E-Book, Spanisch, 204 Seiten
Reihe: eMilenio
Balagué Gea Muerte entre las estrellas (epub)
1. Auflage 2023
ISBN: 978-84-19884-19-0
Verlag: Milenio Publicaciones
Format: EPUB
Kopierschutz: 6 - ePub Watermark
E-Book, Spanisch, 204 Seiten
Reihe: eMilenio
ISBN: 978-84-19884-19-0
Verlag: Milenio Publicaciones
Format: EPUB
Kopierschutz: 6 - ePub Watermark
Laura Balagué (Barcelona, 1958) estudió Enfermería y trabaja en un centro de salud, compaginando su profesión con la escritura. Ha participado como coautora en varios libros de relatos y en 2008 publicó su primera novela, Vestidos de novia, ambientada en un taller de costura en la Barcelona de los años sesenta. En 2015 ganó el Premio La Trama de novela negra del festival Aragón negro con Las pequeñas mentiras, una novela en la que la oficial de la Ertzaintza Carmen Arregui investiga el asesinato de la dueña de una lujosa peletería de San Sebastián. En 2018 ha publicado la novela infantil La casa inquieta. Laura Balagué reside en San Sebastián y forma parte del colectivo de escritores Oskarbi.
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Capítulo 1
—¿Una actriz porno? —preguntó Carmen asombrada.
—Sí, Saskia no-sé-qué. Ha habido mucho revuelo en los periódicos porque estuviera en el jurado —contestó Miren.
—Somos más de pueblo que las amapolas.
Las dos amigas estudiaban el programa del festival de cine mientras tomaban una copa de vino blanco en una terraza frente al río.
—Si dejamos la turca, podemos ir a ver la iraní a las nueve, y a las doce la de Meryl Streep en el K2 —dijo Miren con expresión concentrada.
—¡Pero es que yo quiero ver la turca! Y es el último pase. La anterior película de esta mujer era preciosa, ¿no te acuerdas? Y la iraní será de mucho llorar…
—Bueno, de llorar hay que ver por lo menos una al día; si no, no es nuestro festival.
—No digas, desde que llegó Rebordinos la cosa ha cambiado y es mucho más variado que antes.
—Ya, pero este año no está; ha subido de categoría. A ver qué tal es la nueva directora, ¿cómo se llamaba?
—Lidia Mayor. ¿Tú crees que Rebordinos será más feliz en Cannes?
—No sé, me imagino que es una oportunidad que no puede desaprovechar. Pero venga, vuelve a los horarios que mañana hay que ir a por las entradas y aún no lo tenemos todo cuadrado.
—A lo mejor tenemos suerte y vemos a Ricardo Cereceda de cerca —dijo Miren—. ¡Qué hombre tan interesante!
—¿Presenta alguna película?
—No, mujer, es el presidente del jurado. Yo sé dónde se sientan. Si vamos pronto podemos ponernos cerca y verlo.
—Te lo sabes todo…
—Son muchos años de festival, qué te crees. Este año el jurado dará mucho que hablar: entre Cereceda, la chica esta tan mona, ¿cómo se llama? Ana Ponce, y la actriz porno…
Siguieron un buen rato enfrascadas en el rompecabezas de las películas, los horarios y la aventura que suponía elegir entre un director coreano desconocido o una película de policías irlandeses corruptos.
Carmen estaba radiante. Por fin iba a poder coger una semana entera de vacaciones y disfrutar del festival de cine de principio a fin. Ya había advertido a su familia que no contaran con ella para tareas domésticas, compras ni comidas. Comerían donde les apeteciera, aprovecharían para ver todas las películas posibles, pasear por la playa y tomar café en el hotel María Cristina con la esperanza de ver algún famoso. Su amiga era una asidua al festival y siempre se reservaba una semana de sus vacaciones para ir, pero Carmen dependía de muchas cosas para elegir las vacaciones; entre otras, cuándo el comisario Landa decidía coger las suyas. Solía hacer malabares para ver el máximo número de películas en su escaso tiempo libre. Pero este año Landa iba a hacer un viaje a Vietnam en noviembre y Carmen había podido conseguir esa semana que tanto deseaba.
Entró en casa tarareando y colgó la chaqueta en el perchero. Un olor a sopa de pescado inundaba la casa. En la cocina Mikel, su marido, se movía con destreza entre los pucheros.
—Huele fenomenal. ¿Viene Ander a comer?
—Sí. Y he recibido un mensaje de Gorka.
—¡Hombre! ¿Qué tal está? ¿Qué cuenta?
—Poca cosa. Pide dinero.
Carmen suspiró. Su hijo mayor estaba de erasmus en Suecia. No llevaba ni un mes, pero por lo visto sus cálculos económicos habían resultado ser muy optimistas. Con todo, nada podía amargarle el día. Empezó a poner la mesa a la vez que explicaba a su marido la selección de películas, la estrategia que iban a seguir para comprar las entradas, qué actores visitarían la ciudad…
—Entonces, tú tienes que sacarnos las entradas que te he apuntado aquí por internet, porque dice Miren que son las que se acabarán antes. Nosotras iremos a las siete a la cola y…
Mikel la interrumpió.
—Ha llamado tu madre.
Carmen puso cara de “¡Ahora no, por favor!”.
—¿Qué quería? —preguntó preocupada.
—Se ha vuelto a pelear con la chica. Espera —dijo cuando ella ya iba dando zancadas hacia el teléfono—. Vamos a comer primero; si no, te sentará mal la comida.
Carmen continuó poniendo la mesa.
—¿Por qué nos lo pone tan difícil? ¿Por qué no acepta que ya no puede vivir sola?
—Porque no es fácil de aceptar. Siempre ha sido una mujer dura e independiente y no soporta sentirse desvalida. Tú serás igual cuando envejezcas.
—Pues no me servirá de mucho; dudo que Gorka y Ander tengan muchas contemplaciones. Me pelearé con las monjas de la residencia.
—Ya no habrá monjas.
En ese momento entró Ander en la casa. Después de besar a sus padres, se sentó a la mesa con aire cansado.
Carmen se preguntó por qué los jóvenes que estaban en la plenitud de la fuerza y la vitalidad parecían siempre agotados y desmadejados.
—Mañana empiezo a las ocho, ¡uf!, qué palo.
—¿Aún no has empezado y ya estás cansado? —preguntó su madre mientras servía la sopa.
—Es que hoy tenemos cena. Es el cumpleaños de Jon.
—¿Qué te toca hacer? —se interesó su padre.
—Mañana dar números. Creo que cada día te dicen lo que has de hacer el siguiente. Irati está vendiendo los programas.
—¡Ah! Sí, la he visto esta mañana. Estaba muy guapa con el uniforme.
Su hijo la miró con aspecto de no compartir la opinión.
—¿Qué pelis has elegido, ama?
Carmen le enseñó el programa y las películas marcadas en fosforito que habían seleccionado. Ander hizo alguna sugerencia y señaló algunas que intentaría ver él. Carmen lo miró con orgullo. Su hijo compartía la afición por el cine y en el último año se había vuelto casi humano. Las relaciones padres e hijos le hicieron pensar en su madre. La llamó y procuró tranquilizarla con la promesa de pasar pronto a verla y hablar del tema. Luego se amodorró un rato en el sofá con una mala película soñando con las vacaciones.
El lunes a las ocho menos cuarto ya estaba en comisaría. Se sentía pletórica. Solo iba a trabajar hasta el jueves y, aunque tenía bastantes cosas pendientes, era trabajo administrativo, un poco aburrido pero que no requería de mucha atención ni energía. Al poco rato llegó Lorena, una de las agentes que habitualmente trabajaba con ella, y le explicó su expedición en busca de entradas.
—A las siete ya estábamos allí. ¡Y nos dieron el número ciento diez!
—¿Por qué no las coge por internet?
—No me fío, algunos años ha fallado la plataforma. En el ordenador tenía a Mikel para coger las que primero se agotan. Además, yo disfruto hasta de la cola: se hacen amigos, se comentan películas, se reciben consejos. Forma parte de los ritos sagrados del festival.
—¿Y ha cogido muchas entradas?
—Veintitrés —contestó Carmen orgullosa.
—¡Qué barbaridad! Yo al final liaría unas con otras.
—A ver si tenemos suerte y hemos acertado, porque en el festival vas siempre un poco a ciegas.
Al poco rato llegaron los otros miembros de su equipo: Aduriz y Fuentes. Aduriz seguía siendo tan tímido como el primer día que llegó de la academia, aunque era concienzudo y competente. Fuentes era el polo opuesto: arrogante, seguro de sí mismo, misógino y chapucero. Una verdadera joya que Carmen aguantaba con todo el estoicismo que podía y con la táctica de mandarle siempre tareas lo más alejadas posible de su presencia.
—Ya estamos con la mierda de festival. Como cada año, todo lleno de guiris, las mujeres como locas por ver famosos y unas películas que no las entienden ni los que las han hecho —dijo hojeando el periódico nada más llegar.
—Sí —contestó Carmen—, ya no se hacen películas como las de Paco Martínez Soria, aquello era cine.
Fuentes acusó el sarcasmo y respondió muy digno:
—Por lo menos con aquellas te reías.
Carmen, sin hacerle caso, siguió hablando con Lorena.
—Tengo entradas para la gala del Premio Donostia.
—Se lo dan a un italiano, ¿no?
—Sí, a Giovanni Castellari. Tú eres muy joven, pero era un hombre guapísimo. Rodó con los mejores directores italianos y también en Hollywood. Voy a llevar a mi madre, a ver si se anima un poco.
Charlaron unos minutos más y luego Carmen se metió en su despacho a redactar varios informes pendientes hasta la hora de comer.
Mikel solo tenía clase por la mañana y quedó en pasar a buscarla. Comieron algo en la terraza de Eceiza y Carmen tuvo la sensación de estar ya de vacaciones.
—No hay nada como un día de sol de septiembre —suspiró.
—Sobre todo cuando estás a punto de empezar una semana de vacaciones de trabajo y familia.
—¡Y que esto lo tenga que oír de un hombre que acaba de disfrutar de dos meses y que durante el año tiene en Navidades, semana blanca, Semana Santa y no sé cuántas cosas más!
—Pero dar clase es muy estresante…
Mikel intentaba provocarla, pero Carmen, sin entrar al trapo, murmuró algo sobre que solo por aguantar a Fuentes se merecía tres años sabáticos y se levantó con pereza; hubiera dado a gusto un paseo hasta el Peine del Viento.
El día acabó sin novedades y el resto de la semana pasó rápido, intentando acabar con todos los flecos colgando para asegurarse de que no la llamaran durante sus vacaciones. Por fin llegó el jueves a mediodía. Dio varias instrucciones a Aduriz y a Lorena, se entretuvo un momento charlando con el comisario Landa y se despidió de...




