E-Book, Spanisch, 176 Seiten
Reihe: Éticas Aplicadas
Aguirre Ética de los medios de comunicación
1. Auflage 2016
ISBN: 978-84-254-3802-8
Verlag: Herder Editorial
Format: EPUB
Kopierschutz: 0 - No protection
E-Book, Spanisch, 176 Seiten
Reihe: Éticas Aplicadas
ISBN: 978-84-254-3802-8
Verlag: Herder Editorial
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María Javiera Aguirre Romero (Santiago de Chile, 1978) es doctora en filosofía por la Universitat de Barcelona y periodista y comunicadora social por la Universidad Católica de Chile. Su área de investigación cubre diferentes ámbitos de la Ética práctica, tal y como la ética de los medios de comunicación, la ecoética o la ética del desarrollo. Actualmente vive en Dinamarca y es profesora externa en la Universidad de Aalborg.
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| INTRODUCCIÓN |
Los medios de comunicación y los profesionales de la información están cada vez más desprestigiados, aun cuando no es fácil vivir en sociedad sin acceso a la información. La libertad de prensa no asegura necesariamente la libertad de expresión y esta no garantiza que el derecho a la información sea satisfecho. Los medios de comunicación deben cumplir con su función social o pueden correr el riesgo de desaparecer como tales. En efecto, de no recuperar su función fundamental, podrían terminar siendo solo una fuente de entretenimiento más. Reivindicar esa legitimidad aparentemente perdida, o al menos desfigurada, es el primer paso para reconducir el trabajo de los medios con el fin de que cumplan su función democratizadora, pues la vida, en las sociedades actuales, determinadas por la globalización, la multiculturalidad y el tiempo impuesto por las tecnologías, exige, tal vez más que nunca, ciudadanos informados y capaces de tomar decisiones.
Ética de los medios de comunicación
La pregunta por la ética de los medios de comunicación es de total actualidad: por un lado, porque la ética se ha establecido como tema relevante en casi cualquier actividad social; por otro, porque la actividad de los medios de comunicación es percibida con suspicacia por la llamada crisis de confianza de las instituciones.1 Por otra parte, la importancia de la función social de los medios de comunicación reclama que estos hagan bien su trabajo. Presentamos a continuación una breve aclaración conceptual respecto a qué nos referimos cuando hablamos de ética, concretamente de ética de los medios de comunicación.
En primer lugar, debemos distinguir entre ética y moral.2 La ética es una disciplina que estudia la conducta humana desde la perspectiva de las virtudes y de los deberes; la moral se refiere a los códigos normativos concretos y vigentes en diferentes comunidades humanas. En otras palabras, la moral es el modo en que las personas guían, de forma efectiva, sus acciones desde el punto de vista del buen o del mal actuar, mientras que la ética hace una reflexión sistemática de dichas acciones para establecer principios, deberes y virtudes que eventualmente puedan ayudar al individuo a actuar de mejor manera. La ética es también una forma de dar razones, de justificar racionalmente las opciones morales desde una perspectiva filosófica determinada, por ejemplo, la ética del deber, la ética de las virtudes, la ética pragmática o la ética utilitarista.
Los seres humanos buscamos hacer las cosas bien, actuar bien, y para ello la reflexión moral es imprescindible, aunque no siempre nos damos cuenta de que lo estemos haciendo. Tanto la racionalidad como la autonomía nos ayudan constantemente a decidir; este es el ámbito de la moralidad, el de las decisiones, y puesto que todos los días nos enfrentamos a dilemas o conflictos, necesitamos entender y dar razones de por qué actuamos de una u otra forma.
El conflicto y el desacuerdo exigen este razonamiento moral. Jorge José Ferrer y Juan Carlos Álvarez explican que mientras en el desacuerdo se produce un intercambio de opiniones o apreciaciones con otras personas, en el conflicto hay perplejidad, lo que hace necesaria la orientación moral. Según ellos, algunos consideran que la perplejidad provocada por los conflictos se da porque no siempre es posible honrar todos los valores o deberes involucrados en la toma de una decisión, porque se puede provocar el conflicto con otra persona, pero también con nosotros mismos cuando nos enfrentamos a una situación que, por su complejidad, nos deja perplejos, sin saber qué hacer, o que nos impide seguir todos los principios que quisiéramos respetar. Son esas situaciones en las que tenemos que ordenar, jerarquizar y priorizar para decidir. Todo esto es moral y la ética es la rama de la filosofía que intenta explicar y sistematizar a la moral.
Siguiendo esta distinción, la ética de los medios de comunicación es la reflexión sistemática de las decisiones morales que se toman en los medios de comunicación y, a su vez, una propuesta de cómo actuar, porque la ética, una vez que sistematiza y estudia la forma en que de hecho se toman las decisiones morales diarias, propone las mejores formas de hacerlo. Por lo tanto, si queremos definir en qué consiste la ética de los medios de comunicación tenemos que referirnos a tres grandes aspectos que la delimitan: es una ética aplicada, pues se aplica a los contenidos de los medios de comunicación; implica una ética profesional; asimismo, involucra la ética de la empresa de los medios.
Ética de los medios como ética aplicada3
La ética aplicada surge entre las décadas de 1960 y 1970 cuando ciertos asuntos sociales, como la pena de muerte, el aborto y los problemas ambientales, comenzaron a exigir una orientación más concreta desde la reflexión filosófica, dada la importancia de las decisiones que debían tomarse y de su carácter moral. Por otro lado, a partir de la segunda mitad del siglo XX la tecnología ha hecho posible nuevos escenarios; un ejemplo representativo es la posibilidad de saber si un embrión está desarrollándose sano o si presenta alguna malformación. También cambió la manera en que entendemos y explicamos las cosas, como cuál es el momento justo en que comienza la vida y cuándo esa vida debe ser respetada, si seguimos el ejemplo anterior. Surgen así la bioética, la ética de la empresa, la ética del desarrollo, la ecoética y cualquier ética aplicada a cualquier área del desarrollo humano, como las profesiones, el deporte, los servicios sociales o los medios de comunicación.
La ética consiste en la aplicación de principios a situaciones reales de la vida cotidiana. ¿Por qué entonces tiene sentido hablar de una ética aplicada, si la ética por sí sola implica aplicación? Es lógico, pues la ética aplicada supone retroalimentación: de la ética (teoría) a la situación concreta (práctica) y de ahí a la reflexión conjunta (de expertos, personas involucradas, filósofos, eticistas, etc.) para volver a plantear principios teóricos. Es por ello por lo que en ética aplicada se puede recurrir a diferentes teorías éticas para solucionar un problema o argumentar a favor o en contra de un tema controvertido, por ejemplo, la pena de muerte. Se trata de una nueva forma de reflexión moral que pretende, en las plurales sociedades actuales, responder a problemas morales y proponer soluciones a ellos.
El objetivo de la ética aplicada es superar contextos concretos, consciente de la dificultad de encontrar principios comunes en las actuales sociedades pluralistas. En ese sentido, Adela Cortina4 aclara que la ética aplicada detecta hermenéuticamente principios y valores comunes en las diferentes áreas de la vida social que tengan como antecedente dos principios: el kantiano, que indica que las personas son un fin en sí mismas y no un medio para alcanzar objetivos, y el reconocimiento de cada participante en el diálogo como interlocutor válido.
Por último, la acción de la ética aplicada se desarrolla en el ámbito de la sociedad y no en el de los proyectos personales que definen lo que se considera una vida buena.
Ética profesional
La ética profesional se define por unos modos concretos de realizar el trabajo profesional de buena manera, por un quehacer determinado que es el adecuado. Es una forma moral particular de ver el mundo, definida por modos, límites y contenidos específicos de la profesión. Por ejemplo, el papel y la importancia del secreto profesional es distinto para un médico, un ingeniero, un abogado o un psicólogo. De la misma forma, si bien la vida privada de las personas es materia importante para el trabajo de los médicos, no debería serlo para el de los periodistas. Ese modo particular de entender la profesión tiene que ver con saber cuál es su bien interno.
El filósofo escocés Alasdair MacIntyre explica que toda actividad tiene unos bienes internos que le dan sentido y la legitiman. Lo ejemplifica con el trabajo de un pintor, que alcanza los bienes internos de su actividad en la medida en que logra la excelencia tanto en su trabajo, en su destreza, como en cada retrato. En cambio, los bienes externos, propios asimismo de toda actividad, se alcanzan como resultado del desarrollo de la actividad misma y tienen relación con circunstancias sociales. Los bienes externos son el poder, la fama y el prestigio. Buscar los bienes externos no es necesariamente perjudicial, pero una actividad se corrompe si estos sustituyen a los internos.
La ética profesional se considera una ética aplicada más, como la bioética o la ética de los medios, porque se destina a un área concreta de la actividad social. Mientras la bioética se aplica al área de la vida, la ética de las profesiones lo hace a cada profesión. La ética de los medios es una ética aplicada a la actividad de los medios de comunicación e incluye a la ética profesional, aplicada a su vez a quienes trabajan en ellos, principalmente los periodistas.
La ética de las profesiones reflexiona sobre los fines que legitiman una actividad profesional; fines que son el bien o el servicio que la profesión rinde a la sociedad. Por lo tanto, aunque no exista una definición unívoca, la profesión es un concepto normativo en sí mismo, pues se le reconoce una vocación de servicio público con un ethos o carácter moral. Por ello pueden producirse conflictos entre los valores y los fines de los individuos que la ejercen y los valores y los fines que ella misma supone....




