Arroyo | Un mundo para el olvido | E-Book | sack.de
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E-Book, Spanisch, 156 Seiten

Arroyo Un mundo para el olvido


1. Auflage 2020
ISBN: 978-84-16936-56-4
Verlag: Nowevolution
Format: EPUB
Kopierschutz: 0 - No protection

E-Book, Spanisch, 156 Seiten

ISBN: 978-84-16936-56-4
Verlag: Nowevolution
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Después del éxito de Fracasamos al soñar, el autor vuelve con una nueva entrega en la que la acción, el misterio, las aventuras y el amor, servirán de excusa para reflexionar sobre la ética, el transhumanismo, la nueva condición poshumana y las posibilidades que encierra. Un mundo para el olvido también nos habla de ecología y de las consecuencias futuras de nuestras decisiones presentes, porque si algo tienen en común ambas novelas, estas Crónicas Cibernéticas, es que son una advertencia, una prevención de lo que nos espera. Prepárate para viajar a un planeta acuático, un lugar exótico que ha sufrido el mayor cambio climático de su historia, y vivamos con su protagonista la eterna búsqueda de la identidad. ¿Te atreves a vislumbrar un futuro en el que la manipulación humana, nos puede conducir a la privación de los recuerdos y ser capturados en entornos virtuales? Porque comprobarás que nada es lo que aparenta ser, y que las respuestas se hallan en nuestro pasado.

Vallisoletano, diplomado en Educación Social y licenciado en Antropología, ha publicado ocho novelas de género, recibiendo el reconocimiento por algunas, como el Éride 2013 por su ópera prima 'Los Ángeles Caídos de la Eternidad' y por la distopía 'Metanoia', y una nominación a los Premios Ignotus en la Categoría Mejor Novela 2017 por 'Fractura', en la que realiza una dura crítica al fracking. Ha cultivado el terror gótico con 'El Sabor de tu Sangre' y 'Gótica y Erótica, y la ciencia ficción transhumanista con 'Fracasamos al Soñar', primera entrega de sus Crónicas Cibernéticas. En 2014 fue seleccionado por la editorial de Estados Unidos Babel books, Inc. para actualizar una versión de 'El Buscón de Quevedo', que publicó en aquel país. Con 'La Maquilladora de Cadáveres' se reedita su primera novela, debido al interés suscitado por la crítica y por la temática negra y bizarra. En 2018 publica 'Cuando se Extinga la Luz', una ucronía con toques góticos y lovecraftianos. En 2019 recibe el Premio Literario Rosa Chacel, galardón que reconoce su carrera literaria, su proyección nacional y su aportación al género fantástico en las letras españolas.

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    CAPÍTULO 1 CIEN AÑOS DESPUÉS               Las luces bailaban al unísono como si las meciese el viento. Álex sintió un cosquilleo en el cuello y sus ojos se humedecieron por los fuertes resplandores, escuchando el incómodo sonido de lo que parecía una mosca revoloteando en sus oídos. Alguien le había cubierto con una manta térmica. —Muy buenos días, don Álex. ¿Qué tal se encuentra? —Uf, me duele todo y no sé ni dónde estoy. —Su voz sonó pastosa y ronca, como si llevase siglos sin hablar. —Hemos accedido a sus sensores biométricos y nos confirman que su estado de salud es el habitual después de una hibernación, y que no ha sufrido deterioros cognitivos. Estoy terminando de leer su interfaz médica, pero afortunadamente no hay lesiones de ningún tipo. Si lo desea se puede llevar una copia del examen genético. Álex se incorporó lentamente y sus articulaciones crujieron como una máquina oxidada. Observó que quien se dirigía a él era un humanoide de tercera generación, la I.A. autoconsciente de rostro inexpresivo y tez asombrosamente pálida, de los que no resultaba fácil encontrar en la vieja Europa. Intentó levantarse y mil estrellitas se encendieron en su cabeza, por lo que decidió tomárselo con calma y hacer memoria. —Vamos a ver. Me llamo Álex, tengo veintinueve años y he llegado a Algae para trabajar en una institución penitenciaria. —Musitó estas palabras al tiempo que el humanoide le acercaba un relajante muscular, que sorbió a través de una pajita con verdadera delectación. Su sabor dulce le recordó a los bizcochos que horneaba su madre cuando era niño—. Se supone que ya estoy en mi destino, y si mal no recuerdo, vinimos cerca de quinientos trabajadores… debería espabilar y presentarme a mis superiores. —Despacio, por favor. La llegada se ha producido hace tan solo dos días, y la mayoría de ustedes necesitan descansar para reponer fuerzas y dejar que los inmunobots actúen por el flujo sanguíneo. —Sosteniéndole con increíble facilidad le acompañó hasta el lavabo, donde pudo asearse perezosamente, contemplar algunas arrugas que horadaban su frente, y sorprenderse por la mirada atormentada que le devolvía el puñetero espejo. Tenía un aspecto deplorable. A punto estuvo de perder entre los dedos el cepillo de dientes, pero consiguió cogerlo en el último momento, comprobando que sus reflejos se hallaban en buen estado. Intentó peinar sus cabellos rizados que caían alborotadamente por su frente, y logró esbozar una sonrisa que le devolvió el aire risueño que lo caracterizaba. Salió desorientado y agradeció la actitud servicial del humanoide, que le ayudó a vestirse y caminar, ante su insistencia, fuera de la estancia por un angosto pasillo de paredes vítreas y excesivamente iluminado para sus castigados ojos. —¿Me permite acompañarle? Le puedo llevar al comedor para que conozca a algunos de sus compañeros. Es la hora del desayuno y estará hambriento. Álex iba a asentir con la cabeza cuando de repente se quedó boquiabierto: el pasillo desembocaba en una amplia estancia con destacados ventanales de vidrio electrocrómico, en los que se mostraba impúdica toda la grandiosidad de Algae. Ante él se divisaba un inabarcable océano de aguas verdosas, salpicadas por las famosas algas que formaban diminutas islas flotantes. El bruñido de los rayos trappisteanos dañaba su retina, pero merecía la pena extasiarse con aquella exuberante visión. Los cielos, decorados con desmesuradas nubes de aspecto plomizo, amenazaban con desencadenar una buena tormenta, y en el firmamento, se divisaba la silueta de dos planetas más. Aquel sistema resultaba ser de menor tamaño que el solar, y sus mundos se encontraban muy próximos, por lo que sintió el placer de admirarlos iluminados por su famosa estrella roja, Trappist, que parecía una antorcha encendida, un exultante faro que regalaba su calor a todos los planetas. —¡Bienvenido al mejor destino de la constelación acuariana! —El humanoide exclamó como si fuese una frase hecha que repitiese a todos los recién llegados, y acto seguido, se despidió depositándole sobre una cinta deslizante por la que avanzó a gran velocidad, recorriendo diferentes estancias por las que descendió a una planta inferior, comprendiendo que se hallaba en un edificio de numerosas alturas. La cinta se detuvo justo enfrente del comedor. Algunas caras irreconocibles se volvieron con la misma mirada de cansancio que él, parecía la patética resaca después de una gloriosa noche de juerga y no las consecuencias de seis meses de gélido sueño. Caminó lo más erguido que pudo hasta encontrar una silla libre en una de las mesas circulares. Se sentó rodeado de compañeros que también le hablaron con la misma afonía. A su derecha había una mujer de lustrosos cabellos lisos, y a su izquierda un joven totalmente calvo. Todos se presentaron atropelladamente, tanto, que se sintió incapaz de retener un solo nombre. —¿De dónde eres, amigo? —Le habló otro hombre de apariencia mayor y de rasgos orientales, que se había situado en el otro extremo. —De la República de Iberia, en el sur de Europa. Creo que llevo aquí dos días. —¿Y has vomitado muchas veces? —¡Qué va! Ni una sola vez —farfulló con orgullo para quedarse pensativo—. No he tenido tiempo, he estado durmiendo la mona hasta hace unos minutos. —No me extraña, yo llevo desde anoche y me está costando desentumecer los músculos, me siento oxidada. —La voz de la mujer de su derecha sonó bastante mejor que la suya—. Me encanta cómo suena tu neolatín, se nota de dónde procedes. —Pues a mí no me lo parece, suena fuerte y seco, a ver, joven, habla un poco más. —Le interpeló el hombre de rasgos orientales. —He hablado neolatín toda mi vida, pero hoy tengo la lengua pegada al paladar. Oye, ¿sois todos vigilantes del cuerpo de prisiones? —Lamentablemente, somos la última promoción y creo que nos van a escupir como a la carroña, entre las nueve cárceles del planeta. —El calvo de su izquierda masticó un buen puñado de cereales sin dejar de expresarse con un fuerte acento eslavo—. Los mineros que se encargan de extraer el helio-3 y el deuterio viven recluidos en otro edificio de menos altura, y la torre gigantesca que tenemos detrás de nosotros, serán los aposentos de los más cualificados, ingenieros cibernéticos, informáticos, xenólogos y gente así. —Hubo un murmullo de desprecio en la mesa. Era evidente que, en aquel nuevo mundo, se mantenía la misma estratificación social y privilegios económicos que en las civilizaciones del Sistema Solar. Un robot se acercó con agilidad felina, dejándole una bandeja en la que destacaba el espumoso café de intenso aroma arábigo con canela. También había generosas tostadas de cereales y unos platitos con abundante mantequilla y mermelada. Se relamió. —¿Os habéis dado cuenta de que el desayuno está individualizado? —La mujer de cabellos lustrosos devoraba unos huevos con beicon y sorbía té de fuerte olor a regaliz—. Lo saben todo sobre nosotros y no quieren privarnos de estos pequeños placeres, al fin y al cabo, tardaremos mucho tiempo en volver a casa. —Si volvemos algún día —respondió con mirada lastimera otro compañero expresándose en esperanto, dado que todos eran bilingües sin necesidad de usar traductores portátiles—. Por lo menos no echaremos de menos la fibra inteligente de los tejidos, el clima aquí es siempre estival. —Álex, me gustaría presentarte a una chica que también es ibera y que conocí anoche, creo haberla visto desayunando por alguna mesa. —La chica de su derecha se incorporó sin la menor complicación, pero él dudó unos instantes y prefirió seguir degustando el café, necesitaba recuperar fuerzas, y lo que menos le apetecía en el mundo era moverse un centímetro de aquella cómoda silla. Regresó acompañada de otra joven de la misma edad que él, de ojos grises y cabello corto, vestida con el mismo uniforme blanco e impoluto que el resto. Cuando sus miradas se cruzaron, sonrieron como si se conociesen de toda la vida. —Hola, me llamo Neza y soy del norte de Iberia. —Con una dulzura más que apreciable, arrimó una silla al lado de Álex, y con total naturalidad les acompañó en el desayuno—. Tengo el privilegio de haber sido de las primeras en despertar, y ya me he acostumbrado a respirar este ambiente tan aséptico. Llevamos dos días descansando en la enfermería, y hoy por fin, que no estoy agarrotada, conoceremos nuestro nuevo hogar. ¿No estáis nerviosos? —¡Me encanta tu vitalismo! Esa es la actitud cuando se llega a un sitio nuevo. Yo soy Álex, y vengo de la meseta… —Pues tienes un acentazo muy marcado, tanto tiempo durmiendo te debe haber grapado las cuerdas vocales. —Neza rio sin la menor dificultad y bebió un pequeño sorbo del zumo de naranja importado que le había traído otro robot doméstico—. Estoy deseando entrar en acción, tanto ocio agota mi paciencia. —¿Os habéis fijado la cantidad de agua que alberga este planeta? —Preguntó cambiando de tema el compañero que...



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