E-Book, Spanisch, 368 Seiten
Reihe: Sociología y política
Becerra / Novelo / Trejo Equidad social y parlamentarismo. Balance de treinta años
1. Auflage 2013
ISBN: 978-607-03-0401-9
Verlag: Siglo XXI Editores México
Format: EPUB
Kopierschutz: 6 - ePub Watermark
Balance de treinta años
E-Book, Spanisch, 368 Seiten
Reihe: Sociología y política
ISBN: 978-607-03-0401-9
Verlag: Siglo XXI Editores México
Format: EPUB
Kopierschutz: 6 - ePub Watermark
En los primeros doce años del siglo xxi se ha cristalizado y difundido una retórica (política, académica, periodística) acerca del presente mexicano: el país se halla estancado, su economía acusa un desempeño mediocre porque no es capaz de hacer sus reformas estructurales, y no las hace, porque el Congreso y el pluralismo que representa, es disfuncional, atávico, frena la modernidad del país. Este libro tiene como objetivo responder a esa retórica: no es para nada claro que México requiera más 'reformas estructurales' en el mismo sentido; y es el pluralismo, la incipiente democratización del país, el factor que como ningún otro puso en cuestión la pertinencia de esas decenas de 'reformas estructurales' que México ya instrumentó en el último cuarto de siglo y que no cumplieron sus promesas ni de crecimiento y mucho menos, de prosperidad.
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INTRODUCCIÓN. LOS ÚLTIMOS TREINTA AÑOS
Ricardo Becerra
Puedo conceder que hayamos errado muchos años en casi todo y que tengamos que pagarlo. Pero no perdono que yo a los 20 años, en plena dictadura sangrienta, tuviera una perspectiva de vida mucho mejor que la que tienen mis hijos ahora, con toda esa libertad. Algo va mal en el mundo cuando viejos como yo, se compadecen de los jóvenes. ch. tsiolkas, La bofetada. Los que tocaron las puertas del mercado de trabajo en los primeros años ochenta forman parte de una generación de mexicanos —quizá la primera desde la Revolución— que creen que sus hijos ya no podrán vivir mejor que ellos; una convicción lúgubre, reiterada un año sí y otro también, al menos desde la mitad del anterior decenio[1]. Creo que no hemos caído en cuenta de la rotundidad y profundidad de esta percepción, convertida ya en el clima social de la época. De ser correctos los datos, las cifras, las hipótesis y los argumentaciones presentados en este libro, no vivimos en una sociedad trastornada por manías depresivas (una potencia adulta que actúa como adolescente acomplejado) sino que, por el contrario, nuestros datos indican que los mexicanos de a pie tienen muchas y buenas razones para sentir escasa confianza en el presente y en lo que depara el porvenir. Como se documentará en este volumen, nuestro país está lastrado por enormes fracasos sociales. El boom delincuencial implantado en nuestra sociedad y el cruel resultado del combate al crimen organizado son, tal vez, los ejemplos más descorazonadores de la actualidad, pero no son los únicos. Menos discutido es el acomodo territorial de la población, revelado (otra vez) por el Censo 2010. Allí se confirma el carácter “bipolar” de nuestra sociedad y la configuración espacial de la pobreza: por un lado nos amontonamos en ciudades astrosas, habitadas por millones, mientras que otra cuarta parte de los mexicanos se dispersa en pequeños poblados a los que resulta imposible atender y dar servicios esenciales. En parte por eso, el número de pobres no sólo no se ha contenido, sino que ha seguido creciendo: de 52.2 millones en 2000 a 57.6 millones en 2010. Independientemente de cuál sea nuestro balance y nuestro estado de ánimo, es evidente que nuestra economía y política no han podido ofrecer un futuro mejor a la mitad de la población. Otra decepción social. Lo que sostiene este libro, es que tales fracasos se aferran al presente, alimentados por otro fallo de carácter epocal, que muy pocas veces se discute y ni siquiera se reconoce como tema en los más influyentes espacios del mainstream público: el fracaso económico luego del intenso reformismo liberalizador de los años ochenta y noventa. Para decirlo de otro modo: es imposible explicar lo que somos y pensamos, sin revisar seriamente la base material sobre la cual se ha erigido la sociedad mexicana de los últimos decenios. Veamos algunos datos de largo plazo: en términos reales, el crecimiento del producto interno bruto (pib) fue de 1.6% anual en promedio entre 2000 y 2010 (incluidos ya los efectos de la crisis financiera mundial). Aun y con la tasa de 3.9% en 2011, el crecimiento per cápita en los últimos 11 años —ajustadas las cuentas con los resultados del Censo 2010— se acerca al 0.3% anual en promedio, es decir, un estancamiento neto durante lo que llevamos del siglo xxi. Algunos arguyen que es responsabilidad del partido ahora en el gobierno (pan), pero nosotros creemos que el problema es más profundo y viene de más lejos: durante el periodo de 1990-2000, los mismos datos son: 2.5% para el crecimiento promedio anual y de 0.9% para el producto por persona, ninguna diferencia sustancial con el decenio que luego vendría. Pero el estancamiento es incluso anterior: los años ochenta vieron crecer al producto promedio anual en 0.4%, mientras que el pib per cápita no sólo no avanzó sino que retrocedió a tasas de –1.8% al año.[2] Así las cosas, lo extraño, lo que resultaría extravagante es que, dados esos resultados materiales, la sociedad mexicana mantuviera el optimismo y una actitud esperanzada hacia el futuro. El pesimismo es real, tiene bases duras y se ha implantado entre nosotros durante una generación completa. De tal modo, si proyectamos la película rápida de los últimos treinta años, la afirmación resulta más elocuente: los ochenta son los años en que llegaron a tientas las reformas liberalizadoras con su ambición de insertar a México —casi a cualquier precio— en la globalización; los noventa son los años de la excitación reformista, el momento en que cuajaron la mayor cantidad de cambios estructurales y de mayor envergadura —como el Tratado de Libre Comercio, con su gran efecto expansivo producido por una sola vez—. Finalmente, el primer decenio del siglo xxi, ha sido la fase en que la liberalización se hizo burocracia e inercia, el decenio consagrado a la estabilidad macroeconómica y su “cultura”. Con sus variantes, eventos formidables o sombríos, matices y contrastes, los tres últimos decenios son los más decepcionantes desde el punto de vista del desarrollo económico en México, al menos desde la Revolución. Y ésa es la fuente principal del abatimiento en nuestra época. La luz que arrojan los últimos treinta años, reclaman una explicación. ¿Qué pasó con las reformas liberalizadoras? ¿Será cierto que simplemente necesitamos más de lo mismo, en el mismo sentido? ¿No compartirán ellas, algunas o la articulación del conjunto, responsabilidad en el fracaso de estos tres decenios? Rolando Cordera y Nahely Ortiz hacen un amplio balance histórico de esa cuestión: metidos en otra crisis de la globalización, ya en el segundo decenio del siglo xxi, ¿qué han producido realmente los cambios estructurales engendrados por la última modernización mexicana, la que va de los años ochenta a la fecha? Lo que importa señalar, de momento, es que sobre ese escenario descrito por Cordera y Ortiz, se han enraizado un buen número de patologías sociales, empezando por la inseguridad, derivada a su vez del miedo a perder el empleo, la incertidumbre respecto del futuro, los ingresos insuficientes para insertarse al mercado, la cancelación de la movilidad social, la aprensión por quedarse fuera del consumo y los circuitos de seguridad social. Y los datos vuelven a ser ominosos: antes de sufrir y contabilizar el rigor de la crisis financiera en 2009 —y su caída del producto del –6.5%— el Coneval informaba que el 44.6% de la población mexicana (48 millones) era miserable o pobre, y también afirmaba que otro 37.5% de la población era vulnerable a la enfermedad, al desempleo, a los accidentes,[3] a las contingencias de la vida, lo que coloca a casi 42 millones de mexicanos en una condición de incertidumbre permanente, insisto, antes de los estragos del estremecimiento global, como veremos adelante.
Las otras transiciones
Pero tal y como lo documenta este volumen, no todo lo que ocurrió en México durante estos años puede considerarse un fracaso social; de hecho, dos de sus procesos estructurales más importantes en el largo plazo resultaron, al cabo, bastante exitosos: un drástico tránsito político democratizador, al mismo tiempo que alumbró una nueva demografía nacional, un cambio que rompe la estratificación de edades, dos circunstancias que no había vivido México en toda su historia y cuyas consecuencias sociales y culturales, Raúl Trejo explora en el ensayo contenido en este libro. La confirmación de una tendencia consistente que está provocando no sólo un número de hijos por pareja cada vez menor (hasta el último Censo 2010), sino un franco corrimiento hacia el futuro, con más jóvenes, adultos y sobre todo mujeres productivas en edad de trabajar. Y como correlato, menos niños y viejos dependientes de una fuente que les procura manutención en el hogar. Ese cambio, ocurrido al amparo de las primeras y muy exitosas políticas de planificación familiar, ha dado un respiro al descomunal crecimiento de las necesidades nacionales, pero durará sólo dos decenios. De hecho, hace varios años que entramos al periodo del bono demográfico y muchos de los hogares ahora, son sostenidos no por un ingreso, sino por dos y es debido a eso —a la estructura demográfica— que aparecen mayores satisfactores y un tipo de consumo más moderno en las familias. Este efecto ha generado a su vez la ilusión de un México “clasemediero”.[4] Mirar en la sociedad mexicana actual una ampliación efectiva de las clases medias, puede inyectar una dosis de optimismo (que necesita con urgencia el debate de nuestro presente) pero no debería enceguecernos ni llevarnos a la incomprensión, mucho menos a la autocomplacencia, pues la mejora de los estándares de vida de millones, proviene de la demografía, no de la economía. Puede mitigar momentáneamente los costos del estancamiento, pero no podrá sustituir al crecimiento económico al cruce de los próximos dos decenios. Así, sin encontrar la fórmula del crecimiento, metidos en el tercer decenio del siglo xxi, volveremos a ser un país de personas mayoritariamente dependientes...