recibe en 1928 la invitación a enseñar en la universidad de Friburgo, los amigos empiezan a «tutearse», por más que lo hacen conscientes de que en adelante los caminos habrán de separarse. Se mantienen presentes los asuntos que habían discutido en Marburgo, pero Heidegger los tiñe acentuada y repetidamente con miras al «grupo de Basilea» (n.° 20), es decir, a Jakob Burckhardt, Nietzsche y Overbeck. Por otra parte, el camino «de Lutero a Hölderlin» (Otto Pöggeler), que Heidegger recorre en los años treinta, tiene que resultarle tan extraño e irritante a Bultmann como el...


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