E-Book, Spanisch, 152 Seiten
Reihe: Concilium
Bingemer / Cahill / Nadar La globalización y la Iglesia de los pobres
1. Auflage 2015
ISBN: 978-84-9073-152-9
Verlag: Editorial Verbo Divino
Format: EPUB
Kopierschutz: Adobe DRM (»Systemvoraussetzungen)
Concilium 361
E-Book, Spanisch, 152 Seiten
Reihe: Concilium
ISBN: 978-84-9073-152-9
Verlag: Editorial Verbo Divino
Format: EPUB
Kopierschutz: Adobe DRM (»Systemvoraussetzungen)
Los pobres Los pobres están en el centro del Evangelio, están en el corazón del Evangelio, si quitamos a los pobres del Evangelio no podremos entender el mensaje completo de Jesucristo» (Papa Francisco). Las poderosas palabras del Papa remiten a un decisivo análisis social que expresa la decepción con respecto a los derechos políticos y económicos: economía de la exclusión, globalización de la indiferencia, cultura del descarte, economía que mata, escándalo de la pobreza, idolatría del dinero, cultura del despilfarro, etc.
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EDITORIAL
Los pobres… los pobres están en el centro del Evangelio, están en el corazón del Evangelio, si quitamos a los pobres del Evangelio no podremos entender el mensaje completo de Jesucristo», enfatizó el papa Francisco, en un espontáneo inglés titubeante, durante la celebración de una misa para los clérigos y los religiosos en la catedral de Manila el 16 de junio de 2015. Como para corroborar lo dicho, decidió volar al día siguiente a la isla de Leyte —la llamada «zona cero» del tifón Haiyan—, a pesar de la intensa tormenta. Y en el escenario improvisado, azotado por fuertes vientos y una lluvia que calaba hasta los huesos, celebró la eucaristía ante doscientas mil personas que, empapadas por la tormenta de la noche previa, esperaban encontrarse con él. A pesar del delgado chubasquero amarillo que llevaba, como el resto de los asistentes, también llegó a empaparse junto con ellos. Decidió no leer la homilía en inglés, sino que habló con el corazón ayudado por su traductor: «Permítanme esta confidencia: cuando yo vi desde Roma esta catástrofe, sentí que tenía que estar aquí. Esos días decidí hacer el viaje aquí. Quise venir para estar con ustedes, un poco tarde me dirán, es verdad, pero estoy»1. Este impresionante gesto de solidaridad llenó de calidez los corazones de quienes se habían reunido; la mayoría eran supervivientes que habían perdido familiares y propiedades hacía poco más de un año durante el tifón más violento que se recordaba en la historia reciente. Si hay algo que caracteriza el estilo pastoral del papa Francisco es la realización de estos gestos extraordinarios que concretan la solidaridad en y con la Iglesia de los pobres, entre los que cabe contar la elección, aparentemente espontánea, del nombre «Francisco», cuando el cardenal Hummes de São Paulo le recordó que «se acordara de los pobres»; el acto, sin precedentes, del lavatorio de pies de jóvenes en un correccional de jóvenes de Casal del Marmo, incluida una mujer musulmana, durante el rito tradicional del Jueves Santo; la visita a Lampedusa en la que en una pancarta estaba escrito: «Bienvenido entre los últimos». Y la lista puede continuar. A estos gestos osados les acompañan también palabras poderosas. Frases que remiten a un decisivo análisis social se han convertido en eslóganes populares que expresan la decepción con respecto a los derechos políticos y económicos: economía de la exclusión, globalización de la indiferencia, cultura del descarte, economía que mata, escándalo de la pobreza, idolatría del dinero, cultura del despilfarro, etc. Las críticas contra las actitudes autorreferenciales se han convertido en medios favoritos que mantienen en alerta a las «eminencias»: espiritualidad mundana, sentimiento de inmortalidad y de indispensabilidad, petrificación mental y espiritual, esquizofrenia existencial, pesimismo estéril, desertización espiritual, rivalidad, chismorreo y vanagloria. Y con estas palabras llegaron también algunas primeras acciones decisivas: la reestructuración del Banco Vaticano, la reforma de la Curia romana, la descentralización del poder, etc. El llamado «efecto Francisco» ¿es más cosmético que sustancial? Se necesitará tiempo para responder acertadamente a esta pregunta, según el modo en el que el Papa lleve a la práctica su visión. Pero su visión de la Iglesia es totalmente clara y conocida: «Me gustaría ver una Iglesia que es pobre y para los pobres»; «Prefiero una Iglesia magullada, herida y manchada, porque ha salido a las calles, que una Iglesia enferma por estar encerrada y aferrada a su seguridad». Y este desafío es tan directo como sencillo: «¡Vayan a las periferias… hagan lío!». El discurso sobre la «Iglesia de los pobres» no es nuevo; tiene una larga historia. Lo que hace que su recuperación actual por Francisco parezca novedosa se debe al hecho de que la «opción por los pobres» se eclipsó, se domesticó y disciplinó en las décadas anteriores. Los esfuerzos del cardenal Ratzinger, entonces prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe (CDF), por censurar a Gustavo Gutiérrez mediante una carta a los obispos peruanos en 1983, es un hecho conocido por todos2. Gutiérrez nunca fue oficialmente censurado, pero el Vaticano publicó un año después el documento Libertatis nuntius, casi evocando las mismas acusaciones contra algunas corrientes de la teología de la liberación. Otros teólogos de la liberación sufrieron el mismo destino: Leonardo Boff, Pedro Casaldáliga, Tissa Balasuriya, y muchos otros. En una fecha tan reciente como el 2006, Jon Sobrino recibió unanotificación de la CDF precisamente por usar el concepto de «Iglesia de los pobres» en su libro Jesucristo liberador3. Según el documento de la CDF, una de las principales deficiencias metodológicas de Sobrino es «la afirmación de que la “Iglesia de los pobres” es el lugar eclesial de la cristología y le ofrece su orientación fundamental»4. Debido a este punto de partida, su cristología es juzgada deficiente. Para la CDF, «el lugar de la cristología, y de la teología en general, es únicamente la fe apostólica que la Iglesia ha transmitido durante todas las generaciones»5. Pero la afirmación de Sobrino sobre la primacía de los pobres (y la Iglesia de los pobres) no es diferente de lo que ahora proclama el papa Francisco en Evangelii gaudium: «Por eso yo quiero una Iglesia que sea pobre y para los pobres. Ellos tienen mucho que enseñarnos. No solo comparten el sensus fidei, sino que también conocen en sus dificultades el sufrimiento de Cristo» (EG 198). Con otras palabras, sin olvidar la importancia de la fe apostólica, la experiencia de sufrimiento de los pobres hace que sus vidas constituyan un lugar fundamental para que la Iglesia conozca a Jesús; es «el lugar eclesial de la cristología», por usar los términos del notificación de la CDF. Lo que una vez fue «condenado» ahora se ha convertido en central para el pensamiento magisterial, al igual que Gustavo Gutiérrez fue bien recibido en el Vaticano y la causa de beatificación de monseñor Óscar Romero, que fue dejada de lado, está siendo ahora retomada. La contribución de Paulo Fernando Carneiro de Andrade sigue las huellas del discurso sobre la «Iglesia de los pobres», partiendo desde el histórico radiomensaje de Juan XXIII, antes del Vaticano II, los debates en el concilio, su recepción en América Latina, el nacimiento de la teología de la liberación, hasta llegar a la crisis que sufrió después del pontificado de Pablo VI. Mientras que algunos autores proclaman triunfalmente el «retroceso de la teología de la liberación»6 durante aquellos momentos críticos, Andrade sostiene que el discurso del papa Francisco es de hecho una confirmación y reafirmación de la Iglesia de los pobres «en su sentido original», tal y como se encuentra ya en las discusiones conciliares, en el Pacto de las Catacumbas, en Medellín, Puebla, Santo Domingo, Aparecida, y la consiguiente praxis latinoamericana. Más allá de este lugar original, el presente número intenta también explorar «las alegrías y las esperanzas, las tristezas y las angustias» de los hombres y de las mujeres, en particular los nuevos rostros de los pobres en diferentes contextos, en esta era de la globalización. Dado que la «globalización» está cada vez más presente en el siglo XXI, es intención de estos artículos investigar cómo este orden económico globalizado afecta a las vidas de los pobres, a las comunidades eclesiales y al modo en que hacemos teología. Mediante la globalización la pobreza se ha expandido en esferas con muchas facetas (p. ej., género, raza, clase, etnia y religión, entre otras). Pero incluso estas nuevas formas han mutado ya en figuras y dimensiones más actuales. Por ejemplo, la extensión de la migración ha cambiado la constitución demográfica, de género y religioso-cultural, tanto de los países de partida como de los países de llegada, por no mencionar los enormes costos psicosociales de este fenómeno. El surgimiento de una élite local en países en vías de desarrollo desafía los ámbitos de las antiguas políticas de identidad racial en contextos de posconflicto y de globalización neoliberal. Las formas cada vez más al alza de la destrucción de comunidades indígenas y el expolio de los recursos naturales para ganar dinero, perpetúan el proyecto colonial en niveles más intensos y destructivos. Estos nuevos desarrollos exigen que repensemos nuestros análisis sociológicos, las categorías teológicas y las intervenciones pastorales. Maryann Cusimano Love, que es politóloga, examina la globalización y su compleja relación con la pobreza. Las valoraciones positivas de este fenómeno, afirma, se fundamentan en marcos basados en el PIB, que mostrarían cierta reducción de la pobreza en algunas partes del mundo, como India o China. Sin embargo, una investigación más exhaustiva pone de relieve que este aspecto es problemático. Las ochenta y cinco personas más ricas del mundo poseen más riqueza que la mitad de la población mundial. Incluso en las economías desarrolladas, las bendiciones del capital global no han llegado realmente «a beneficiar a la población en general». La globalización se inmiscuye más en estados que tienen un gobierno débil. Las compañías se mueven libremente, pero no así los trabajadores, especialmente en países en vías de desarrollo y subdesarrollados. La autora desafía a la Iglesia católica, en cuanto institución global que es, a...